El arzobispo platense Víctor "Tucho" Fernández junto al intendente Julio Garro, y el párroco Rubén Marchioni | Foto El Teclado
Ante una nueva escalada de denuncias de abusos sexuales eclesiásticos en La Plata, que tienen al cura Raúl Sidders imputado penalmente, aparecen nuevos testimonios contra Rubén Marchioni, párroco de la iglesia Cristo Rey, directivo de la UCALP y titular de la Pastoral Social de la arquidiócesis que conduce Víctor “Tucho” Fernández. Aquí las cuatro historias y los dichos del suicidado abusador Eduardo Lorenzo sobre su amigo.
Tras las múltiples denuncias contra el cura Eduardo Lorenzo, que derivaron en su muerte (el 16 de diciembre en la sede de Cáritas con un disparo en el pecho), y la reciente denuncia penal contra el exguía espiritual del Colegio San Vicente de Paul, Raúl Sidders, dos nuevos relatos apuntan contra el actual director diocesano de la Pastoral Social platense y párroco de la iglesia Cristo Rey, Rubén Marchioni.
Estas denuncias se suman a las ya relatadas por este medio durante 2019, en el marco de la investigación de los crímenes cometidos por Lorenzo. No es casual la íntima relación de Marchioni con Lorenzo. Son dos sacerdotes que hicieron carrera dentro de la Iglesia Católica de La Plata para sostenerse al lado de las máximas autoridades eclesiásticas y políticas de la capital de la provincia. Es decir, construyeron su poder con el aval del emérito arzobispo Héctor Aguer, de dirigentes como los Duhalde (Eduardo y Chiche), Solá, Scioli, Vidal, Alak, Bruera, Garro y también el actual arzobispo Víctor Manuel Fernández.
El caso más grave de los testimonios hasta ahora contra el párroco de la parroquia Cristo Rey (ubicada en 8 bis y 81 de La Plata) es el de otro sacerdote, el Padre G. (así lo mencionamos para preservar su identidad), hoy de 57 años y viviendo en Estados Unidos. Entre 1989 y 1991 G. sufrió maltratos y abusos de parte de Eduardo Lorenzo y de Rubén Marchioni.
El primero fue su jefe en la parroquia María Auxiliadora de Berisso, donde convivieron mientras G. fue secretario. En ese momento tenía 26 años y Lorenzo 29. Entre muchas escenas de maltrato, G. recuerda la reacción violenta de Lorenzo al ser descubierto por él teniendo sexo en la casa parroquial con un fotógrafo de la iglesia. Lo amenazó con un arma de fuego y poco después lo echó de la parroquia.
Fue en esa misma época que Marchioni, en ese entonces párroco de la iglesia Santos Pedro y Pablo de la misma ciudad, aprovechó su amistad con Lorenzo para llevar en una oportunidad a G. a su iglesia (a quien conocía de años por haber compartido seminario). “Una noche, para una boda, Marchioni pidió un organista a la iglesia vecina y Lorenzo me mandó a mí”, relató G. a este medio. Al terminar la ceremonia y quedarse a solas, el cura lo obligó a entrar a la casa parroquial, desnudarse, acostarse sobre una mesa y, amenazándolo con un revólver, lo violó.
Ahora se suma el relato de Fernando, un hombre que tiene 42 años y vive en San Juan. Hace pocos meses leyó por primera vez las notas de este medio sobre los abusos cometidos por Rubén Marchioni y a partir de ello decidió contactarse con la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico y poner en palabras, por primera vez, lo vivido con el cura hace veinte años.
Desde los ocho hasta los 21 Fernando participó activamente del grupo Scouts en San Juan. En 1997 conoció a Marchioni en la parroquia San Roque de Guernica, en un campamento nacional de dirigentes de Scouts. Al año siguiente Marchioni viajó a San Juan con motivo de otro campamento y se volvieron a cruzar. El cura ya llevaba siete años al frente de la parroquia Cristo Rey de Villa Elvira (está allí desde 1991) y había fundado en 1996 el Movimiento Scout Católico Argentino, donde fue asesor hasta 2007.
Por esos años Fernando ya tenía la idea de estudiar en la Escuela Naval de Río Santiago (Ensenada) pero necesitaba un apoderado legal que respondiera por él en Buenos Aires. Sólo conocía a Marchioni en territorio bonaerense, por lo que le solicitó que sea su apoderado y el cura aceptó.
En el año 2000 Fernando se inscribió en la Escuela Naval. Con 22 años viajó a rendir el examen de ingreso y Marchioni le ofreció quedarse en la casa parroquial a dormir las veces que quisiera. Durante un mes aproximadamente pasó los fines de semana allí, agradecido de la hospitalidad del cura. “Se veía buena gente”, recuerda Fernando sobre Marchioni.
“Una noche llegué a la casa parroquial, desde la Escuela Naval. Él me dijo si quería que me hiciera unos masajes arriba. Yo hasta ese momento nunca había visto mala intención de su parte, así que esa vez lo tomé como algo de amigo, en confianza”, relata Fernando.
Y continua: “Subimos a una de las habitaciones del entrepiso, a través de una escalera caracol. Me dijo que me sacara la ropa. Me quedé en boxer. Cuando me di cuenta él también estaba en boxer. Me pidió que me acostara en una cama de una plaza y me empezó a hacer masajes. Empezó a tocarme más abajo de la cintura y ahí me sentí muy incómodo. No me dio para más, me levanté y le dije ‘está bien así, te agradezco’, me puse la ropa y me fui a mi habitación”.
Al poco tiempo, Fernando decidió irse de la casa parroquial. Hoy agrega: “Marchioni era una persona de ostentar mucho, siempre tomando los mejores vinos y comiendo la mejor comida. Cuando terminé el reclutamiento, a un grupo de chicos nos pagó de su bolsillo un viaje a Mar del Plata, hotel, comida y salidas. Ningún tipo de austeridad tenía”.
“Hasta nos mandaba a sacar plata a una de las alcancías de la parroquia (a la de San Cayetano, que él decía que era la que tenía más plata). A mí me decía que fuera a comprar comida a una rotisería. Pero a otros chicos llegó a decirles que fueran a buscar prostitutas y las llevaran a la casa parroquial”, cuenta Fernando.
Según pudo reconstruir este medio, las “cenas” con invitados VIP en la casa parroquial eran frecuentes. Las fuentes aseguran que en esos encuentros desfilaban personas del ambiente militar y hasta el propio arzobispo Aguer.
Recién dos décadas después Fernando pudo poner en palabras lo vivido con el cura Marchioni. Y más allá de sus motivaciones personales, principalmente lo hace para que el abusador deje de hacer lo mismo con otros chicos. “Tengo hijos y me imagino que a cualquiera le puede pasar”, asegura.
No fueron casos aislados
Este medio publicó el año pasado la historia de Ricardo bajo el título “Además de abusar de menores, al capellán Lorenzo lo acusan de encubrir otros casos”. A mediados de los 90, el entonces adolescente (del mismo barrio de la parroquia) le contó al difunto Lorenzo (a cargo de los scouts de la región) lo que le había sucedido con Marchioni.
Ricardo comenzó a participar del Grupo Scouts de Cristo Rey cuando tenía ocho años, en 1988. Concurrió durante seis años a los grupos de jóvenes de la iglesia hasta que el sacerdote abusó de él. Fue una tarde del verano de 1994, luego de que el cura les ofreció unos pesos a cuatro jóvenes de la parroquia para que lo ayudaran a limpiar la pileta de la casa de su madre.
En ese lugar, ubicado a pocos metros del Seminario Menor en el barrio de Los Hornos, Marchioni logró quedarse a solas con Ricardo, lo llamó desde la habitación para pedirle que se acueste a su lado y así mirar televisión. Sin embargo, el sacerdote (32 años en ese entonces) empezó a manosear al niño y a insinuarle tener relaciones sexuales. Impactado, Ricardo pudo salir y volver a su casa.
Desde ese entonces, Ricardo dejó de concurrir a la parroquia. Dos años después le contó el episodio a su dirigente scout y ambos decidieron ir a hablar con el capellán regional de Scouts de Argentina, ya que se trataba de un sacerdote con constante relación con niños y adolescentes. ¿Quién ocupaba ese cargo? Eduardo Lorenzo.
“Me dijo que ‘lo iba a charlar’ y que se disculpaba en nombre de Marchioni”, recuerda Ricardo. Nunca más se habló del tema, hasta que el año pasado a raíz de las múltiples denuncias contra Lorenzo decidió contar su historia.
Algo similar sucedió con Néstor, íntimo amigo de Ricardo, que recién pudo contar lo que sufrió hace pocos meses. El hecho en cuestión sucedió el mismo día de lo relatado por Ricardo.
Néstor tenía 16 años y esa noche junto a otro amigo aceptaron la invitación de quedarse a dormir en la casa parroquial. “Había dos camas de una plaza y el cura se acostó en un colchón en el medio. Durante la madrugada empecé a sentir una mano que me tocaba la pierna. Me quedé duro. Y empezó a meterla dentro de mi boxer, hasta que me corrí haciéndome el dormido. No supe qué hacer”.
Néstor mantiene una relación de amistad con Ricardo desde su niñez, hace más de treinta años. Sin embargo, recién a fin del año pasado (luego de leer lo publicado sobre Lorenzo) pudo contárselo a su amigo. Y ahora decidió contarlo a este medio para hacerlo público.
Muchas veces este tipo de denuncias públicas son la única vías de escape de los sobrevivientes de abusos sexuales ya que el Poder Judicial impone sus propias reglas que expulsan a aquellas personas adultas que, luego de un duro proceso personal, pueden identificar y poner en palabras los acosos, abusos y violaciones que sufrieron de niñes décadas atrás.
Mismo método, mismo encubrimiento
En diciembre pasado, tras el fatal desenlace del caso del cura Eduardo Lorenzo (que no llegó a dar explicaciones ante el Poder Judicial), la iglesia católica de La Plata quedó sacudida por el polvo levantado debajo de las alfombras.
Muchos sacerdotes asistieron al “velorio” de Lorenzo en la iglesia de Gonnet, un acto repudiado por familiares de sobrevivientes que sufrieron abusos en ese mismo lugar. Son esos sacerdotes los mismos que defendieron a capa y espada a Lorenzo, señalando como mentirosos a los denunciantes. Uno de ellos es Fernando García Enríquez, hoy de “licencia” y escondido en algún lugar de La Plata.
“Al Padre Rúben (Marchioni) lo conozco de hace muchísimos años. Somos muy amigos”, dijo Eduardo Lorenzo a este medio, en una extensa entrevista que aceptó dar a estes cronistas en agosto de 2019. Allí se le preguntó si sabía de los abusos de Marchioni. Lejos de negarlos, explicó que “lo que pasa con Rubén es una injusticia, pongo las manos en el fuego por él; si cometió algún error no puedo menos que comprenderlo”. Una explicación críptica que oscurece mucho más de lo que aclara.
Tras varios intentos frustrados por conocer su opinión ante las denuncias que ya acumulaba en su contra, un domingo de febrero estes cronistas se acercaron a la parroquia Cristo Rey de Villa Elvira a hacerle algunas preguntas a Marchioni. Fue a la salida de una misa, cuando estaba en la vereda despidiendo a la feligresía.
-Buen día, somos periodistas y estamos investigando el Caso Lorenzo. Hemos hablado con otros sacerdotes que también lo conocieron. Queríamos saber qué opinión tiene de todo lo sucedido.
No. No quiero hablar del tema. Me pone muy mal. En este momento ya me estoy poniendo muy mal. Además el arzobispo nos dijo que no hablemos con los medios.
Muy incómodo y agarrado de los barrotes de las puertas de madera de la entrada a la parroquia, empezó a cerrar aunque quedaba gente adentro queriendo salir.
- ¿Leyó las notas nuestras?
Trato de no leer.
¿Y sobre las denuncias públicas que pesan sobre usted qué puede decir?
Que vayan a la justicia. Pensé que esto se había calmado.
¿Por qué Marchioni pensó que con la muerte de Lorenzo “se había acabado” lo que se denuncia sobre él?
Los múltiples abusos sexuales eclesiásticos en la ciudad de las diagonales es un secreto a voces. La ideología de la Iglesia Católica se basa en “mantener el silencio”, “ser prudente” y “evitar el escándalo”. Y eso aplica incluso para cualquier delito que se cometa intramuros. En pleno vínculo con el Poder Judicial, político y económico.
El cura Héctor Ricardo Giménez, denunciado penalmente tres veces por abuso sexual, actualmente tiene 84 años y vive en el Asilo Marín para ancianos por disposición del Arzobispado de La Plata. La última causa, presentada en 2014 por la sobreviviente Julieta Añazco, fue archivada dos veces y las autoridades eclesiásticas siempre negaron los delitos cometidos por el cura Giménez. Hasta ahora nunca entregaron los resultados de la investigación canónica. La institución del silencio defendiendo a capa y espada a los integrantes de su comunidad religiosa y atacando a las víctimas.
Otro tanto puede decirse de los curas Nicola Corradi, Horacio Corbacho (ya condenados a décadas de prisión en Mendoza), Eliseo Pirmati (enviado por el Arzobispado a Italia en 2017) y otros curas del instituto para niñes sordes Antonio Provolo de La Plata. Varias denuncias de exalumnos por violaciones y torturas ya integran una causa penal en la capital bonaerense y están a la espera de un juicio.
Lo mismo quedó demostrado el miércoles 18 de diciembre de 2019, cuando el propio arzobispo Tucho Fernández encabezó la jornada fúnebre en su homenaje en la misma parroquia donde Eduardo Lorenzo cometió los múltiples abusos a Diego y muchos otros jóvenes.
A fuerza de rigor, de insistencia de los sobrevivientes y familiares para que el Poder Judicial los escuche, son cada vez más las personas que no se callan. Hace pocos meses, una joven de 27 años contó su historia por primera vez a través de las redes sociales, también realizó la denuncia penal y ya son decenas de adolescentes, jóvenes y docentes del Colegio San Vicente de Paul que relatan las prácticas misóginas, violentas y abusivas del cura Raúl Sidders.
A seguir luchando
En diálogo con este medio, Julián Bartoli, sobreviviente del abusador Lorenzo y referente de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina, relató que este caso de Marchioni le recuerda mucho a lo sucedido con el excapellán general del Servicio Penitenciario Bonaerense. “Lo veo, al igual que Lorenzo un tipo muy perverso e incrustado en el poder eclesiástico”, detalló.
“Estos tipos siembran tanto mal, generan tanto dolor que en algún momento algunos de los sobrevivientes se animan, empiezan a sanar y el querer estar bien es más fuerte que todo el resto”, aseguró Bartoli. “Este caso es muy parecido al de Lorenzo, van a salir a hablar muchos más chicos”.
Julián manifestó que seguirán acompañando a todas las personas que necesiten hacer un proceso en su búsqueda de justicia. “La curia de La Plata es una cuna de encubridores y tienen mucha relación con el poder. Ya vimos cómo le fue a Lorenzo el año pasado, Marchioni va a tener que empezar a dar explicaciones”.
En tanto, Ricardo al ser consultado por este medio sobre las nuevas denuncias resaltó que “es importante la visibilización de los casos, no importa cuánto tiempo haya pasado porque sabemos estos tipos ya lo hicieron, y lo van a seguir haciendo”.
“Este cura abusó de muchos pibes y hay que denunciarlo. Si la justicia no lo permite denunciar, hay que escracharlo, visibilizarlo por los medios de comunicación así a alguien que le haya pasado lo mismo le de fuerza para contarlo”, agregó.
Sin dudas los casos de Sidders, del Provolo y de Marchioni seguirán generando nuevas denuncias y mucha información precisa que permitirá seguir contando la macabra historia de abusos y torturas sobre cientos de personas (sobre todo niñes y adolescentes) en toda la zona de influencia del Arzobispado de La Plata. Y acá estaremos para contarlo.
Una producción de Pulso Noticias y La Izquierda Diario