Presentamos un acercamiento a la dimensión geográfica de la lucha de clases hoy en el conurbano bonaerense. Continuidad de las investigaciones sobre las posiciones estratégicas de la clase trabajadora, esta vez en su empalme con las recientes tomas de tierras. Perspectivas, contradicciones y potencialidades.
Si desplegamos ante nosotros un mapa con la densidad poblacional del Gran Buenos Aires vamos a darnos dimensión de la crisis habitacional en la geografía del conurbano. Está lleno de “puntos críticos”, lugares de hacinamiento extremo. La mirada va a la intensidad de la imagen, más hacia el sur y el oeste. El problema estructural de larga data hoy hace combustión con los cierres de empresas y la realidad social que acaba de evidenciar el INDEC en su informe sobre los 3,6 millones de personas que perdieron su empleo en cuarentena (3,1 eran asalariados informales y cuentapropistas). El combo explosivo expulsó a trabajadores, precarizados y desocupados a la calle, en el más literal sentido, cuando no pudieron pagar más el alquiler en barrios precarios, villas y asentamientos [1]. Parejas jóvenes exiliadas por el hacinamiento en casa de sus padres, donde ya no entraban más en una pieza apretada. Mujeres escapando con sus niños de la violencia doméstica. Miles empujados a la desesperada odisea de “bancar la toma” para tener una casita donde vivir, sobrellevando la intemperie con frío, hambre, lluvia y el ultimátum del desalojo [2].
“Estallando desde el océano”
"En La Matanza, son cinco las tomas que lograron consolidarse, pero se desactivaron más de 200”, declaraban los funcionarios de la Provincia de Buenos Aires reconociendo, entre otras cosas, que el movimiento se viene gestando desde el año pasado y además de los conflictos que lograron exposición pública, con el caso de Guernica como más emblemático, vienen interviniendo para impedir cientos de intentos de ocupaciones. Este movimiento urbano profundo que vemos hoy, con un importante componente de asalariados, es una de las primeras respuestas de sectores del pueblo trabajador a la crisis que agudizó la pandemia. Por su dinámica podemos suponer que va a seguir pegando, una marea que tendrá nuevas oleadas. Si en su momento fue gran debate la necesidad vital de aunar la lucha obrera y campesina, la urbanización capitalista [3] fue empujando la problemática de la tierra hacia la ciudad, urbana y asalariada. Vamos a apuntar a esta característica de la lucha de clases, pero antes hablemos de otro tipo de “ocupación”.
Jorge Ossona, en su libro sobre “ocupación de tierras y usos políticos de la pobreza” [4], nos ilustra sobre cómo la historia de las tomas de los años 80, 90 y 2000 son parte de la conformación del conurbano bonaerense y su ensamblaje. Rico en anécdotas y personajes (en particular de los barrios de la zona sur), da cuenta de la constante intervención del peronismo en este movimiento. Cómo su sistema de cooptación, a través de distintas instituciones, se fue adaptando a los cambios orgánicos que se dieron con la fragmentación social y laboral de los sectores populares. Pinta un paisaje donde esas estructuras se meten con todo en el ámbito social, desde su punto de vista, una “geografía saturada”.
Desde nuestro punto de vista tenemos que reconocer que el territorio donde se producen las ocupaciones hay una cantidad de instituciones que, en su gran mayoría oficialistas y vinculadas al peronismo, usa el estado para garantizar la contención y el control social. Como en una larga partida de T.E.G. [5] en la que el jugador repartió sus fichas por los continentes, mirando el conurbano vemos cientos de agrupaciones (como la que tiene una unidad básica en el medio de la toma de Rafael Castillo), iglesias, cooperativas, ONG, comedores, etc., actuando “por abajo” mientras “por arriba” intervienen los organismos del estado municipal, provincial y nacional. Se suman las ataques de las patotas y los destacamentos represivos con los que cuenta gendarmería y la Bonaerense, como el ubicado en “Puente 12”, que se hizo famoso por ser el centro de operaciones del motín policial. Cuartel posicionado estratégicamente en Ciudad Evita, La Matanza, donde no por casualidad se lanzó uno de los primeros desalojos salvajes a las familias sin techo.
Si hablamos de ocupaciones digamos que en el conurbano el estado, y el peronismo en particular, tiene invadido el territorio y las organizaciones, tanto sociales como sindicales. Como la figura del partisano, que resiste la incursión del ejército enemigo, el pueblo trabajador está llamado a enfrentar estas burocracias para liberarse [6]. Aclaremos que nuestro rival tiene sus fricciones y la saturación tampoco es infinita. En Guernica la cooptación y la represión caminan por el pantano de las contradicciones. El gobierno provincial, hasta el momento, no logró doblegar a las familias para que se retiren por su propia voluntad, ni convencerse a sí mismo de pagar el costo político de un desalojo caótico.
Distribución en el tablero
Decíamos en el arranque que las tomas de tierras se dan en escenario urbano, próximas a las concentraciones obreras del Gran Buenos Aires, atenuando la frontera que las separa de los sectores estratégicos de la economía. Punto a favor. Pero además de tener buenas piezas en el tablero hay que saber combinarlas para que salga bien la jugada. Veamos algunas posiciones y movimientos.
La red ferroviaria del conurbano transporta 500 millones de personas por año y sus rieles alcanzan casi 300 localidades [7]. Una de ellas es la icónica Guernica, donde llega uno de los ramales del tren Roca, la línea que mueve más pasajeros. En esa estadística lo sigue el Mitre, con una traza donde aparece la estación Victoria de San Fernando, cuyo predio fue ocupado por familias que terminaron expulsadas con saña por la Bonaerense, la misma noche que el gobernador les entregaba a “los azules” un aumentazo. Pero los ferroviarios no fueron indiferentes a estos conflictos y miembros del Movimiento de Agrupaciones Clasistas (MAC) de esas dos grandes líneas se acercaron a brindar apoyo y donaciones a cada toma. En Guernica también se acercó el diputado provincial de la izquierda Claudio Dellecarbonara, representante de los trabajadores del subterráneo de Buenos Aires, y en Victoria el gesto tuvo doble importancia dado que los rancios dirigentes peronistas de La Fraternidad habían parado el servicio aullando a favor del desalojo.
Hay otra red que se extiende por el territorio: el sistema educativo bonaerense, una textura de escuelas que se esparce por la provincia abarcando miles de barrios. Sus referentes históricos son las maestras, profesores, preceptoras, que conocen la comunidad y saben que muchas veces no es por falta de ganas que no se hacen los deberes, sino por falta de comida, internet, o de una casita que abrigue el desarrollo de los chicos. Algunos de ellos están ahí con su familia, en las tomas, que a su vez están rodeadas de escuelas. En el caso del complejo habitacional de González Catán, que ACUMAR dejó a medio hacer y los vecinos ocuparon, encontramos que en dos kilómetros a la redonda hay más de veinte escuelas donde trabajan unos cinco mil docentes. Por su parte el sindicato SUTEBA seccional La Matanza se acercó en varias oportunidades a solidarizarse con esas familias y tiene en el distrito una gran fuerza para volcar en su apoyo, como muestra su reciente informe sobre el alcance territorial del cuerpo de delegadas y delegados. Siguiendo con el reconocimiento de la zona anotemos que a metros de la ocupación se levanta el Hospital provincial Simplemente Evita, “primera línea” contra la pandemia y uno de los más grandes de la zona oeste.
Para el final acotemos que la toma de San Justo, si bien de menor volumen, está ubicada en el centro político de La Matanza y al lado de la fábrica de elementos de limpieza Alicorp, que supo tener una larga historia de solidaridad con el barrio. A pocos metros está el centro de distribución logística YPF GAS, el más grande del país en su rubro, que abastece de gas licuado a la región. Algunas cuadras más al norte corre Camino de Cintura, la Ruta Provincial N.° 4, una de las principales arterias de circulación del distrito.
“Un giro histórico”
Marcamos así unos primeros trazos en la geografía donde se despliega hoy la lucha de clases urbana. En un territorio altamente ocupado y disputado, articular las piezas clave de los trabajadores y trabajadoras, con el profundo movimiento de su sector más olvidado en lucha por tierra y vivienda daría una fuerza esencial contra la represión y cooptación del estado. Vimos algunos ejemplos de ferroviarios, docentes y otros sectores. Imaginemos el aporte que podrían hacer los trabajadores de la energía y las telecomunicaciones ayudando a las familias de las tomas, a las que la policía les corta la luz y los servicios básicos. No son ideas lejanas. Cuando desde La Izquierda Diario le preguntaron sobre la posibilidad de este nexo a uno de los ocupantes de Guernica, desde su improvisada trinchera de chapa y madera reconoció que “haría un giro histórico acá en Argentina, y si pasa en otros lados también ¿me entendés? El pueblo unido es el pueblo unido, y no hay persona de alto nivel que pueda contra el pueblo”.