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La Izquierda Diario
21 de febrero de 2021 Twitter Faceboock

SEMANARIO IDEAS DE IZQUIERDA
García Linera: confesiones y dislates de un NEPman
Javo Ferreira | Militante de la LOR-CI

Imágenes de Jacobin América Latina

[Desde La Paz] El ex vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, brindó su visión y balance del golpe de Estado y de los 14 años de su gobierno a la revista Jacobin, edición latinoamericana y publicada este enero pasado bajo el título “Soy un leninista de la NEP” [1]. En las líneas siguientes discutimos los postulados centrales de un artículo que no tiene desperdicio, al revelar la inconsistencia teórica, política y estratégica de los progresismos y de él mismo para enfrentar a la derecha.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Garcia-Linera-confesiones-y-dislates-de-un-NEPman

La entrevista, realizada por Martín Mosquera y Florencia Oroz, tiene el mérito de buscar respuestas profundas y que hacen a un balance de los progresismos pero también a explorar si existe una alternativa posible a la politica de mera “contención” y convivencia con las clases dominantes y sus derechas políticas, como sostuvieron los progresismos latinoamericanos durante su anterior ciclo. Sin embargo, el ex vicepresidente no solo que brinda una mirada superficial, sino que, responde como un analista, en una actitud escurridiza ante su propia responsabilidad y de su gobierno en el desenlace de los acontecimientos.

Recordemos que en Bolivia, entre el 20 de octubre, fecha que se realizaron las elecciones anuladas, y el 19 de noviembre del 2019, con la masacre de Senkata y el inicio de la desmovilización, pasando por la renuncia de Evo Morales el 10 de noviembre, se llevó a cabo un golpe de Estado que dejó un saldo de 38 asesinados y cientos de heridos de bala, mientras que hubo miles de detenciones realizadas a partir del mismo 10 de noviembre y cientos fueron víctimas de torturas y diversas violaciones a los derechos fundamentales. La resistencia al golpe no prosperó pese a la enorme voluntad de lucha de decenas de miles de movilizados, que improvisaron nuevas direcciones vecinales en El Alto, luego de que los personeros del gobierno del MAS ya se encontraban o escondidos o en el exilio. Solo la Rebelión anti golpista de agosto, que AGL califica de “semiinsurreccional”, fue la que finalmente puso un límite a los intentos prorroguistas del golpismo y permitió el allanamiento de la derecha a las elecciones del 18O donde el MAS retornó al gobierno con el 55 % de los votos. La inauguración de un nuevo momento del MAS en el gobierno con este resultado, que AGL denomina “oleada”, plantea nuevos interrogantes y desafíos, ¿cómo enfrentar el acoso del imperialismo y de las fuerzas reaccionarias y conservadoras de las clases dominantes?, ¿son estos progresismos de “segunda ola” portadores de un nuevo proyecto o solo son expresión electoral del “mal menor”?

¿Contener al golpismo y a las clases dominantes o derrotarlos? Un problema estratégico

A lo largo de toda la entrevista, si algo queda claro en medio de toda la palabrería de Álvaro, es su resignación ante la situación actual, a la que califica de caótica, sin horizonte claro y por lo tanto estratégicamente suspendida y tácticamente dispersa. García afirma en diversos momentos de la entrevista, que la convivencia con las clases dominantes, que son las que alentaron el golpe, es algo inevitable en momentos en que la sociedad aún no se plantea un ir “más allá”. AGL afirma, a modo de escueto balance de la lucha de clases del siglo XX, que los intentos de avanzar al socialismo fracasaron por intentar suplantar a las masas en esta labor de construir “comunidad”, es decir socialismo. Sin embargo la insistencia de los entrevistadores, que preguntan si es posible una política intermedia entre un “vanguardismo” sustitucionista y el mero acompañamiento al “estado de ánimo” de la sociedad en la gestión estatal, AGL es categórico al afirmar que “No se me ocurre una salida intermedia, no la he reflexionado, no la veo, no me convence, tampoco”. Con esta afirmación, con la que cierra la entrevista, AGL, reafirma la política sostenida por su gobierno, antes, durante y posterior al golpe, caracterizada por una voluntad de convivir, negociando y conviviendo con esas clases dominantes a las que se denuncia su racismo, su liberalismo antidemocrático, etc., etc.

AGL para sostener esta política parte del presupuesto que luego de los fracasos de los esfuerzos socialistas del siglo XX, ve como única posibilidad la gestión “democrática” de las relaciones de producción y distribución capitalistas y por lo tanto la convivencia y negociación con las clases dominantes a las que solo se pretende contener, pero no derrotar ya que eso sería una “imposibilidad real histórica”. Ante este determinismo de la resignación, ante esta imposibilidad histórica de proponer una estrategia que busque la emancipación social, AGL concluye refiriéndose a este segundo ciclo, que el mismo “es un ciclo extraordinario, y el hecho de que haya propuestas progresistas le puede brindar a las clases menesterosas, a las clases humildes, a las clases sencillas, la posibilidad de que no les vaya tan mal. Pero eso no es algo inevitable, no va a suceder solo por contar con mejores repertorios para mejorar sus condiciones”. El objetivo político para los progresismos se reduce, como afirma AGL, que a las clases populares “no les vaya tan mal”, agregando que encima ese objetivo “no es algo inevitable”. Con este punto de partida, es inevitable concluir que si no hay posibilidades para luchar por una sociedad liberada de toda forma de explotación y opresión, del racismo secular de las clases dominantes, entonces la única posibilidad para las y los trabajadores y el pueblo, es el regateo distributivo de la renta nacional en los marcos establecidos por esas clases poseedoras de riqueza y poder. Con esta visión estratégica y política que sostiene el ex vicepresidente, propone como único horizonte posible el de la resignación no solo ante los inevitables ataques que el imperialismo y las clases poseedoras están llevando adelante, sino que incluso la tan publicitada “revolución democrática y cultural” que pregonó el MAS, tampoco puede consumarse y llevarse hasta el final ya que son precisamente esas clases dominantes las que se han erigido en tales gracias a la legitimación de control de las formas de trabajo mediante el racismo y la transformación de los pueblos originarios en clases subalternas.

La democracia liberal en disputa: entre el golpismo y progresismos degradados

Al ser consultado sobre su balance del golpe de noviembre del 2019, AGL nos ofrece dos elementos centrales para comprenderlo: el rol de las clases medias tradicionales como soporte y base social de la asonada derechista por un lado, y, por el otro, los errores políticos cometidos por Evo Morales y su gobierno durante la crisis post electoral de octubre del 2019. Refiriéndose al golpe, y al posterior triunfo electoral del MAS, AGL dice que “Digamos que hay un núcleo que ha articulado el acto sorpresivo y de fuerza. Pero esto no ha surgido de la nada: en los últimos cuatro años se fue formando un colectivo social, un sector social enfurecido y cada vez más resistente a la democracia. Ese sector fue la clase media tradicional que, a través de sus debates, de su discurso racializado, de sus editoriales, de sus grupos en las redes sociales y de su léxico fue generando una predisposición para una solución de fuerza, para una solución autoritaria. Le fue mal –y le va a seguir yendo mal– porque ya es una minoría; es, en cierta manera, una minoría en decadencia”. Sin embargo, en esta manifestación no hay un intento de balance sino la mera aportación de un dato objetivo, de un hecho social como es la movilización de las clases medias como base social del golpismo, pero ¿por qué diablos las clases medias lograron estructurar un bloque político que habilitó el camino del golpe? ¿Por qué el golpismo se presentó a sí mismo como un movimiento de “recuperación de la democracia”? Lamentablemente las respuestas de AGL evaden estas interrogantes que nos remitirían a una discusión sobre la estrategia y la política del MAS durante su gobierno, contentándose con una mera descripción sociológica que tiene la ventaja de presentar los fenómenos sociales como si los mismos “se produjeran” de manera espontánea y natural, como las olas, y donde las responsabilidades de los sujetos políticos que detentan el poder del Estado, en este caso él mismo y el MAS, pueden ser convenientemente soslayadas.

AGL olvida que como parte de su estrategia de convivencia con las clases dominantes permitió que la agroindustria realizara fabulosas ganancias durante el boom de precios de materias primas, entre el 2008 y el 2014, de la misma manera el capital bancario y financiero que menciona en su entrevista. García relata los mecanismos económicos y tributarios que se implementaron para contener los intentos de sabotaje económico o el enriquecimiento de los grandes financistas, pero todo en un marco de convivencia y contención. La recomposición de fuerzas del bloque derechista “ultraconservador”, es en realidad el resultado de esa recomposición económica de las clases dominantes y que el MAS alentó durante el boom de precios. A esta recomposición económica de las clases dominantes “contenidas”, es necesario recordarle como el progresismo masista empujó a sectores del movimiento indígena y de la juventud vinculados a las luchas ecológicas y ambientalistas en brazos de la oposición de derecha con las violaciones a los derechos de los pueblos indígenas como en el TIPNIS y otras. Quizás, para entender la escasa movilización popular durante las jornadas previas a la renuncia de Morales, sea necesario recordar el gasolinazo del 2011, la judicialización y el encarcelamiento de directivas sindicales opositoras y/o independientes, mientras se estatizaba los sindicatos dando origen al profundo divorcio entre las burocracias de los movimientos sociales y sus propias bases, y a la pérdida de capacidad movilizadora de estas últimas.

También debemos recordar la represión a los estudiantes de la UPEA (Universidad Pública de El Alto), a los campesinos de los Yungas paceños, al pueblo Leco en el norte de La Paz, a los pobladores de Caranavi y de Achacachi entre otras.

Es igualmente necesario recordar el intento gubernamental de que enfermeras y personal de salud trabajen 8hs en vez de 6hs, como lo hacen actualmente, pero manteniendo la precariedad y flexibilización laboral impuesta durante el banzerismo, y que empujó a las y los trabajadores de la salud detrás de esa casta privilegiada que son los médicos y empresarios de la salud privada. Por otro lado, el cómo se fue articulando el bloque golpista, implica, si se quiere hacer una balance honesto, hablar de la manipulación en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) de las candidaturas para las elecciones judiciales asegurándose el control del aparato judicial; así como el desconocimiento del resultado del referéndum del 21F del 2016, entregándole de esta manera una bandera democrática al bloque derechista que pudo movilizar a las clases medias “en defensa de la democracia”.

García, pareciera olvidar que fue Evo Morales y su gobierno quienes convirtieron a la OEA y a Almagro en “tribunal” que abrió las puertas al golpe, justo en momentos que este organismo estaba puesto al servicio de la política injerencista de Trump y el imperialismo en la región y que ya había intentado intervenir en Venezuela. ¿Todas estas medidas “progresistas” cumplieron o no algún papel en la estructuración de ese bloque social articulado por clases medias tradicionales que fueron la base social del golpe? ¿No fueron acaso todos estos elementos la razón por la que el MAS no tenía capacidad de convocatoria hasta el 10 de noviembre? ¿No fue esta la causa de que en la ciudad de El Alto las juntas de vecinos desconocían a esos dirigentes del MAS estatizados y corrompidos y nominaban nuevas directivas para impulsar las movilizaciones contra el golpismo luego del 10 de noviembre?

El segundo elemento que nos ofrece García Linera para un balance del golpe, está en los errores que cometieron durante esas jornadas. Entre esos errores afirma que “Lo que nosotros no tuvimos en cuenta –y eso es un error político– es que a su acción política ultraconservadora ellos iban a sumarle una acción militar. Ahí radica la novedad. Porque en el año 2008, cuando intentaron un golpe de Estado, nosotros asumimos dos tácticas: primero, la contención política, que quede aislado, que no se irradie, movilizaciones-colchón y esperar a que se agote. Y, a medida que fuera agotándose, desarrollar la movilización social hacia el lugar. Aquí ellos nos ganaron de mano, se movilizaron y respondimos políticamente: contención, debilitamiento. Pero, antes de que se debilite más, dieron un salto y recurrieron a las Fuerzas Armadas y a la Policía, con lo que añadieron una fuerza policial militar al golpe. Eso fue lo que nosotros no habíamos calculado: que iban a sobornar a las Fuerzas Armadas (que, de hecho, fueron sobornadas). Puede ser que haya existido un exceso de confianza en que iban a mantenerse como en el 2008”. Esta afirmación de AGL sorprende por su cinismo en la falsificación de los acontecimientos no solo durante el golpe del 2019 sino también en la forma en que se resolvió el conflicto de septiembre –octubre del 2008. Pareciera que el único error que hubo en el manejo de la crisis, fue un error de previsión en el “soborno” a las FF. AA. y a la policía, que, dicho sea de paso, en un dislate teórico AGL caracteriza como parte de la autonomía relativa del Estado”(¡¿?!). García presenta el campo político y el campo militar como si fueran campos estancos, solo conectados por los dineros del soborno negando de esta manera la dependencia de la acción militar de la política previamente desplegada por las clases, sus partidos, el gobierno. ¿Y cuál fue la política del MAS con respecto a las FF. AA. y la policía en los 14 años de gobierno previos al golpe?

Al iniciar su primer gestión, el 2006, y para desmotivar posibles intentonas golpistas pasó a retiro a dos generaciones de oficiales para formar el Estado Mayor con una oficialidad relativamente joven y predispuesta al nuevo gobierno. Se instituyó el “Patria o muerte venceremos” como emblema de las FF. AA. y se las presentó ante el pueblo como antimperialistas. A cambio el MAS les otorgó numerosas ventajas como jubilaciones al 100 % del total ganado en el momento del retiro, les otorgó participación accionaria en diversas empresas estatales, que como afirma AGL en la entrevista, debe tener un piso de por lo menos de un 30 % de participación estatal. Toda la retórica antimperialista contribuyó a sembrar ilusiones en estos aparatos represivos y a tomar por sorpresa al conjunto del pueblo cuando se produjo el golpe.

El MAS, cambió aspectos formales de las FF. AA., pero las preservó tal cual eran, llegando a permitir que prácticamente todos los asesinos de las masacres de febrero y octubre del 2003, queden en la impunidad. Similar a lo que sucede hoy, donde se procesa a media docena de oficiales y se garantiza la impunidad de cientos de uniformados y civiles de las masacres de Sacaba y Senkata.

La estructura racializada de las FF. AA., y por lo tanto al servicio de esa etnia/clase [2] blanco mestiza, se mantuvo pese a los cambios formales, garantizada por diversos mecanismos reglamentarios y estatutarios. Peor aún, ya que cuando se produjeron movimientos de tropas, de rangos bajos en abril del 2014, exigiendo a Evo Morales avanzar en la “descolonización” de las FF. AA., fueron reprimidos y perseguidos con dureza. Sorprende que AGL afirme que hay que lograr que las FF. AA. adopten un “espíritu de cuerpo menos corrosible por este tipo de sobornos y más cercano a lo popular. Se trata de una modificación de la composición de clase de las Fuerzas Armadas”, ya que fue en su gobierno que la tropa y los rangos bajos de las tres fuerzas armadas, fueron reprimidos precisamente por exigir esa “modificación de la composición de clase”. Su origen étnico era fundamentalmente aymara y quechua y el año 2014, en una movilización inédita en la historia del país, exigían “descolonizar” esta institución y que se termine con la discriminación y el racismo en el Ejército. ¿Estaba el gobierno de Evo Morales y AGL, un paso delante de los movimientos sociales, como afirma que es donde quiere estar, o sencillamente estaba trabajando para preservar una institución históricamente enemiga de los indios, de los trabajadores y del pueblo? Ovejuyo, Sacaba y Senkata son el resultado de esta política desplegada por el MAS ante los golpistas.

Movilización de tropas en 2014, El País.

Refiriéndose a la Rebelión antigolpista de agosto del 2020, que abrió las puertas para las elecciones del 18O, AGL afirma que esta semiinsurrección, como la califica, pudo producirse gracias al aprendizaje realizado por el movimiento de masas luego del golpe de noviembre. Según AGL las fuerzas de la rebelión de agosto, no estaban en noviembre, lo que justificaría la decisión de Evo Morales de evitar el enfrentamiento y presentar su renuncia. Sin embargo, esto es falso, como se pudo ver en las cientos de miles de personas movilizadas luego de que los golpistas de manera abiertamente racista, quemaron la wiphala. A medida que las movilizaciones crecían y el bloqueo de caminos tendía a generalizarse, sin llamamiento de la burocracia de la COB (Central Obrera Boliviana) que se sumó al pedido de renuncia de Morales, ni del MAS cuyos principales cuadros habían decidido exiliarse, la resistencia al golpismo fue quedando aislada y sin coordinación. El MAS, lejos de impulsar la movilización, prefirió sostener una política que legalizó al golpismo con la ley electoral del 17 de noviembre, desmoralizando a los movilizados, facilitando la represión estatal y comenzando la desmovilización. En agosto del 2020 nuevamente el MAS buscará desactivarla precisamente cuando la misma empezaba a radicalizarse y el pueblo se aprestaba a ajustar cuentas con los paramilitares y los golpistas levantando la consigna de ¡fuera Áñez! El MAS una vez más negoció con los golpistas, puso paños fríos a la movilización traicionándola para garantizar las elecciones del 18O.

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Para finalizar este apartado, señalar que cuando AGL hace referencia a la crisis de septiembre y octubre del 2008, afirma que la táctica de “contener y desplazar” a los golpistas se evidenció correcta en esos años pero que ya no funcionó el 2019. En realidad, esta afirmación es sencillamente falsa. AGL olvida que la crisis del 2008, agravada luego de la masacre de campesinos, televisada en vivo y en directo, en la localidad de El Porvenir el 11 de septiembre en Pando, se resolvió en una negociación con los golpistas de la agroindustria, en la que un grupo de diputados, encabezados por el mismo AGL, modificó más de 100 artículos del proyecto de Constitución elaborado en la Asamblea Constituyente, tal como exigían las clases dominantes y los golpistas de aquel momento. AGL parece olvidar que lo que empujó a la derecha de la llamada “media luna” [3] en aquel momento, a la negociación y también al MAS fue la espontánea movilización que se desató luego de la masacre, movilización que se armó con lo que tenía y que presentó batalla en la localidad de El Pailón en su rumbo a la ciudad de Santa Cruz. Los chispazos de guerra civil que se produjeron durante esas jornadas, amenazando con el resurgir de la movilización revolucionaria de masas aterrorizaron a derechistas y progresistas que rápidamente encontraron un canal de diálogo y que dio lugar a la Constitución del Estado Plurinacional.

La táctica de contener, en realidad se tradujo en satisfacer cada una de las demandas y exigencias de un movimiento racista y reaccionario, que estaba muy debilitado gracias al ciclo de levantamientos que se produjeron desde la guerra del agua y la insurrección alteña de octubre del 2003. Fue gracias a ese gran acuerdo nacional firmado por el MAS y la derecha el 21 de octubre de ese año que empezó el reagrupamiento y la recomposición del bloque derechista quienes a partir de ese momento se beneficiaron con el auge de precios de exportación.

¿Es el socialismo un objetivo político o solo una Idea moral?

Llegados a este punto, y luego de evidenciar el problema estratégico para los movimientos sociales, en los que se afirma la imposibilidad de derrotar a las clases dominantes debiendo tener una estrategia de convivencia mediante la gestión estatal, debemos concluir que el socialismo como horizonte, como objetivo político no puede materializarse, ya que como afirmaba Marx en su correspondencia con Wiedemayer, el camino al socialismo y a una sociedad sin clases pasa por llevar la lucha de clases hasta su expresión máxima como es la conquista de la “dictadura del proletariado”, como prerrequisito para poder hablar de socialismo. Es decir, solo puede hablarse del socialismo como objetivo político impulsando y alentando la auto organización de los trabajadores y el pueblo movilizado para el surgimiento y desarrollo de consejos obreros, campesinos y del pueblo pobre que se proponga la expropiación de los capitalistas. Frente a la democracia liberal que AGL afirma ser la única posible, desarrollar la democracia de los trabajadores, donde decidan las grandes mayorías el rumbo a seguir en lo económico y lo político, sobre la base de sus propias milicias y organismos de autodefensa. Estas formas de organización empezaron a emerger embrionariamente no solo en la rebelión antigolpista de agosto sino también en noviembre y en el ciclo de levantamientos de la década pasada. Hay que recuperar la experiencia de la coordinadora del agua en Cochabamba de abril del 2000, donde las barricadas se numeraban y elegían sus delegados que coordinaban la resistencia, la juntas de vecinos y el estado asambleario durante la insurrección de octubre del 2003. Es necesario recuperar y actualizar estas experiencias de organización y lucha, ya que son ellas las que pueden dar forma a esta idea de “dictadura del proletariado que hablaba Marx.”

Es la expropiación de los expropiadores el punto de partida para avanzar en la lucha por una sociedad socialista. Sin embargo, si como afirma AGL hay una imposibilidad histórica de materializar esto que sugería Marx, debemos concluir que para AGL y para los diversos progresismos, el socialismo no puede ser un objetivo político a conquistar en la lucha de clases, sino que se transforma solo en una Idea, con mayúsculas, en un ideal moral, en un sueño: “¿Cuándo un gobierno progresista puede ir más allá? Cuando tiene un debate social, un empuje social que abre, que produce una ruptura cognitiva, algo distinto, que no se ha dado todavía. ¿Se dará? Ojalá, ese es nuestro sueño, ¿no? Nuestro sueño es que pueda ir más allá y, de hecho, eso es el socialismo democrático. No es una medida en particular: el socialismo democrático es la posibilidad de que un conjunto de transformaciones sociales in crescendo sean una conquista. Es el desborde de la democracia”. ¿Cómo garantizar esas transformaciones sociales in crescendo si las clases dominantes no pueden ser derrotadas y estas deben realizarse pese al acoso político y hasta militar de estas clases reaccionarias? No hay respuesta.

AGL tiene una pequeña cuota de “verdad” cuando afirma que el socialismo no surge de la mera estatización de los medios de producción, como afirmó el estalinismo con su teoría del “socialismo en un solo país” a lo largo del siglo XX, ya que socialismo implica una profunda transformación de las relaciones sociales en todos los ámbitos de la vida humana, o como afirma AGL “la capacidad de que la gente, la sociedad, pudiera ir democratizando, no la posibilidad de beneficiarse de esos bienes, sino el control de esos bienes, la propiedad de esos bienes, el uso de esos bienes, la gestión de esos bienes”. Sin embargo AGL, afirma que eso no se ha producido en la sociedad, lo que justificaría su aversión a las políticas tendentes a la estatización de los medios de producción, “porque la estatización de los medios de producción no es socialismo. Estatizando los medios de producción, quedan en manos de un monopolio: el Estado es un monopolio (el monopolio de monopolios) y la socialización es la democratización de los medios de producción. Entonces, por definición, no hay posibilidad de socialismo alguno vía el Estado”.

Con estas afirmaciones lo único que realiza AGL es justificar una política al servicio de la administración del Estado capitalista en pos de mantener la convivencia con las clases dominantes, a las que se les otorga el atributo de ser uno de los factores del desarrollo económico –afirmación negada por toda la historia pasada del país– sino que además se las debe respetar por mandato del derecho estatal burgués: “Un gobierno progresista –por muy radical que este sea– que ha accedido por la vía democrática tiene que encontrar métodos prácticos de convivir con ese sector empresarial del país. No solamente porque posee un conjunto de recursos y de propiedades reconocidas por el ámbito constitucional, sino porque en sus manos está el desarrollo y el impulso de ciertos sectores de la sociedad frente a los cuales la sola estatización no resuelve el problema de la transformación del sistema económico”.

Podríamos coincidir en que la sola estatización no resuelve el problema de la transformación económica en un sentido socialista, sin embargo AGL realiza esta afirmación para preservar los Estados tal cual son, es decir capitalistas. La estatización de los medios de producción son el paso obligado por el que deben pasar las formas de propiedad, para llegar a transformarse en propiedad colectiva, socialista, lo cual solo puede realizarse en un Estado de los trabajadores, es decir un Estado que de manera consciente busca transformar las relaciones de propiedad y de producción, es decir, un Estado que eliminando las irritantes desigualdades sociales busque su propia extinción en tanto Estado. Trotsky, polemizando con la burocracia estalinista que afirmaba que la mera estatización era ya socialismo y sobre esa base imponía graves desigualdades sociales por medio de la distribución y reparto de la riqueza afirmaba: “para que la propiedad privada pueda llegar a ser social tiene que pasar ineludiblemente por la etapa estatal, del mismo modo que la oruga para transformarse en mariposa tiene que pasar por la crisálida, pero la crisálida no es una mariposa. (…) La propiedad del Estado no es la propiedad de ´todo el pueblo´ más que en la medida en que desaparecen los privilegios y las distinciones sociales y en que, en consecuencia, el Estado pierde su razón de ser. Dicho de otra manera: la propiedad del Estado se hace socialista a medida que deja de ser propiedad del Estado. Por el contrario, mientras el Estado soviético se eleva más sobre el pueblo, más duramente se opone, como el guardián de la propiedad, al pueblo como su dilapidador, y más claramente se declara contra el carácter socialista de la propiedad estatizada” [4] Si este fenómeno se daba en un Estado que había surgido de la revolución socialista, con mayor razón, la mera estatización de una que otra empresa, por medio de un Estado garante de los negocios capitalistas no podrá acercarse en nada al socialismo. La salida siempre, radica en la movilización independiente y revolucionaria de las y los trabajadores y el pueblo, impulsando la nacionalización del aparato productivo sobre la base de su administración colectiva por parte de los trabajadores, y al servicio de avanzar en forma cada vez mas profunda sobre el derecho de propiedad burgués, y no como pretende AGL en la convivencia con los capitalistas mientras le exige a los mineros de Huanuni que hagan socialismo en empresas estatizadas en un marco general de respeto a la propiedad de los capitalistas.

Para esta construcción teórico-política, el ex vicepresidente se ve obligado a adoptar una definición del Estado, como expresión de un “estado anímico de la sociedad”, es decir, es el Estado con toda su carga institucional represiva, con todo su arsenal normativo y material garante de las relaciones sociales capitalistas, la expresión de un determinado estado de ánimo de la sociedad. AGL rechaza la concepción marxista del Estado en la cual este, como resultado del antagonismo de las clases sociales, es esencialmente una herramienta de dominación de una clase sobre otra, y por lo mismo un producto social que se presenta a sí mismo como ubicado por encima de las clases en pugna. De esta manera actúa legitimando las relaciones sociales de explotación y opresión de unos seres humanos por otros y de ser necesario garantizándolas y preservándolas por medio de la fuerza. No otra cosa significa las afirmaciones marxistas de que en definitiva el núcleo central del Estado son sus aparatos represivos más allá de todos los atributos inclusivos que se le pudieran haber agregado y que solo contribuyen a vender una imagen de un Estado “de todos”, inclusivo, pluri-multi, etc., que es lo que hace AGL, mientras que al mismo tiempo se ve obligado a reconocer que el carácter de clase de las FF. AA. no ha cambiado. Es decir, el Estado Plurinacional de Bolivia, ampliamente publicitado como un Estado de nuevo tipo, no sería realmente tan nuevo y continuaría siendo un instrumento de las clases dominantes.

De ahí que para el marxismo revolucionario, la necesidad de impulsar la auto organización de las y los trabajadores, no solo para resistir los ataques de las clases dominantes y sus manifestaciones golpistas y reaccionarias sino para que a partir de esa auto organización y forjando las formas de un nuevo tipo de Estado a partir de la coordinación, la autodefensa y la democracia directa de los trabajadores, avance sobre la propiedad capitalista de los grandes medios de producción, como primer paso necesario en el camino al socialismo. Es imposible liberar a las y los trabajadores y el pueblo con las mismas herramientas que los explotadores y opresores, es decir mediante su Estado (burgués). Por tal razón ya afirmaba Marx luego de las experiencias de revolucionarias de 1848 y de la Comuna de París, que la tarea de los trabajadores no era apropiarse de la maquinaria estatal de la sociedad capitalista sino destruirla, para poder reemplazarla por un nuevo Estado, de los de abajo, de los trabajadores. Solo así se puede entender que hablamos de un Estado de nuevo tipo un Estado que busca su propia extinción, es decir avanzar en la construcción socialista de la sociedad. Solo así, el socialismo puede ser un objetivo político, y por lo tanto permitir la construcción de una “hoja de ruta” estratégica, programática y política, que sobre la base de la lucha de clases a nivel internacional busque alcanzarlo.

Si el Estado es la manifestación de un “estado de ánimo” social, no tiene sentido hablar de su destrucción y su reemplazo por otro tipo de Estado, por un Estado de los trabajadores del campo y la ciudad, que impulse formas de relacionamiento social antagónicas a las desplegadas en la sociedad capitalista. AGL ha transformado el socialismo en una hermosa Idea, en un sueño, pero despojada de toda posibilidad de materializarse. De esta manera, el socialismo es transformado solo en una palabra que al ir acompañada de políticas de colaboración y convivencia con las clases dominantes, tiene la función, aunque no le guste a García, de pasivizar al movimiento de masas, de contener o impedir la propia autoactividad en la lucha de las masas.

Los progresismos y su rol pasivizador de la acción de masas: la experiencia de Huanuni

AGL pareciera molestarse por quienes han afirmado que los progresismos habrían cumplido el papel de desactivar la irrupción de masas que se produjo previo a su asenso como gobierno, algunos de los cuales escriben en la revista, Jacobin América Latina, donde se publica su entrevista. Para negar este rol pasivizador que se le atribuye desde la izquierda, nos va a hablar de lo sucedido en el centro minero de Huanuni, en sintonía con su aversión a avanzar en estatizaciones del aparato productivo, apoyándose como ejemplo de fracaso en la crisis actual de la Empresa Minera Huanuni (EMH).

AGL toma este ejemplo al servicio de dos objetivos, el primero negar la importancia de las estatizaciones como vimos líneas arriba y el segundo para negar el rol pasivizador que cumplieron desde el gobierno. AGL nos dice que “Los que intentan introducir el concepto de revolución pasiva o la idea de pasivización de la sociedad por parte de los gobiernos progresistas tienen que, primero, con hechos prácticos, con algo de etnografía social, mostrar qué experiencias de la sociedad, qué experiencias de acción colectiva han ido más allá de las formas de propiedad, de las formas de gestión que están prevaleciendo. Pongo el caso de Bolivia. Cuando ha habido alguna experiencia –como el caso minero de Huanuni– de ir más allá de la forma de propiedad y de gestión por parte de los trabajadores, el gobierno se ha sumado. Pero el resultado ha sido todo lo contrario a lo que se suponía: en una mina con cinco mil trabajadores, en la que los trabajadores hacen una autogestión de la empresa con recursos públicos, al final resulta que las ganancias de esa empresa no regresan a la sociedad sino que se quedan en los mismos cinco mil trabajadores (…) Entonces estas formas de autogestión (…), acabaron –por la propia dinámica de los compañeros, por la falta de experiencia en gestión y por la propia experiencia cultural– en una forma de apropiación privada. Ese es el caso más novedoso de una forma de gestión que se planteó la propiedad y la gestión más allá del régimen capitalista pero, al final (y no por culpa del gobierno, al contrario, con apoyo financiero del gobierno), recayó en esta forma de apropiación”.

Para que el lector pueda comprender este debate, es necesario recordar brevemente lo que sucedió en Huanuni, y como el ex vicepresidente omite gran parte de lo sucedido y de su propia responsabilidad en la contención de los trabajadores mineros, pasivizando su dinámica movilizadora y organizativa para finalmente responsabilizarlos de la crisis de la empresa y de establecer una nueva “forma de apropiación” privada.

Asumido el primer gobierno del MAS en 2006 y como parte de sus acuerdos con la dirigencia de las cooperativas mineras, constituidas por las capas altas de los cooperativistas, empresarios mineros que contratan peones en condiciones de flexibilización y precarización laboral extremas, se nominó como ministro de Minería a Walter Villarroel, dirigente-empresario de las cooperativas mineras. Este dato político alentó a pocos meses de asumir el cargo, la ocupación del cerro Posokoni en Huanuni por más de 3200 cooperativistas. Los dirigentes de las cooperativas buscaban la adjudicación de todo el yacimiento que pretendían explotar en colaboración con empresas chinas, y para tal fin debían desplazar a los mineros asalariados mediante un golpe de fuerza que facilitara este plan. Sin embargo, este plan fracasó ante la resistencia de los 800 mineros asalariados quienes habían forjado la unidad con las organizaciones de desocupados del distrito minero y con la población de Huanuni que temía, por los métodos “artesanales” de producción de las cooperativas, sin prospección ni exploración minera, el rápido agotamiento del yacimiento como había sucedido en LLallagua-Siglo XX. Estos 800 asalariados habían impuesto mecanismos de control obrero colectivo desde el 2003 que permitieron demostrar el fraude en las cuentas de la empresa por parte de la trasnacional canadiense Allied Deals, que fue intervenida judicialmente, mientras los trabajadores se movilizaban con la exigencia de nacionalización hasta el año 2006. Hay que recordar, que en el levantamiento de octubre del 2003 –que el MAS y Evo Morales se habían negado a apoyar– estos 800 trabajadores cumplieron un rol de vanguardia obrera, iniciándose la huelga general indefinida en este distrito minero y que culminó con la insurrección de la ciudad de El Alto y con el gobierno de Sánchez de Lozada.

El ataque cooperativista, apoyado por el progresismo del MAS, fracasó pero dejó un saldo de más de una docena de fallecidos y decenas de heridos. El intento reprivatizador que impulsaron las cooperativas se hundió ante esa derrota político-militar y obligó al gobierno a proceder con la nacionalización de la empresa, terminando con la intervención judicial y con el contrato de explotación con la canadiense Allied Deals. Cientos de desocupados y cooperativistas ingresaron como plantel de la EMH, subiendo el número de trabajadores a 5000. Los dirigentes-empresarios de las 4 cooperativas de Huanuni se fueron del distrito ante su responsabilidad de las muertes sucedidas, y el ministro cooperativista junto con el gerente de COMIBOL tuvieron que ser removidos y reemplazados. Para facilitar esa gran incorporación de trabajadores a la empresa, los 800 mineros asalariados, en asamblea determinaron reducir sus salarios así como reducir la jornada laboral a 7 horas, iniciándose un proceso difícil de fusión social, que engrosaba las filas de los trabajadores asalariados, pero entre gente que se había enfrentado militarmente días antes. Como se ve, los trabajadores avanzaron hasta el 2006 en desplegar formas de control y gestión colectiva, cuestionaron las formas de propiedad y lograron imponer al gobierno la nacionalización.

Sin embargo, la forma en que el MAS procedió con esta nacionalización, estableciendo el carácter autárquico de la empresa permitió empezar a ahogarla económica y financieramente al tener que funcionar bajo las reglas de una economía capitalista que no era cuestionada en ninguna forma desde el gobierno. La EMH ahora contaba con personal excedente y los costos de producción se habían disparado geométricamente. La nacionalización de Huanuni quedó aislada, mientras el MAS no solo que garantizaba las concesiones mineras a privados y trasnacionales en todo el ámbito nacional sino que otorgaba nuevas áreas fiscales para el sistema cooperativo para reforzar su alianza con los dirigentes empresarios [5] de este sector. ¿Estaba el MAS impulsando formas de propiedad que fueran más allá de las lógicas capitalistas de acumulación y reproducción de Capital? AGL afirma que los progresismos no deben estar más que un paso delante de lo que la sociedad se plantea, sin embargo, en Huanuni, ¿Qué se planteaba la “sociedad”?, ¿quién puede hablar en nombre de la sociedad?, ¿los mineros asalariados que habían dado sobradas muestras de intentar ir “más allá” o los cooperativistas y el MAS que lanzaron un ataque militar para reprivatizar el yacimiento y que fueron derrotados en el intento?

Finalmente es necesario recordar que cuando el distrito minero de Huanuni empezó a discutir la formación de un Partido de Trabajadores, lo que lo ponía a la izquierda y por fuera del MAS, el gobierno temiendo una fragmentación del voto para las elecciones del 2014, pasó a la ofensiva. No solo se reprimió duramente las huelgas obreras del 2013, procesando a los dirigentes sindicales de la Central Obrera Departamental (COD)-Oruro y del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni (SMTMH), sino iniciando procesos penales a cientos de trabajadores mineros. El resultado fue la caída del sindicato que había impulsado la formación de un partido independiente de los trabajadores el 21 de septiembre del 2013. El Partido de los Trabajadores finalmente fue derrotado por la misma burocracia sindical que retornaba al partido de Evo Morales alentada por los mecanismos de cooptación prebendal en el Estado.

¿Leninista de la NEP o pragmático conciliador?

Para concluir, nos parece necesario referirnos rápidamente a la “ruidosa” expresión “leninista de la NEP” con la que García Linera se auto califica. En su relato, AGL afirma sentirse más leninista que nunca, “pero no del comunismo de guerra, sino de la NEP”. Según este punto de vista, la obra del gran dirigente bolchevique, podría fragmentarse a piacere como si ésta hubiera sido la expresión de un pragmatismo tal que sería susceptible de servir de punto de apoyo para cualquier estrategia [6], incluso aquella que pregona García de convivir con las clases dominantes y administrar y gestionar un Estado capitalista. Sin embargo, Lenin, en todo momento de su vida dedicó sus esfuerzos a construir un partido que como él mismo calificó, debía ser un partido de los esclavos insurrectos, en lucha por una sociedad comunista. La NEP, con su retorno a ciertas reglas del mercado y a mecanismos de distribución capitalistas, no significaba el abandono de este objetivo político, sino un retroceso transitorio, ante el caos económico provocado por la guerra mundial y la guerra civil, así como el aislamiento de la URSS producto de la derrota de la revolución alemana. La audacia intelectual de García, le permite embanderarse con el nombre del revolucionario ruso y apoyarse en la necesidad y la posibilidad de un retroceso transitorio como fue la NEP, de un Estado que ya había cambiado su naturaleza de clase luego de la revolución del 17, para negar la necesidad de la revolución socialista, la expropiación de los capitalistas y encubrir así su propósito de administrar el capitalismo atrasado y dependiente aunque este pueda devorarlo como sucedió en noviembre.

 
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