Desde el PTS hemos publicado en La Izquierda Diario los documentos para la preparación de la Conferencia que realizamos del 11 al 13 de diciembre y llamamos a otros partidos de izquierda a opinar sobre el contenido de los mismos. Primero Jorge Altamira escribió una contribución que Christian Castillo respondió acá. Luego Pablo Giachello, del Partido Obrero, publicó en Prensa Obrera una respuesta a las Tesis sobre la situación política nacional y a la Propuesta de resoluciones hacia la conferencia, y a la contribución de Jorge Altamira.
En el artículo en cuestión el dirigente del PO, que reproducimos aquí, sostiene que los documentos tienen una visión “anticatastrofista” a nivel internacional, que exageran las contradicciones entre Alberto Fernández y la gran burguesía y que defienden una política de construcción de partido “amplio”, algo en lo que el PO insiste desde hace meses sin presentar fundamento alguno. Aquí va una respuesta.
Una situación de crisis internacional que se agudiza
Pablo Giachello plantea que “la caracterización del PTS no rompe con los moldes de su vieja concepción teórica anticatastrofista, que pondera los “equilibrios inestables” y las supuestas “tendencias contrarrestantes” del capital para pilotear su tendencia al colapso. Lo demuestra el hecho de que en toda la Tesis, que cuenta con una extensión de 44 mil caracteres, ni siquiera figuren los conceptos “crisis capitalista”, “bancarrota capitalista” y “guerra comercial”, ni tampoco las palabras “depresión” y “guerra””.
Al definir esto Giachello omite dos cosas. En primer lugar, que la primera de las tesis que él critica enmarca la situación nacional en la “crisis internacional”, de la que dice que “augura mayores tendencias a los choques entre las clases y los estados, dentro de un empobrecimiento y caída en los niveles de vida del conjunto de la clase obrera”. Pero no solo eso. El 9 de diciembre de 2020, tres días antes del artículo de Giachello, se publicó un documento firmado por Claudia Cinatti titulado “Elementos de caracterización y perspectivas de la situación internacional”, donde se sintetizan las tendencias de la situación internacional.
Allí se habla de escenarios económicos críticos al afirmar que “la crisis sanitaria influye directamente en las perspectivas de recuperación de la economía mundial, que debido a las medidas de confinamiento generalizadas que tomaron los estados en los primeros meses de la pandemia, sufrió una contracción aguda y sincronizada a nivel global, inédita desde la gran depresión de la década de 1930”, escenario agravado por “el crecimiento del endeudamiento estatal, que puede llevar a una nueva crisis de la deuda en los países emergentes. En los países avanzados las deudas privadas (sobre todo corporativas) y las burbujas accionarias (Wall Street tuvo un año récord en plena recesión pandémica) son también importantes factores de crisis”.
Este escenario de crisis, este documento lo enmarca en la definición del agotamiento del llamado ciclo neoliberal del que se desprenden “1) tendencias a la crisis orgánica (o crisis orgánicas abiertas) en países centrales y periféricos; 2) una profunda polarización social y política heredada de las condiciones estructurales del neoliberalismo (creciente desigualdad, perdedores de la globalización); 3) crisis de los partidos tradicionales que sostuvieron el consenso neoliberal y surgimiento de nuevos fenómenos políticos a derecha e izquierda; 4) retorno de la lucha de clases a nivel internacional”.
El escenario estratégico: sin lugar para los reformismos
Además de estos documentos, la conferencia fue abierta con un informe de Emilio Albamonte que publicamos ayer en Ideas de Izquierda, y que Giachello y los lectores pueden leer acá. Allí, un día antes de la publicación del artículo crítico del PO, actualizó la definición de “crisis, guerras y revoluciones” que ya había planteado en el homenaje a León Trotsky este mismo año. En ese marco, planteó el concepto de “equilibrio capitalista” de la Tercera Internacional y de Trotsky para señalar estabilizaciones parciales. De conjunto, una articulación de las relaciones entre economía, política/relaciones entre los estados y lucha de clases. Sabemos que son conceptos que molestan a las mentes poco dialécticas como la Giachello, pero la compleja realidad internacional requiere un esfuerzo de parte de los que nos reivindicamos marxistas.
Albamonte analizó el método de Trotsky para estudiar la situación internacional e hizo una discusión contra los posturas “postcapitalistas” como expresiones neorreformistas utópicas, pasando revista por la situación subjetiva de la clase trabajadora y los sectores populares a nivel mundial desde la primavera árabe hasta hoy, destacando los nuevos fenómenos en la lucha de clases, el levantamiento en Estados Unidos y la vuelta de las acciones callejeras en América Latina.
El informe señaló que, independientemente de los ritmos, los revolucionarios debemos prepararnos para un escenario estratégico convulsivo, donde las propias contradicciones del capitalismo y el agotamiento de su “fase neoliberal”, deja sin espacio para al éxito de los intentos reformistas de domar las crisis, actualizando la situación como un escenario de crisis, guerras comerciales, guerras “reales” y revoluciones. No como escenario necesariamente inmediato pero tampoco como algo “metafórico”, sino como un horizonte real, que interpela a una práctica revolucionaria que escape a todo rutinarismo inmediatista.
Una situación que, parafraseando a Lenin, produzca situaciones de “sufrimientos superiores a los habituales” en las masas trabajadoras, actualiza la pelea por poner en pie partidos revolucionarios de trabajadores, de combate, y reconstruir/refundar la Cuarta Internacional, como preparación para situaciones con saltos y crisis, ya que el sentido de la flecha es, a mediano y largo plazo, a mayores tensiones. Y esto da fundamento a una práctica revolucionaria que apunte a unir a los sectores de trabajadores que capitalismo y burocracias dividen, y a impulsar la autoorganización obrera y popular en el enfrentamiento con los empresarios y sus estados, para la lucha de clases.
Señalar la posibilidad de estabilizaciones coyunturales no niega las tendencias generales de la crisis capitalista. Por el contrario, muchas veces con un lenguaje “revolucionario” y prédicas catastrofistas que enuncian una crisis permanente y eterna, se encubren prácticas sindicalistas, parlamentaristas o de mera administración del asistencialismo del Estado.
El peligro de adaptarse a la derecha
En su artículo, Pablo Giachello cuestiona que planteemos que las tensiones entre la clase dominante argentina y el gobierno de Alberto Fernández son uno de los elementos que hacen a una situación con elementos prerrevolucionarios. De hecho, en todo su análisis ni siquiera menciona la existencia de una derecha relativamente fuerte en nuestro país, con peso callejero y electoral, y que se expresa cotidianamente.
Giachello señala que “es necesario tener en cuenta, para no caer en apreciaciones unilaterales, la valoración integral que la burguesía hace del actual gobierno. Actualmente, para la burguesía, el de los Fernández es el único gobierno capaz de viabilizar la ofensiva contra la clase obrera. Y esta valoración se asienta, en primer lugar, en el fracaso reciente de la experiencia macrista y, por sobre todo, en la capacidad que se le reconoce al actual gobierno para contener, por el momento y hasta cierto punto, al movimiento obrero y popular”.
Coincidimos en parte con esto. La burguesía argentina, independientemente de las tensiones, le saca el jugo a Alberto Fernández, que negocia un plan de entrega al FMI, ajusta a los jubilados, aprobó un presupuesto prácticamente redactado por Kristalina Giorgieva y prioriza negocios de los sectores más concentrados de la burguesía argentina e imperialista. La burocracia sindical y de los movimientos sociales juegan, en esa política, el rol desmovilizador clave.
Pero para poder hacer política revolucionaria no alcanza con definirlo en función del género próximo: “son todos sectores políticos burgueses”. Es lo contrario de lo que sostenía Lenin de que una política adecuada implica distinguir cada una de las fracciones burguesas, condición necesaria para combatirlas mejor a cada una de ellas. La definición generalista de que todos defienden a la burguesía no sirve ni para combatir a la derecha, ya que subestimar su peso lleva a conceder ante ella, ni para combatir seriamente a los que asumen un discurso progresista y con ello ganan peso social, ante los cuáles hay que señalar permanentemente sus contradicciones y mentiras, que aparecen más veladas ante los ojos de las masas.
Por poner un ejemplo, sectores del kirchnerismo son parte de las movilizaciones contra la rezonificación para la mega-minería en Chubut. Incluso se pronunciaron públicamente contra avanzar con el proyecto en estas condiciones. Todo a pesar de ser un proyecto anunciado y con el visto bueno de Alberto Fernández y de que estos diputados entraron a la Legislatura provincial de la mano de Arcioni, además de avalar la megaminería en San Juan con la Barrick y de haber vetado, Cristina, la Ley de Glaciares.
No distinguir que en este momento tratan de diferenciarse de Arcioni (aunque son y serán parte de avanzar en el plan extractivista) lleva a ser impotentes ante ellos. No señalar ese prontuario extractivista, impide desenmascarar su rol como presuntos opositores a la megaminería. Una izquierda que no distingue matices está condenada a repetir como un loro medias verdades, sin dejar de ser grupos de propaganda sin incidencia en la realidad.
Señalar contradicciones entre un gobierno capitalista y la clase empresaria no lleva en sí mismo a embellecer a ese gobierno. Ignorar esas contradicciones sí lleva a adaptarse a la oposición de derecha.
Las tensiones del gobierno y los capitalistas vistas en el espejo brasilero
Giachello dice que “la burguesía es consciente de que la búsqueda de lo que el PTS llama “un gobierno directo” socavaría los instrumentos de contención y podría desatar una rebelión popular. Y es por eso que no se vuelca a propiciar un golpe de Estado”. Bien.
Lula da Silva y Dilma Roussef también fueron “instrumentos de contención” y abnegados defensores de los intereses de la clase dominante y de la burguesía internacional en Brasil. Lula, directamente, puso como presidente del Banco Central al ex presidente del Banco de Boston, Henrique Meirelles, además de garantizar los negocios de la burguesía más concentrada. Dilma gobernó en medio del impacto de una crisis económica, puso como ministro al neoliberal Joaquim Levy e inició su plan de ajuste contra el pueblo trabajador, lo que desmoralizó a su propia base social.
Esto no impidió que la burguesía brasileña, el aparato judicial, la derecha y el imperialismo, entre los que había sectores del propio gobierno, encarcelaran luego a Lula y organizaran un golpe institucional para voltear a Dilma. No definir correctamente estas contradicciones, llevó a partidos como el PSTU a jugar un rol lamentable combinando fraseología ultraizquierdista y una política real de adaptación al bloque golpista.
No existe en Argentina una situación así hoy. Pero ello no obsta que no haya una voluntad de esmerilar por derecha al gobierno buscando, de mínima, un gobierno “menemizado” y de máxima, se verá en la dinámica. Nosotros señalamos que cada concesión a esos polos empresariales y de la derecha por parte de Alberto Fernández y Cristina Fernández, mejora las condiciones para que esos sectores se agranden, como se vio en Vicentin o con el levantamiento policial. Lejos estamos, como se ve, de una adaptación. Por el contrario, subestimar el rol de la derecha lleva necesariamente a adaptarse a ella y a tener una visión más pacífica y estable de la situación en Argentina.
El movimiento piquetero, los nuevos fenómenos de lucha de clases y la izquierda
Sobre la participación del PTS en Guernica y sobre los primeros episodios de la lucha de clases [1] “pandémica”, Giachello afirma: “El PTS dice rechazar la construcción de “colaterales de partidos o corrientes” y apuesta a concretar un “movimiento de desocupados (o semiocupados) autoorganizado, no clientelar, con libertad de tendencias”. Es decir, pretende desarrollarse en el movimiento de desocupados con un esquema preconcebido, en el cual se han amparado a lo largo de 20 años para justificar su no intervención en el movimiento piquetero”.
Lo que Giachello llama “esquema preconcebido” nosotros lo llamamos “estrategia de autoorganización”, que sirve tanto para combatir la adaptación a la forma clientelar de los movimientos piqueteros, así como para evitar la burocratización de los sindicatos, aún los recuperados contra la burocracia, y cualquier organización de masas, como los centros de estudiantes y las federaciones como la FUBA, que el PO condujo largamente con organizaciones kirchneristas y sin participación estudiantil alguna sosteniendo los “esquemas preconcebidos” de la Franja Morada.
Aún con la presión del Estado, la adaptación de métodos como tomar lista, la exigencia de que las personas que perciban un plan deban participar de evento partidarios, es una decisión política, no un hecho inevitable. Lo mismo sucede con el culto a los “secretarios generales” de los pocos sindicatos que hay en el PSC, muchos de los cuáles sostienen los estatutos de las conducciones burocráticas anteriores, sin democratizar esas organizaciones profundamente.
No hay nada en las propias reglamentaciones que impone el Estado que obligue al PO y otras organizaciones a hacer corralitos alrededor de los planes que administra cada uno, evitando que participen otras organizaciones. La división del movimiento por agrupaciones políticas que administran los planes es absolutamente funcional a ese Estado, que "les toma el pulso" y divide a un movimiento que tendría un millón de veces más fuerza unido que dividido como está.
Si hubiera que hacer un balance de 20 años del movimiento de desocupados (y efectivamente hay que hacerlo), queda claro que en todo este tiempo no hay ninguna camada de dirigentes y figuras públicas surgidas del propio movimiento de desocupados, como sí tiene la izquierda, y particularmente el PTS, en el movimiento obrero, dirigentes que no solo dan sus propias luchas, sino que consideran como propias peleas de otros sectores de trabajadores, pensándolas como las batallas de la clase de conjunto.
Las presiones que efectivamente impone el Estado a los movimientos piqueteros y sindicatos, no implica adaptarse a ellos y aceptarlos sino, por el contrario, obliga a tener una política activa para combatirlas, impulsando la autoorganización democrática, de lo contrario no hay forma de no caer en las prácticas clientelares o verticalistas que impulsa ese mismo Estado. Buscar la organización democrática de trabajadores ocupados y desocupados es la única política revolucionaria para que los fines que nos proponemos no sean una utopía, un mero discurso, y para evitar la estatización pacífica de organizaciones dirigidas por la izquierda. ¿Cuál es la explicación de que en todos estos años no existan organismos democráticos que incluyan a todos los desocupados más allá de sus opiniones y pertenencias partidarias? ¿Qué valoración tendríamos desde la izquierda de un “gremio” donde cada fuerza política tuviera sus propios afiliados, coaligándose en acuerdos circunstanciales, y no existiera un sindicato o movimiento común con organización democráticas de sus bases?
Esta concepción del PO es lo que hay de fondo en sus prácticas frente a los nuevos fenómenos. Por eso en Guernica no aceptaron la participación y el rol de las organizaciones democráticas como la Comisión de Mujeres y, después del desalojo, la Asamblea Permanente de Vecinos, donde PO participó al comienzo y luego abandonó. Para el PO, la dirección política, las negociaciones con el Estado y el protagonismo central lo tiene y lo debe tener el partido, en detrimento de la organización democrática y los referentes propios de los sectores populares. Eso lleva a una subestimación burocrática de la posibilidad de ser sujetos de los desocupados y a una adaptación del partido a la gestión de la política social del Estado.
Diferentes organizaciones, como el FOL, en lugar de desarrollar e impulsar a estos sectores de nuevos desocupados y de trabajadores precarios o eventuales que comienzan a organizarse, a hacer asambleas, a debatir y decidir a mano alzada, buscan encorsetarlos reproduciendo la organización por tendencias políticas separadas. Muchas veces la reproducción del propio aparato parece más importante que el surgimiento de nuevos sujetos y sujetas entre la clase trabajadora. El PO en Guernica actuó como una variante izquierda de este método.
Autoorganización y partido
En la conferencia del PTS discutimos de manera opuesta: la importancia clave de impulsar el fenómeno de las tomas y ser parte de cada una de las peleas de la clase trabajadora y los sectores populares, desarrollando las tendencias a la autoorganización porque la frase de que “la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos” no es una frase formal, es una realidad urgente.
Todo partido que se dedique como práctica preponderante a la administración de planes sociales desde su propia colateral partidaria o a la participación en sindicatos en base a acuerdos con sectores semiburocráticos, con su respectivo culto a los cuerpos orgánicos [2], negándose a acuerdos tácticos con la izquierda revolucionaria, como sucede en el SUTNA, apunta a construir un aparato oportunista que por más declaraciones de izquierda que haga, lleva a sostener el “esquema preconcebido” por el Estado y el peronismo, con el que la izquierda debe chocar y proponerse cambiar si quiere que surjan sectores de trabajadores que tengan protagonismo real.
La pelea por la más amplia democracia de trabajadores es fundamental, es la forma más efectiva de desarrollar sectores clasistas que peleen por superar las burocracias de los sindicatos y los movimientos sociales, conquistar la unidad, y pelear por recuperar las organizaciones de trabajadores para ponerlas en posición de combate frente a los capitalistas y el Estado burgués.
El PTS apuesta a que las masas rompan todos los límites que impone el Estado burgués y sus organizaciones “concéntricas” para contenerlas, y a que pongan en pie instituciones de autoorganización (sindicatos clasistas y democráticos, coordinadoras), con la perspectiva de construir soviets. No únicamente como organismos para la lucha de clases, sino como base de un nuevo Estado de los trabajadores. El impulso de la autoorganización no excluye la posibilidad de acuerdos políticos de tendencias, y de hecho los exigen. Pero los necesarios acuerdos no pueden reemplazar la autoactividad democrática de la clase trabajadora. ¿Para qué menciona -pocas veces, hay que reconocerlo- el PO los “soviets” si no tiene ninguna política para que surjan organismos democráticos de base? ¿Cómo cree que van a surgir en la Argentina? ¿O es sólo un discurso “para los días de fiesta”?
Partidos amplios o partidos de combate
En su artículo Giachello apela a algo a lo que el PO viene acostumbrándonos: una discusión forzada y sin fundamentos. El dirigente dice que “tanto la Tesis política como el Proyecto de resoluciones sobre la actividad política del PTS, y lo mismo vale para la crítica de Altamira, pasan por alto el problema de estrategia política más candente que hoy enfrenta la izquierda revolucionaria a nivel internacional: su actitud ante los partidos de tendencias y los frentes amplios”. Luego amalgama, no sabemos con qué pegamento, el planteo del MST, que propone que el FITU se convierta en un partido único de tendencias, cuestión con la que no coincidimos, con la política del PTS y la FT-CI, que en todos los países en los que está, pelea por partidos leninistas de combate [3].
Giachello dice que “En Brasil, todas las corrientes internacionales de los partidos del FIT-U, con la excepción del PO, tributan al PSOL”. El MRT de Brasil es un grupo independiente que impulsa un diario con cientos de miles de visitas mensuales y que cuenta con militancia en varias ciudades. Los compañeros utilizaron la posibilidad de las candidaturas en el PSOL porque ese partido no avaló al golpismo como sí hizo el PSTU, siguiendo la teoría de la revolución democrática. Los compañeros del MRT participaron con candidaturas democráticas en las listas del PSOL porque la forma de votación en aquel país permite llamar a votar a candidatos concretos sin tener que votar la lista de conjunto y porque aprovechamos todos los resquicios que deja el proscriptivo régimen brasilero para hacer política hacia las masas. Pero se opusieron y criticaron al giro frentepopulista del PSOL y Boulos, más desembozado en la segunda vuelta, donde concretaron una alianza con fuerzas burguesas como el partido de Marina Silva y otros. Esto es muy diferente a lo que hicieron grupos como el Nuevo Mas que embelleció a Boulos y llamó a votarlo en el nuevo turno electoral.
Como dice la nota del compañero del MRT André Barbieri, la crítica del PO a la táctica electoral en Brasil oculta una adaptación al bando golpista, por la vía de embellecer al PSTU: “No es sorprendente que el PO elogie las candidaturas "de clase" del PSTU en Porto Alegre, sin mencionar que esta organización, tributaria de la tradición morenista, apoyó el golpe institucional y el Lava Jato de Sergio Moro”.
En Francia, el otro país que menciona Giachello, la CCR participa dentro del NPA y ha avanzado cualitativamente en consolidarse como la única corriente que negando los principios fundantes del partido, pelea por la construcción de un partido revolucionario “leninista”, creciendo en fuerza militante, contando con dirigentes reconocidos por amplios sectores de la vanguardia y de la población, como el ferroviario Anasse Kaziv e impulsando un periódico como Revolución Permanente, que es una referencia para importantes sectores de avanzada de obreros y estudiantes.
La CCR recientemente ha conformado un bloque con otras dos tendencias, Anticapitalismo y Revolución y Democracia Revolucionaria, frente a la línea disolutoria de una dirección histórica que apunta a unirse con Francia Insumisa. El PO, después de años de no saber absolutamente nada de lo que sucedía en Francia, estableció una relación estrictamente diplomática con L’Étincelle, un sector que se niega a sumarse a ese polo que pelea frente a la línea de la dirección histórica. Esta política, claramente, le hace el juego al sector liquidacionista, pero el PO lo silencia y critica a la CCR, que sí se opone abiertamente a la estrategia de construcción de “partidos amplios” con que se fundó el NPA. Claro.
Con la discusión forzada contra la supuesta defensa de partidos amplios, el PO busca dos cosas: camuflar su carencia de construcción por fuera de Argentina, problema agravado luego de la ruptura con Altamira, y defender este método y esta política de construcción que cuestionamos, hostil al desarrollo de organismos de autoorganización de la vanguardia y conciliadores con las formas de organizaciones de masas burocráticas y estatizadas.
Para terminar
Con nuestra participación en cada una de las experiencias de lucha de clases, el PTS busca fusionarse con los sectores y fracciones (y no sólo elementos aislados) que comprendan la importancia de organizarse políticamente en un partido revolucionario de los trabajadores, con la perspectiva de organizar los combates futuros en todos los planos, incluyendo la autodefensa obrera y popular. Como decía Lenin: no es soviets o partido. Es soviets y partido.
No prepararse así, lejos de organizar al partido, a la vanguardia y a las masas para enfrentar “las catástrofes que nos amenazan” peleando por imponer una salida obrera y popular a la crisis capitalista, lleva a apostar meramente a la reproducción del propio aparato, algo coherente con confiar ciegamente en que habrá 100 años de “paz” por delante. No parece ser, para nada, lo que viene. |