Mariano Ferreyra fue asesinado hace diez años por una patota de la Unión Ferroviaria que respondía a las órdenes de José Pedraza. El dirigente ferroviario fue el símbolo de una burocracia sindical empresaria que, en los ‘90, entregó a la clase trabajadora y se enriqueció como socia de los grandes grupos económicos y empresas privatizadas mediante el manejo de la tercerización laboral que precariza a los trabajadores.
Esa misma burocracia sindical, es la que convocó al acto de los 75 Octubres para apoyar a Alberto Fernández y la misma que, tiempo atrás, permitía al macrismo arrasar con el salario y el empleo. Esa misma burocracia tiene su sello de origen en las patotas sindicales de los ‘70 que, comandadas por José Ignacio Rucci, integraron las bandas armadas de la ultraderecha peronista contra la vanguardia obrera y juvenil surgida al calor del Cordobazo. Precisamente asistimos a un intento de dirigentes importantes del kirchnerismo de reivindicar a uno de los responsables de la Masacre de Ezeiza y situarlo en el panteón de los mártires del proyecto “nacional y popular”, para hacer causa común con lo más retrógrado de la derecha peronista.
Pedraza y el kirchnerismo
Mariano fue asesinado bajo el Gobierno de CFK, quien supo compartir palcos con Pedraza. Un año antes del asesinato la entonces presidenta se dirigió a los presentes en un acto por la inauguración de obras en la sede de la UF con las siguientes palabras: “Hay algo que ha distinguido al sindicalismo argentino por sobre todas las organizaciones sindicales de nuestro continente, por ejemplo, que ha sido concebirse, como recién lo mencionaba el secretario general de la CGT, no para obstruir, no para destruir sino para construir, y por sobre todas las cosas para articular esfuerzos entre capital y trabajo (…) y de esta convicción y concepción de la construcción del esfuerzo entre capital y trabajo es que precisamente sea el movimiento sindical más importante de toda Latinoamérica (…). Tenemos por ejemplo el mejor salario mínimo vital y móvil, somos por ejemplo, el país donde se han celebrado más de 2.000 convenios colectivos de trabajo, instrumento que hemos recuperado y que significa precisamente el acuerdo entre los trabajadores y la empresa (…) yo soy una profunda admiradora de nuestra organización sindical, de nuestra posibilidad de ser el primer país que mencionó la palabra trabajo decente, que es el trabajo registrado, el trabajo en blanco, con salarios dignos y derechos para los trabajadores (…)”.
Increíblemente CFK celebraba la vigencia de los convenios frente al dirigente ferroviario que le negaba el derecho a un convenio colectivo de trabajo justo a los trabajadores de las tercerizadas que le pertenecían y practicaban el más escandaloso fraude laboral. Tampoco hay que olvidar que el trabajo en negro y precarizado en tiempos del gobierno de CFK afectaba al 32% de la fuerza laboral y en el propio Estado nacional era del 26,4% y una pobreza, que el kirchnerismo dejo de medir, que según los cálculos alcanzo el 30% en el 2015.
El kirchnerismo intentó responder a la crisis abierta por el crimen político de Mariano, tratando de rescatar a Pedraza hasta que se vio obligado a soltarle la mano. Carlos Tomada, quien es reivindicado como el ejemplo de ministro de Trabajo, le había dado "consejos" al burócrata sindical para quedar a salvo. Se conocieron, al tiempo del asesinato, escuchas telefónicas -fechadas el 14 de enero del 2011-, donde el funcionario nacional decía: “Querido. Escúcheme (…) la mejor defensa es un buen ataque, jeje” y a continuación le aconsejaba: "a los tercerizados hay que trabajarlos sindicalmente, no son todos del PO o del PTS" sugiriendo "armar cursos de capacitación y hacerles la cabeza". Una brutal desmentida al argumento kirchnerista que sostiene que bajo la gestión de Tomada el ministerio estaba al servicio de defender los derechos de los trabajadores.
Rucci y Pedraza
Pedraza, quien en los ‘70 fue un activista ligado a la izquierda peronista y que luego va a ser comprado y se pasara al bando de los burócratas, fue un heredero de una burocracia sindical que, como elogiaba CFK en el discurso en la UF, representa la “conciliación de clases”. Pedraza hizo su carrera de burócrata sindical a partir de que rompe con la izquierda, como miembro del peronismo, donde entregó las conquistas de los trabajadores ferroviarios durante el menemismo y se hizo burócrata empresario, tan servil en los ’90 como bajo el “modelo K”. El modelo sindical que elogia CFK y actualmente elogia Alberto Fernández, es el modelo del matonaje sindical, de la lista única, de la persecución a los activistas y luchadores, que son una marca de origen desde los tiempos del Lobo Vandor y Rucci. Las patotas de Pedraza no fueron una desgraciada excepción, sino que es la norma de la burocracia sindical peronista.
Marcando las evidentes diferencias entre ambas épocas, Pedraza defendió sus privilegios de dirigente millonario atornillado al sillón, con el mismo método y las mismas consignas de terminar con el “zurdaje” de Rucci en los ‘70. Los pistoleros Cristian Favale y el Daniel Sánchez, son del mismo calibre que el fascista Alejandro Giovenco o el Negro Correa custodios de Rucci. La diferencia está en el contexto: mientras Rucci buscaba liquidar una vanguardia militante que expresaba la insurgencia obrera y popular que ponía en cuestión al capitalismo argentino, la patota de Pedraza buscó poner freno a la organización de los trabajadores tercerizados que enfrentaban el fraude laboral y planteaban la unidad de los trabajadores ferroviarios.
Frente a la insurgencia y el ascenso del clasismo en los ‘70 la política de la conciliación de clases del “modelo sindical” combinaba concesiones parciales del Pacto Social y restablecer la disciplina fabril a los tiros, liquidando físicamente a la vanguardia a través de las bandas contrarrevolucionarias de las Tres A. Bajo el kirchnerismo la política de conciliación de clases consistía en mantener divididos a los trabajadores, con un tercio de la fuerza de trabajo sin derechos, millones de pobres estructurales y con las patotas atacando a quienes enfrentaban esa situación, como la de ferroviarios contra Mariano y la izquierda; como la del SMATA contra el conflicto de Lear.
El modelo sindical y Alberto Fernández
Durante su discurso del 17 de octubre, el presidente le adjudico al peronismo la creación de los sindicatos. Una completa falacia que es propia del relato del peronismo según el cual el movimiento obrero tiene su origen en la iniciativa estatal en 1945 y no en la lucha de clases que desde fines de siglo XIX alienta a los trabajadores anarquistas y socialistas a poner en pie las primeras organizaciones obreras. Las grandes luchas como las huelgas de los inquilinatos, las huelgas del Centenario, la Semana Trágica, las huelgas de la Patagonia, la huelga de la construcción de mediados de los ‘30 que dieron origen a los modernos sindicatos por industria, es como si nunca hubiesen existido. Incluso el 17 de octubre es como si hubiera sido parido de un repollo y no fuera el fruto de la existencia de sindicatos y militantes que lo impulsaron contra la burocracia de su época.
Tan fue así que luego del 17 de octubre esos dirigentes y sindicatos van a formar el Partido Laborista, al cual Juan Domingo Perón, afiliado al mismo, va a disolver y encarcelar a sus dirigentes, como el legendario Cipriano Reyes, una vez en el poder. Como decía el gran historiador Osvaldo Bayer: “La historia del movimiento obrero en sus comienzos están a la altura de las luchas del proletariado europeo. Pero se la ha silenciado. Aparece sólo en libros de investigación. No se la recuerda. Cuando propusimos a un conjunto de personas que se llamara “Víctimas de la Semana Trágica” a la plaza donde estaban los establecimientos Vasena, donde había comenzado la cobarde represión de enero de 1919, de inmediato el metalúrgico Vandor solicitó que se llamara “Martín Fierro”. Y así fue llamada. Del pasado no se habla. El movimiento obrero empezó en 1945.”
Pero el peronismo no creó los sindicatos, sino que creo la moderna casta de burócratas sindicales privilegiados y alcahuetes con el poder. Estatizó a las organizaciones obreras, les impuso la Ley de Asociaciones Profesionales y liquidó de esa forma la autonomía y la democracia dentro de los sindicatos.
Una burocracia que ha sido incapaz de mover un dedo en defensa de los intereses de los trabajadores en medio de la peor crisis del capitalismo que afecta la vida de millones de trabajadores. Los que son empujados al desempleo, a tener que tomar tierras para tener un techo como en Guernica o a pedalear todo el día para sacar unos pocos pesos para sobrevivir trabajando para las aplicaciones, no encuentran en el “modelo sindical” de la conciliación de clases más que un llamado a resignarse y aceptar la más brutal explotación patronal.
Para las nuevas generaciones que empiezan a organizarse para enfrentar la catástrofe que nos amenaza, Mariano representa la entrega de la juventud a la causa de los trabajadores y el socialismo. Pedraza representa el entreguismo y la corrupción de la burocracia sindical peronista y los mecanismos de la conciliación de clases para lidiar contra la movilización popular, permitiendo el avance de las patronales y la derecha. Parafraseando una vieja canción de Víctor Jara: Pedraza está en el olvido, Mariano ya entró en la historia. |