Tras el asalto al Capitolio por parte de sectores de la extrema derecha que simpatiza con Trump, la reacción por parte del establishment político bipartidario y los medios ha vacilado entre una vergüenza cautelosa e histéricas denuncias de violacion a “las bases de nuestra democracia”. Ha sido llamado un “golpe”, una “insurreccion” y hasta fue comparado con la Noche de los Cristales Rotos, una serie de pogromos contra sinagogas y negocios judíos en la Alemania Nazi en Noviembre de 1938.
La síntesis es el rechazo casi unánime, no solo de los eventos en el Capitolio, sino también al liderazgo de Trump por parte de las fuerzas políticas dominantes del Estado norteamericano, desde líderes políticos en ambos partidos hasta el aparato militar. Muchos (aunque no todos) de los últimos aliados de Trump en el gobierno también lo repudiaron y buscaron tomar distancia de los hechos. Incluso antes de su triunfo electoral era claro que la burguesía se alineó detrás de los candidatos demócratas Joe Biden y Kamala Harris, para ayudarlos a pilotear la crisis. Este apoyo fue movilizado en los días que siguieron al asalto al Capitolio, con la Asociación Nacional de Manufacturas (la mayor asociación industrial del país) llamando a que Trump sea depuesto y las grandes compañías tecnológicas limitando la utilización de las redes sociales al presidente y varios de sus aliados derechistas. Luego del ataque al Capitolio la clase dominante plantea el problema, como régimen, de cuánto margen de acción permitirán a Trump tener en la arena política una vez que termine su mandato.
En los días que siguieron al ataque al Congreso, la respuesta a esa pregunta terminó de tomar forma. El consenso anti-Trump tanto dentro del gobierno como en sectores capitalistas ha tomado la forma del desfinanciamiento corporativo a sus aliados en el Congreso. Por su parte, el Partido Demócrata y sus aliados en el Partido Republicano han formado una coalición para impulsar una agenda política de castigo a Trump y sus simpatizantes de extrema derecha lanzados contra el Capitolio. Luego de que Mike Pence se negara a invocar la 25 enmienda que le permitirá remover a Trump del poder, el Partido Demócrata, con Nancy Pelosi y Chuck Schumer a la cabeza y apoyo republicano tras bambalinas, presentó esta semana un proyecto de impeachment. Este miércoles, el proyecto fue aprobado en la Cámara de Representantes con 232 votos contra 197. Diez republicanos votaron a favor del impeachment a Trump acusándolo de “incitar a la insurrección”.
Pero la campaña por el impeachment a Trump va más allá de los pasillos del Congreso. Grupos de activismo liberales y sectores de las ONG (como BLM y la Unión Americana de Libertades Civiles) están impulsando el apoyo a esta exigencia de impeachment, tarea a la que se suman sectores de la izquierda, el DSA (Socialistas Democráticos de América según si sigle en inglés) en particular. En los días que siguieron el asalto al Capitolio, varias secciones estatales y locales del DSA, desde Portland hasta la ciudad de Nueva York, han emitido comunicados o llamado movilizaciones para apoyar el impeachment en respuesta al momento actual.
Hacer frente a Donal Trump y la extrema derecha es una tarea esencial para los socialistas: debemos demostrar que solo la clase trabajadora puede hacer frente a la derecha y cualquier otro ataque contra la clase trabajadora y los oprimidos. Pero apoyar los llamados al impeachment a Trump y alinearse con el programa del establishment burgués no es la forma de hacerlo. El impeachment es una movida política por parte del Partido Demócrata para sembrar la ilusión de que están “enfrentando a la derecha” a la par que construyen consenso alrededor de la administración de Biden y su proyecto neoliberal. En lugar de apoyar una movida política burguesa que legitima las instituciones de la democracia burguesa, los socialistas debemos prepararnos a nosotros mismos y a toda la clase trabajadora para enfrentar los próximos cuatro años de una administración que tiene el completo apoyo del establishment político y el gran capital.
Renovando la fe en la democracia burguesa
Los políticos del Partido Demócrata que lideran la lucha para remover a Trump del poder insisten que el magnate representa una “amenaza inminente” tanto a “nuestra constitución como nuestra democracia”. Pero debemos ser claros, los intentos del establishment para aplicar la 25 enmienda o impulsar un proyecto de impeachment no se tratan de remover a Trump de su cargo. Es prácticamente imposible que el Senado vote el impeachment antes del final del mandato del actual presidente. El propósito de la iniciativa es castigar a Trump y construir un concenso anti-trumpista de cara al gobierno que inicia. De esta manera, la iniciativa busca brindar legitimidad a las promesas de “estabilidad” y “reconstrucción” de la administración de Joe Biden y alinear a las masas alrededor de este proyecto.
Ahora mismo, Trump y el trumpismo están en retirada. El presidente fue bloqueado en las plataformas públicas, alienado de su propia administración y partido y abandona el cargo la próxima semana. No buscamos subestimar la influencia política de Trump y la extrema derecha en el largo plazo; de hecho, si algo demostró el 6 de enero es que la extrema derecha se encuentra cada vez más activa desde la elección. Pero los demócratas no están realmente preocupados por las acciones de Trump en los próximos siete días, su mayor preocupación es crear las condiciones óptimas para la administración de Biden y pretender que harán pagar al actual presidente por el ataque al Capitolio.
Es por esto que llaman a los eventos de la semana pasada un “golpe” o una “insurrección”, para construir apoyo al intento de excluir a Trump de la arena política definitivamente y presentar a Biden como el antídoto a los últimos cuatro años. Aunque en sus medidas de gobierno Trump se mantuvo, erráticamente, dentro de la agenda neoliberal, su retórica populista y el apoyo ganado de los sectores desafectados de la pequeña burguesía y los trabajadores han cuestionado, por derecha, muchas de las instituciones burguesas aparentemente incuestionables, yendo desde el aparato de inteligencia hasta el proceso electoral, lo que llegó a su punto crítico la semana pasada en el Capitolio. Ahora que Biden asumirá el poder, es más importante que nunca para el establishment político intentar reestablecer la legitimidad a estas instituciones y pintar los años de Trump como una aberración.
El intento de realizar un impeachment al presidente retroactivamente, triunfe o no, es una forma para que el establishment político lave sus manos de su propia responsabilidad mientras continúa implementando las mismas políticas que pavimentaron el ascenso de Trump al poder. El impeachment no se trata de detener a la extrema derecha, sino de posicionar a la administración de Biden de la mejor manera para implementar su agenda durante los próximos cuatro años y, en el largo plazo, depositar renovadas esperanzas en el proyecto neoliberal y la democracia estadounidense. Avanzar en un impeachment contra Trump luego de los eventos en el Capitolio de la semana pasada es la manera que encuentra el sistema democrático burgués para “asegurar” que puede autocorregirse y protegerse de las expresiones políticas mas extremas que surgen con la crisis capitalista.
Enfrentar a Biden y a la derecha
¿Por qué esto significa que los socialistas no deben impulsar el impeachment a Trump? ¿Acaso removerlo de la presidencia más rápido y prevenir que se postule nuevamente no es algo bueno?
El impeachment, y el consecuente apoyo que implica al programa del establishment bipartidario no es la manera de enfrentar a Trump o a la extrema derecha. El impeachment es un mecanismo de la democracia burguesa completamente controlado por el estado. Es iniciado por políticos burgueses, votado por políticos burgueses sin ataduras a la gente que supuestamente representan, y su desenlace está completamente determinado por cuál partido burgués cuenta casualmente con el control del Senado.
Pero no sólo es “anti-democrático” en abstracto, es anti-democrático en su servicio a la protección de los intereses del capital y sus representantes políticos. No fue la prohibición a los musulmanes, los campos de concentración en la frontera, las acusaciones de asalto sexual, los innumerables comentarios repudiables contra sectores marginalizados, o incluso sus innumerables guiños al supremacismo blanco los que precipitaron el primer intento de impeachment contra Trump sino fue la utilización por parte de Trump de su cargo como presidente para avanzar contra Joe Biden y el Partido Demócrata lo que finalmente enfrentó a ese bando del establishment contra Trump. Esta vez, el impeachment no es sobre el supremacismo blanco, sino contra el hecho de que Trump y sus simpatizantes lanzaron una piedra contra la frágil ilusión de la “democracia estadounidense”, afectando su imagen mundial y desafiando la fuerza de sus instituciones.
Aún más, no podemos cometer el error de observar al impeachment por fuera de la actual coyuntura política. La realidad es que Trump dejará la presidencia en una semana. Si el procedimiento de impeachment es aprobado en el Senado (lo cual es imposible en el corto plazo), solo será retroactivo, y buscará prevenir que Trump pueda lanzarse nuevamente como candidato o hacerlo vulnerable a cargos criminales no niega el hecho de que el trumpismo más allá de Trump está vivo y coleando entre los votantes y el mismo Congreso. Esta no es una cuestión sobre el impeachment en abstracto, o incluso sobre Trump, sino sobre las consecuencias de levantar esta demanda junto a un establishment político que trata de utilizar la amenaza de la extrema derecha para consolidar a las masas detrás de su programa burgués para los próximos cuatro años, un programa que implica nuevos ataques a la clase trabajadora y los oprimidos.
El régimen bipartidario está atacando a Trump y la extrema derecha ahora porque les resulta beneficioso políticamente, pero esto no implica que dejen de ser nuestros enemigos de clase. Los demócratas y sus aliados en el Partido Republicano puede que amenacen con el impeachment ahora, pero en tan solo siete días estarán impulsando un ajuste a los programas sociales, aumentando los presupuestos de las policías que abrieron las puertas a los neo-fascistas, imponiendo sanciones y bombardeando el extranjero, y manteniendo el peso de la crisis sanitaria y económica en las espaldas de la clase trabajadora. El impeachment no detendrá al trumpismo en el largo plazo. Así como debemos reconocer la amenaza real de la extrema derecha, no podemos subestimar la amenaza inmediata de nuestros enemigos dependiendo de ellos para detener a Trump y sus simpatizantes.
El impeachment es solo una de las medidas que la clase dominante está utilizando para castigar a Trump y la extrema derecha; su respuesta incluye el incremento de medidas represivas que sin lugar a dudas serán utilizadas para reprimir a la izquierda cuando llegue el momento. Bloqueos en las redes sociales, incrementos en los presupuestos policiales, la militarizacion de la capital, y aun mas preocupante, la Ley de Terrorismo Domestico de Joe Biden son todas utilizadas contra los neo-fascistas y Trump el día de hoy, pero no podemos ignorar el hecho de que serán utilizadas contra las comunidades marginales, la izquierda y la totalidad de la clase trabajadora ni bien surja la oportunidad.
Como socialistas, debemos mirar más allá del asalto al Capitolio de la semana pasada y hacia la amenaza más inminente a la clase trabajadora, la administración de Biden. En este momento, el trabajo de los socialistas no es aliarse con la burguesía hoy y prometer enfrentarla mañana, sino romper el consenso en desarrollo alrededor de la administración de Biden y Harris a la par que presentamos nuestras propias soluciones. Alinearse detrás de las exigencias del impeachment y, peor aun, sin delimitación alguna del programa de Nancy Pelosi e incluso progresistas como Alexandria Ocasio-Cortez que sostienen que el impeachment es crítico para “sanar” a los Estados Unidos no fortalece a la clase trabajadora, la relega a la posición de espectadora en una lucha que es de vital importancia. Organizarse detrás del impeachment solo renueva la fe en que serán las instituciones burguesas el medio para mantener a raya a la derecha cuando fueron estas instituciones las que le dieron origen en un primer lugar.
Cuando los socialistas levantamos exigencias, debe ser con la intención de impulsar una perspectiva revolucionaria en la lucha por los intereses de la clase trabajadora, lograr que quiebren con la idea de que sus opresores pueden convertirse en sus salvadores. Necesitamos tomar el extendido rechazo a Trump y sus políticas dirigiéndolo no al fortalecimiento del régimen bipartidario, sino contra el régimen y el sistema en su totalidad, contra el orden neoliberal que creó a Trump y su base social. Esto significa utilizar el próximo periodo de incertidumbre económica y los ataques a la clase trabajadora que vendrán en nombre de “enfrentar la pandemia” para organizarnos en nuestros lugares de trabajo y responder directamente a cada amenaza a la clase trabajadora y los oprimidos , vengan estas de la extrema derecha o del establishment político. No nos limitamos a utilizar las protestas para presionar a los políticos burgueses a tomar nuestras demandas según les resulte conveniente, sino que buscamos forzarles el brazo y construir nuestro propio poder en el proceso. Cuando la extrema derecha ataca,debemos movilizarnos por cientos de miles para enfrentarlos. Para luchar contra los ataques de una nueva administracion debemos llamar por la unificación en las calles de las organizaciones de trabajadores y los movimientos sociales, alrededor de demandas como pagos directos a las personas trabajadoras que sufren de dificultades económicas producto de la crisis, contra los aumentos a los presupuestos policiales y el terror policial, por una postergación permanente de los desalojos, por la liberación y la absolución de todos los cargos contra los prisioneros políticos y contra los despidos en una coyuntura donde las repercusiones de la pandemia afectan las ganancias corporativas.
El 20 de enero, un nuevo presidente burgués tomará el poder. Ya sabemos quienes son Joe Biden y el Partido Demócrata, amigos de Wall Street y el status quo racista cuyo trabajo es resolver la crisis capitalista a favor de los intereses del capital. Como socialistas, no podemos perder energías en utilizar métodos burgueses para nuestros propios fines. Necesitamos prepararnos para enfrentar a Biden y la derecha con nuestro propio programa, y nuestro propio métodos de lucha, un programa para enfrentar la pandemia y la crisis, y contra las políticas anti-obreras de la burguesía imperialista. |