Es sobre las mujeres en quienes más cayó el peso del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en la pandemia. Seguimos analizando el nuevo informe del Ministerio de Economía. ¿Qué hay detrás de los números?
¿Alguna vez pensaron en pagarle el plato de fideos que les preparó su mamá? ¿O por haberte leído un cuento antes de ir a dormir? ¿O le cobraste a tu familia por limpiar, lavar la ropa, poner la mesa, hacer las compras o lavar los platos?
Esas tareas del hogar, que son ultra necesarias para nuestra vida diaria, no son remuneradas. ¿Qué pasa si intentamos dimensionar todo ese aporte a escala social, cuánto representa?
La Dirección de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía publicó este martes un informe denominado “Los cuidados, un sector económico estratégico. Medición del aporte del Trabajo Doméstico y de Cuidados no Remunerado (TDCNR) al Producto Interno Bruto” en donde dimensionan el aporte económico que significa el trabajo doméstico y las tareas de cuidado dentro del hogar.
El estudio encontró que, por día, en la Argentina se dedican 127 millones de horas diarias a tareas domésticas y de cuidado. Para ponerle un precio a todas esas horas trabajadas, el Ministerio de Economía tomó como referencia el ingreso promedio del personal de casas particulares, que en el cuarto trimestre de 2019 fue $ 86,1 pesos la hora.
Esto permite concluir que, de pagar todas esas horas de trabajo, costaría alrededor de $ 4 billones de pesos. Se trata de un paso muy importante, poder dimensionar o “poner en valor” ese trabajo no remunerado que se realiza en el hogar. Pero ese trabajo no se realiza de manera equitativa en los hogares.
La mayor parte de ese aporte lo hacen las mujeres
“El aporte por género del TDCNR al PIB es desigual: el 75,7% proviene de tareas realizadas por mujeres. Es decir, las mujeres realizan más de las tres cuartas partes del TDCNR y, de este modo, dedican, el total de ellas en su conjunto, 96 millones de horas diarias de trabajo gratuitas a las tareas del hogar y los cuidados”, indica el informe.
La distribución de estas tareas es estructuralmente desigual: 9 de cada 10 mujeres (88,9%) se ocupan del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, y le dedican en promedio 6,4 horas diarias. Mientras tanto, sólo el 57,9% de los varones participa en estos trabajos, a los que les dedican un promedio de 3,4 horas diarias.
Estos datos se obtuvieron por primera y única vez en el 2013, a partir de la Encuesta de Uso del Tiempo (EUT) que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
No falta siempre alguien que argumente acá que esto es así porque los varones trabajan más “afuera del hogar”. La verdad es que no. Según las estadísticas, las mujeres que tienen un trabajo remunerado y cuando llegan a su casa hacen las tareas domésticas (es decir, tienen una doble jornada laboral), le dedican más horas a esas tareas que un varón que está desempleado (5,9 horas y 3,2 horas diarias respectivamente).
Ellas dedican tres veces más tiempo que los varones a las tareas del hogar. “Es decir, las mujeres aportan 3 veces más al PIB en el sector con mayor relevancia y más invisibilizado de toda la economía nacional”, plantea el informe. Si esta contribución a la economía se pagase, equivaldría a “más de dos veces el tamaño del sector de Transporte y Comunicaciones o casi cuatro veces lo que aporta el sector de la Construcción”.
"En este sentido, es imprescindible entender que las condiciones del trabajo remunerado están estrechamente ligadas a cómo se resuelven las tareas no remuneradas”, alerta el estudio.
La OIT calcula que el aporte de estos trabajos al PBI global asciende a 9 %.
"A nivel internacional, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que el aporte del TDCNR es de 9,0% del PIB, con gran heterogeneidad entre los países. En España, por ejemplo, asciende a un 10,3 % del PIB, Francia 14,8 %, Alemania 15,0 %, Nueva Zelanda 20,0 % y 26,8 % en Australia, por mencionar algunos".
"Estas diferencias pueden representar diversidad de escenarios (leyes laborales, cómo resuelven cuidados, infraestructura, entre otras), como también de fuentes de datos, metodologías y decisiones sobre la forma de realizar el cálculo y de presentar los resultados".
En la región los números van del 15% al 24%: en Ecuador significa un 15,2% del PBI; en Costa Rica un 15,7%; en Guatemala un 18,8%; Colombia un 20,4%; en Perú un 20,4%; en Uruguay alrededor de 22,9%; y en México un 24,2% del PBI.
Situación agravada por la pandemia
Mientras diversos sectores productivos presentaron caídas en su nivel de actividad, el trabajo de cuidados y doméstico, por el contrario, aumentó su nivel al 21,8 % del PIB: es decir, muestra un incremento de 5,9 puntos porcentuales con respecto a la medición "sin pandemia”.
"Se cerraron lugares de trabajo, escuelas y espacios de cuidado. A raíz de esto, los hogares empezaron a enfrentar una carga extra de tareas domésticas y de cuidados no remunerados que, en los tiempos de la vieja normalidad, se resolvían de diversas formas."
Sin embargo, esos no son los únicos motivos. Hay un impacto muy fuerte en la intensidad del trabajo doméstico generado por la profunda caída de ingresos de las familias que no está contemplado del todo en el informe.
Las familias debieron ajustar sus gastos ante la caída de ingresos, en especial las más precarizadas, y eso hace reemplazar el dinero gastado en el mercado por tareas realizadas internamente.
En este sentido es importante no desligar esta situación de las mujeres de la orientación económica general de la economía, que al condicionarla en su conjunto a lo que suceda con la renegociación de la deuda no dio respuestas a la altura: las tres tandas de IFE de 10 mil pesos en 6 meses, significaron 5 mil pesos por familia por mes; se continuó pagando unos $350.000 millones de servicios de deuda pública, se postergó el impuesto a las grandes riquezas hasta tanto no se llegue a un acuerdo con los acreedores privados, que hubiese permitido dar un IFE por mes de al menos 30 mil pesos. Al mismo tiempo que se suspendió el aumento de jubilaciones por movilidad.
En definitiva, el incremento de la carga de las tareas domésticas en pandemia, y su distribución mayoritaria en las mujeres, no es causa de la pandemia ni de la cuarentena, sino un problema económico derivado de la forma que tomó la respuesta estatal ante la pandemia.
¿Y ahora qué hacemos?
Visibilizar y cuantificar económicamente el aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado inmediatamente abre la pregunta del qué hacer, ¿cómo se valida socialmente ese trabajo? ¿Quién se apropia de los beneficios que genera ese "ahorro" de las familias al reemplazar bienes y servicios que necesitan por trabajo doméstico no pago?
"El sector de los cuidados es un sector estratégico a la hora de pensar la reactivación económica del país", sentencia el documento. Sin embargo, no se desarrolla ningún lineamiento para liberar a las mujeres de esa carga de trabajo que genera muchas veces una doble o triple jornada laboral.
¿Su resolución va a provenir de una decisión individual, de cada hogar, en "distribuir mejor" esa carga en varones y mujeres o al interior de sus miembros? ¿Deberíamos sino levantar la demanda por un "salario para las amas de casa"?
Sin embargo, también puede pensarse también que con el desarrollo de las fuerzas productivas actuales podría llevarse a una expresión mucho menor esa carga de tareas. Que muchas tareas de cuidados se alivianarían si existiesen guarderías en los lugares de trabajo.
O que es necesaria una redistribución a escala social (no solo en el hogar) del trabajo remunerado y no remunerado. Es decir, una socialización de las tareas y un reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados.