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La Izquierda Diario
29 de noviembre de 2020 Twitter Faceboock

RESCATES: JOHN BELLAMY FOSTER
Engels y la dialéctica de la naturaleza en el Antropoceno
John Bellamy Foster

Ilustración: @059Jorge

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Engels-y-la-dialectica-de-la-naturaleza-en-el-Antropoceno

En el marco del aniversario de los 200 años del nacimiento de Friedrich Engels, publicamos un extracto de un artículo de John Bellamy Foster dedicado a analizar sus aportes y actualidad en relación a los debates sobre ecología y ciencia. Figura clave hoy en la elaboración marxista en el área, Foster (Seattle, 1953) es profesor de sociología en la Universidad de Oregón y editor de la revista y editorial socialista independiente Monthly Review. Algunos de sus libros más importantes son La ecología de Marx (2000), The Robbery of Nature: Capitalism and the Ecological Rift [El robo de la naturaleza: el capitalismo y la fractura metabólica] (2020), Marx and the Earth: An Anti-Critique [Marx y la tierra: una anti-crítica] (2016, junto a Paul Burkett), y recientemente The return of nature: socialism and ecology [El retorno de la naturaleza: socialismo y ecología] (2020). Este artículo se apoya en varios pasajes de este última obra y fue publicado originalmente en la edición de noviembre de 2020 de la Revista Monthly Review.

En “El papel del trabajo en la transformación del mono al hombre”, de su libro Dialéctica de la Naturaleza, Friederich Engels escribió: “Todo afecta y todo se ve afectado por todo” [1]. Hoy, doscientos años después de su nacimiento, Engels debe ser visto como uno de los pensadores ecológicos fundacionales de los tiempos modernos. Si la teoría de Karl Marx de la ruptura metabólica está en el corazón de la ecología histórico-materialista actual, es también cierto que las contribuciones de Engels a la comprensión del problema ecológico siguen siendo indispensables por su investigaciones sobre el metabolismo universal de la naturaleza.

Como ha señalado Paul Blackledge en un reciente estudio acerca de Engels, “la concepción de Engels de la dialéctica de la naturaleza y de las crisis ecológicas nos permiten comprender que ambos fenómenos están relacionados con la naturaleza alienada de las relaciones sociales capitalistas” [2]. Pues bien, debido a la amplitud del enfoque de la dialéctica de la naturaleza y de la sociedad el trabajo de Engels puede ayudarnos a aclarar los desafíos que enfrenta la humanidad en la época del Antropoceno y en la actual era de crisis ecológica planetaria.

Corriendo hacia la ruina

Se puede entender el significado contemporáneo de la crítica ecológica de Engels comenzando con una célebre cita de Walter Benjamin: “Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia. Pero, quizás sea todo lo contrario. Quizás las revoluciones son un intento de los pasajeros de este tren –es decir, la raza humana– de activar el freno de emergencia”. Según Michael Michael Löwy, Walter Benjamin “sugiere implícitamente que si la humanidad permitiera que el tren siguiera su curso …y si nada detuviera su precipitada carrera, nos dirigiremos al desastre o directamente al abismo” [3].

La dramática metáfora de Benjamin de una locomotora fuera de control y, por lo tanto, la necesidad de concebir la revolución como un tirón al freno de emergencia, recuerda un pasaje similar del Anti-Dühring de Engels, escrito a finales de la década de 1870 (una obra con la que Benjamin –como todos los socialistas de su época– estaba familiarizado). En ese texto, Engels denunció que la clase capitalista era “una clase cuyo liderazgo lleva a la sociedad a la ruina tal como una locomotora con la válvula de seguridad atascada y con un conductor incapaz de hacerla funcionar”. Es precisamente la incapacidad del capitalismo para controlar “las fuerzas productivas, que crecen más allá de toda razón –incluyendo los destructivos efectos impuestos a los entornos naturales y sociales –lo que conduce a la sociedad burguesa hacia la ruina o la revolución”. Por tanto, “para que no perezca toda la sociedad moderna”, Engels argumentó: “debe producirse una revolución en el modo de producción y distribución” [4].

La metáfora de Engels difería ligeramente de la de Benjamin, Engels hacía referencia a “abrir la válvula de seguridad” para evitar que una caldera explotara –una causa bastante común en los accidentes ferroviarios a mediados y finales del siglo XIX [5]. Si el sistema capitalista para Engels “es una locomotora corriendo hacia la ruina”, él pensaba que la revolución no se trata de detener el avance de la humanidad, sino de ejercer control sobre unas fuerzas de producción descontroladas. El argumento ecológico y económico de Engels tenía que ver con la destrucción desenfrenada provocada por el capitalismo en los entornos locales, regionales y de forma cada vez más intensa a nivel global y no con la noción de que había demasiada producción en relación con la capacidad de carga global de la Tierra. Esta última perspectiva apenas estaba presente en el momento en que él escribía. Los efectos visibles de este desastre anunciado eran evidentes; contaminación industrial; deforestación; degradación del suelo y, deterioro general de las condiciones ambientales, incluidas las epidemias periódicas de la clase trabajadora [6]. Al igual que Marx, Engels estaba profundamente preocupado por los “holocaustos victorianos” del colonialismo británico, que generaban hambrunas en la India, destruyendo su ecología e infraestructura hidrológica a la vez que exterminaba la ecología y arruinaba al pueblo de Irlanda [7].

Es cierto que en las mismas páginas en las que se plantea la cuestión de “ruina o revolución”, se encuentra el pasaje más productivista de toda la obra de Marx y Engels y, en este sentido, resulta aparentemente prometeico [8]. De hecho, Engels escribió en el Anti-Dühring que el advenimiento del socialismo haría posible el “desarrollo constantemente acelerado de las fuerzas productivas y un aumento prácticamente ilimitado de la producción” [9]. Sin embargo, en el contexto en el que escribía Engels, esto no era ninguna contradicción con su visión ecológica. La perspectiva de una nueva sociedad– liberada de la irracionalidad de la producción capitalista –permitía según los estándares del siglo XIX– una visión de un desarrollo casi ilimitado de la producción. Esta idea era por supuesto prácticamente universal entre los pensadores radicales de la época. Esta concepción era un reflejo natural del bajo nivel de desarrollo material en la mayor parte del mundo en la época de la Revolución Industrial. Para entenderlo más claramente desde que nació Engels hasta que nació el moderno movimiento ecológico –150 años después– la producción manufacturera mundial ha aumentado “unas 1.730 veces” [10]. En realidad, en su análisis (como en el de Marx), la producción nunca fue vista como un fin en sí mismo, sino solo como un medio para la creación de una sociedad más libre e igualitaria, una sociedad consagrada a un proceso de desarrollo humano sostenible [11].

Dos siglos después de su nacimiento, la profundidad del pensamiento Engels (que denunció la sistemática destrucción del medio ambiente natural y social por parte del capitalismo) junto con su perspectiva naturalista dialéctica, lo convierte, en un punto de partida para una crítica eco-socialista revolucionaria. Acertadamente la antropóloga marxista Eleanor Leacock, definió la Dialéctica de la naturaleza de Engels como la base conceptual para comprender, “la completa interdependencia de las relaciones sociales y las relaciones humanas con la naturaleza” [12].

La venganza de la naturaleza

Los problemas ecológicos son el producto de la interrelación de sistema y de escala. En su obra La situación de la clase trabajadora en Inglaterra (escrita cuando todavía tenía poco más de veinte años) Engels describió con exactitud las destructivas condiciones ambientales y epidemiológicas en las grandes ciudades manufactureras británicas (especialmente de Manchester). En este libro denunció las horrendas condiciones ecológicas impuestas a los trabajadores con la polución, contaminación tóxica, deterioro físico, epidemias periódicas, mala nutrición, alta mortalidad y una explotación económica extrema. Hoy, La situación de la clase obrera en Inglaterra sigue siendo una poderosa acusación del “crimen social” infligido por el capitalismo a la población durante la Revolución Industrial [13]. Para Marx, este libro de Engels fue el punto de partida de sus propios estudios epidemiológicos en El Capital. Sobre este trabajo escribió sobre las “epidemias periódicas y la destrucción del suelo”, como una evidencia irrefutable de la ruptura metabólica del capitalismo. En Alemania, el enfoque de Engels ejerció una influencia que se extendió mucho más allá de los círculos socialistas. Rudolf Virchow –médico alemán famoso por ser el autor de La patología celular– se refirió con elogios al libro de Engels en su trabajo El Origen de la epidemiología social [14].

La lucidez para entender las condiciones ambientales de la sociedad capitalista –además de económicas– fue constante en toda la obra de Engels, quien buscó fusionar la perspectiva materialista, la dialéctica de la naturaleza y la sociedad. Producto de sus estudios, Engels llegó a la tesis que la "naturaleza" (de la que los seres humanos son una factor emergente) era la "prueba de la dialéctica", una afirmación que hoy es mejor entendida si decimos que la ecología es la prueba de la dialéctica [15].

En su perspectiva evolucionista-ecológica distinguía a los animales humanos de los animales no humanos por el papel del trabajo en la transformación y dominio del medio. El trabajo hizo posible, según Engels, que el “hombre” se convirtiera en el “señor de la naturaleza”, pero este título nos exigía como especie que “en una sociedad futura nos convertiremos en dueños de nuestra propia organización social” [16].

Para Engels, junto con el mayor dominio de la naturaleza, ya exhibida bajo el capitalismo, se ocultaba una tendencia sistemática hacia crisis ecológicas expansivas, ya que todo intento de conquista de la naturaleza está “desafiando los límites de las leyes naturales” y solo puede conducir, al final, a las catástrofes ecológicas. A mediados del siglo XIX, Friedrich Engels ya denunció la devastación ecológica desatada por el colonialismo:

¿Qué les importa a los plantadores españoles en Cuba, quemar bosques y obtener cenizas fertilizantes si logran una generación de cafetos muy rentables para sus negocios? ¿Qué les importa que la fuerte lluvia tropical lave el estrato superior desprotegiendo del suelo, dejando solo roca desnuda? En relación con la naturaleza, como con la sociedad, el modo de producción capitalista se ocupa predominantemente solo del resultado inmediato y más tangible; y luego manifiesta con engañosa sorpresa que los efectos son de carácter destructivo [17].

Para Engels, el punto de partida de una aproximación racional al medio ambiente se encontraba en la famosa máxima de Francis Bacon: “la naturaleza solo se vence obedeciéndola”. Es decir, descubriendo sus leyes [18]. En opinión de Marx y Engels, el principio baconiano, en la sociedad burguesa, fue utilizado como un "pretexto" para conquistar la naturaleza a fin de someterla a las leyes de acumulación y competencia del capital [19]. La ciencia se convirtió en un mero apéndice de la obtención de beneficios, percibiendo los límites de la naturaleza solo como “barreras que superar.” En cambio, para ambos pensadores, la aplicación racional de la ciencia en la sociedad solo será posible en un sistema en el que los productores asociados regulen la relación metabólica humana con la naturaleza sobre una base no alienada, de acuerdo con las necesidades y potenciales humanos y las limitaciones de largo plazo de la reproducción. Esta idea apuntaba a la contradicción entre, por un lado, la propia dialéctica de la ciencia (que reconocía nuestra “unidad con la naturaleza”) y por otro lado, el impulso miope del capitalismo hacia la acumulación ad infinitum, con una falta de control congénita de las “consecuencias ambientales de sus acciones depredadoras” [20].

Fue esta perspectiva crítico-materialista la que llevó a Engels a subrayar la insensatez de la noción imperante de conquistar la naturaleza, como si la naturaleza fuera un territorio ajeno que debiera someterse a voluntad. Y… como si la humanidad no existiera como una parte más del metabolismo de la tierra. Tal intento de conquistar el planeta sólo podría conducir a lo que Engels denominó, metafóricamente, la “venganza” de la naturaleza, ya que con el capitalismo se superan los umbrales críticos de nuestra relación con el medio ambiente:

No nos dejemos llevar del entusiasmo ante nuestras victorias sobre la naturaleza. Después de cada una de estas victorias, la naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras. Las personas que, en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otros lugares, destruyeron los bosques para obtener tierras cultivables, nunca soñaron que al eliminar los bosques y las humedades estaban sentando las bases para el actual estado de desolación de esos países. Cuando los italianos de los Alpes consumieron los pinares, no tenían la menor idea de que al hacerlo estaban cortando las raíces de la industria láctea en su región y, estaban privando de agua a sus manantiales durante la mayor parte del año…” Así, a cada paso que damos, recuerda Engels, “no estamos gobernando la naturaleza como un conquistador, por qué nosotros –con carne, sangre y cerebro– pertenecemos a la naturaleza y existimos en medio de ella y, todo nuestro dominio consiste en el hecho que tenemos ventaja sobre las demás criaturas para poder aprender las leyes naturales y aplicarlas correctamente [21].

Friedrich Engels sostenía que a través de la acción consciente de una ciencia racional, los seres humanos deben ser capaces de “elevarse por encima de los efectos imprevistos y de las fuerzas incontroladas percibiendo las consecuencias más remotas de nuestra interferencia con el curso tradicional de la naturaleza”. También, comprobó que “incluso en los pueblos más desarrollados se puede constatar que existe una desproporción colosal entre los objetivos propuestos y los resultados alcanzados”. Las economías de materias primas basadas en la explotación de clases han logrado “solo el fin deseado en casos excepcionales, produciendo a menudo exactamente lo contrario” [22].

La dialéctica de la naturaleza y la historia

Las intuiciones ecológicas de Engels son inseparables de sus investigaciones sobre la dialéctica de la naturaleza. Sin embargo, según la tradición filosófica del llamado “marxismo occidental” es un error afirmar que la dialéctica se aplique a la naturaleza externa, es decir, que no existe lo que Engels llamó “la dialéctica objetiva”, una dialéctica más allá del ámbito del sujeto humano [23]. Las relaciones dialécticas, e incluso los objetos del razonamiento dialéctico, quedaron así confinados, para los marxistas occidentales, a la esfera histórico-humana, lugar donde se aplica el sujeto-objeto, ya que toda realidad no reflexiva (transfactual) fuera de la conciencia humana y la acción humana es excluida de sus análisis [24]. Con el rechazo a la dialéctica de la naturaleza, la tradición marxista occidental perdió el extraordinario poder de las exploraciones de Engels en esta área y la enorme influencia que ejercieron sobre el pensamiento evolutivo y ecológico dentro de las ciencias naturales. Excepto para un pequeño número de científicos de izquierda y materialistas dialécticos, la tradición filosófica marxista occidental tendió a relegar tanto la ciencia natural como la naturaleza al reino del mecanicismo y del positivismo. Irónicamente el resultado fue crear un profundo abismo entre el llamado marxismo occidental y las ciencias naturales y la concepción materialista de la naturaleza [25].

Restaurar el materialismo histórico clásico en esta área requiere, por tanto, recuperar la concepción de Engels de la dialéctica de la naturaleza [26]. Esto a su vez, demanda rechazar los sumarios superficiales y a menudo mal informados de la visión de Engels. Habitualmente los “marxistas occidentales” han polemizado contra las tres “leyes” dialécticas que Engels utilizó para darle un nuevo significado materialista: a) la transformación de la cantidad en calidad y viceversa, b) la identidad o unidad de los opuestos y, c) la negación de la negación [27]. Por ejemplo, al escribir sobre la “Filosofía de la ciencia de Engels”, Peter T. Manicas, se ha quejado de la perspectiva “casi vacía” de estas leyes [28]. Sin embargo, para Engels, no se trataba de leyes estrechas e inmutables, en el sentido positivista, sino, en la terminología actual, de “principios ontológicos” amplios y dialécticamente concebidos, equivalentes a proposiciones básicas como el principio de uniformidad de naturaleza, el principio de perpetuidad de la sustancia y el principio de causalidad. De hecho, la perspectiva de Engels de la dialéctica estaba adelantada a la ciencia de su época [29].

Como historiador de la ciencia, Engels, según [el físico] J.D. Bernal, fue notable en su comprensión de las tres grandes revoluciones científicas del siglo XIX: (1) termodinámica: las leyes de la conservación y el intercambio de formas de energía, y de la entropía; (2) el análisis de la célula orgánica y el desarrollo de la fisiología; y (3) la teoría de la evolución de Darwin basada en la selección natural por variación innata [30]. Tal como observó más tarde Ilya Prigogine (Premio Nobel de Química de 1977) la gran intuición de Engels fue reconocer que estas tres revoluciones en la ciencia física “rechazaron la cosmovisión mecanicista dominante” y se acercaron “a la idea de un desarrollo histórico de la naturaleza” [31].

Según Bernal, entre las preocupaciones de Engels estaba la búsqueda de “la síntesis de todos los procesos que afectan la vida, la ecología animal y la distribución biológica” [32]. Lo que hizo posible esta síntesis fue su concepción del movimiento y cambio dialéctico, enfatizado por la complejidad de las interacciones materiales y la introducción de nuevos poderes emergentes, en un proceso de origen, desarrollo y declive. “La idea central en el materialismo dialéctico”, planteó Bernal, “es la de la transformación… La tarea esencial de la dialéctica materialista es la explicación de lo cualitativamente nuevo”, descubriendo las condiciones que gobiernan el surgimiento de una nueva “jerarquía organizativa” [33].

En este sentido, el logro pionero de Engels fue utilizar su concepción dialéctica de la naturaleza para arrojar luz sobre los cuatro problemas materialistas de “origen” que quedaron después de los descubrimientos de Darwin: (1) el origen del universo (Engels insistió en que era un origen propio como en la hipótesis nebular de Immanuel Kant y Pierre-Simon Laplace); (2) el origen de la vida (Engels refutó la noción de la eternidad de la vida de Justus von Liebig y Hermann Helmholtz señalando, en cambio, un origen químico y enfocándose en el complejo de sustancias químicas subyacentes en el protoplasma, en particular las proteínas); (3) el origen de la sociedad humana (Engels fue más allá que ningún otro pensador de su tiempo al explicar la evolución de la mano y las herramientas a través del trabajo, y con ellas el cerebro y el lenguaje, anticipándose a descubrimientos posteriores de la paleoantropología); y (4) el origen de la familia (Engels explicó la base matrilineal original de la familia y el surgimiento de la familia patriarcal con la propiedad privada) [34].

De esta manera, Engels, insiste Bernal, anticipó o prefiguró muchos de los desarrollos de la ciencia materialista. “Engels, entendió el principio de la conversión de una forma de energía en otra forma de energía, y habría saludado de manera positiva la transformación de la materia en energía. El movimiento como la forma de existencia de la materia [el gran postulado de Engels] podría adquirir de esta forma su sentido final” [35]. Como señaló Bernal, Engels vio con mayor claridad que la mayoría de los físicos distinguidos de su tiempo la importancia de la energía y como ésta es inseparable de la materia. Ningún cambio en la materia, escribió Engels, puede ocurrir sin un cambio en la energía, y viceversa… El reemplazo de fuerza por movimiento con el cual Engels batalló fue el punto de partida de la propia crítica de Einstein a la mecánica [36].

Sin embargo, es la perspectiva sobre la ecología que emana de la dialéctica de Engels la que constituye el aporte más crítico de la Dialéctica de la Naturaleza y por lo cual un regreso a la forma de razonar de Engels continúa siendo tan importante. Como señala Bernal, una contribución decisiva fue su crítica de la idea de la conquista humana absoluta sobre la naturaleza. Engels adelantó que se produciría un desastre para la sociedad, y en particular con el modo de producción capitalista, al prever las consecuencias ecológicas de las acciones de los seres humanos señalando “los efectos de las consecuencias físicas no deseadas de la interferencia humana con la naturaleza como la tala de bosques y la expansión de desiertos” [37].

Otros importantes científicos socialistas británicos de las décadas de 1930 y 1940 quedaron igualmente impresionados por las advertencias ecológicas de Engels. Para el gran bioquímico e historiador de la ciencia Joseph Needham, Engels debía describirse como alguien “fuera de serie, que nada se le escapó” [38]. En palabras de Needham, Engels señaló que “vendrá el día que que la lucha de la humanidad contra las adversas condiciones de vida en nuestro planeta se habrán vuelto tan severas que cualquier evolución social posterior se volverá imposible”, refiriéndose a la extinción eventual de la especie humana. Para Needham, este punto de vista crítico que rechaza la hipótesis de un progreso lineal, servía para iluminar el extraordinario desperdicio y destrucción ecológica de la sociedad capitalista –donde se cultivaba café para alimentar las cámaras de combustión de las locomotoras. Con esto planteaba la cuestión de interpretación termodinámica de la justicia ambiental” ya que la alienación de la naturaleza (incluida la alienación de la energía),estaba “desperdiciando” [39].

El biólogo J.B.S. Haldane –una de las dos principales figuras británicas (junto con R.A. Fisher) de los neo-darwinianos (que reconcilian la biología darwiniana con la revolución de la genética) vio en Engels "la fuente principal" de la dialéctica materialista. Al comparar a Engels con Charles Dickens, Haldane subraya que Engels fue capaz de ver más profundamente los efectos de la revolución industrial. “ A pesar de que Dickens conocía de primera mano estas condiciones de pobreza y contaminación… y las describió con ardiente indignación y con gran detalle su actitud fue de lástima y no de esperanza. En cambio Engels vio la miseria y la degradación de los trabajadores, pero percibió algo distinto: el proletariado debe ser capaz de salvarse con su propia fuerza. Engels entendió que esto no solo era deseable sino inevitable” [40].

El reconocimiento de la importancia de la dialéctica de la naturaleza de Engels se ha extendido hasta nuestros días. Los biólogos de Harvard Richard Levins y Richard Lewontin le han dedicado su ahora clásica obra “El biólogo dialéctico”, basándose fuertemente en sus análisis, si bien de una forma crítica [41]. El paleontólogo y teórico de la evolución Stephen Jay Gould, ha escrito que Engels proporcionó en el siglo XIX la mejor explicación para entender la coevolución entre genes y cultura. Es decir, la mejor explicación de la evolución humana hecha en la propia época de Darwin, dado que la coevolución entre genes y cultura es la forma que debería tener cualquiera de las teorías modernas sobre la evolución humana [42].

Fue el desarrollo de Engels de una “dialéctica de la emergencia” lo que resultó ser lo más revolucionario. Needham capturó la importancia de esta perspectiva, ontológica, epistemológica y metodológica, en su estudio pionero acerca de los "niveles integradores" (o de emergencia) en The Refreshing River [El río refrescante] (un título que se refiere al gran materialista de la Grecia Antiguo, Heráclito):

Marx y Engels fueron lo suficientemente audaces para afirmar que el proceso dialéctico ocurre realmente en la naturaleza con la evolución, y que el hecho indudable de que ocurre en nuestro pensamiento es a causa de que tanto nosotros como nuestro pensamiento somos parte de la naturaleza. No podemos considerar la naturaleza de otra manera que como una serie de niveles de organización, una serie de síntesis dialécticas. De la última partícula al átomo, del átomo a la molécula, de la molécula al agregado coloidal, del agregado a la célula viva, de la célula al órgano, del órgano al cuerpo, del cuerpo animal a la asociación social, de las primeras asociaciones a una serie de niveles organizativos históricos. Nada más que energía (como ahora llamamos materia y movimiento) y niveles de organización en diferentes niveles (o síntesis dialécticas estabilizadas) han sido necesarios para la construcción de nuestro mundo [43].

Engels en el Antropoceno

Es ampliamente reconocido por la ciencia contemporánea (aunque no oficialmente) que la época del Holoceno, un tiempo geológico que se remonta a casi doce mil años, ha llegado a su fin. A partir de aproximadamente la década de 1950, ha comenzado una nueva era: la era del Antropoceno. El inicio del Antropoceno fue provocado por una Gran Aceleración de los impactos antropogénicos en el medio ambiente, de tal manera que la escala de la economía humana ha llegado a rivalizar con los principales ciclos biogeoquímicos del planeta, lo que ha provocado fisuras en los límites planetarios del Sistema Tierra, aquellos que definen la Tierra como un hogar seguro para la humanidad [44].

El Antropoceno representa, por tanto, lo que Lancáster llamó tempranamente como el “Reino del Hombre", en un sentido crítico. Es decir, los humanos somos cada vez más "perturbadores” del ambiente natural a una escala planetaria. Por tanto, la sociedad no tiene más remedio que buscar la aplicación racional de la ciencia y, dar un vuelco a un orden social en el que la ciencia ha sido relegada a un medio por el cual “los capitalistas procuran el lujo y la fortuna” [45]. En términos más contundentes para Engels (y Marx) la transformación del modo de producción y distribución es la condición para una regulación racional del metabolismo entre la humanidad y la naturaleza, y por tanto para una aplicación racional de la ciencia. Cualquier otro curso de la historia nos llevaría a la acumulación de catástrofes [46].

Es en el Antropoceno donde la dialéctica ecológica de Engels nuevamente cobra vida. Su énfasis en la interdependencia de todo lo que existe, la unidad de los opuestos, las relaciones internas, el cambio discontinuo, la evolución emergente, la realidad de la destrucción del ecosistema y del clima y la crítica a las nociones lineales de progreso deben considerarse como esenciales para futuro de la humanidad y del planeta.

Engels era muy consciente que en “las concepciones científicas modernas toda la naturaleza está fusionada con la historia, y la historia solo se diferencia de la historia natural por el proceso evolutivo de organismos autoconscientes” [47]. Si la humanidad sigue alienada en el proceso de trabajo y de la producción y, por lo tanto, en su metabolismo con la naturaleza, esto solo puede significar la destrucción de la naturaleza y de la sociedad. El crecimiento cuantitativo del capital ha llevado a la sociedad a una transformación cualitativa de su relación con el planeta. Sólo una sociedad de productores asociados puede abordar racionalmente su relación con la naturaleza. Todo el desastre ecológico está relacionado con un modo de producción cualitativo particular (el capitalismo) que ha crecido asociado con una matriz específica de demandas cuantitativas, mientras que un modo de producción cualitativamente transformador (como en el socialismo/comunismo) deben conducir a una matriz cuantitativa muy diferente.

Engels argumentó que el capitalismo estaba “dilapidando” los recursos naturales del mundo, incluidos los combustibles fósiles [48]. Indicó que la contaminación urbana, la desertificación, la deforestación, el agotamiento del suelo y el cambio climático (regional) eran el resultado de formas de producción destructivas, no planificadas y descontroladas, propias de la economía mercantil capitalista. De acuerdo con Marx y Liebig, demostró que el enorme problema de las aguas residuales de Londres era una manifestación más de la brecha metabólica, una brecha que eliminaba los nutrientes del suelo y los enviaba a ciudades superpobladas donde se convertían en una fuente de contaminación [49]. Destacó la base de clase de la propagación de las epidemias periódicas de viruela, cólera, tifus, tifoidea, tuberculosis, escarlatina, tos ferina y otras enfermedades contagiosas que estaban afectando las condiciones ambientales de la clase trabajadora, junto con la mala alimentación, el exceso de trabajo, la exposición a tóxicos en el trabajo y lesiones laborales de todo tipo. Señaló correctamente , basándose en la nueva ciencia de la termodinámica, que el cambio ecológico era irreversible y que la propia supervivencia de la humanidad estaba en última instancia en cuestión [50]. En cuanto a las relaciones de producción y medio ambiente, escribió sobre una sociedad que enfrentaba la ruina o la revolución. Vio en el asesinato social de trabajadores en entornos urbanos y en, las hambrunas en las colonias de Irlanda y la India, los indicadores de una explotación extrema, de la degradación ecológica e incluso del exterminio total de poblaciones justo debajo de la superficie de la sociedad capitalista [51].

Tanto Engels como Marx, argumentaron que el metabolismo humano con la naturaleza debería ser regulado por productores asociados de conformidad (o en coevolución) con las leyes de la naturaleza tal como las entiende la ciencia, al tiempo que se satisfacen las necesidades individuales y colectivas. Sin embargo, tal aplicación racional de la ciencia es imposible bajo el capitalismo. Tampoco puede controlarse el desarrollo bajo el capitalismo, ya que este sistema se basa en la ganancia individual inmediata. Implementar un enfoque científico integral y racional acorde con las necesidades humanas y a condiciones ambientales sostenibles requiere una sociedad en la que se pudiera poner en funcionamiento un sistema de planificación a largo plazo en interés de la cadena generaciones humanas [52].

Está implícito en el análisis de Engels una noción de lo que hoy podemos llamar “el proletariado ambiental”. Así, mientras el capitalismo se preocupa por la “economía política del capital”, la clase trabajadora en su fase más oprimida, pero también más radicalizada, se ve obligada a preocuparse por la totalidad de la existencia, siempre partiendo de sus necesidades más elementales. Puede no ser incorrecto llamar, como hizo Marx, a los objetivos de los trabajadores como una “economía política de la clase trabajadora”. Pero lo más correcto en la terminología actual sería afirmar que los trabajadores, en sus luchas más revolucionarias, se esfuerzan por crear una nueva ecología política de la clase trabajadora, una ecología política preocupada por todo su entorno y las condiciones básicas de vida, que solo pueden lograrse de forma comunitaria [53].

Esto es lo que está tan bien reflejado La condición de la clase trabajadora en Inglaterra, donde Engels expuso sistemáticamente cuestiones como la contaminación del aire y del agua, la contaminación por líquidos cloacales, la comida degradada, la desnutrición, la exposición a tóxicos en el trabajo, los frecuentes accidentes y la alta mortalidad y morbilidad de la clase trabajadora. También, donde vio en la lucha por el socialismo como el único camino genuino a seguir. Para Marx, el trabajo juvenil de Engels ejerció una importante influencia, de hecho dedicó muchas páginas de El Capital a actualizar el análisis epidemiológico de Engels [54]. Hoy, en el contexto de la pandemia de la COVID-19, estas percepciones adquieren una importancia renovada. Son un tiempo y un espacio desde donde comenzar un largo camino para realizar revolución por un mundo eco-socialista [55]. Sin embargo, para llevar adelante tal objetivo, es necesario explorar una ciencia dialéctica –y un arte– arraigado en una en la compleja “unicidad” de la humanidad y la naturaleza.

Todas las cosas se venden

Engels admiraba la poesía de Percy B. Shelley, a quien consideraba un “genio”. En su juventud escribió: “hay una ternura y originalidad en la representación de la naturaleza que solo Shelley puede lograr” [56]. Y curiosamente en las estrofas iniciales del poema “Mont Blanc” de Shelley , encontramos una dialéctica materialista de la naturaleza y una percepción intelectual no muy diferente a la de Engels:

El universo eterno de las cosas
fluye a través de la mente y rueda sus rápidas olas,
ahora oscuro, ahora centelleante, ahora reflejando penumbra,
ahora prestando esplendor, de donde de manantiales secretos
la fuente del pensamiento humano trae su tributo
de aguas, con un sonido pero a medias propio [57].

Como Shelley (“todas las cosas se venden: la luz misma del cielo/los incansables dones de amor de la tierra” [58]) Engels también vio la profunda necesidad de una reconciliación a la humanidad con la naturaleza, que solo una revolución puede traer consigo.

Traducción y selección: Rosario Escobar, Santiago Benitez-Vieyra y Juan Duarte

 
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