“Esas no son las formas”, “Que se manifiesten sin violencia”, “Vandalas femeninas”, “Ellas no me representan” son algunas de las frases más populares de la prensa, de la policía, el OIJ y representantes gubernamentales y diplomáticos, a lo cual miles de mujeres responden: “Se indignan por paredes, pero no por el asesinato sistemático de mujeres”, “Con violencia es que nos matan y nos violan”, “En el patriarcado incomoda más el feminismo que el femicidio”, “Te molesta la protesta, pero no te molesta que nos maten”.
La naturalización de la violencia hacia las mujeres es parte estructural de una sociedad capitalista patriarcal, y el OIJ y la Policía son instituciones que sostienen ese régimen. Su función es proteger la propiedad privada, o la “pública” en todo caso. No es particular que haya más indignación y despliegue de recursos para encontrar a las mujeres vándalas que rayan paredes, es sintomático, es propio del capitalismo patriarcal.
El desafío de este orden pone en tela de juicio la función y la existencia misma de la policía, en este sentido es claro y necesario detener a toda costa a las mujeres que se rebelan e imprimen en la esfera pública la complicidad y responsabilidad del Estado, el gobierno, la policía y el Poder Judicial, en la naturalizada violencia contra las mujeres.
Lo cierto es que el verdadero peligro, es que un 8 de Marzo las mujeres parieron una revolución. El 8 de marzo de 1917 (23 de febrero, según el antiguo calendario ortodoxo ruso), las trabajadoras rusas lo conmemoraron con manifestaciones, huelgas y motines por el pan, por la paz y contra el régimen zarista: una chispa que, en medio de las penurias de la Primera Guerra Mundial, dio inicio a la revolución con la que la clase obrera conquistó el poder ocho meses más tarde, bajo la dirección del Partido Bolchevique. Lo peligroso es que este 8 de Marzo miles de mujeres marcharon por el centro de San José preparándose para iniciar una campaña nacional para defender el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos.
Sacar conclusiones de estos hechos es necesario para la construcción de un movimiento de mujeres unificado en Costa Rica. En primer lugar, la salida punitivista, que deposita en el Estado, la policía y el Poder Judicial la ejecución de penas más severas para acabar con la violencia hacia las mujeres, es un callejón sin salida.
La herramienta más poderosa para enfrentar la violencia es la organización independiente de mujeres, esta es la segundo conclusión, la fuerza que tiene la emergencia de las mujeres como sujeto político revolucionario es capaz de transformar la sociedad de raíz y botar de una vez por todas los fundamentos del capitalismo patriarcal. |