Como explica Fredy Lizarrague, el NPA surgió de la disolución de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), integrante del Secretariado Unificado, que se autodefine como “la IV Internacional”. Ya a comienzo de los años ‘90, la LCR literalmente quemaba sus banderas y tiraba a la basura la defensa de la dictadura del proletariado para defender una difusa “democracia hasta el final”. El surgimiento del NPA en 2009 fue un salto en la disolución de las fronteras entre reformistas y revolucionarios. En ese momento, se propusieron reunir a los sectores de la clase trabajadora, de la juventud y de los movimientos sociales de manera independiente de la izquierda institucional y adoptar un programa socialista de “ruptura” con el capitalismo. La posibilidad de que haya tendencias en su interior abrió espacio para la formación de distintas corrientes que, cada una a su manera, defendieron su programa y su estrategia, entre ellas los compañeros y compañeras de la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional en Francia.
Para que se entienda en Brasil, la crisis terminal del NPA tiene como origen la política de su propia ala históricamente mayoritaria, proveniente de la corriente dirigida por el fallecido Ernest Mandel. Ese ala -que había perdido varios adherentes desde 2009 hacia formaciones más conservadoras y de derecha, como el antiguo Parti de Gauche o incluso el Partido Socialista- decidió ahora avanzar en acuerdos para las elecciones regionales (en Occitania y en Nueva Aquitania) con el partido de la izquierda institucional (centroizquierda) proimperialista La France Insoumise (LFI), de Jean-Luc Mélenchon. Como si fuera poco, ese ala dejó abierta la puerta a acuerdos en la segunda vuelta con el Partido Socialista (PS) y los Verdes, partidos que fueron gobierno en el Estado imperialista francés, o son parte de acuerdos gubernamentales en otros países europeos como en Alemania.
Ese giro a derecha por parte del ala históricamente mayoritaria hace inviable una línea de independencia de clase, y frustra incluso las difusas barreras del NPA que impiden un alineamiento con la centroizquierda que, ante el fracaso de su proyecto de “alternativa a la socialdemocracia tradicional”, vuelve a los brazos de los partidos socialistas en toda Europa. Ya vimos la tragedia de Podemos como socio del PSOE en el gobierno imperialista español, y la propia política de Mélenchon que, después de salir del Partido Socialista Francés, negocia con él posibles acuerdos electorales.
La conformación de la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR, organización hermana del MRT en Francia) dentro del NPA se hizo a banderas desplegadas, sin haber defendido los principios fundacionales del NPA, es decir, sin defender partidos amplios sin delimitación entre reformistas y revolucionarios. Desde entonces, nuestra actuación en su interior siempre fue luchar por la construcción de un verdadero partido revolucionario de los trabajadores en Francia. Es eso lo que permite que hoy, ante esta crisis terminal del NPA donde su dirección histórica avanza hacia una política liquidacionista de acuerdos con Mélenchon, la CCR esté luchando para fusionar la nueva generación de militantes surgida de las grandes movilizaciones que ha vivido el país desde 2016, así como una superación de la ambigüedad estratégica que ha marcado a la organización desde su fundación. Eso por sí solo exigiría que todas las organizaciones de la izquierda obrera, socialista y revolucionaria de todo el mundo se posicionen sobre el rumbo del NPA.
Pero para eso es importante rescatar las posiciones màs históricas de las corrientes, especialmente las que reivindican el trotskismo en Brasil, en relación a la fundación del NPA. Ha sido una característica recurrente de algunas organizaciones de la izquierda brasileña “alabar” proyectos “amplios” neorreformistas, como es el caso de Syriza o también de Podemos. Aquí vimos fotos tal vez ya apagadas deLuciana Genro con Alexis Tsipras de Syriza, el ajustador del pueblo griego, y también vimos a Guilherme Boulos viajar al Estado español
para “aprender” de Pablo Iglesias de Podemos, que tras ser humillado en las elecciones de Madrid por la derecha trumpista renunció y se jubiló de la política. Pero para debatir el caso específico del NPA -que incluso ante estos engendros neorreformistas mantuvo durante su existencia las fronteras de independencia de clase más elementales- hay que decir que la gran mayoría de las corrientes siempre fue entusiasta del NPA justamente por su carácter amplio. Estamos hablando de las corrientes brasileñas que integran el Secretariado Unificado, lo que en sí mismo es un capítulo aparte. Muestra de su falta de organicidad es que ho hay una “sección brasileña” del SU sino varias corrientes que deciden, sin un contenido muy claro, su integración al SU. Lo que para ellos es sin duda expresión de “amplitud”, en realidad es una muestra de la decadencia de esa organización internacional que tiene su centro de gravedad justamente en Francia. En Brasil, Insurgencia/PSOL integra el SU y no está claro si sus recientes rupturas como Subverta y Comuna sigan integrando esa “Internacional”. El MES/PSOL, que siempre está buscando algún aliado internacional para suplir su deficiencia en ese ámbito, también viene integrando el SU. No se sabe si como “sección”, como “simpatizante” o como “observador”, pero es lo suficiente para que digan en las notas de su revista que son parte de una supuesta “IV Internacional”.
Esa “pertenencia”, por más fluida que sea en realidad, ya sería lo suficiente como para que estas corrientes se pronuncien públicamente sobre la crisis terminal del NPA. Pero sobre eso solo hay silencio. ¿Cómo posicionarse ante el giro a derecha de la dirección oficial del NPA mientras emerge un ala revolucionaria, si no es apoyando ese ala revolucionaria que combate el giro a derecha? El problema es que esas corrientes tendrían muchas reservas en apoyar una política revolucionaria en Francia, ya que hace años que la actuación de la CCR en Francia viene siendo una incomodidad. A tal punto que, ante la propuesta de ingreso del MRT en el PSOL hace unos años, con la propuesta de luchar en su interior por la misma política de independencia de clases que siempre hemos llevado adelante, una respuesta común a las corriente era el miedo de que “hiciéramos en el PSOL lo que estábamos haciendo en el NPA”. La pregunta que queda es: ¿miedo a que batallásemos contra el oportunismo liquidacionista y en defensa de la independencia de clase? ¿De que luchásemos para fusionar el marxismo revolucionario con lo más avanzado de la vanguardia obrera? ¿Que defendiésemos la centralidad obrera y su hegemonía sobre los sectores oprimidos y que el eje del partido debería ser la lucha de clases y no las elecciones? Evidentemente esa era la preocupación, ya que el resultado aquí en Brasil en ese momento fue la negativa del PSOL de permitir la entrada del MRT y su publicación Esquerda Diário, que tiene un alcance mensual de millones.
Pero la crisis terminal del NPA debería abrir una gran discusión entre todas las corrientes que se reivindican trotskistas, ya que es el símbolo de la bancarrota de los proyectos de partido amplio “anticapitalistas”. Cuando debatíamos las experiencias de Syriza en Grecia y de Podemos en el Estado español, era aun más evidente la trampa del proyecto reorreformista y las consecuencias desastrosas de esa política, que la izquierda pagó para ver y sobre las que nunca, jamás, hizo un balance público. ¿Cuál es el balance en relación a Syriza y su ataque al pueblo griego al mando de Alemania, que resultó en la vuelta de la derecha a Grecia en 2019? ¿Cuál es el balance ahora sobre la jubilación precoz de Pablo Iglesias que estaba cogobernando el Estado imperialista español con los social liberales de Pedro Sánchez y se opuso a la independencia de Catalunya, quedando del lado nada menos que de la reaccionaria monarquía española? Es imposible combatir el giro a derecha del ala históricamente mayoritaria del NPA, de la mano del neorreformista y soberanista Mélenchon, sin esos balances políticos claros. ¿Será por eso que estas corrientes callan sobre la “cuestión NPA”? ¿El silencio serviría para preservarlas de tener que reconocer los errores políticos en el apoyo a Syriza y Podemos?
Sin esas discusiones, ¿cómo es posible tener una política internacionalista que sea revolucionaria? No es posible, eso es lo que explica también que corrientes como el MES, por ejemplo, se hayan embarcado en la onda Biden en Estados Unidos, justificandolo hacia la militancia que se trataba de un voto “crítico”, pero que ahora está ensangrentado ante la ofensiva de Israel a la Franja de Gaza, que cuenta con el apoyo “negociador” de Biden.
Podemos ver esa forma peculiar de posicionarse sobre fenómenos políticos a nivel internacional, o directamente actuando en ellos, también ahora ante las elecciones constituyentes en Chile. Distintas figuras del PSOL celebraron el fin de la herencia pinochetista, como si el régimen que mantiene esa herencia viva hubiese “desaparecido” con el fin de las elecciones. También celebran la entrada de mujeres del Partido Comunista a cargos de poder, cuando el PC chileno actuó como salvavidas de Piñera y del régimen desde la rebelión de 2019, obstaculizando la alianza entre la juventud y la clase trabajadora. Digno de mención es la dilución del PSTUen una lista reformista, mostrando que la narrativa contra el electoralismo, que la dirección del PSTU lanza contra todos los adversarios, no sobrevive a las fronteras.
Los debates internacionales deberían servir para hacer avanzar las posiciones que puedan defender una política abiertamente revolucionaria dando peso prioritario a los procesos de la lucha de clases como vemos también en Colombia. Hoy, en Francia, la CCR está emergiendo también a través de esta política que, en este momento, se expresa en la precandidatura presidencial de Anasse Kazib por el NPA. Anasse es un joven ferroviario que es uno de los principales liderazgos de los procesos de la lucha de clases en Francia durante los últimos años. Esa línea política, que se enfrenta contra el liquidacionismo del NPA, debería ser apoyada por toda la izquierda trotskista. Fue en ese sentido que enviamos una carta a la izquierda del NPA -como las corrientes Anticapitalismo y Revolución, Democracia Revolucionaria y L’Etincelle (la antigua Fracción de Lutte Ouvrière)- llamando a unificarnos contra la dirección tradicional con un candidato unitario de la izquierda (para la cual la precandidatura no sería un obstáculo) levantando una política de independencia de clase y que exprese a la nueva vanguardia del movimiento obrero. En Brasil, las corrientes de la izquierda trotskista deberían apoyar esa política por las consecuencias históricas que podría tener el surgimiento de un partido revolucionario en Francia para la tarea de reconstrucción de la IV Internacional. Esperamos que la izquierda rompa el silencio sobre el enorme proceso político en Francia.
Del NPA en Francia al PSOL en Brasil
Una de las discusiones que la crisis terminal del NPA también debería abrir es sobre la situación del PSOL en Brasil. Después de la entrada del Gobierno Bolsonaro en el poder, el PSOL viene en un desenfrenado giro de adaptación al PT que culminó en las últimas elecciones de San Pablo con el Frente Amplio encabezado por Guilherme Boulos Ese frente amplio reunió no solo al PT sino también a partidos burgueses como el PSB y PDT. Este giro desenfrenado, sin embargo, tendrá un capítulo aun más acelerado con lo que ya viene siendo la presión de adaptarse a Lula desde su rehabilitación como presidenciable por el mismo Poder Judicial que fue parte del golpe institucional y de su prisión arbitraria.
Aunque no lo diga abiertamente, la corriente mayoritaria, Primavera Socialista (de Ivan Valente y Juliano Medeiros, presidente del PSOL, ahora fortalecidos por la conformación de una corriente interna de Guilherme Boulos, Revolución Solidaria, junto con Resistencia del más lulista de todos, Valério Arcary), está preparando el partido para estar juntos con Lula en las elecciones de 2022. Arcary tiene una manera bizarra de intentar maquillar su política de izquierda: dice “Lula 2022 con un programa anticapitalista” cuando el propio Lula está negociando con el expresidente José Sarney y viejos actores burgueses del putrefacto régimen brasileño. A pesar de él, la forma más común de ese ala del PSOL para parecer de izquierda es “no hablar del tema”, diciendo que “ahora es hora de lucha”. Sin embargo no se sabe qué lucha es esa, una vez que no están movilizando a ningún sector de la clase trabajadora en conflictos que se coordinen entre sí nacionalmente (más allá de acciones mediáticas de presión al Gobierno) y cuando están en alguna lucha es de forma completamente adaptada a la política traidora de las centrales sindicales.
En oposición a esa política, el MES junto con el diputado federal Glauber Braga (ex PSB) y con la centroizquierdista Luiza Erundina (que ya fue candidata al gobierno de San Pablo con Michel Temer como vice) lanzaron la precandidatura de Glauber Braga para defender un candidato propio del PSOL. Es llamativo que el combate del MES a la adaptación del PSOL al PT se de solo en el ámbito electoral Eso es así porque, cuando se trata de la relación con las centrales sindicales, esas dos alas del PSOL están unificadas en la adaptación a las direcciones burocráticas. Es prácticamente imposible encontrar alguna tímida crítica a la CUT y a la CTB en los materiales de esas corrientes que, al mismo tiempo, están siempre listas a subirse al escenario de los actos y clamar por unidad. Pero es aun más curioso que el MES ahora agite la “candidatura independiente” cuando llegó a barajar tácticas posibles que incluían hasta a Ciro Gomes, que ahora flirtea con el DEM y otros sectores de la derecha. En este camino, ya queda claro que el MES en el segundo turno apoyará “cualquier candidatura contra Bolsonaro”, de Lula e incluso de los liberales, como “teoriza” Roberto Robaina.
Por eso, en este momento están en juego dos tácticas electoralistas en el PSOL que se unifican en defensa del impeachment y se adaptan al régimen del golpe institucional, una de ellas abiertamente capituladora al PT y a Lula. Vale mencionar que es llamativo el silenciio del Bloque de Izquierda del PSOL sobre esa situación.
Una política de independencia de clase en Brasil pasa por los debates políticos internacionales
Como venimos discutiendo desde hace algún tiempo, nos parece fundamental que la izquierda revea su adaptación al régimen del golpe institucional, una vez que la bandera del impeachment, que también es común a ambas alas, significa la entrada del general Mourão, racista y adorador de la dictadura militar. Como ejemplo de la lucha en Chile, la discusión de una Constituyente debería estar a la orden del día para ser una bandera que pudiese unificar a nuestra clase y prepararnos incluso para desvíos, como vimos en el caso chileno, y defender una Constituyente impuesta por la lucha donde los trabajadores puedan avanzar para luchar por un Gobierno de trabajadores de ruptura con el capitalismo. En Brasil una nueva Constituyente impuesta por la lucha podría ser una de las banderas levantadas a partir de un plan de lucha inmediato para enfrentar las muertes por Covid, el desempleo y el hambre, unificando a todos los focos de resistencia en curso como los trabajadores del subte de San Pablo, los docentes en diversas provincias como Minas Gerais y San Pablo, la juventud de las universidades federales que empiezan a movilizarse contra los recortes y las pequeñas luchas de resistencia que vienen habiendo en las fábricas. Esta política de articulación es lo que el PSOL se niega a batallar. Hablan de “luchar” de manera abstracta, pero sin articular un polo junto con las corrientes de izquierda, la CSP-Conlutas e Intersindical, que podría ser un contrapunto a las burocracias sindicales y fomentar alas del movimiento obrero que tengan fuerza para imponer que esas burocracias se muevan y pongan el cuerpo en la lucha. No bastan parlamentarios que sean simpáticos a la lucha, hay que batallar por la autoorganización de los trabajadores. Es esa fuerza la que puede frenar los ataques, no media docena de diputados. Los parlamentarios deberían estar potenciando cada lucha en cada lugar de trabajo, como hacemos en Argentina con parlamentarios que son referencias nacionales, como Nicolás del Caño y Myriam Bregman.
Llamamos a la izquierda trotskista a debatir sobre estos temas en la perspectiva de retomar las discusiones iniciadas en la Conferencia Latinoamericana y de los Estados Unidos el año pasado. Hemos venido expresando nuestras posiciones en la Red Internacional de Diario y en el Manifiesto por una Internacional de la Revolución Socialista que publicamos recientemente. Y como Fracción Trotskista estamos defendiendo la realización de una Conferencia Internacional, que tenga como uno de los centros el debate sobre Francia y la crisis del NPA. Creemos que una Conferencia pautada en la independencia de clase, como la que realizamos el año pasado, puede contribuir en las discusiones entre la izquierda que se reivindica trotskista. |