Dicho Prefacio resulta interesante sobre todo porque permite acceder a la obra de Freud desde el prisma particular de la lectura desde el marxismo de Vygotski, que si bien se ubica dentro del lo que quizá podríamos llamar el vasto caleidoscopio compuesto por las relaciones entre psicoanálisis y marxismo a lo largo del siglo xx, es relativamente poco conocida y contrasta con abordajes posteriores marcados por los avatares de dogmatismo estalinista. Asimismo, y sobre todo, constituye un ejemplo de lectura enriquecedora posible y revitalizadora para pensar los desafíos actuales de ambas teorías. En estas breves líneas intentaremos aportar algunos elementos para ubicar Más allá dentro del desarrollo del psicoanálisis, y el del Prefacio dentro de la mirada más amplia de Vygotski sobre el pensamiento de Freud.
El lugar de Más allá del principio del placer dentro del desarrollo del pensamiento freudiano
“La muerte es la compañera del amor. Juntos, dirigen el mundo. Eso es lo que dije en mi libro Más allá del principio del placer” decía Freud en 1926, sobre su libro publicado en 1920 pero escrito durante 1919, en un marco histórico marcado por el fin de la primera guerra mundial, la Revolución rusa y la pandemia de gripe A N1H1 que se había cobrado la vida de su hija Sophie (y entre 50 y 100 millones de personas). Con el texto, Freud hace ingresar en su obra [1] al concepto de pulsión de muerte como opuesto a la pulsión de vida, en un nuevo dualismo pulsional que venía a sustituir al que oponía a los principios del placer (el placer en la descarga homeostásica de energía psíquica) y de realidad como rectores de la vida psíquica. El concepto había sido planteado por primera vez por Sabina Spielrein en 1911, pero Freud lo retomaba para dar cuenta de una especie compulsión de repetición (o “eterno retorno de lo igual”, nietzcheano) autodestructiva que encontraba en ciertos pacientes. De lo cual deducía que había fuerzas psíquicas que actúan “más allá del principio del placer”, para lo cual tomaba diferentes ejemplos, desde la neurosis traumáticas de guerra y el famoso fort-da de su nieto, hasta la epopeya de Tancredo en La jerusalén liberada de Torquato Tasso; y el planteo de la herencia genética biológica del biólogo August Weissman para ubicar la pulsión de muerte a nivel directamente celular. Finalmente, reformula también su “metapsicología” (ordenamiento del aparato psíquico subjetivo de referencias kantianas), sustituyendo la “primera tópica” (conciencia, preconciente, inconciente) por la segunda: ello, yo, superyó.
Dentro del psicoanálisis, el libro suscitó diversas reacciones y lecturas: desde críticas como la del psicólogo social William McDougal que la caracterizó como “el ejemplar más grotesco de toda la galería de monstruos de Freud” a oposiciones dentro del propio círculo Freudiano (Ernest Jones). Elisabeth Roudinesco señala que, “las discusiones sobre Más allá nunca terminaron. Los partidarios de la escuela americana no podían aceptar su lado especulativo [...], Melanie Klein y los suyo se apoderaron del segundo dualismo pulsional de manera estrictamente clínica [...] y fue en Francia donde ese texto, producto de la Aufklärung oscura, tuvo los mejores comentarios” [2], por ejemplo de Lacan o Derrida. El psicoanalista argentino Emilio Rodrigué coincide en su biografía de Freud en que “la introducción de un instinto de muerte creó una profunda división en el campo psicoanalítico” con Klein y Lacan de un lado y la psicología del yo norteamericana del otro y señala que el libro “inaugura el imperio de la muerte y el goce” [3].
En nuestro país Enrique Carpintero hace una lectura sugerente del texto de Freud y Alejandro Vainer también del psicoanálisis en la Revolución rusa, en el marco de la apuesta de Topía por pensar “a la izquierda de Freud”, que recomendamos al lector o lectora interesadx [4].
Ahora bien, ni lxs nombradxs Roudinesco y Rodrigué, ni incluso Ely Zaretski en su historia social y cultural del psicoanálisis, que se ocupan extensamente de las relaciones entre marxismo y psicoanálisis, hacen referencia alguna a Prefacio de Vygotski y Luria. Veamos entonces quiénes son estos autores y el lugar del texto en sus obras.
Luria y Vygotski, convergencias y divergencias
A diferencia del trato que le dio el régimen estalinista, el psicoanálisis encontró en el naciente Estado obrero soviético, un ámbito y recursos para desarrollarse como en pocos otros países [5]. Alexander Luria (1902-1977) fue uno de los principales promotores del psicoanálisis durante la década del 20, fundando la Asociación Psicoanalítica de Kazán en 1922, mientras, ya graduado en ciencias naturales, cursaba estudios de medicina. Participó de los debates de la Sociedad Psicoanalítica Rusa [6], de actividades clínicas y de investigación psicoanalítica, y llegó a sostener un sostenido intercambio epistolar con el mismo Freud. Este interés se extendería hasta comienzo de los años 30, período durante el cual las discusiones sobre psicoanálisis y marxismo alcanzaron su pico previo a la censura estalinista. Al mismo tiempo desarrolló una intensa –y productiva– colaboración con Vygotski y su grupo de investigación, hasta la prematura muerte de aquel en 1934. Tras la misma, parece haber ido acomodándose en los lugares asignados por la burocracia thermidoriana, y adaptando las ideas de Vygotski a lo aceptable para aquella [7].
El Prefacio a Más allá, su primer texto conjunto, da cuenta de su entusiasmo por el psicoanálisis, al cual veía como un enfoque científico opuesto a las psicologías “idealistas” (introspeccionistas, por ejemplo) y compatible con un enfoque “objetivo” (como el conductismo, la reflexología). Aunque luego su postura será crítica y décadas más tarde dirá que “fue un error asumir que uno puede deducir el comportamiento humano desde la ‘profundidades’ biológicas de la mente, excluyendo sus ‘alturas’ sociales” [8], durante esta década representó una tendencia que intentó complementar reflexología y psicoanálisis, lo que le valió –como veremos– la crítica del mismo Vygotski. Finalmente, luego de este período hizo reconocidos aportes al campo de la neuropsicología, por los que es mundialmente conocido.
Vygotski: un diálogo constante con la obra freudiana y en clave de apropiación crítica de sus aportes
En el caso de Vygotski (1896-1934) encontramos otras relaciones tanto con el marxismo como con el psicoanálisis. Antes que nada, hay que señalar que se trata de un autor tan “celebrado” como censurado, tergiversado y –por lo tanto– desconocido. Celebrado crecientemente en ámbitos académicos, por la potencia de sus enfoques y conceptos. Censurado y tergiversado, tanto por la burocracia estalinista (que primero intentó adaptarlo a su propia caricatura del marxismo y luego prohibió lisa y llanamente la circulación de sus obras hasta la muerte de Stalin), como por la circulación académica internacional luego del XX Congreso del PCUS, que tendió a separarlo de su método marxista (por ejemplo, a versión de Pensamiento y Habla que se tradujo en ese entonces, y que hoy se sigue utilizando en muchas universidades no es más que un resumen del original, sin las reflexiones metodológicas). Finalmente, dado que la obra circuló también en gran parte mediatizada por una trama cultural ligada al aparato de los PC estalinistas, fue leída desde los postulados mecanicistas del Diamat y con un sesgo pavloviano [9].
Se trata de un autor cuya obra está signada por el marxismo y la revolución socialista. Formado en filosofía, historia, psicología y con avidez por cuestiones relacionadas al arte, se acerca a la psicología por la vía de la pedagogía y las necesidades del Estado obrero. “La vida se convierte en creación solo cuando se libera definitivamente de las formas sociales que la deforman y mutilan. Los problemas de la educación se resolverán cuando se resuelvan los problemas de la vida” [10], escribió, ilustrando un enfoque indisociable de su programa psicológico. Desde allí se propuso elaborar las bases para una psicología científica superadora de los dualismos, reduccionismos y visiones antinómicas que han marcado a la disciplina desde su constitución como tal. Para esto planteó la necesidad de poner en pie una “psicología general” de la cual se desprendan subdisciplinas particulares, apoyada en las herramientas metodológicas del marxismo. Pero a diferencia del dogmatismo estalinista, va a criticar el “método” de resolver cuestiones psicológicas mediante citas de Marx o Engels, lo que equivalía para él a “la ciencia antes de la ciencia”. La guía metodológica no sustituye la creación científica, y la apuesta Vygotskiana será la de una ciencia guiada por el materialismo histórico y dialéctico.
Llegó incluso a recusar la noción de “psicología marxista” como un sinsentido, dado que lo que se trataba era de construir una psicología científica (aunque señalaba que esto sólo sería posible sobre la base del marxismo). Y en este sentido señala que “esa teoría del materialismo psicológico o dialéctica de la psicología es a lo que yo considero psicología general. Para crear estas teorías intermedias –o metodologías, ciencias generales– será necesario develar la esencia del grupo de fenómenos correspondientes, las leyes sobre sus variaciones, sus características cualitativas y cuantitativas, su causalidad, crear las categorías y conceptos que les son propios, crear su El capital.”
Desde allí, desarrolló un programa marxista para la psicología de carácter profundamente histórico y dialéctico, que constituye acaso el legado más valiosos de la revolución a la disciplina psicológica, así como un gran aporte a la ciencia y al propio marxismo, constituyendo un ejemplo de la potencia científica y creativa del marxismo de los años 20, previo a la burocratización estalinista, todavía poco aprovechado [11].
Vygotsky y el psicoanálisis
El modo en que Vygotski abordó al psicoanálisis estuvo en consonancia con los planteos de Trotsky –quien a su vez mantuvo un interés constante en la obra freudiana– sobre la necesidad de una apropiación crítica de los desarrollos culturales previos a la revolución [12], o desde otros puntos de vista metodológicos, así como con su concepción más general sobre las perspectivas emancipadoras del socialismo. En este sentido concluye el texto que presentamos planteando que “la ciencia burguesa está dando nacimiento al materialismo; tal trabajo es a menudo dificultoso y prolongado, pero solo tenemos que hallar en sus entrañas dónde se van mostrando brotes materialistas, encontrarlos, rescatarlos y darles un buen uso”.
Con la obra de Freud en particular demostró un interés y un diálogo con una distancia crítica a lo largo de toda su vida, aunque su valoración general no fue siempre igual, sobre todo respecto a la posibilidad de conciliar psicoanálisis y marxismo.
En este Prefacio encontramos una valoración positiva (incluso exagerada y “celebratoria”) sobre Freud, que no parece haber cambiado a lo largo de su obra, describiendolo como “una de las mentes más intrépidas” y con más coraje de nuestro tiempo, en contraposición al conservadurismo y la chatura de los círculos académicos (y ¡cuánta actualidad que tiene este problema!), lo cual se expresa tanto en la audacia de las hipótesis de Más allá, como en las intenciones materialistas del vienés. De hecho, los autores consideran válido el intento de “sintetizar la psicología freudiana con el marxismo y desarrollar un sistema de ‘psicología freudiana reflexológica’ en el espíritu del materialismo dialéctico”. Pero Vygotski abandonará pronto esta posición (sin dejar leerlo ni de seguir intentando una apropiación crítica del pensamiento de Freud), ubicando al propio Luria [13] y su intento de avanzar por ese camino, en uno de los blancos de su crítica.
En efecto, en su texto programático más importante, escrito poco después –titulado El significado histórico de la crisis de la psicología [14]– Vygotski criticará fuertemente el método “ecléctico” de autores como Luria, desde el cual “se eliminan contradicciones burdas, bruscas, que saltan a la vista, excluyéndolas simplemente del sistema, se las considera exageradas, etc. Así es como se desexualiza al freudismo, porque el pansexualismo no concuerda en modo alguno con la filosofía de Marx… pero ocurre que estos postulados son el centro del sistema ¿cabe aceptar un sistema sin su centro?” [15].
Este enfoque, caracterizado como teóricamente naïve y descuidado, llevaba –según Vygotski– a distorsiones grotescas tanto del pensamiento marxista como del freudiano. Asimismo critica las raíces filosóficas idealistas de “la doctrina de las pasiones ciegas” de Freud (que reconduce al idealismo de Shopenhauer), y –sobre todo– su enfoque general ahistórico:
También en sus trabajos ‘prácticos’ el psicoanálisis muestra sus tendencias profundamente estáticas y no dinámicas, conservadoras, antidialécticas y antihistóricas. Reduce los procesos psíquicos superiores –individuales y colectivos– directamente a raíces que han evolucionado poco, primitivas, en esencia prehistóricas, prehumanas, sin dejar espacio a la historia […] la obra de Dostoievsky se analiza del mismo modo que los tótems y tabúes de las tribus primitivas; la iglesia cristiana, el comunismo, la horda primaria, todo ello procede en el psicoanálisis de una misma fuente. […] no sigue, sino que niega, la metodología del marxismo [16].
En su libro Psicología del arte [17], Vygotski consideró necesario tomar el pensamiento de Freud para analizar la experiencia artística, el rol del inconsciente en esta y su transformación en formas artísticas sociales. Pero, en el mismo sentido, criticó su explicación psicoanalítica tanto por reducir todo fenómeno psicológico a pulsiones sexuales, como por hacer tender a cero el rol de la conciencia, lo cual demostraba –según él– la “pobreza extrema” del método. La aplicación válida del psicoanálisis en el dominio estético, concluía, todavía estaba por llegar.
Pero estas críticas no implicaban, para Vygotski, que todo en el psicoanálisis contradijera al marxismo, sino que para encontrar puntos de contacto era necesario un análisis metodológico extenso y profundo de la teoría freudiana, sobre todo en tanto ésta no constituía un sistema acabado a priori, sino un conjunto de hechos e intuiciones.
Como sucede con Pavlov, Freud ha descubierto demasiado para crear un sistema abstracto. Pero lo mismo que el héroe de Molière que, sin sospecharlo, hablaba toda su vida en prosa, Freud, como investigador, creaba un sistema: al introducir un nuevo vocablo, al relacionar un término con otro, al describir un nuevo hecho, al extraer una nueva conclusión iba creando paso a paso un sistema. Lo que sucede es que la estructura de su sistema es muy específica, muy oscura y complicada, y que resulta muy difícil orientarse en ella. […] Por eso, éste exige un análisis metodológico particularmente escrupuloso y crítico y no la ingenua superposición de los rasgos de dos sistemas distintos [18].
Estas condiciones metodológicas fueron condición de posibilidad de un diálogo sostenido y productivo, ilustrado en el texto que presentamos, que se extiende por toda la obra del marxista soviético [19]. A 100 años de la publicación de Más allá del principio del placer, en condiciones históricas de crisis global del capitalismo y en el marco un renacimientos de tendencias reduccionistas biologicistas en la psicología de la mano del auge de las neurociencias y la instrumentalización médica al servicio de la mercantilización de la salud, la clave propuesta por Vygotski (y Luria) en este Prefacio y toda su obra constituye un aporte valioso a la hora de retomar el diálogo entre psicoanálisis y marxismo. |