El gobierno de Alberto Fernández se quiere mostrar como un dique de contención para una derecha neoliberal continental que se coloca como agente directo de las grandes corporaciones y amenaza abiertamente las libertades democráticas. Sin embargo, como venimos sosteniendo desde La Izquierda Diario, capitula a cada presión de las patronales y la derecha, quien lo acorrala cada vez más, y va perdiendo su voluntad de resistencia.
Las condiciones de derechización que le van imponiendo se notan en el cambio de discurso, donde los elementos progresistas y sus formulaciones democráticas van dando lugar a una liquidación paulatina del relato kirchnerista de los derechos humanos y los derechos democráticos y populares.
Reconciliación con las FFAA
En febrero, antes de la pandemia, Fernández llamó a "dar vuelta de página" del genocidio, porque “Todos los oficiales de nuestras tres fuerzas han salido de la democracia”. Sin embargo, los mismos militares “democráticos” que fueron sacados por el Gobierno a las calles para hacer acciones “humanitarias” durante la cuarentena, lo desmintieron saliendo a reivindicar, a través de un tuit del Ejército, a los oficiales caídos durante el Operativo Independencia.
El Gobierno solicitó al Ejército que retire el tuit pero, luego del hecho, el jefe de la fuerza, general Agustín Cejas, arengó a las tropas en un acto dando a conocer un acuerdo con el ministro de defensa, Agustín Rossi, para seguir reivindicando a los militares que participaron en operaciones de terrorismo de Estado durante el gobierno de Isabel Perón: “decidí, luego de una reunión que tuve con el ministro de Defensa en la tarde de ayer (por el 8 de septiembre), efectuar este recorrido que inicio aquí y que va a pasar por los cuarteles de los comandos de brigadas de algunas agrupaciones, para transmitir este mensaje cara a cara con la gente, para decirle que el Ejército, la conducción del Ejército, nuestra institución, mantiene este recuerdo permanente a nuestros muertos”.
Sergio Berni y su derechismo policíaco
El gobierno kirchnerista bonaerense no le fue en zaga y abandonó rápidamente el relato. Primero dio vía libre al abuso policial y el gatillo fácil a partir del discurso abiertamente represivo y derechoso de su ministro de Seguridad Sergio Berni. El ex carapintada fue sostenido cuando quedó en el centro de la crítica señalado por su encubrimiento de la policía bonaerense por la desaparición y asesinato de Facundo Astudillo Castro. Cuando se creía en la cresta de la ola, Berni llamó a desalojar las tomas de tierras de los sin techo en Guernica y defender la propiedad privada, a la vez que se señalaba como un orgulloso militante de la “derecha peronista”. El ministro acusaba a los movimientos sociales de ser "mafias de repartidores de planes", y a los organismos de derechos humanos de ser vagos mantenidos, copiando el argumento de Mauricio Macri sobre el “curro de los derechos humanos”.
Este discurso envalentonó a los uniformados, quienes se le plantaron en una "paritaria" a punta de pistola e hicieron hocicar a Axel Kicillof y Fernández sin que ofrecieran el más tímido intento por enfrentar el chantaje policial. Berni, a pesar de haber sido revelada la inoperancia y el escaso control que tiene de las fuerzas de seguridad, insiste en predicar el uso de las pistolas Taser por las fuerzas policiales, al mejor estilo de la derechista autora de la doctrina Chocobar, Patricia Bullrich.
Hasta ahora, Berni ha contado con la aprobación silenciosa del llamado "progresismo". De esta forma, dan impulso a una versión retrograda de la derecha peronista, que no se limita al ministro de Seguridad, sino que tiene sus otras expresiones en los intendentes del conurbano que tienen su propia lógica derechista para enfrentar la crisis social, como se pudo ver en la patota armada que ingresó a los tiros en el predio tomado del barrio Los Ceibos en González Catán bajo protección policial.
El “compañero Rucci”
El progresismo, asustado por sus propias capitulaciones a la derecha gorila, busca contraponer a la misma un entendimiento con la derecha peronista. En este marco, no es casual que Andrés “el Cuervo” Larroque, el último 25 de septiembre, haya lanzado un tuit que decía: “Compañero José Ignacio Rucci, presente”.
Al día siguiente la cartera que dirige publicó un comunicado que acusa: “un grupo de organizaciones políticas que forman parte de la ocupación decidió impedir de manera violenta la asistencia a las familias que se encuentran en el predio”. Un claro ataque a la izquierda y las organizaciones sociales solidarias en Guernica, que vienen acompañando desde el día uno el reclamo. Busca ocultar que fueron los mismos pobladores de las tomas quienes rechazaron de conjunto la maniobra de querer dividirlos y otorgarles migajas, exigiendo que se cumplan sus demandas y el retiro del funcionario del predio. El tufillo a naftalina de las palabras de Larroque proviene de su parecido a los términos con que la burocracia sindical, que representó el secretario general de la CGT en los ‘70, hablaba de la infiltración y el “trapo rojo”: “todo aquel que atenta contra la unidad orgánica del movimiento obrero, (...) quienes atenten contra esa unidad con slogans que nada tienen que ver con los trabajadores, son infiltrados”, sostenía en la famosa entrevista donde debatió junto a Agustín Tosco.
Rucci representó a una burocracia sindical que se puso al servicio de Perón para aplacar la insurgencia obrera, abierta por el Cordobazo, que anidaba en las fábricas, uniendo a sus culatas a las bandas terroristas de ultraderecha. La reivindicación de Rucci por el dirigente de una organización que se autodenomina “La Cámpora”, es todo un oxímoron. El dirigente asesinado en la llamada "Operación Traviata" en septiembre del ‘73 fue uno de los responsables de la Masacre de Ezeiza y artífice del golpe derechista que luego de los hechos pusiera fin al gobierno de Héctor Cámpora y lo reemplazara por el yerno del jefe de las Tres A, José López Rega.
Requiem para el relato
El tuit de Larroque es una cachetada a los familiares de aquellos que fueron víctimas de la derecha peronista, una provocación contra los organismos de derechos humanos que luchan por el castigo de los crímenes de la Triple A y una reivindicación velada de los métodos gangsteriles de una burocracia contrarrevolucionaria que combatió a la vanguardia militante de los trabajadores y la juventud a los tiros.
El gobierno de Alberto Fernández, y mucho más el de Axel Kicillof, es depositario de las expectativas “malmenoristas” del progresismo. Hasta ahora, la vara con la que miden sus actos se encuentra tan baja que han asentido que se arrase con el relato “democrático” de la batalla cultural sin decir casi palabra. Juan Grabois sostuvo no hace mucho que Sergio Berni era el “permitido” derechista del Frente de Todos. La reivindicación de Rucci vendría a ser el “permitido” en el terreno histórico para soldar la unidad del peronismo. La lógica sería atemperar a la derecha gorila con la derecha peronista.
Aquellos que honestamente quieren defender los derechos populares y democráticos tienen que repudiar todo ataque macartista y rodear de solidaridad a los que en Guernica exigen tierra para vivir, para frenar cualquier intento represivo. En cambio, el silencio del progresismo no hace más que permitir que se anide el huevo de la serpiente de otro peligro reaccionario contra el pueblo pobre y trabajador. |