Las cifras de militares que participarán de esta medida es exorbitante: se acordó que México pondrá 10.000 militares en su frontera, mientras que Guatemala enviará 1.500 policías y militares a la suya, mientras Honduras se comprometió a enviar a 7.000 agentes de esas fuerzas represivas.
Por el caso de Honduras y Guatemala, se dijo que el reforzamiento de militares será temporal, pero el Gobierno mexicano anunció en marzo el fortalecimiento de sus medidas de seguridad y el despliegue de la armada.
“El objetivo es hacer más difícil la travesía y dificultar más el cruce de las fronteras”, expresó la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki.
Desde la llegada de Joe Biden, ha habido un aumento del fluyo migratorio, y esto se está volviendo un reto para la nueva presidencia. A pesar de que en el discurso aseguran que intentan revocar las políticas de Trump, la fuerza armada sigue siendo la primera opción para la detención de migrantes.
Biden ha prometido nuevas reformas progresistas, que llenan de esperanza a los y las migrantes. Pero las condiciones por las que pasan los migrantes en su estadio en los centros de detención es deplorable.
La mayoría de los migrantes hondureños, guatemaltecos o salvadoreños, entre otros, que cruzan México para llegar a Estados Unidos ahora se enfrentan no solo a las redes de trata de personas, polleros, crimen organizado, desapariciones forzadas, falta de acceso a derechos plenos como al trabajo y salario dignos y a la salud, sino a un cuerpo represivo reforzado por López Obrador que reprime, encarcela y expulsa a miles los migrantes centroamericanos, por órdenes de Estados Unidos.
Aunque lo afirmen, la intervención de la milicia en las fronteras no es temporal y tampoco es nueva. Joe Biden, sigue con algunos matices la misma respuesta hacia el fenómeno migratorio que antes habían llevado adelante Obama y Donald Trump, sin importar las vidas de toda la gente que intenta cruzar la frontera. Los gobiernos de la región, por su parte, son garantes también de esta política.
En temas migratorios no existe una grieta entre demócratas y republicanos. Aunque los primeros discursivamente prometan un mejor trato y algún tipo de regularización, en realidad tienen el objeto de reglamentar de alguna manera a a los millones de trabajadores migrantes que hoy son la mano de obra más precarizada del país, siempre al borde de una deportación.
En las políticas generales no hay diferencias. Trump siguió construyendo un muro, a medias por cierto, que ya habían comenzado antes Obama, Bush y Clinton. Aún con su discurso xenófobo y racista, y llamando a los migrantes violadores y narcotraficantes, Trump no llegó a deportar a la cantidad de personas que expulsó Obama, por lo que se lo conoce popularmente como "deportador en jefe". Mientras que Trump, avanzada su gestión, sumaba unas 750.000 deportaciones, Obama llegó a expulsar a 400.000 migrantes en un solo año, y gobernó durante 8.
Hoy Biden enfrenta una de sus primeras crisis en el aumento de flujo migratorio y en las imágenes de menores solos encerrados en centros de detención en condiciones inhumanas.
La respuesta institucional del Gobierno estadounidense a esta crisis fue la salida de Roberta Jacobson, anunciada para fines de abril, del cargo de coordinadora para la frontera sur de EE. UU.
Pero la respuesta real es muy distinta. Se trata de este nuevo acuerdo que implica un reforzamiento de la militarización general de las fronteras de México y Centroamérica, y que implicará mayores tormentos para miles de migrantes que huyen de situaciones difíciles en sus propios países, en gran parte provocadas por las guerras, narcotráfico o asfixia económica propiciadas por el propio imperialismo estadounidense. | 
