El asalto al capitolio hizo tambalear la transición presidencial pacífica tan ansiada por la clase dominante estadounidense. Plenamente consciente de que lo que estaba en juego era la ya erosionada legitimidad de la democracia estadounidense, el Estado imperialista actuó en consecuencia para conjurar la amenaza trumpista (por ahora). Todo ello a pesar de la gentil recepción que la turba ultraderechista recibió en el Capitolio por parte de miembros de la policía y la guardia nacional y de la hipocresía de la clase dominante que durante cuatro años avaló el racismo rampante de Donald Trump porque estaba satisfecha con las exorbitantes ganancias generadas durante su mandato y luego durante la Pandemia.
El nuevo presidente logró tras de sí una fortuita unidad burguesa que permitió a Biden dar su discurso de investidura el pasado 20 de enero sin mayores sobresaltos en un Capitolio rodeado por la Guardia Nacional. Pero una vez que Trump fue derrotado en la coyuntura, la unidad neoliberal de Joe Biden parece imposible. La nueva administración llega al poder con poca legitimidad, ya que millones de personas consideran que la elección fue fraudulenta, y con la clase dirigente dividida en cuanto a qué hacer en lo inmediato para aliviar los efectos sanitarios y económicos de la pandemia. Biden ha ofrecido un paquete de ayuda de 1,9 billones de dólares que implica poner dinero directamente en los bolsillos de la clase trabajadora y algunas concesiones como aumentar el salario mínimo nacional a 15 dólares de forma gradual. Wall Street, los republicanos y un sector del establishment demócrata, están en contra de estas medidas, quieren un rescate a la medida de las corporaciones y los grandes capitalistas. Wall Street y el establishment bipartidista se oponen a un plan de ayuda que inyecte efectivo directo a las familias obreras por un lado y que estipula el salario mínimo de 15 dólares a nivel federal.
Con el paquete de ayudas, el nuevo presidente pretende responder a su base social y garantizar algunos meses de “luna de miel” con el nuevo gobierno pero no solamente. Biden y un sector del capital, son amigables con la idea de erogar recursos masivos para, por un lado, paliar las consecuencias de la crisis sanitaria, económica y evitar próximas convulsiones sociales y por otro, alimentar el consumo que se espera pueda dinamizar la alicaída economía hacia inicios de la primavera boreal. Este último sector, navega con la idea de que hay que presionar un poco más de lo normal al capital hegemónico para conseguir un acuerdo cuyo resultado sea balanceado de acuerdo a la relación de fuerzas más general. Como dice el economista Paul Krugman:
El estrecho margen demócrata en el Congreso significa que los objetivos progresistas más ambiciosos tendrán que quedar en suspenso. Pero el paquete de rescate que Biden presentó el jueves ya indica que no mostrará la excesiva cautela que inhibió la respuesta del presidente Barack Obama a la crisis económica.
Del lado “progresista”, están también las direcciones sindicales que formaron parte de la coalición que le valió a Biden la presidencia y ven una oportunidad para limar algunos de los aspectos más draconianos de las leyes anti sindicales en Estados Unidos y re prestigiarse ante su base. Como plantean dos articulistas del Wall Street Journal:
Los sindicatos instan al presidente Biden a que se apresure a cumplir su promesa de campaña de defender los derechos de los trabajadores y de las organizaciones sindicales, entre otras cosas, impulsando leyes que refuercen los esfuerzos de sindicalización.
La administración Biden está también presionada por la disidencia dentro de su propio partido encabezada por Bernie Sanders y el Squad [1]. Y es que el mandato de Joe Biden y Kamala Harris se inicia en un contexto en el que, sectores de las grandes masas lo consideran ilegítimo y sectores celebran que los cuatro años de mandato de Donald Trump han llegado a su fin y están sedientos de reformas con la ilusión de que el nuevo gobierno pueda implementar medidas concretas contra la violencia policial racista y avanzar en las demandas de la clase trabajadora: derecho a la sindicalización, salario mínimo nacional, Medicare para todos, condonación de la deuda estudiantil, etc.
El movimiento obrero estadounidense viene de muy atrás, políticamente y en el terreno de la organización, como producto de la ofensiva neoliberal que disminuyó drásticamente los niveles de sindicalización, generalizó el trabajo precario e impuso a millones de trabajadores la explotación de su fuerza de trabajo sin beneficios elementales como el derecho a la salud. El BLM inyectó energía a sectores de la clase obrera que si bien no intervinieron a nivel nacional y de manera generalizada con sus organizaciones en apoyo al movimiento, protagonizó acciones significativas como la huelga de los estibadores de la Costa Oeste en el momento álgido del movimiento contra la violencia policial racista.
Sin embargo y a contracorriente de la pasividad de las décadas previas, durante los últimos años, esta clase obrera, dividida entre sindicalizados y no sindicalizados, entre ciudadanos, trabajadores con permiso laboral pero sin residencia y trabajadores sin papeles y dividida también por profundas barreras raciales comenzó a despertar. Es posible hipotetizar que, producto de las profundas ilusiones y grandes aspiraciones en mejorar sus condiciones de existencia, batallones del proletariado comiencen a luchar, con la expectativa de poder arrancar al nuevo gobierno lo que parecía imposible con Donald Trump en el poder. Esto se demuestra como tendencia con la conquista de sindicatos en Google, en Amazon en el estado de Alabama y cientos de luchas aisladas en todo el país por reivindicaciones económicas como la reciente huelga en Nueva York de los trabajadores de Point Market Strike exigiendo incremento salarial de un dólar y un plan de salud asequible que ha recibido gran atención mediática y está por alcanzar un acuerdo con el gobierno de la ciudad. También es posible prever que el BLM vuelva a la escena política e inyecte energía en la clase obrera para volver a poner la lucha antirracista en el centro. Si estas tendencias se desarrollan, se abre una gran oportunidad para una tarea fundamental en EEUU: reorganizar el movimiento obrero de forma combativa y buscar por todos los medios unir las filas del pueblo trabajador en una respuesta unificada contra el racismo y el capitalismo.
El momento de organizar las fuerzas de nuestra clase para luchar contra Biden
Por ahora, la clase dominante ha depositado sus expectativas detrás de Joe Biden y el Partido Demócrata para apuntalar la estabilidad capitalista a corto plazo. El “partido de los burros” que tiene en sus manos el control del ejecutivo y las dos cámaras, es un partido imperialista financiado por la clase dominante. Por ejemplo, Joe Biden tenía, de lejos, muchos más patrocinadores multimillonarios que Trump en las últimas elecciones, y Biden está llenando su gabinete con gente ad hoc para mantener a flote el barco capitalista. Esto significa que Biden -que heredará una gran crisis económica- tendrá que asegurarse en el largo plazo de que sean la clase trabajadora y los oprimidos, y no los capitalistas, quienes paguen la crisis. Ya estamos viendo como los planes de ajuste se están imponiendo a nivel estatal y local --- ciudades como Nueva York ya están aprobando presupuestos de austeridad recortando recursos de los servicios públicos como el transporte y la educación. Reteniendo hasta el 20% de la financiación estatal, provocando despidos masivos de empleados públicos y reduciendo los servicios sociales.
Es decir que, la situación estructural de las masas laboriosas en el mediano plazo, aun si aplican el plan de Biden íntegramente, no será modificada profundamente. La oferta inicial de Biden de más ayudas federales al desempleo es de 400 dólares semanales, apenas más de lo que es actualmente. Y la promesa de Biden de pagos directos de 2.000 dólares a individuos se ha quedado en el camino por una oferta inicial más baja de 1.400 dólares. La nueva administración acaba de anunciar que la ayuda de 1.400 dólares, de aprobarse, será efectiva hasta marzo, lo que supone una bofetada a la clase trabajadora que está batallando para pagar sus deudas ahora mismo.
Los trabajadores se enfrentan a un elevado desempleo y a que la economía perdió más puestos de trabajo en diciembre de 2020, mientras que unos 40 millones de personas se enfrentan a la amenaza de desahucio. La ayuda federal a los estados parece ser muy inferior a la que necesitan para evitar la pérdida masiva de ingresos fiscales que el cierre pandémico trajo consigo.
De hecho, como señala el economista Michael Roberts, el principal problema que sacude a la economía es la falta de nuevas inversiones por parte de los capitalistas, y esto se debe a la baja rentabilidad, o retorno de la inversión. La economía estadounidense ya se dirigía a una recesión antes de que llegara la pandemia. Sacar a la economía de la crisis de manera sostenible en el tiempo, significaría arreglar ese problema. El estímulo de Biden no arregla ese problema; sólo aborda algunas de las crecientes deudas de los individuos y los estados. Los capitalistas exigirán, cada vez con más fuerza, que los trabajadores paguen la recuperación.
Algo similar ocurrió la última vez que Biden estuvo en un cargo público. Después de la crisis de 2008, el gobierno de Obama aprobó una ley de estímulo que ayudó a rescatar a algunas de las empresas capitalistas, pero fue demasiado pequeña para detener la recesión. A esto le siguió inevitablemente una dura austeridad, "un círculo vicioso de severos recortes en los gobiernos estatales y locales".
Mientras tanto, Biden ha prometido defender la aprobación de la "Protect the Right to Organize (PRO) Act", que contiene protecciones para los trabajadores y los sindicatos. Pero la historia muestra algo muy diferente. Hace más de una década, Obama y Biden se presentaron con la promesa de aprobar otra ley pro-sindical, la Ley de Libre Elección del Empleado, y los líderes sindicales se volcaron para ayudar a la campaña de Obama. Luego, cuando Obama tuvo el control demócrata de la Cámara y el Senado, simplemente puso la legislación en un cajón. En un contexto aún más crítico para el capitalismo debido a la incertidumbre económica, cualquier ampliación de los derechos sindicales tendrá que ser ganada y arrebatada al gobierno por los métodos de la lucha de clases, no confiando en las negociaciones de palacio de los de arriba. Si la nueva administración demócrata avanza en medidas de corte más “progresista” en el mediano plazo o no, es una pregunta aún abierta: dependerá de los ritmos de la crisis económica y del desarrollo de la lucha de clases.
Y no podemos olvidar que este verano pasado, durante el mayor movimiento social de la historia de Estados Unidos contra la policía racista, fueron los alcaldes y gobernadores del Partido Demócrata los que contraatacaron tan salvajemente. Luego de reprimir violentamente a la vanguardia, los demócratas lograron desviar al movimiento hacia el voto por Biden como mal menor, un arquitecto del encarcelamiento masivo de afroamericanos que rechaza todos los llamamientos para desfinanciar a la policía. De hecho, el Wall Street Journal acaba de publicar un artículo de opinión del jefe del sindicato de la policía, que se entusiasma con la brillante elección de Biden para dirigir el Departamento de Seguridad Nacional.
Los acontecimientos en el Capitolio dan a los demócratas la oportunidad de presentarse como “defensores de la democracia” y avanzar al mismo tiempo con su agenda de la "ley y el orden", haciendo pasar medidas preventivas contra el "extremismo" que, con excusa de combatir a la derecha, se volcaran contra las masas, como la antidemocratica ley contra el terrorismo doméstico anunciada por el nuevo gobierno. Eso significa aún más fondos para la policía y las fuerzas federales, que eventualmente irán en contra de las organizaciones obreras, el BLM y la izquierda.
Todo esto significa que solo la potente unidad de los explotados y oprimidos en las calles puede arrebatar nuestras demandas y llevarlas hasta el final, mientras el régimen bipartidista se prepara para preservar lo sustancial de la opresión y explotación a los trabajadores y las minorías raciales en Estados Unidos, ora otorgando concesiones, ora avanzando en descargar la crisis sobre las masas laboriosas.
Los sindicatos contra Biden y contra la extrema derecha
Si vamos a derrotar no sólo a la creciente extrema derecha, sino también a los ataques dirigidos por los demócratas, entonces la clase obrera tiene que liderar el camino, utilizando sus organizaciones y sus métodos de lucha.
Los trabajadores ocupan un lugar estratégico crucial en el capitalismo. La clase dominante en Estados Unidos vive de los beneficios que se derivan de la explotación de los trabajadores a nivel nacional y de la expoliación a los pueblos oprimidos a nivel global. Nosotros los trabajadores de Estados Unidos y del mundo, somos los que producimos todos los bienes de consumo, volteamos las hamburguesas, conducimos los camiones en las ciudades, los pueblos y las rutas de transporte, repartimos la comida y dotamos de personal a los hospitales desbordados en una pandemia. La pandemia nos ha recordado con fuerza este hecho. Cuando la economía se paralizó -y los trabajadores no pudieron acudir al trabajo, porque sus centros de trabajo estaban cerrados o porque la gente estaba demasiado enferma- los jefes descubrieron de repente lo "esenciales" que somos para sus beneficios y pagaron anuncios y mensajes publicitarios para “honrarnos”. La sed de ganancia capitalista, en tiempos de “paz” y en tiempos de crisis, es la razón de los esfuerzos de pánico de la patronal — junto a demócratas y republicanos por igual — para obligarnos a volver al trabajo, la razón para presionarnos por tan poco dinero como puedan, tan rápido como puedan, durante todo el tiempo que puedan.
Y los sindicatos en particular son cruciales para mantener a la clase obrera dentro del redil o para la lucha de clases de los trabajadores. Son la forma elemental que adopta la lucha de los trabajadores en el capitalismo, una manera de defendernos del implacable afán por exprimir nuestra energía vital y volverla ganancia capitalista. Y por eso son un lugar donde los trabajadores aprenden algunas de las lecciones básicas de la lucha de clases contra la patronal.
Es cierto que el número de personas afiliadas a los sindicatos es bajo, sólo un 10% de todos los trabajadores en Estados Unidos. Y sin embargo, los sindicatos ocupan algunos de los "puntos de estrangulamiento" clave en el capitalismo, especialmente en una pandemia. El transporte público está altamente sindicalizado, y es clave para llevar a los trabajadores hacia y desde sus puestos de trabajo Los maestros están altamente sindicalizados, y el Wall Street Journal, Trump y Biden están exigiendo la reapertura de las escuelas en precarias condiciones sanitarias. Las enfermeras también tienen tasas de sindicalización más altas — y son cruciales para manejar el desastre de salud pública de COVID-19. Y hemos visto algunos signos de un repunte en la lucha sindical en los últimos años, desde la huelga masiva de maestros en Virginia Occidental y más allá en 2018, hasta las huelgas de trabajadores agrícolas en 2020 y el nuevo sindicato de trabajadores tecnológicos de Google.
Todo esto pone a los sindicatos en una posición clave en los próximos años. Los demócratas y los capitalistas no pueden salvarnos de la extrema derecha, pero los sindicatos tienen en sus manos armas cruciales. Cuando Trump amenazó con perturbar las elecciones en 2020, la AFL-CIO de Rochester llamó a una huelga general para resistir una elección impugnada, y se hicieron eco de ella varios otros sindicatos, incluido el nacional United Electrical Workers. Y durante el levantamiento de BLM en el verano, los sindicatos jugaron un papel clave, con algunos conductores de autobuses de la MTA negándose a transportar policías para ayudarles a reprimir las protestas. La participación de los sindicatos influyó en los recortes de la financiación de algunos departamentos de policía, una de las patas de apoyo a la extrema derecha.
Las huelgas pueden construir y mostrar la solidaridad entre los miembros de los sindicatos y los activistas antirracistas, y pueden ser cruciales para aislar, intimidar y rechazar la violencia de la extrema derecha, así como luchar por el encarcelamiento de los policías responsables por los asesinatos racistas, denunciando como el Estado invierte millones en los Departamentos de Policía mientras no hay dinero para salud o educación.
Pero lo más importante es que necesitamos sindicatos militantes y combativos dispuestos a luchar contra nuestro principal enemigo en los próximos años: El nuevo gobierno de Joe Biden y Kamala Harris. Independientemente de las migajas que nos lancen, la clase trabajadora tiene que estar preparada para luchar contra los planes de austeridad hacia el futuro y por ganar todas y cada una de las demandas de la clase trabajadora que lo voto a Biden ahora mismo. Es decir, tenemos que prepararnos para ir por más cuando sea posible y defender lo conquistado cuando sea necesario.
Un frente único de la clase obrera
Sin embargo, los dirigentes sindicales a menudo se interponen en nuestro camino. Con demasiada frecuencia son los perros falderos del Partido Demócrata. Desde los años 80, los dirigentes sindicales han apostado mayoritariamente por un enfoque de "colaboración de clases". Aceptan reducir al mínimo la lucha de clases en el trabajo o directamente son cómplices del ataque de los patrones. Para mejorar las condiciones de trabajo, presionan al Partido Demócrata para que apruebe nuevas leyes. El resultado ha sido el estancamiento de los salarios y el constante desmantelamiento de los sindicatos junto con mínimos históricos de acción militante. No es una coincidencia que en esos años se haya producido un fuerte descenso en el número de huelgas, con un número mucho menor en los últimos años que en cualquier otro momento desde que se empezaron a recopilar estadísticas sobre huelgas.
En 2009, los sindicatos apoyaron al gobierno demócrata hacia las elecciones intermedias en aquel momento, a cambio de leyes que les ayudaran — y obtuvieron muy poco a cambio. En esta ocasión, los dirigentes sindicales volvieron a hacer sonar el tambor a favor de Biden, y sólo el SEIU dio 150 millones de dólares a los demócratas. Reducir la acción de los militantes y suplicar a los demócratas no es una estrategia que pueda ganar mucho y, de hecho, no está diseñada para ello; es una estrategia para reducir ligeramente el ritmo de las pérdidas. Biden y los demócratas estarán bajo una presión constante y extrema — cuando el estímulo no logre salvar la economía — para hacer que la clase trabajadora pague mediante la austeridad. Los trabajadores seremos la carne de cañón de los capitalista si no empezamos a organizarnos ahora.
Para vencer los planes capitalistas, así como el poder de la extrema derecha, necesitaremos sindicatos combativos que adopten tácticas militantes como las huelgas. Eso significa organizarnos en nuestros sindicatos desde abajo, en comités de empresa y organizaciones de base que le impongan a los burócratas impulsar medidas de lucha. Al mismo tiempo, es necesario apoyar y promover las huelgas salvajes de los sectores que no cuentan con sindicato o que se rebelen contra los burócratas. Eso significa reconocer que es nuestra acción organizada la que consigue los objetivos -huelgas, sentadas, paros, piquetes, etc.- y no suplicar al Partido Demócrata que haga reformas.
Pero no podemos luchar de verdad contra la austeridad de los demócratas y la extrema derecha cuando estamos aislados en nuestros sindicatos por separado. Necesitamos, sobre todo, que nuestras organizaciones luchen, desde la base, imponer a los líderes sindicales el frente único para la lucha. Eso significa exigir a los dirigentes que apoyaron electoralmente a los demócratas que luchen por las demandas que decidan los trabajadores. Hay que construir acciones conjuntas entre los sindicatos y entre las organizaciones de la clase trabajadora, como las secciones locales de BLM, los desempleados y el movimiento estudiantil. Muchos trabajadores y trabajadoras que votaron por Biden, harán una experiencia con el nuevo gobierno y esa experiencia solo se puede acelerar en base a la experiencia en la lucha de clases. Sólo el poder combinado de la clase trabajadora va a ser capaz de rechazar los ataques que ya han comenzado a golpear. Y cuanto más militante sea esa lucha de clases, mejor podremos protegernos de la clase dominante que tiene pánico de que la crisis obstaculice la acumulacion masiva de ganancias.
Esto no significa sólo imponer a la burocracia sindical este tipo de unidad militante, sino también encontrar formas creativas de llegar a sectores más amplios de la clase trabajadora, en particular a los negros y a los oprimidos dentro de las comunidades y al vasto ejército de desempleados y subempleados. En las comunidades, también implica luchar contra el control burocrático de las ONGs pro-demócratas que controlan anti-democráticamente los movimientos sociales como vimos con el BLM. En la experiencia de lucha común entre trabajadores y el movimiento negro o la juventud que lucha contra el cambio climático o la onerosa deuda estudiantil, los sectores más combativos de la clase trabajadora irán ganando autoridad y demostrando ser los más consecuentes. Así surgirán direcciones capaces de disputar a las burocracias su influencia sobre la clase trabajadora y los movimientos sociales.
Es necesario y urgente recuperar las lecciones del movimiento obrero de los años 30. Cuando la Gran Depresión empujó a la clase obrera hacia el abismo, ésta comenzó a establecer consejos de desempleados multiraciales promovidos por la Liga de Unidad Sindical (TUUL) -una organización creada por el Partido Comunista (PC) estadounidense a pesar de su orientación derechista de capitulación al gobierno de Roosevelt-. Este ejemplo se extendió a otros grupos y surgieron organizaciones y consejos en Chicago, Seattle, Ohio, Virginia Occidental y Pensilvania también a instancias de los trotskistas. La siguiente anécdota narrada por Christine Ellis encapsula la fuerza y el potencial de estos organismos de frente único:
Hablamos con sencillez, explicamos la plataforma, las reivindicaciones y las actividades del consejo de desempleados. Y luego dijimos: ’¿Hay alguna pregunta?’.... Finalmente, un anciano negro se levantó y dijo: ’¿Qué piensan hacer con esa familia negra que han echado hoy de su casa?... Todavía están ahí fuera con sus muebles en la acera’. El hombre que estaba conmigo dijo: ’Muy sencillo. Levantaremos la reunión, iremos allí y pondremos los muebles de nuevo en la casa’. Después, quien quiera unirse al consejo de desempleados y crear una organización para luchar contra los desahucios, que vuelva a esta sala y hablaremos de ello un poco más’. Eso fue lo que hicimos... todos los demás colaboraron, empezaron a recoger hasta el último mueble, a arreglar las camas... y cuando todo estuvo hecho, volvieron a la sala. La sala estaba atestada.
Hacia una plataforma común que unifique a la clase obrera con el movimiento anti racista
Además de la creación de estas organizaciones y nuevas instituciones de la clase obrera y los oprimidos, la construcción de un frente único de los trabajadores frente al nuevo gobierno significa organizar concretamente a los sindicatos y a las organizaciones comunitarias, sociales y políticas que representan los intereses de la clase trabajadora, en torno a un plan nacional de lucha y a un conjunto unificado de demandas. Creemos que una plataforma nacional de lucha tendría que incluir:
*Ampliar y aumentar las prestaciones por desempleo para todos los trabajadores desempleados o subempleados, incluidos los inmigrantes indocumentados, los estudiantes y los que ya estaban sin trabajo antes de la crisis actual.
*Cancelar inmediatamente la deuda estudiantil y médica tanto pública como privada.
*Prohibir todos los despidos mientras dure la crisis para evitar que se agrave el desempleo y proteger el sustento de los trabajadores.
*Redistribuir las horas de trabajo a todos los trabajadores disponibles sin reducción de salario - esta es la mejor solución a la creciente crisis de desempleo, y reducirá la exposición de los trabajadores a Covid-19.
*Garantizar los ingresos proporcionados por el Estado para todos aquellos que no puedan trabajar por cuestiones de salud o de cuidado de los niños. Exigimos la aprobación inmediata de la ayuda de 2.000 dólares para todos, incluidos los trabajadores indocumentados.
*Proporcionar vivienda para todos confiscando a los propietarios con ánimo de lucro los millones de apartamentos y casas que están vacías. Anular los alquileres de las compañías inmobiliarias y los grandes propietarios mientras dure la crisis, junto con el pago de los alquileres atrasados, que se remontan al inicio del cierre.
*Acabar con los desahucios. No se puede permitir que Covid-19 aumente el número de personas sin hogar. Ni una sola persona o familia debe ser expulsada de su hogar.
*Organizar a los trabajadores precarios y a los desempleados. Sólo uno de cada 10 trabajadores estadounidenses está sindicalizado hoy en día. Eso debe cambiar. Como plantea una encuesta de Gallup, 65% de los estadounidenses está a favor de la sindicalización.
*Abajo todas las leyes anti sindicales que atentan contra la organización independiente del estado de los trabajadores. Abajo los límites al derecho de sindicación o de huelga. Todo trabajador debe tener pleno derecho a un sindicato para poder defenderse, luchar y hacer huelga.
*Establecer una democracia sindical plena, que incluya la elección directa de todos los empleados y funcionarios para que se les pague el salario del trabajador medio y sin privilegios ni beneficios especiales. Expulsar a la burocracia sindical que entregan nuestras conquistas a las patronales y el estado a cambio de enriquecerse.
*Aprobación inmediata de Medicare para todos en el camino de nacionalizar el sistema de salud bajo el control de los trabajadores, con asistencia sanitaria universal y gratuita para todos los que viven en Estados Unidos, independientemente de su edad, ingresos, empleo o estatus de ciudadanía.
*Encarcelar a los policías asesinos que, con la bendición del Estado, asesinan y acosan impunemente a los negros y latinos y al resto de la clase trabajadora.
*Echar a todas las organizaciones policiales de todos los sindicatos, inmediatamente, y disolver todos los "sindicatos" de policías que permiten el acoso policial, las detenciones falsas, las palizas y los asesinatos.
*Proporcionar un acceso seguro y sin restricciones a la atención sanitaria reproductiva, incluido el aborto. El derecho a elegir no debe estar supeditado a la decisión de la Suprema Corte de Justicia, a la legislación estatal o a la capacidad de pagar procedimientos médicos costosos, especialmente en medio de una crisis económica.
*Ampliar y garantizar el acceso a la atención sanitaria para todas las personas trans. La pandemia ha puesto a las personas trans en un riesgo desproporcionado. Pero la discriminación y la falta de acceso han impedido que reciban atención médica durante mucho más tiempo. Las personas trans deben tener acceso sin restricciones a todas las formas de atención sanitaria, sin miedo a ser discriminadas o perseguidas.
*Proporcionar la vacuna contra el Covid-19 de forma gratuita y generalizada para todos, bajo el control de los trabajadores, las comunidades, los profesionales de la salud y los científicos.
*Organizar asambleas de base en las comunidades y lugares de trabajo para discutir una plataforma común de lucha como la anterior y garantizar la autodefensa y la seguridad de las comunidades y los trabajadores contra los ataques de la ultraderecha y la policía.
*Legalización inmediata de los 11 millones de trabajadores indocumentados en Estados Unidos. No más represión a los migrantes y desmilitarización de la frontera sur para garantizar las fronteras abiertas.
*Detener los ataques imperialistas de la administración Biden contra nuestros hermanos y hermanas de los pueblos oprimidos del mundo y terminar con las sanciones y el bloqueo económico contra Venezuela, Cuba e Irán.
La clase obrera se enfrenta a grandes amenazas en los próximos años pero también a grandes posibilidades. Tenemos en nuestras manos el poder de luchar contra la extrema derecha y conquistar todas nuestras demandas. En esta lucha común de los trabajadores y los oprimidos, se desarrollará la experiencia de las masas trabajadoras que votaron a Biden y los demócratas y la propia dinámica de la lucha, develará el verdadero carácter del Partido Demócrata y el régimen bipartidista. Es decir, en la lucha de clases, la clase obrera estadounidense, multiétnica y robusta, aprenderá a distinguir quienes son sus amigos y quiénes sus enemigos. |