Hace cien años, el 11 de octubre de 1920 una “interminable afluencia de mujeres trabajadoras” despedía en Moscú a Inessa Armand. El 24 de septiembre de 1920 moría una de las más grandes revolucionarias, propagandista clandestina, miembro de la vieja guardia bolchevique desde antes de la Revolución de 1905, internacionalista, organizadora de las mujeres trabajadoras. Así la destaca una de las últimas biografías publicadas en castellano: “Inessa Armand. Revolucionaria y Feminista” de R.C. Elwood (Viejo Topo).
Elizabeth -Inès- Inessa nació el 8 de mayo de 1874 en un barrio obrero de París. Cuando murió, 46 años después, varios discursos dieron cuenta de sus grandes aportes. Murió en septiembre de 1920 cuando estaba de vacaciones en el Cáucaso cuidando su delicada salud. Tras su fallecimiento la acompañó un cortejo en el Salón Pequeño de la sede del Sindicato donde estaba instalada la capilla ardiente decorada con pancartas revolucionarias, rodeada por una guardia de honor de cuatro mujeres del Zhenotdel (Sección Femenina del Comité Central del Partido Comunista Ruso), sus cinco hijos, su exmarido Alexander Armand, Lenin y su compañera Nadezhda Krupskaia.
La mayoría de los biógrafos occidentales partieron de la biografía de Bertram Wolfe, basada en la hipótesis central de una relación amorosa entre Inessa y Lenin desde 1910 a 1916, habiendo publicado la correspondencia entre ambos. A partir de ahí, todas las bibliografías destacaron a Inessa Armand por su belleza parisina, su gran talento para los idiomas, por ser muy buena pianista y por una militancia limitada a ser camarada y amiga de Lenin [1]. Una de las últimas obras que destacan por ser una ruptura con esta visión es “Inessa Armand. Revolucionaria y Feminista” del historiador canadiense R.C. Elwood. Aunque no es reciente, -fue escrita en 1992 y traducida al castellano por El Viejo Topo en 2018 (Barcelona)- es una buena oportunidad para rescatarla, no sin una importante mirada crítica, a cien años de la muerte de una de las más grandes revolucionarias del siglo XX.
Esta obra narra en detalle todo el recorrido de la militancia de Inessa, desde su inicio militante como propagandista clandestina, cuando regresa a Moscú en 1904 desde Suiza donde vivió cuatro años y medio bajo arrestos, cárcel y exilio por su actividad como propagandista revolucionaria en la clandestinidad. Como socialdemócrata en Moscú desde 1904 a 1907, su desarrollo como organizadora bolchevique y dirigente del trabajo político en la emigración junto a Lenin desde 1910 a 1917, y como dirigente comunista desde 1918 a 1920. Para ello se basa en nuevas fuentes como la correspondencia de Inessa con su exesposo e hijos, informes policiales, entre otras, que aparecieron en las décadas del sesenta y setenta.
Inessa, revolucionaria y organizadora del Partido Bolchevique
En 1880 había llegado de París junto a su tía Elizabeth Stéphane, institutriz y profesora de piano, a vivir con la familia de los once hermanos Armand. Se casó con Alexander Armand a los 19 años en 1893 con quien tuvo cuatro hijos. Años después comenzó su militancia revolucionaria, siendo conocida como Inessa, firmaba sus escritos como “Elena Blonina”. En 1903 se unió al Partido Socialdemócrata y en 1907 fue condenada a dos años de prisión por repartir propaganda ilegal. Sin embargo, logró escapar antes de cumplir toda la condena y huyó a París. Allí se adentró en los círculos bolcheviques y conoció a Lenin.
En 1909 moría de tuberculosis su segunda pareja después de Alexander, lo que significó un duro golpe personal para Inessa, justo en un periodo militante sin rumbo, obligada a vivir fuera de Rusia frente a la represión que se agravó entre 1909 y 1910, separada de sus hijos. Desde Bruselas decidió formarse en Ciencias Económicas y ser traductora para el Buró Socialista Internacional, hasta que participó del Octavo Congreso de la Segunda Internacional en Copenhague invitada por Lenin. Dando así fin a su período de impasse político, en 1910 se trasladó a París desde donde comenzó a dirigir el trabajo de organización del partido junto a la Sección Bolchevique del Partido Socialista Francés, de la que fue representante y encargada de la correspondencia con los grupos bolcheviques del resto de Europa occidental. Organizó a los emigrados políticos que llegaban desde otros países europeos, por lo que fue nombrada Secretaria del Comité de las Organizaciones Extranjeras en 1911.
Esos años fueron cruciales para la construcción del Partido Bolchevique y en medio de luchas fraccionales y represión policial del régimen zarista, tuvo su momento cúlmine en la Conferencia de Praga en agosto de 1912, “en cuya organización Inessa jugó un papel activo en Longjumeau en el verano de 1911- filtró, formó y adoctrinó a un grupo de trabajadores clandestinos del partido que fueron los que se reunieron y en gran parte constituyeron la Conferencia de Praga” [2]. Inessa había formado y supervisado esa escuela que se inauguró en junio de 1911.
Armand era para Lenin una persona de confianza absoluta para todas estas tareas. Le encomendó la restauración del Comité de Petersburgo y para ello, la organización clandestina. Fue arrestada en septiembre de 1912 durante seis meses y allí su salud empezó a deteriorarse hasta que se permitió a su exesposo Alexander visitarla y pagar su fianza, que como tantas veces hizo generosamente.
Entre cada una de estas tareas llenas de peligros para construir un partido revolucionario, los Ulianov se hacían su espacio en Cracovia para descansar con su círculo de amigos, Armand, Zinoviev, Kamanev, y disfrutar de lo que más gustaba a Lenin que eran las excursiones por las montañas y prados; algo que también encantaba Inessa. El pseudónimo Blonina es elegido por esos prados, que en polaco se dicen blon. Inessa mantuvo con ambos una amistad muy profunda, como la recordaba Krupskaia: “era nuestra mejor amiga”.
Inessa, feminista socialista y organizadora de las mujeres trabajadoras
El otro aspecto que destaca Elwood es a Inessa Armand como “feminista”, aunque reconociendo que sería un término que ella hubiera rechazado, ya que en aquel momento se identificaba únicamente con el feminismo burgués. Narra su gran labor en la rehabilitación a mujeres en situación de prostitución antes de la revolución de 1905, en la organización de las mujeres trabajadoras y por los derechos de las mujeres en el nuevo Estado soviético.
El capítulo “Del feminismo al marxismo” da cuenta de esta evolución, muy relacionada con su desilusión con la labor filantrópica, además de cambios importantes en su vida personal cuando se enamoró del hermano menor de Alexander, Vladimir, involucrado en las organizaciones estudiantiles de izquierda revolucionarias y que influyó a Inessa en la evolución hacia al marxismo, al igual que casi todos los jóvenes Armand que se hicieron revolucionarios. Alexander aceptó su relación y la apoyó en su causa militante financieramente con los beneficios obtenidos de sus empresas textiles durante toda su vida. Incluso crió a sus hijos y garantizó que visitasen a su madre, lo que llevó a Inessa a sentir una gran admiración y cariño por Alexander por la “gran relación” que habían establecido.
Es en su viaje y estancia en Suiza en 1903 donde comenzó a profundizar la lectura sobre marxismo, especialmente libros de Lenin. R.C. Elwood, en su biografía sobre Armand, sostiene, sin embargo, una hipótesis que no compartimos. Para el autor el paso a la militancia revolucionaria no fue alcanzado directamente desde su experiencia en el movimiento de mujeres, ya que “el marxismo tenía poco que ofrecer a alguien que estuviese explícitamente interesado en los problemas de las mujeres” porque “para los marxistas ortodoxos, los problemas de las mujeres eran los mismos que los de los hombres y solo podían resolverse en el marco general de la lucha de clases”.
Según esta interpretación, este es un tema que Inessa tuvo que “sumergir” y aceptar la premisa de que sólo se pueden resolver después de la revolución, como base para “promover la conciencia de clase de todos los trabajadores”. Incluso el autor llega a afirmar que el origen de este supuesto “rechazo de la cuestión femenina” del Partido Bolchevique está en las fuentes teóricas de Karl Marx, cuestión que no debatiremos en este artículo, limitándonos a mencionar que existe una gran cantidad de literatura para rebatir estos postulados basados en fuertes prejuicios sin fundamentos sólidos de ningún tipo [3].
Una hipótesis que, además, se contradice totalmente con la que fue una de las tareas más prioritarias de Armand durante su militancia, y que da cuenta el mismo libro: la organización de las trabajadoras y la lucha por los derechos de las mujeres. Inessa ayudó a reforzar la organización de las mujeres trabajadoras en París -en especial a las obreras rusas que trabajaban en fábricas francesas- comenzada por Ludmila Stal y Krupskaia que en 1908 se había trasladado junto a Lenin a París.
Participó del Congreso de las Mujeres de San Petersburgo de 1908 y en la Conferencia de las Mujeres Socialistas de Copenhague de 1910, cuando comenzó a reflexionar sobre la situación de las trabajadoras respecto a la doble carga del hogar y del trabajo, y a la vez a observar las contradicciones dentro del Partido Socialdemócrata, donde había importantes sectores que devaluaban esta cuestión. En el verano de 1912, comenzó a trabajar con la secretaria del consejo editorial del Pravda, Konkordiia Samoilova, quien organizaba y publicaba la correspondencia de las trabajadoras. Juntas propusieron elaborar un periódico femenino, enfrentándose a varios debates y resistencias de sectores del partido bolchevique. En 1913 se conmemoró por primera vez en Rusia el Día Internacional de las Mujeres, propuesto por Clara Zetkin en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de Copenhague.
El mismo día, pero en 1914, el comité central del POSDR bajo propuesta de Lenin, aprobó la publicación en San Petersburgo del periódico Rabotnitsa (La Obrera) -nombre decidido por Inessa y Krupskaia- con recaudaciones hechas por las trabajadoras y las integrantes del consejo editorial: Armand, Krupskaia y Anna Ulianova-Elizarova, Samoilova, entre otras. Casi todas fueron arrestadas antes de la salida del primer número cuyos ejemplares fueron confiscados por la policía. Menos a Anna, quien estableció otra imprenta y logró publicar los doce mil ejemplares que se habían propuesto para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres. Lenin había apoyado así la iniciativa de las dirigentes bolcheviques. Esta es una realidad que muestra algo opuesto a lo que afirma sin prueba alguna Elwood, quien llega a asegurar que Lenin tenía una falta de “confianza en que las inexpertas bolcheviques que tenía a su alrededor fuesen capaces de organizar, financiar, editar y publicar por sí solas un periódico del partido”. [4]
Inessa Internacionalista
El libro de R.C. Elwood tiene el gran mérito de superar lo que hasta el momento había sido una limitada biografía personal de Inessa, en detrimento de su apasionante vida militante. Sin embargo, desde la mitad de la obra empieza a pintar a una Inessa que, en su militancia revolucionaria, no elige por sí misma sus tareas –que el autor considera “triviales” y “serviles”–, siendo la “chica para todo” de Lenin tal como llega a titular un capítulo, una “subordinada leal” para “utilizar” su conocimiento de idiomas europeos y su instalación en París. [5]
La obra en este punto decepciona, he de reconocer que lo hace, pero a la vez no deja de resultar interesante cómo narra todo el período de 1914 en el que la tensión de Lenin está sumergida en las luchas fraccionales contra el liquidacionismo y su objetivo de construir un partido revolucionario de nuevo tipo; lo que implicaba romper con la tendencia menchevique y construir el partido bolchevique en condiciones de persecución policial, arrestos y deportaciones.
Eso sí, en este capítulo el autor se detiene más en la figura de Lenin que en la de Armand, centrando como fuente documental las cartas de Lenin -muy pocas de Inessa- y habla por ella mediante lo que el propio autor supone que “probablemente” respondería o sentiría, siempre interpretando tendenciosamente que “discutir con Lenin era una experiencia frustrante”. [6]
Aun destacando esta importante crítica, invito al lector o lectora que continúe con la obra, ya que la investigación que la recorre es bastante seria, los documentos también hablan por sí mismos y a la vez permiten reconstruir la rica biografía de una Inessa alejada del victimismo, lo que contradice al mismo autor.
Por el contrario, esas fuentes muestran que Lenin ha tenido una confianza absoluta y gran un reconocimiento en la capacidad de Armand a quien, instalada en París, le confiere una responsabilidad desde luego nada fácil, de llevar a cabo complejas luchas políticas como la de la Conferencia de Bruselas en julio de 1914. Y por ello esta biografía no puede ocultar que ha sido una aliada y “mano derecha” en tareas centrales de dirección; cuestión nada común en tiempos en que las mujeres representaban una porción muy minoritaria en la dirección del partido. Por otro lado, los documentos muestran que Lenin nunca dejó de preocuparse por su vida personal y su delicada salud, y las cartas políticas que cita el autor nunca dejaron de ser fraternales, aunque atravesadas por la compleja situación política. Incluso en las cartas de intercambio sobre las reflexiones de Inessa alrededor del amor libre y la cuestión de la familia, Lenin parece diferir bastante. Pero para el autor “Lenin demostró una falta de comprensión total del punto de vista de Inessa” y “trató de abrumarla con la lógica y los análisis”. En todo caso, el victimismo que intenta mostrar el autor es una demostración de su propia interpretación paternalista, en la que pareciera que no cabe polemizar con una mujer revolucionaria y disputar abiertamente las diferencias o críticas, como hacía Lenin con todos los dirigentes masculinos.
Elwood considera que para Lenin estos problemas de la vida personal eran “burgueses” y asegura que no les daba ninguna importancia, por lo que Armand se iba “frustrando” en sus escritos y reflexiones sobre sexualidad y el amor libre. Pero si Inessa hubiera podido elegir cómo escribir su biografía hubiera rechazado esa posición victimista. Lo mismo les hubiera ocurrido a sus compañeras, esas grandes mujeres revolucionarias como Rosa Luxemburgo, Krupskaia o Zetkin- quienes igual que ella en aquella época han tenido sobre sus espaldas la responsabilidad de actuar frente a una guerra de implicancias profundas para la situación mundial. “Probablemente” (como gusta decir el autor) no “frustraron” el desarrollo de sus teorías sobre las cuestiones femeninas, sino que, como mujeres revolucionarias decidieron estar también al frente de otras cuestiones de importancia estratégica: los tambores de guerra de la Primera Guerra Mundial y la ruptura de la Segunda Internacional.
En 1915 se celebraron cuatro conferencias socialistas: la Conferencia de Secciones Extranjeras del RSDPR, la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, la Conferencia Internacional de la Juventud Socialista y la Conferencia de Zimmerwald. Inessa participó en todas y en la conferencia de mujeres fue la principal organizadora y convocante en nombre de Rabotnitsa.
Invitó primero a Zetkin con el objetivo de debatir la adopción de una posición común sobre la guerra y la traición de la Segunda Internacional, que había votado los créditos para la guerra imperialista. Es muy llamativa y poco conocida la anécdota de que Zetkin, cuando respondió aceptando la invitación, criticó a Inessa por “imprudente”, al escribir su carta de invitación sin camuflajes y sellada. Armand aceptó seriamente la crítica y respondió su carta diciendo: “Nos alegra que apruebes el matrimonio de Lucy” y finalizó la carta diciendo “hay otros asuntos que me gustaría plantearte, pero desgraciadamente tengo que ocuparme de mis tareas domésticas” [7], en referencia a un debate que había planteado Zetkin sobre cómo hacer la propuesta en la Conferencia. Krupskaia recordó además, que fue Inessa quien defendió la posición de los bolcheviques de transformar la guerra imperialista en guerra civil y establecer una nueva internacional.
Inessa y el Estado obrero ruso
Inessa, tras regresar en la delegación que volvía a Rusia en el “tren blindado” con Lenin frente a los acontecimientos revolucionarios, estuvo entre las principales dirigentes del Estado obrero ruso. En primer lugar, fue miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Moscú y fue encomendada para diferentes tareas de dirección entre 1918 y 1919. Como miembro del presidium del Soviet de Diputados de los Trabajadores y Soldados de Moscú, fue delegada del Ejecutivo Central Panruso. Lenin propuso, ante la posición de Inessa casi en el centro del poder Estado, que se le proporcione un apartamento conectado con el circuito cerrado del sistema de comunicación con el Kremlin.
En este periodo centró su trabajo de partido hacia las mujeres. En 1918 Inessa fue nombrada presidenta de la Comisión Central para la Agitación y Propaganda entre las Mujeres Trabajadoras, apoyada por Kollontai y Samoilova. Dejando de lado la valoración poco fortuita del autor de que “probablemente” haya sido el periodo más “productivo y gratificante” de su vida dejando de ser “la chica para todo”, en el capítulo “Feminismo soviético” hace un desarrollo muy interesante sobre la labor y el funcionamiento de la Sección Femenina del Comité Central (Zhenotdel), del cual Armand fue su primera directora. Tras el mismo, según Krupskaia, unas diez millones de mujeres pasaron por esas “escuelas de comunismo”. El resultado de este gran trabajo se contradice totalmente con la hipótesis del autor de la liberación de que las mujeres “figuraba en los últimos lugares de la lista de prioridades del partido”. El Estado obrero nacido de la Revolución Rusa brindó conquistas para las mujeres que hasta entonces no se habían logrado en ningún país occidental del mundo. [8]
Fue solo después de la burocratización del Estado obrero y la consolidación del estalinismo, cuando la gran contribución de Inessa Armand al Estado revolucionario y al movimiento de mujeres trabajadoras fue borrada, durante el último cuarto de siglo de la vida de Stalin. En 1930 el Zhenotdel fue clausurado y los viejos bolcheviques, las biografías de Lenin y las historias del partido dejaron de mencionar a Inessa Armand.
Su última gran empresa fue la preparación, organización y conducción de la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas en 1920. Iba a ser la última vez que se vería en un presidium, aquella vez para atraer a las mujeres rusas y unificar a las mujeres europeas, encabezando el nuevo Secretariado Internacional. Pero su salud se estaba deteriorando gravemente y Lenin insistió en que se tomara vacaciones de descanso en el Cáucaso, a través de lo que será la última de sus cartas. Allí falleció de cólera, su féretro fue trasladado a Moscú el 11 de octubre acogido por Lenin. Cuando el ataúd fue llevado a la Plaza Roja una orquesta interpretó a Chopin, Mozart y Beethoven que tanto agradaba a Inessa escuchar y tocar en su piano. En su séquito, cuenta el autor, estuvieron sus hijos, su familia, sus amigos y “una oleada interminable de trabajadoras”.
Rescatar su figura como dirigente revolucionaria de las mujeres de la clase trabajadora es una tarea imprescindible para las nuevas generaciones que han tomado la elección de la militancia revolucionaria, contra el espíritu individualista de la época. Y contra las academias burguesas que han gastado ríos de tinta contra la experiencia del partido bolchevique y el Estado obrero que hizo temblar no sólo al régimen zarista ruso, sino a las burguesías de Europa y del mundo. |