Con el pomposo nombre de “Iniciativa 200 000 000 de Toneladas de Cereales, Oleaginosas y Legumbres. Reactivación agropecuaria y agroindustrial para una Argentina de Pie”, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación aprobó una resolución que implica la “recuperación” de hasta un millón de hectáreas que antes no eran productivas para darle aún más poder al agronegocio como supuesto “motor” de la recuperación económica.
¿Recuperación de tierras? Un insulto a miles de familias que en todo el país reclaman tierra para vivir y planes de vivienda, y que encuentran un caso testigo en Guernica, una de las peleas por la vivienda más impactantes de la última década.
Usando como excusa la crisis social, económica y sanitaria, el Gobierno sigue poniendo el foco en el ingreso de divisas. Esta iniciativa de la cartera de Luis Basterra propone “políticas públicas no vinculantes orientadas a alcanzar un incremento de la producción agrícola”, es decir, alcanzar antes de 2030 los doscientos millones de toneladas de cereales, oleaginosas y legumbres. Para eso sumarían sesenta millones de toneladas. Pero para sembrar y cosechar se necesita tierra: el documento mismo afirma que el plan dispondría de una “recuperación de entre quinientos mil y un millón de hectáreas agrícolas en zonas de exclusión/amortiguamiento con el uso de nuevas tecnologías seguras (Agtech) con una reducción de hasta el 80 % en el uso de agroquímicos”, lo que sumaría, según el texto, dos mil millones de dólares. Entre ciencia ficción y confesión de que este sector ha regado de agrotóxicos gran parte del país.
Según estimaciones oficiales, este plan aumentaría un 60 % las exportaciones, con lo que se alcanzarían los U$S 57.000.000.000 en un período que va de cinco a diez años. Esto, sostienen, permitiría generar “excedentes en el corto y mediano plazo para incentivar la producción sostenible, el agregado de valor en origen y la generación de fuentes de trabajo necesarias para reactivar la economía de nuestro país”.
Lo cierto es que se habilita un nuevo paquete de regalos a la agroindustria bajo la forma de (más) “beneficios fiscales, acceso a financiamiento, reducción del costo de producción y de las tasas de créditos bancarios, amortización acelerada de bienes de capital”. A tal fin se conformará una “mesa técnica” con distintos actores del sector y funcionarios de Agricultura, Gobiernos provinciales e instituciones especializadas tanto del ámbito público como privado, que analizarán “fascículos técnicos” en áreas que sirvan como “disparadores de políticas públicas”. Otra vez el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, ante un megaemprendimiento de estas características y que abarca tantos riesgos en la materia, brilla por su ausencia.
“La república argentina debe y va a ponerse de pie con el aporte de todos”, dice el documento firmado por el contador Delfo Emilio Buchaillot, subsecretario de Agricultura. “El sector agropecuario, nuestros recursos naturales y la agroindustria serán protagonistas centrales para iniciar la reconstrucción del tejido social, económico y productivo”. A la vista de la prolongada y sostenida deforestación, las fumigaciones con agrotóxicos, la técnica del arado que daña los suelos ya perjudicados con monocultivos, las quemas intencionales que arrasaron al país durante todo el año, es insólito emparentar al sector agroindustrial con la idea de “reconstrucción”. Otro tanto si se considera que el fin de las divisas por exportaciones no sería otro que el pago de una deuda ilegítima y fraudulenta que históricamente hundió en la dependencia (y más extractivismo) al país.
Así es como todas las piezas comienzan a encajar y dotar de sentido al plan del Gobierno del Frente de Todos para hacer del complejo agroexportador su caballito de batalla para la “reconstrucción” que tanto pregonan. Baja en las retenciones, programas de estímulo, retroceso en la expropiación de Vicentin, impunidad ante las quemas y la deforestación (según Greenpeace, de dos veces el tamaño de la Ciudad de Buenos Aires en plena cuarentena) para "recuperar tierras", acuerdo porcino con China, aprobación del trigo transgénico (aun con el rechazo de ciertos sectores locales y extranjeros), laxitud e indiferencia en el cumplimiento de leyes ambientales como la de bosques, por no hablar de la dilatación de aquella que protegería los humedales.
La realidad del impulso extractivista deja a los gestos como el Departamento de Agroecología como una broma de mal gusto, muy lejos de la transición hacia un sistema de producción de alimentos más justo, democrático y sostenible.
Iniciativa 200 000 000 de Toneladas de Cereales, Oleaginosas y Legumbres by La Izquierda Diario on Scribd
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