El editor de la revista y editorial Topía, César Hazaki, en su libro "Modo Cyborg" investigó y analizó la relación de las personas con la tecnología, en un mundo, como menciona, con hibridación, entre los seres humanos y las máquinas, producto del incesante avance tecnológico, que no da tiempo para pensar sus implicancias.
El autor afirma que estamos viviendo en la era de la tecnofilia, pero que, con la pandemia, se abrió una fisura importante en nuestra relación con la tecnología: “hay ciertas ilusiones que se están poniendo en cuestión”, dice en la entrevista con Página/12. Ejemplificando con las y los jóvenes secundarios, que al saber que no habría clases presenciales, se pusieron contentos, al imaginar que estarían jugando en la Play (aquellos que la tienen, por supuesto) todo el día. “A los tres o cuatro meses, empezó a ser una situación angustiante, porque extrañaban el contacto con amigos. Y ahora estan podridos de la Play (...) Ese enamoramiento que hubo hasta no hace mucho con lo tecnológico, con la pandemia se ha empezado a fisurar.”
Respecto al fenómeno del teletrabajo, Hazaki señala que la híperconectividad hace que la labor vaya con uno a todas partes y afirma: “Se transformó en que el trabajador trabaja más. Y no sólo trabaja más sino que lo hace por la misma plata.”
Sin embargo, la responsabilidad no va a las tecnologías, ni a las políticas particulares de tal o cual Gobierno. Por el contrario, al consultarle al autor si coincide con que las tecnologías no son buenas ni malas, César es tajante: “Ahora, el problema con las tecnológicas es que los capitalistas, que son los dueños, son el problema. Lo que producen no son las máquinas por sí mismas sino al servicio del gran capital. De hecho, las fortunas más grandes del mundo hoy son todas de empresas tecnológicas. Ahí es donde hay que poner la mirada. Cuando se produjo la Revolución Industrial en Inglaterra, y empezó el tejido con vapor, los luditas se la agarraron con las máquinas porque veían que los laburantes se quedaban con menos trabajo. Rompían las máquinas, hacían sabotaje o quemaban los talleres. Después, se avivaron que el problema no eran las máquinas: el problema eran los dueños de las máquinas. Y de ahí surgieron los sindicatos.”
Ahora bien, hay grandes debates, respecto de los límites a la hora de combinar el cuerpo orgánico y los elementos tecnológicos, respecto al volverse “cyborg”, ¿Está bien? ¿Está mal? ¿Hasta qué punto se puede añadir tecnología al cuerpo? ¿Es ético? ¿Hay un momento en el que debería detenerse esa unión? Hazaki refuerza su punto: “No es que esté mal en sí porque en una cultura no podés decir: "Volvamos para atrás". En general, no se vuelve para atrás en el avance científico. Lo que hay es un aprovechamiento de ese avance científico que no es solidario de ninguna manera. ¿Por qué se agudiza la desigualdad? ¿Por qué se agudiza la diferencia entre ricos y pobres? Algo tiene que ver todo este mundo tecnológico, organizado por grandes capitales. Es un cambio en el capitalismo muy radical.”
Pensar en el avance científico y tecnológico, es una cuestión fundamental, sobretodo en un mundo dominado por el capital, donde los grandes pasos en esa materia, muchas veces tienen fines represivos, militares, como las cámaras de vigilancia, el reconocimiento facial, el mejoramiento de las armas, incluso se está trabajando en tejidos de camuflaje que nada tienen que envidiarle a la capa de invisibilidad de Harry Potter. No obstante, el uso de estos grandes avances, no tienen que ver con la responsabilidad individual o incluso con las políticas particulares de algún Gobierno, más bien, como menciona César Hazaki, el problema de fondo es que la tecnología hoy, está al servicio de los grandes capitalistas. Por lo mismo, es urgente plantear una perspectiva que choque con este régimen, que se beneficie de la tecnología, en una relación de armonía con la naturaleza y todos los seres vivos de este planeta. |