Está aquí, flota en el aire ocre del insomnio,
se arrastra también por el barro de la toma
al asumirse criatura hija de la obscuridad perpetua,
y vomita sobre el papel que la cobija, que la comprende,
vomita para ser comprendida, para exhibir su carga.
La poesía es así, determinada, implacable.
Yo no sé qué cenaste hoy en tu bóveda helada de intemperie,
no sé qué alcohol desactiva el virus de tus angustias
y la posibilidad tan frágil de tus urgencias.
Un pedazo de tierra vale un balazo y una condena, un desalojo.
Un hueso yermo que hierve desde hace días en un caldo acre,
lechoso y acre igual al que chupan tus niños
desde la teta ulcerada por la lucha sin tiempo, sin espacio,
ni universo.
Tampoco es tan fácil el poema,
no quema en el cuero ni agrieta la carne de los labios,
sabe bien del alcohol que lo mitiga y a la vez lo extiende.
Pero no es fácil, es presente.
Lugui García Guerrero |