En una nota reciente sobre el Cordobazo, tomábamos la definición del abogado y testigo de los acontecimientos, Lucio Garzón Maceda, quien señalo que el movimiento de mayo de 1969 había sido la culminación de un proceso “que tuvo como actor central –casi único– al movimiento obrero de Córdoba, en tanto movimiento social organizador de luchas colectivas trascendentes (…) se trata de un movimiento obrero que comenzó a languidecer casi inmediatamente después del Cordobazo (…)”. El autor se refiere a la experiencia concreta de la CGT cordobesa surgida al calor de las luchas de la resistencia peronista en 1957. Para Garzón Maceda el movimiento obrero dirigido por la burocracia sindical peronista, y que incorpora en su seno la disidencia de Agustín Tosco, configuraron un sindicalismo que, constituyo un “movimiento social”, en palabras del mismo autor. Un movimiento que trasciende lo sindical, se establece como referencia de una alianza popular y se proyecta como alternativa política.
Burocracia, política burguesa, insurgencia
No esta demás señalar que la idea de la CGT como base de un proyecto político, no era ajena a la burocracia sindical nacional que representada en la figura de Augusto Timoteo Vandor, predicaba una conducción sindical del peronismo en oposición a Perón, un peronismo sin Perón, de carácter colaboracionista con el régimen libertador. Uno de los principales representantes de esa línea en la CGT provincial era el líder del SMATA, Elpidio Torres, quien era apodado el Lobito”, por su cercanía al dirigente de las 62 Organizaciones.
Por su parte, la CGT de los Argentinos, pregonaba la idea de un peronismo revolucionario bajo el liderazgo del propio Perón. Es decir que el movimiento obrero se encontraba dividido entre una fracción burocrática laboralista de derecha cuyo proyecto era un peronismo colaboracionista con el régimen proscriptivo y otra fracción combativa pero subordinada a Perón bajo la idea de un supuesto liderazgo revolucionario.
Este tipo de movimiento obrero fue efectivamente liquidado por el Cordobazo. Las barricadas en el centro de la ciudad y la resistencia en el barrio de Clínicas, la irrupción revolucionaria de la clase obrera, la semi-insurrección, fueron el inicio de un proceso de autoorganización de la clase obrera alrededor de sus comisiones internas y abrió tendencias a la ruptura política con el peronismo de los trabajadores. El surgimiento del SITRAC-SITRAM, la recuperación del SMATA Córdoba con la conducción de René Salamanca, la UOM Villa Constitución, el sindicato ceramista de Villa Adelina, las comisiones internas antiburócraticas que enfrentaban el Pacto Social y las Coordinadoras interfabriles (que agrupaban a más de 130 comisiones internas y seccionales sindicales y representaban más de 120 mil trabajadores), entre 1969 y 1976, indicaban que abrió un periodo de insurgencia obrera.
El modelo sindical que rescata Garzón Maceda no podía contener en su seno estás tendencias que eran hostiles entre sí.
Perón manda
Tras el asesinato de “el Lobo” Vandor, el 1° de julio de 1969, Perón ordena la reunificación de la CGT bajo la conducción de un incondicional suyo, José Ignacio Rucci, cuya función -cuatro años más tarde- fue atacar violentamente a la nueva vanguardia obrera, apelando a la persecución de los activistas y la izquierda, el gangsterismo y el asesinato, integrando las bandas ultraderechistas de las Tres A.
La CGT de los Argentinos va a desaparecer sin oponer resistencia y de la misma quedará tan solo un sello vacío en manos del Raymundo Ongaro. La obediencia a Perón, hará que la central que podía reivindicar a uno de sus dirigentes, Agustín Tosco, como referente del levantamiento cordobés, quede reducida a escombros y no pueda jugar ningún papel significativo en el proceso posterior de lucha de clases.
La acción histórica independiente de las masas en mayo de 1969, la emergencia de la hegemonía de la clase obrera que forja una alianza con los estudiantes en los combates contra la policía, es lo que obliga al peronismo sindical a reunificarse para impedir que el movimiento obrero enfrente resueltamente al régimen burgués.
Perón, que durante los tiempos de la resistencia osciló entre la amenaza “revolucionaria” de John William Cooke y la izquierda peronista y la negociación con el régimen, recuperaba la centralidad de su movimiento por ser el único que podía poner fin a la amenaza revolucionaria de la insurgencia obrera, la dirigencia sindical peronista se subordina a esta política.
Sindicalismo combativo y conciliación de clases
Garzón Maceda describe el fin de una etapa del movimiento obrero y lamenta que la misma no se haya continuado. Su interés pasa por reivindicar a la dirigencia sindical cordobesa como autora del Cordobazo y ponerle un límite a la acción histórica independiente. Intenta rescatar un modelo de unidad sindical desde las cupulas que cruje al calor del proceso insurgente, cuando la "infantería del Cordobazo" que describió Elpidio Torres, forja una vanguardia de masas, que tendía a disputar con los capitalistas el control de las empresas y con la burocracia sindical peronista la dirección del movimiento obrero.
En Córdoba empieza a surgir un nuevo movimiento obrero cuya manifestación más importante son los sindicatos clasistas del SITRAC-SITRAM, la hegemonía de la burocracia sindical y el peronismo entre los trabajadores comienza a ser cuestionada. El intento de Agustín Tosco y el sindicalismo de liberación de mantener el frente único que hizo posible la huelga general política que dio origen a la semi-insurrección, se enfrentaba a un problema que era que sus esfuerzos estaban centrados en imprimirle una dirección combativa a la burocracia sindical, combatiendo incluso a los clasistas. Chocaba así no solo con la naturaleza de la burocracia, sino que al hacerlo permitía la recomposición de una dirección sobrepasada por la emergencia de un nuevo movimiento obrero y organizaciones de combate que expresaban la lucha de clases.
Tosco se negaba a enfrentar en la arena de la lucha política al peronismo como dirección de los trabajadores. En 1973 ante las propuestas de que encabezara una fórmula presidencial obrera contra el peronismo declaro tajante que no pensaba ser “el polo anti-peronista”. En Córdoba apoyo abiertamente la candidatura del FrejuLi a la gobernación que llevaba a Ricardo Obregón Cano y el dirigente de la UTA Atilio López, como candidatos. Es decir que el intento de influir sobre la burocracia sindical en un sentido combativo, fue acompañado por el abandono de toda perspectiva de independencia política, por la militancia en contra de la misma.
Clasismo y partido
La dirección del clasismo del SITRAC-SITRAM, con peso de la organización maoísta Vanguardia Comunista, no dio una lucha política para agrupar a la vanguardia como una sólida alternativa de dirección. Los dirigentes clasistas rechazaban el frente único y la exigencia del mismo a los grandes sindicatos cuyos obreros habían protagonizado el Cordobazo, para disputar a la mayoría de los trabajadores que seguían a la burocracia, y pretendía conquistar tan solo con el ejemplo, aislaba a la vanguardia combatiente. Las críticas al conciliacionismo y la hostilidad de Tosco, con toda la justeza que pudieran tener, adolecía de una política de exigencia para hacer crecer su influencia.
Pero fundamentalmente, la negativa de la dirección del SITRAC-SITRAM de llamar a constituir un partido de clase, el llamado a unir a esa amplia vanguardia que se estaba extendiendo por todo el país detrás de una política independiente de los trabajadores, los debilitaba como alternativa de dirección. La ausencia de esta orientación permitía que el peronismo contuviera apelando por izquierda al guerrillerismo frentepopulista de los montoneros, que se subordinaba a la estrategia de colaboración de clases, eso sí para radicalizarla; y por derecha, porque de esa manera no se oponía a la subordinación política de los grandes sindicatos al peronismo, la idea de la organización política de la clase obrera con fines revolucionarios.
En la negativa de los clasistas a hacer política propia, se expresa un límite profundo del sindicalismo revolucionario que, por sus características democráticas, anticapitalistas, anti-imperialistas, su definición a favor del socialismo y su intención de luchar por la independencia de los sindicatos, constituían el embrión de un partido de clase. Pero no nunca dio el salto necesario hacía un partido. Como señalaba León Trotsky discutiendo con el sindicalismo francés de los años ‘20 del siglo anterior: “La independencia de la influencia de la burguesía no puede ser un estado pasivo. Solamente se expresa mediante actos políticos, o sea mediante la lucha contra la burguesía”.
Lecciones para el presente
La definición de Garzón Maceda citada al comienzo del articulo tiene una gran importancia en el presente. El mismo autor reconoce que producto de la muerte de ese modelo, los sindicatos han perdido su fuerza y se reducen a la defensa corporativa de sus intereses inmediatos con dirigentes que actúan como gestores y empresarios. Han perdido su capacidad de ser un movimiento social. Ciertamente la burocracia sindical no solo es una correa de transmisión de la política burguesa, sino que ha convertido a las organizaciones obreras en una fuente de privilegio y en una loza que divide y oprime a los trabajadores cuando quieren salir a luchar.
La actual crisis capitalista empuja a franjas de los trabajadores y el pueblo pobre a la lucha. Las mismas son abandonadas a su suerte por los burócratas sindicales cuando no enfrentada abiertamente por los mismos. La lucha de les elefantes de Neuquén muestra como la dirección kirchnerista de ATE enfrentó a la primera línea de la salud que hacía piquetes y cortaba los accesos de Vaca Muerta. también se aprecia su papel observando como gracias a sus métodos democráticos, la autoorganización y los piquetes el personal de salud neuquino arrancó un 53% de aumento salarial para todos los estatales provinciales, mientras que las burocracias nacionales de UPCN y ATE firman paritarias de ajuste que bajan ese piso conquistado en los piquetes patagónicos, al 35% en cuotas que pretendía el gobierno. Todo en medio de una crisis brutal y el empobrecimiento general del pueblo trabajador.
Las lecciones de la experiencia clasista en los ‘70 sirven para comprender que la vanguardia actual en las luchas necesita autoorganizarse y coordinarse, para pelear por la unidad de clase entre ocupados, precarios y desocupados y exigir a los sindicatos que rompan la tregua y movilicen a los trabajadores. Pero también nos enseña que, a la par, es necesario dar la lucha por la independencia política de los trabajadores, porque la lucha contra la burguesía no puede ser pasiva y solo en el terreno económico, sino que necesita ser política porque la sociedad burguesa amenaza la supervivencia del pueblo.
La Izquierda Diario y la Comunidad de LID son una herramienta al servicio de estas dos grandes luchas para encarar los combates presentes y por venir. |