El 14 de diciembre de 1989 desaparecieron dos niños en la Ciudad de Villa Mercedes, quienes aparecieron al día siguiente en un canal de riego, semidesnudos, ubicados uno sobre otro, en forma de cruz.
A Carlos Luna, de tan sólo 10 años de edad, le dispararon un tiro al corazón y se lo arrancaron para que no se supiera cuál era el calibre de la bala que le disparó. Tenía las costillas fracturadas y su cuerpo molido a golpes.
A Fernando Martínez, de 11 años de edad, le pegaron tanto que le encontraron tres dientes en el estómago y lo ahorcaron con el cordón de su zapatilla.
Tres años más tarde, durante un almuerzo en el programa de Mirtha Legrand, quien tenía de invitado al entonces Gobernador de la Provincia de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, la Señora le preguntó acerca del caso conocido como “Luna - Martínez”, ya que el mismo continuaba impune.
"El Adolfo” respondió, mirando a la cámara: “Yo le solicito por este medio que sale por todo el país, al Juez Dr. Nils Luján Mejía, que llame a declaración indagatoria a los indicados por la Policía, al Sr. Amitrano y sus hijos”. Una clara “injerencia prohibida” del Poder Ejecutivo por sobre el Poder Judicial. Este Juez se resistió, excusándose al igual que otros dos Jueces, hasta que efectivamente, la corrupción dio paso a la injusticia, a través de los Jueces Luis Argentino Escudero Gauna y Juan Carlos Nellar, quienes sin prueba alguna, detuvieron a la familia Amitrano (trabajadores de la agricultura y la siembra en aquél lugar donde plantaron los cuerpos de los niños).
Los Amitrano estuvieron 310 días detenidos en la cárcel vieja. Dos de ellos fueron torturados, a tal punto que uno perdió la vista de uno de sus ojos, y el otro, a causa de los golpes, se le formó un tumor un los pulmones, falleciendo a los 47 años de edad. La madre de ellos no resistió la pérdida, falleciendo también.
Caso Luna - Martínez
En aquéllos años, un alto Jefe de la Policía de la Provincia, que negociaba con la droga, le había dado tres kilos de cocaína a uno de los oficiales corruptos, alias “El Sapo”. Este personaje se quedó con la cocaína, no rindiéndosela a su Jefe policial, quien se la reclamó. “El Sapo” le manifestó que se la habían robado. Su Jefe le continuó insistiendo por la droga o que le trajera a quien se la había robado.
“El Sapo” manejaba la canchita de fútbol donde jugaban niños de la zona, entre ellos, Luna y Martínez. Aprovechándose de ello, aquél los invitó a tomar un helado. Ambos se subieron inocentemente al auto que los trasladó a una fiesta en una quinta, a la que asistieron oficiales de la Policía, políticos y funcionarios públicos.
Durante el viaje, “El Sapo” les indujo a los niños a manifestar que entraron a su casa y le robaron un paquete que parecía harina y que, por eso, la tiraron al campo. Y, en la misma fiesta, “El Sapo” le dijo a su Jefe que allí tenía los niños que le robaron la droga. El Jefe, alcoholizado, sacó su arma reglamentaria, y le pegó un tiro en el pecho a Carlos Luna, sacándole el corazón posteriormente. Fernando Martínez intentó escapar, pero fue perseguido por una camioneta que lo atropelló, le hicieron tragar tres dientes de los golpes que le dieron, lo estrangularon con el cordón de su zapatilla y lo echaron al campo, arriba del cuerpo de Luna, formando una cruz.
Los hostigamientos institucionales y policiales posteriores al hecho fueron constantes, llegando al punto de destruir las tumbas de los niños y dejarles amenazas a sus madres y familiares, para que no continuaran exigiendo Verdad y Justicia.
Las torturas y los asesinatos policiales continúan
Durante esta pandemia, con total impunidad, apareció muerta en una celda de la Comisaría de la Localidad de Santa Rosa del Conlara, Florencia Magalí Morales; también a un menor de 16 años de edad, Franco Maranguello, le arrebataron su vida en la Comisaría del Menor de la Ciudad de Villa Mercedes; Franco Velázquez fue golpeado en la Comisaría Seccional Sexta de la capital puntana; Nicolás Aballay, ahorcado en el calabozo de la cárcel provincial; Hipólito Ochoa, muerto sin atención médica en la misma penitenciaría; entre otras víctimas. |