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La Izquierda Diario
23 de marzo de 2021 Twitter Faceboock

Crisis
Radiografía del mercado laboral: ¿hubo destrucción del empleo durante la pandemia?
Camila Chiappero
Clara López

A pesar de los relatos y las promesas electorales, en 2020 la desocupación y la subocupación aumentaron, siendo las mujeres y los más precarios los que más absorben los costos de la crisis.

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La pandemia golpeó sobre un mercado laboral que ya venía afectado por el arrastre de la crisis desde 2018, pero también por problemas estructurales de precariedad extrema que se agudizan con cada ciclo de saqueo de la deuda. Mientras el gobierno se limitó a "prohibir los despidos" y subsidiar a los empresarios, dejó que avancen los ataques de las patronales y la desocupación golpeó con fuerza sobre los sectores más desprotegidos. ¿Fue suficiente con el IFE? Se presentan a continuación los números del deterioro del mercado laboral en el último año, tomando los datos del tercer trimestre de 2020 del Indec".

De acuerdo a la evolución de la población económicamente activa entre el tercer trimestre del año 2019 y el de 2020 lo primero que se observa es que se produjo una caída y también que hubo cambios importantes en su composición. Bajó el volumen de jefes y de población económicamente activas (es decir de la sumatoria de trabajadores ocupados y desocupados), lo que subió considerablemente es el peso de los desocupados dentro de los activos, lo que habla sobre el profundo deterioro de la inserción ocupacional de la población en el mundo del trabajo. La gente estuvo menos activa por la pandemia y el aislamiento social, preventivo y obligatorio(ASPO), pero dentro de los activos mientras los ocupados bajaron en términos absolutos y relativos se disparó la desocupación.

Evidentemente muchos trabajadores que se vieron afectados por el ASPO al momento de captarse la encuesta, dada la imposibilidad de mantener su trabajo o conseguir otro cuando fue despedida o perdió el empleo y la parálisis la condenó, como la situación de las trabajadoras domésticas y otras ramas, directamente se autopercibieron y declararon inactivos. La encuesta a hogares que recaba la información, pregunta a la persona si trabajó en los último 30 días de referencia; entre julio, agosto y septiembre de 2020 la gente que había quedado sin trabajo contestó que no trabajo, luego obviamente no buscó porque la obligaron a quedarse en su casa, de hecho se persiguió a los jóvenes de los barrios populares y se avanzó sobre sus derechos. Pero por supuesto y como resulta lógico concluir esta situación es diferencial según clase social.

El derrumbe de la actividad económica: efectos sobre la ocupación, desocupación y subocupación

La baja de la actividad económica impactó en la población ocupada donde puede observarse una caída tanto en los que aparecen en la encuesta como encargados del sostenimiento económicos de los hogares [1] como al analizarlo a nivel de las personas, el impacto siempre fue mayor en los varones. Mientras que la desocupación, el otro componente de la población económicamente activa (PEA), registra aumentos y son las mujeres las que muestran los mayores incrementos entre 2019 y 2020 y quienes presentan siempre las tasas más altas (8,9 % en las jefas y 13,1 % en el total de mujeres en el último año). En puntos porcentuales el aumento de la desocupación en las jefas mujeres triplicó el que tuvieron los jefes varones.

Estas diferencias de acuerdo al sexo se asocian a la desigual inserción laboral donde la mayor precarización y vulnerabilidad de las mujeres se expresa en una mayor desocupación y subocupación laboral, lo que en términos históricos se vincula a una inserción masiva más reciente que está ligada a cambios sociales y culturales. Resalta su mayor escolarización, el cambio en las prácticas reproductivas y la mayor autonomía en la conformación de uniones de pareja donde la tenencia de los hijos retrasó su calendario,y el tamaño del hogar se redujo posibilitando su salida al mundo del trabajo remunerado, sin menoscabar el peso de las persistentes crisis económicas que propiciaron que las mujeres salieran del seno de los hogares donde soportan la casi exclusiva carga de las tareas reproductivas y de cuidados de menores y mayores para afrontar el sostenimiento económico de los hogares.

Las mujeres salieron a trabajar engrosando las filas del precariado, padeciendo la doble carga de trabajo dentro y fuera del hogar en condiciones paupérrimas, donde extendieron su rol de “cuidadoras” a ramas de la actividad económica asociadas: educación, salud, y servicios de cuidados varios. Pero la situación es diferencial por clase social, las mujeres trabajadoras de los sectores populares que no pueden tercerizar las tareas de cuidados en otras personas, ante el cierre de las escuelas y guarderías y el confinamiento padecieron el recrudecimiento de la sobrecarga de tareas dentro del hogar.

En la pandemia por Covid 19 nuevamente las mujeres llevan la peor parte: más desocupadas y sosteniendo altos niveles de subocupación (16 % en jefas de hogar y 14 % en la población femenina).

El reporte de datos del 3er trimestre de 2020 publicado por el Indec refleja una caída en el porcentaje de trabajadores ocupados en el sector privado, que fue mayor en los trabajadores que no poseen calificación laboral, los que viven de la venta ambulante en las megaciudades y que han tenido vedado el transporte; y también los trabajadores de la construcción, comercio, servicio doméstico y otros servicios comunitarios, sociales y personales. La desocupación fue mayor en las mujeres que tienen entre 30-64 años.

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Con respecto a la subocupación al contrastarse el tercer trimestre de 2019 y 2020 son los varones los que registran los mayores aumentos, su tasa de subocupación subió entre 2 y 3 puntos porcentuales. No obstante, las mujeres padecen más la subocupación con un nivel máximo de 16 % que se mantuvo con la pandemia, en cambio los varones pasaron de 9,8 a 12,1 % de población económicamente activa subocupada.

La precariedad laboral extrema

La precariedad laboral extrema muestra una baja en 2020 respecto al mismo trimestre del año anterior lo cual no significa una mejora en el acceso a derechos laborales básicos y en el salario o ingreso, por el contrario, son quienes en mayor medida fueron expulsados del mercado laboral y absorbieron los costos de la pérdida de empleos y de alternativas de ingresoy para quienes la única política fue el IFE de 10 mil pesos por familia solo entregado tres veces cada dos meses.

Recordemos que desde LID venimos analizando la precariedad extrema considerando al conjunto de trabajadores que no sólo no tienen descuentos jubilatorios sino también a los que no tienen beneficios sociales (aguinaldo, vacaciones, licencias, etc.), a los que están por debajo del salario mínimo vital y móvil (SMVM) y a los trabajadores familiares que no cobran salario.

La consideración de la “precariedad extrema” aporta una mirada más completa ya que se tienen en cuenta más dimensiones de la precariedad que la mayoría de los análisis dejan por fuera y sólo se centran en el empleo informal, aunque tampoco es exhaustivo ya que con la información disponible no pueden captarse todas las dimensiones y formas que adopta hoy la precarización como la tercerización laboral o la precariedad en los empleos formales donde a través de nuevos convenios se flexibilizaron los derechos laborales.

Analizando la precariedad extrema resaltan siempre las mujeres que están mucho más precarizadas. Puede observarse que los cambios en el nivel de los trabajadores ocupados implicaron una baja que se expresa tanto en la jefatura de los hogares como en la población. Claramente las mujeres padecen mayor precariedad laboral extrema, pero a partir del aislamiento y los despidos producidos en la pandemia mujeres y varones aparecen menos “precarios extremos” en valores absolutos y relativos respecto al año 2019. Mientras que en absolutos la caída es mayor en los varones, en porcentajes el peso de las precarias extremas, independientemente de su situación de convivencia, desciende 8 puntos porcentuales, apenas por encima de los varones (6 en los jefes y 7 en el total de varones). Las mujeres, sin embargo, mantienen mayores niveles de precariedad.

Es importante tener presente que entre el 3er trimestre de 2019 y el 3er trimestre de 2020 el SMVM se mantuvo congelado. Esto hace que pese al gran aumento inflacionario del bienio una franja importante de trabajadores que superaron los escasos $ 21 600 no hayan sido incorporados a la categoría de precarios extremos cuando indudablemente sí lo son dado que la canasta básica total estimada por el Indec ascendió en septiembre de 2020 a $ 47 216 para una familia comúnmente denominada tipo (cuatro integrantes compuesta por un varón de 35 años, una mujer de 31 años, un hijo de 6 años y una hija de 8 años).

Además también contribuyó a bajar el porcentaje de precariedad la disminución de los trabajadores ocupados ya que el cálculo se efectúa sobre este subuniverso.

El último informe del Indec sobre el mercado de trabajo muestra cómo entre los trimestres considerados en esta nota mientras aumentan los ocupados que no trabajaron la semana anterior a la encuesta disminuyen el peso de los que trabajan en las ramas de la construcción, comercio y servicio doméstico, aquellos que acorde al nivel de calificación de la ocupación se desempeñan en tareas no calificadas, o quienes no tienen descuentos jubilatorios, es decir los más desprotegidos o con peor inserción laboral.

Pero que no haya un aumento en el índice de precariedad extrema no implica que estén mejor, como se mencionó, la baja de la masa de ocupados está asociada al cierre temporal/definitivo de algunas actividades y al confinamiento, hizo que muchas personas se autopercibieran como inactivas y también el congelamiento del SMVM incidió en la baja del indicador en la medida de que menos gente quedó por debajo del mismo, atemperando la medición de un fenómeno crítico que es crónico. En la medida de que no se reoriente la política privilegiando las prioridades de la gente y prime el lucro y la especulación y se pague la fraudulenta y odiosa deuda externa estose va a profundizar.

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El núcleo duro de la precariedad extrema se manifiesta en el trabajo de mujeres y jóvenes quienes padecen los mayores niveles. Las jefas mujeres presentaron un 44 % de precariedad extrema vs. el 52 % que tuvieron en el 3er trimestre del 2019. Los que salieron del universo de los ocupados pasaron a engrosas a los inactivos. Al observar la composición de estos últimos en la población de 10 años y más hay mayor presencia de la categoría de “estudiantes”, donde al 2020 son mayoría absoluta y relativa los varones. Las mujeres preponderan en las amas de casa (30 % vs. 12 % de amos de casa varones) y entre los jubilados y pensionados, explicándose por su mayor peso a partir de los 60 años dada su mayor sobrevida, lo que no quiere decir que pese a vivir más lo hagan en condiciones de salubridad ya que pueden vivir más pero padecer más enfermedad. Pero por supuesto esta situación es diferencial según clase social. La caída de los varones en la inactividad se refleja también en el incremento de los que se declaran abocados a las tareas domésticas (amos de casa) cuyo porcentaje se triplica (4 % a 12 %).

El empeoramiento de los indicadores laborales muestran que para enfrentar la desocupación y la precariedad laboral son necesarias medidas de emergencia como la entrega de un IFE de $ 40 000 para todos aquellos que se quedaron sin ingresos durante la pandemia y elevar el salario mínimo vital y móvil a $ 50 000 como propuso el Frente de Izquierda en el Congreso. Así como la ocupación de toda empresa que despida masivamente como medidas que contemplen un plan de obras públicas controlado por los trabajadores, reducción de la jornada laboral a 6 horas sin rebaja salarial y el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados. Sólo la extensión de la auto organización, la unidad y coordinación de las distintas luchas que ya empiezan a verse a lo largo del país pueden hacerlo posible.

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[1] Se denomina comúnmente como “Jefes de hogar” ya sea que estén conviviendo junto a una pareja y/o otros familiares que pueden o no aportar al sostenimiento económico del hogar o que estén solos y tengan la exclusiva responsabilidad como es el caso de muchas mujeres que están solas con sus hijos.

 
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