Durante el otoño pasado, la juventud tuvo un enorme peso en las movilizaciones contra la sentencia del procés. Las universidades se vaciaron durante varios días, las calles se llenaron y los Mossos d’Esquadra reprimieron.
Los enfrentamientos con la policía o los abucheos a Rufián eran síntoma de la rabia motivada por el fracaso de una vía marcada por el seguidismo a ERC y PdeCat. El malestar fue en aumento a medida que crecía la represión por parte de los cuerpos de seguridad dirigidos por el propio Govern. Ya no había excusas, ya no era solo el estado español, sino que los partidos que se consideraban aliados ordenaban la represión.
Así, un sector de la juventud independista se enfrentó al gobierno central y a la Generalitat. Meses más tarde y en un contexto de pandemia, esos mismos gobiernos y los partidos que los integran hoy son los responsables de la gestión que ha dejado miles de muertos en Cataluña y el resto del Estado.
Desde el ángulo estatal, la defensa de la unidad nacional era utilizada para ocultar las reformas laborales, las leyes de extranjería, las privatizaciones, los recortes en sanidad y un sinfín de políticas neoliberales por parte de los gobiernos de turno. Con la llegada de la pandemia, los discursos de unidad del país iban dirigidos a ubicarnos a todos en el mismo bando, mientras el gobierno del PSOE y Unidas Podemos financiaba ERTEs (algunos todavía sin cobrar) y se negaba a intervenir la sanidad privada al 100%, sin siquiera sufragar el más mínimo gasto con un impuesto extraordinario a las grandes fortunas. Rápidamente, el número de muertes en los barrios más pobres y el aumento de los despidos dejaron claro que no todos estábamos pagando la crisis por igual.
Ahora bien, la situación en Cataluña no fue distinta antes de la pandemia ni tampoco lo ha sido después. Mientras PdeCat y ERC abogaban por la unidad del independentismo, poco parecían importar los años de recortes, privatización de los servicios públicos y más políticas a la medida de la burguesía catalana. Una vez recuperadas las competencias tras el estado de alarma, los rebrotes mostraron las consecuencias de esta línea y de su continuación en plena crisis sanitaria. Subsidio a las patronales, falta de rastreadores, despidos de personal extra contratado durante el pico de la pandemia, contratación de Ferrovial para tareas asociadas al seguimiento de los casos de covid… Todo ello ha dado como resultado que los primeros rebrotes sean en zonas agrícolas con gran participación de trabajadores migrantes sin condiciones de seguridad e higiene, como el caso de los alrededores de Lleida, y focos de contagio cerca de Barcelona en algunos de los barrios más precarios de Hospitalet, como Torrassa, Collblanc y La Florida.
Ante este escenario, los mensajes de responsabilidad individual vuelven a tomar peso en los discursos de la Generalitat y del gobierno central. Por supuesto que debemos tomar precauciones individualmente, pero si los rebrotes se dan en barrios populares y en zonas ligadas a la precariedad, hay un elemento que no podemos obviar y que va más allá: las condiciones precarias de vivienda y trabajo de una gran mayoría no son un problema de responsabilidad individual.
Por eso, debemos tratar de recuperar aquel espíritu de la juventud catalana que participó en las movilizaciones contra la sentencia: ni con los partidos del Régimen del 78, ni con los tradicionales de la burguesía catalana. La pandemia y el procés han dejado claro que la unidad nacional que pretende el Congreso de España y la unidad nacional con los partidos que representan los intereses de las patronales catalanas no darán respuesta a los problemas de la clase trabajadora y los sectores populares. |