Ella es trabajadora informal, madre soltera y estudiante terciaria del I.E.S Nº1 “Dra. Alicia Moreau de Justo”. Vive en el Bajo Flores en la Ciudad de Buenos Aires. “Uno deja mucho por tener un poco de plata”, nos cuenta al hacer malabares entre trabajo, estudio y maternidad. La plata no alcanza ni para comida, ni útiles escolares, ni nada. |
“Quería contar un poco lo que vivo día a día que me la rebusco para llevar el pan a la mesa, me pongo la camiseta para pelearla todos los días y que a mi hija no le falte nada. Estoy cansada de trabajar y que no alcance el mango ni para llegar a fin de mes, todo aumenta, la verdad que està todo carísimo: los útiles ni hablar”. La canasta escolar pasó de costar $ 2.282 en 2020 a $ 3.399 para este 2021. Esto sin contar guardapolvo y mochila. La inflación ha llegado a servicios claves para cualquier madre y estudiante, que con el retorno a las escuelas agravará la situación de nuestros bolsillos: aumentará internet, telefonía y transporte.
“No tengo tampoco quien cuide a mi hija porque estoy sola y trato de arreglarme como puedo y nada, aunque me esfuerce el mango no me alcanza.” Las mujeres fueron las que cargaron sobre sus espaldas la multiplicación del trabajo doméstico y de cuidado, incluyendo el apoyo escolar. En el conurbano bonaerense, ese trabajo doméstico gratuito recayó en ellas en 2 de cada 3 hogares.
“Yo soy del barrio de Bajo Flores y puedo contar acá, más o menos, cómo vive la gente. La gente de bajos recursos es la que más sufre, la que más labura y menos tiene. Muchas madres también pasan por situaciones terribles con sus hijos. Es un ejemplo que todas las madres a veces salen en grupo a buscar ropa usada. Ropa que están juntando porque cartonean y las cambian por leche. Las venden para tener un poco de plata, para comprar lo que les pide la escuela, que a veces no llegan. La plata no alcanza.”
La vuelta a clases impulsada por Acuña y Trotta, a nivel nacional y en la Ciudad de Buenos Aires, claramente no estuvo pensada en función de los sectores populares. Sigue siendo una deuda del Estado para con miles de niños, niñas, madres y padres tener garantizada una comida diaria saludable. Es también violencia machista, legitimada y reproducida por el propio Gobierno, la precarización laboral que sufren millones de mujeres en una de las ciudades más ricas del país, pero que no tiene como prioridad a la clase trabajadora.
“Es lo que se vive un poco acá en el barrio. Se sufre un montón el tema de que no alcanza para comprar la canasta básica por ejemplo, y el tema del laburo también, laburos mal pagos, uno deja mucho por tener un poco de plata. En mi caso es que a veces tengo que dejar la jornada completa a mi hija para poder laburar un poquito más y que ese peso sume. Y la verdad es injusto: esto debería terminar. No debería ser así. Quería contar un poco lo que vivo yo y lo que viven muchas mujeres.”
Lo personal, es político. Este testimonio es el de millones de mujeres. La voz de todas ellas podría ser una sola si hubiera asambleas en cada profesorado, lugar de estudio y trabajo, para poder decidir de forma organizada cómo pelear por nuestros derechos. La plata no puede irse para afuera o para financiar a la policía que persigue a las y los pibes de nuestros barrios o que cometen 1 de cada 5 femicidios como se denunció ante el caso de Úrsula. Esa plata la necesitamos para aumentar el presupuesto educativo, para que todo estudiante que lo necesite pueda tener becas de $30.000 de forma irrestricta. También dispositivos y conectividad de forma gratuita. Guarderías y juegotecas donde estudiamos y trabajamos. Un presupuesto de emergencia contra la violencia de género. La mayoría de las trabajadoras de la educación y estudiantes terciarias son mujeres: que la voz de todas ellas se transformen en organización para conquistar maternidades deseadas, infancias libres, y una vida que valga la pena ser vivida. |