La aparición de Nayla fue, para algunos, una excelente noticia ante la escalada de femicidios que, por lo general, llevan a esperar el peor de los escenarios.
Para otros, la puerta de entrada a su vida personal a través de una mirada machista y misógina por parte del periodismo que dio cobertura. Que si estaba con su ex, con su abuela o con su perro. Que si iba en auto, caminando o en avión. Que si estaba en el kiosco, en el parque o en la casa de una amiga.
Así se inicia una cadena de acusaciones y el eje cambia por completo. Lo que prima ya no es la preocupación, la desesperación y el miedo que brota de forma automática cada vez que sale la noticia de una mujer desaparecida.
Ahora lo que importa es saber minuciosamente cada detalle de su vida.
Pareciera que conocer al dedillo todos estos aspectos facilita el camino para llegar al veredicto de siempre: es culpable. Porque si aparecen vivas, las demonizan y se convierten en objeto de insultos. Si aparecen muertas, también.
Hace unos días también trascendió la triste noticia de un nuevo femicidio en Comodoro Rivadavia. Los medios comodorenses no tardaron en sacar a relucir su más putrefacto morbo viralizando la imagen de la joven sin vida.
Los medios de comunicación, con su idea de periodismo de la humillación, del morbo y la revictimización no hacen más que seguir tapando el problema estructural de la violencia machista que azota y se cobra la vida de una mujer cada 22 horas.
El próximo 3 de junio se cumplen 6 años del primer Ni Una Menos. Desde Pan y Rosas repudiamos los métodos de los medios de comunicación que reproducen la violencia hacia las mujeres y seguimos acompañando los reclamos de justicia por todas las víctimas de femicidios. | 
