Imagen: Sylvia Pankhurst es recibida después de salir de la cárcel.
La primera vez que vi una sufragista fue en la película Mary Poppins. Canté “Hoy las cadenas hay que romper” muchas veces antes de saber de qué se trataba su lucha. Con peleas políticas y callejeras, persecución estatal y cárcel, el sufragismo confluyó con oleadas de huelgas en el Reino Unido y Estados Unidos (sus principales centros). Las democracias capitalistas proclamaron el voto como “herramienta igualadora”, pero excluyeron de la ciudadanía a las mujeres y a quienes no eran propietarios. No digo nada nuevo, quería recordar que la inclusión de las mayorías no fue una evolución armónica ni pacífica. Esa inclusión no era un fin en sí mismo, ni siquiera para las sufragistas, menos para las que no se cansaron de señalar que el cruce entre género y clase se traducía siempre en desigualdad, las incómodas. No por picante, polémica o “políticamente incorrecta”. Incómoda nivel te espían los servicios de inteligencia, en la cárcel te conocen por el nombre de pila, tenés que escaparte de la Policía arrojándote a la multitud y viajar de incógnito.
La protagonista de todo eso es Sylvia Pankhurst. Hija del medio de una familia del laborismo de izquierda, en las tertulias que hacían en su casa podrías encontrarte con gente como Piotr Kropotkin o Louise Michel. Soñó con vivir de la pintura, pero la agitación política de principios del siglo XX la encontró haciendo malabares para sobrevivir mientras se dedicaba exclusivamente a la militancia sufragista (el arte la acompañó siempre y diseñó muchas de las imágenes del movimiento). Nunca se enteró, pero en 2018, el museo Tate incorporó dos cuadros suyos a su colección.
Es la única de las Pankhurst que no tiene monumento oficial. Su mamá (Emmeline) tiene una estatua y su hermana (Christabel), una placa, las dos en los jardines del Palacio de Westminster. ¿Sabés hasta dónde tenés que ir para ver un monumento a Sylvia? Hasta el East End, una vieja zona obrera a 45 minutos del centro de Londres. Creo que estaría muy orgullosa. En la pared de un pub, que era una cantina “al costo” de la Federación de Sufragistas del Este de Londres durante la Primera Guerra, hay un mural que la recuerda. Si sos del barrio, podés tomarte una cerveza ahí con Sylvia Pankhurst.
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