Durante las últimas semanas, el coronavirus ha vuelto a ser tapa de los principales diarios del país: Argentina fue noticia por liderar los países con mayor número de muertes diarias por millón de habitantes (un índice que muestra el comportamiento del virus en las últimas semanas, diferente a las muertes acumulables por millón de habitantes), además de persistir con altísimas cifras de contagios diarias.
La tasa de positividad de los testeos, cercanas al 50%, también habla de la alta circulación viral que hay en casi todo el territorio nacional. Si bien se dijo desde fuentes oficiales que esos datos estarían sesgados porque los resultados negativos no se cargaron en su totalidad, nadie se anima a negar que el virus está haciendo estragos. La llegada de la pandemia a las provincias del interior del país, con sistemas de salud profundamente deteriorados, muestran una postal que aún no habíamos visto en el AMBA: trabajadores de la salud eligiendo a quién sí y a quién no le ponen los escasos respiradores que hay.
La derecha por su parte, que durante todos estos meses puso en cuestión la existencia del virus y hasta se negaba a usar barbijo, ahora denuncia la mala gestión de “una terrible pandemia” con la “cuarentena más larga de la historia”.
El mundo aún no cuenta con un tratamiento efectivo para el covid-19. Si bien se están estudiando varias terapias, desde la ivermectina hasta el plasma de convalecientes, muy pocas han mostrado real efectividad. Ahora bien, ¿cuáles son las causas que nos diferencian del resto de los países y nos ubican entre aquellos que peores consecuencias está teniendo por el virus?
Aquí proponemos cinco elementos que podrían explicar la compleja situación sanitaria que estamos atravesando.
1- Condiciones de vida, pobreza estructural y precariedad de la vida:
Para entender porqué estamos en el podio de las muertes diarias por millón, tenemos que, entre otros elementos, buscar en las causas que predisponen a enfermar y morir por este virus.
Cuando la pandemia llegó a la Argentina, una de las cuestiones que advertimos desde este diario es que probablemente el comportamiento del virus en países pobres como el nuestro, fuera mucho más tórpido, porque tenemos condiciones y estilos de vida que denotan una gran precarización de la vida: con más de 3 millones de familias en emergencia habitacional, con una alimentación basada en los hidratos de carbono, porque es lo que nos permite el bolsillo, de muy mala calidad, que predispone a la inmunodepresión y a la obesidad. Con inaccesibilidad a servicios básicos como vivienda, agua potable, cloacas, luz y gas.
Con altísimas tasas de prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles como hipertensión y diabetes, que además están muy mal controladas por un sistema de salud profundamente deteriorado. Todas condiciones que constituyen factores de riesgo para desarrollar una enfermedad grave por coronavirus, con mayores probabilidades de morir. El caso de Ramona, vecina de la villa 31 y las causas completamente evitables de su muerte, se volvieron un triste ejemplo de la letal combinación entre la pobreza y la pandemia.
Argentina tiene cifras de pobreza alarmantes desde hace décadas. Ni siquiera durante la llamada “década ganada” con crecimiento económico a tasas chinas se quiso erradicar esta condición estructural de desigualdad. Durante las últimas semanas se hicieron públicas las cifras del INDEC que indican un aumento en este porcentaje, llegando al alarmante número de 41% para la población general y 56, 3 % para las y los niños hasta 14 años.
Si bien este aspecto no explica todo, podemos asegurar sin riesgo a equivocarnos, que las condiciones de vida en las que viven millones de trabajadores y sus familias en nuestro país, constituyen determinantes sociales para enfermar y morir por coronavirus.
2- Sistema de Salud fragmentado, descentralizado y desfinanciado:
El sistema de salud en nuestro país es muy complejo y heterogéneo. Desde hace décadas, las principales políticas públicas en materia de salud han ido en detrimento del sector público para financiar al privado, con una mirada completamente hospitalocéntrica, desjerarquizando absolutamente el PNA (Primer Nivel de Atención) y la posibilidad de fomentar la prevención y promoción de la salud.
En el control de una epidemia, además de garantizar la atención individual, se necesita un enfoque integral e integrado, comunitario y territorial, de vigilancia y atención en salud, que la APS (Atención Primaria de la Salud) puede desarrollar.
Sin embargo, en Argentina la APS jamás ha contado con los recursos necesarios para desarrollar su función, sus trabajadores son de los peores pagos del sector salud, con sueldos que llegan a la alarmante cifra de 30 mil pesos para un médico con un cargo de 36 horas semanales.
A esto hay que sumarle otro factor que hace aún más compleja la situación sanitaria en las provincias y en las ciudades del interior del país: la descentralización del sistema de salud.
Desde el menemismo, los sistemas de salud provinciales y municipales dependen de sus respectivas jurisdicciones sin que vaya esto acompañado de una partida presupuestaria acorde. Es así que provincias como Jujuy, Misiones o Formosa, tienen los sistemas de salud más deteriorados del país, con sus trabajadores cobrando sueldos alarmantemente bajos (menos de 20 mil pesos de bolsillo en algunos casos) y con perfiles demográficos de enfermedades que podrían haber sido erradicadas hace tiempo.
La pronta instauración de la cuarentena permitió “ganar tiempo” para preparar al sistema de salud, sin embargo, se hizo mucho menos de lo necesario.
Con personal precarizado, con salarios por debajo de la canasta familiar, y sin licencias a quienes tenían factores de riesgo.
Así se encuentra por ejemplo la provincia de Neuquén, hoy colapsada en su capacidad de respuesta, con porcentajes de ocupación de camas de UTI son cercanos al 100 %, donde sus trabajadores ya se encuentran en la encrucijada de tener que definir a quién sí y a quién no le ponen un respirador. Mientras la provincia es la mayor fuente de reservas hidrocarburíferas del país, las regalías son para las empresas y no para invertir en salud.
La centralización del sistema de salud y de todos los recursos disponibles tanto del sistema público, como del privado y de obras sociales, bajo la órbita del Estado y con control de trabajadores y la comunidad, con compensación salarial para evitar el pluriempleo, podría haber evitado este desenlace. Sin afectar las ganancias de las empresas que lucran con la enfermedad, es imposible enfrentar seriamente la pandemia.
3- Fracaso del sistema de vigilancia epidemiológica:
A esta altura del desarrollo de la pandemia, nadie puede negar que una de las principales fallas que hubo fue la baja utilización de testeos para frenar los focos de contagios, sobre todo en estadíos iniciales, en donde aún era controlable y no teníamos transmisión comunitaria.
Cuando llegó la pandemia al país, denunciamos la falta de test para determinar las rutas de contagios y hacer aislamientos selectivos y eficaces por sobre las cuarentenas masivas y “sin GPS”. Si bien estas cuarentenas ayudaron a “aplanar la curva”, no disminuyeron el número total de contagios. Hoy,podemos señalar (como lo hicimos tempranamente) que la estrategia del testeo fue muy mala en nuestro país.
Pero además denunciamos desde el primer momento que la vigilancia de los contactos estrechos era prácticamente nula, rápidamente se saturaron todas las líneas telefónicas de soporte para las familias y pacientes aislados y los seguimientos fueron escasos y tardíos. Por otra parte, el IFE de 10 mil pesos cada dos meses (8 veces menos de lo que tiene que cobrar una familia por mes para no ser pobre) fue absolutamente insuficiente y millones de familias se vieron obligadas a volver a sus trabajos o salir a rebuscársela para alimentarse y alimentar a sus hijos, exponiéndose a los contagios.
Y el gobierno sostuvo un doble discurso, haciendo campaña de “quedate en casa”, responsabilizando a la propia población por contagiarse en “reuniones sociales”, mientras al mismo tiempo y cediendo a las presiones de las grandes patronales, autorizó la apertura de industrias no esenciales, que fue lo que generó mayor circulación, y por ende mayor riesgo, contagios y muerte para los trabajadores de estas actividades y sus familias.
En los últimos días, investigadores del CONICET han dado a conocer los resultados de una investigación donde evaluaron las medidas implementadas durante estos meses, y cuál de ellas obtuvo mejor resultado. Concluyen que se deberían aplicar Aislamientos Selectivos Planificados e Intermitentes (ASPI) para frenar los contagios y las muertes. Este tipo de aislamientos requiere indefectiblemente, de un eficaz programa de ayuda y desarrollo comunitario para que efectivamente se puedan cumplir esos aislamientos.
4- Peso del sector privado y los laboratorios en las líneas de investigación:
El sector privado y los laboratorios tienen una enorme responsabilidad en el desarrollo de la pandemia. Son quienes obstaculizaron las líneas de investigación para enfermedades zoonóticas emergentes con potencial pandémico (como el covid-19), bajo la premisa: “¿para qué prevenir?”, ya que actúan bajo la lógica del mercado, dando curso solo a lo que genere ganancias. Hoy son los sectores que desde el primer momento sacaron provecho de la pandemia, con ganancias millonarias. Pero la prevención no es rentable para ellos.
Hoy, un puñado de laboratorios multimillonarios, son los que en Argentina y en todo el mundo están llevando adelante las investigaciones de las posibles vacunas y tratamientos. Se debería apuntar a la investigación científica independiente del mercado y sus intereses.
Unas semanas atrás, en el Congreso Nacional se aprobó una ley escandalosa, en favor de estas empresas, en donde se otorgan enormes beneficios al sector privado en detrimento del desarrollo estatal de las investigaciones.
5- Profundización de la crisis económica:
En medio de una crisis económica, social y también sanitaria, que amenaza con crecer y empeorar aún más las ya deterioradas condiciones de vida de millones de familias trabajadoras y sectores populares, el Gobierno que había dicho priorizar una respuesta efectiva a la pandemia, por sobre la economía, está mostrando que no hizo ni una cosa, ni la otra. Mientras priorizó el acuerdo con los especuladores y el FMI, el pago de la deuda y ceder ante la gran patronal agraria que chantajea presionando una devaluación, no ha tomado más que medidas limitadas como el IFE para las grandes mayorías.
En lo sanitario, el aplanamiento de la curva, ha resultado en un sostenido y muy alto nivel de contagios diarios, a costa del colapso en algunas provincias. Las proyecciones indican números calamitosos de contagios y muertes hacia fin de año.
Solo medidas de fondo, que pongan por delante las necesidades de las grandes mayorías pueden preparar las condiciones para enfrentar ambas pandemias, el covid-19 y la pobreza, que juntos han crecido en Argentina más que el dólar. |