La expansión de las malezas resistentes a herbicidas es uno de los mayores problemas que enfrenta la agricultura a gran escala. Es producto de las malas prácticas agrícolas, el monocultivo y, en particular, de la continua aplicación de un mismo tipo de herbicida. Aquellas pocas plantas que sobreviven a la aplicación del herbicida pueden traspasar esta capacidad de resistencia a sus descendientes y de esta manera se multiplican y expanden, ocupando cada vez mayor superficie de suelos agrícolas. Por ejemplo, desde la expansión del cultivo de soja genéticamente modificada para resistir al herbicida glifosato, la aplicación de este producto se ha incrementado exponencialmente y como consecuencia se han producido casi 300 eventos independientes de aparición de malezas resistentes alrededor del mundo. En muchos casos, los productores agrícolas se han visto además obligados a aumentar la dosis de herbicida aplicada para controlar las malezas.
La respuesta de las empresas biotecnológicas a este fenómeno, más propia de un fabricante de armamento que de científicos, ha sido sencillamente reemplazar un herbicida por otro, lo que les permite mantener su predominio comercial. De esta forma, en Argentina se aprobó en abril la soja con tecnología enlist de Dow AgroScience que presenta resistencia a los herbicidas glifosato, glufosinato de amonio y 2,4-D, además de genes Bt de resistencia a insectos. El 2,4-D (ácido 2,4-diclorofenoxiacético) también es utilizado en el cultivo de soja transgénica "tradicional", como control de malezas antes de la siembra. La comparación de la lucha contra las malezas con una guerra no es sólo una metáfora, ya muchas empresas de biotecnología tienen una historia previa como empresas químicas proveedoras de armamento.
El 2,4-D es uno de los componentes, junto al 2,4,5-T, del Agente naranja utilizado criminalmente por el ejército norteamericano como defoliante en la guerra de Vietnam. En aquella oportunidad fue fabricado por Monsanto y Dow Chemical y estas empresas siguen siendo los principales productores de este químico en la actualidad. El 2,4,5-T se encuentra totalmente prohibido, principalmente por la toxicidad de un subproducto de su fabricación, el TCDD, una dioxina cancerígena y teratogénica (que causa daños y malformaciones durante el desarrollo embrionario).
La historia del 2,4-D ha sido la del "hermano bueno" del Agente naranja y continúa siendo utilizado como herbicida, siendo el segundo más usado en nuestro país.
Esta historia podría tener un vuelco inesperado: el 22 de junio pasado la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud, publicó un adelanto de su próxima donde lo clasifica como "posiblemente cancerígeno", en la categoría 2B de su clasificación. Como comparación, el glifosato y el insecticida DDT se encuentran en la categoría 2A, y productos como la dioxina TCDD en la categoría 1. Se lo considera posible carcinogénico porque la evidencia en humanos no es concluyente, y la evidencia en animales es limitada. Pero existe evidencia suficiente de que provoca estrés oxidativo e inmunosupresor en humanos.
A diferencia del glifosato, que fue declarado cancerígeno recientemente y luego de casi 20 años de uso intensivo asociado al "paquete tecnológico" de la soja transgénica, en este caso IARC se adelanta al comienzo de un incremento exponencial en el uso de 2,4-D. Esta vez la advertencia llega a tiempo.
Pero uno de los problemas es, como denuncia Pagina 12 [link3], que la Corte Suprema de Justicia rechazó el pedido de suspensión del uso de la nueva soja transgénica porque “no cumplía los requisitos de gravedad ni de urgencia”. Pero es el mismo gobierno nacional quien aprobó la liberación de esta tecnología por sola recomendación de CONABIA (Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria), organismo público-privado integrado por representantes del gobierno, universidades e instituciones científicas y, crucialmente, por representantes de las mismas empresas que proveen del paquete tecnológico de los cultivos transgénicos. El mismo modelo que es denunciado por organizaciones y comunidades que hoy sufren casos de cáncer. |