Partimos de considerar que cualquier alternativa política que se asuma de lucha por la emancipación de los trabajadores y contra el capitalismo, debe, desde el inicio, marcar una clara delimitación de los proyectos que hacen de la conciliación de clases su estrategia política, que no se proponen acabar con la propiedad capitalista sino gestionar la sociedad burguesa, ya sea en clave “progresista”, “nacionalista” o de hipotética “justicia social”. De allí la importancia de la actual discusión.
Pero no nos detenemos solamente en el debate sino que ponemos a consideración también, desde nuestro punto de vista y como un aporte, cómo avanzar en las discusiones para poner en pie una izquierda verdaderamente anticapitalista y revolucionaria en el país, tanto con quienes se reivindican de la izquierda obrera y socialista, como con aquellos trabajadores, jóvenes y luchadores venidos de la izquierda chavista, que genuinamente quieren luchar por una revolución social y estén abiertos a revisar críticamente y superar por izquierda la experiencia del chavismo. Por ello es que publicamos en simultáneo a este artículo nuestra propuesta en el texto titulado “Por una reorganización de fuerzas para construir una izquierda anticapitalista en Venezuela”.
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La APR se creó en agosto del 2020 como plataforma hacia las elecciones a diputados a la Asamblea Nacional, pero de acuerdo a sus integrantes su objetivo es avanzar hacia una alianza que vaya más allá de lo electoral. En tal sentido el congreso fundacional discutirá próximamente el programa, un documento político y sus estructuras organizativas.
Al momento de escribir este artículo no han sido publicados tales documentos, existiendo solamente el Llamado al Congreso fundacional que ya marca las líneas directrices fundamentales que encarnará la futura la organización de la APR. Tomaremos entonces tal Llamamiento como base para la discusión, así como también algunas de las distintas propuestas de sus componentes.
El Llamamiento para el Congreso fundacional ha sido firmado por el Partido Comunista (PCV), el PPT-APR, Tupamaros-APR, Izquierda Unida, Lucha de Clases-CMI, PRT, Voces Anti-imperialistas, Red Autónoma de Comuneras y Comuneros y el MBR-200, entre otros. Es decir, diversas organizaciones que han venido participando desde casi sus inicios del chavismo y que, salvo alguna excepción, recién hace un año se distanciaron del gobierno de Maduro, en un proceso llamado por el PCV de “deslinde” político, y varios de ellos aún sin confrontar mucho con el gobierno nacional, a pesar de los agresivos ataques dirigidos por el Gobierno y su aparato represivo contra sus organizaciones y su base.
De tal manera que, de acuerdo a sus integrantes, la APR surge como “respuesta al curso anti-obrero de la política del gobierno venezolano del presidente Maduro.” Pero hay que destacar que los partidos y grupos que conforman la APR vienen de apoyar, hasta no hace mucho, el curso autoritario y represivo del gobierno de Maduro, que ha decantado en un bonapartismo reaccionario, ejercido como co-gobierno entre Maduro y las FF.AA., con entreguismo a capitales transnacionales y políticas antiobreras y antipopulares. Para una mayor ampliación de esta última etapa de los integrantes de la APR bajo Maduro, recomendamos la lectura del artículo: Sobre la APR y los ataques del Gobierno/PSUV: se necesita un balance histórico y lecciones estratégicas.
Como es lógico, en el seno de la APR cada partido y corriente busca apuntar a qué tipo de organización se hace necesario poner en pie y qué programa debe ser levantado. Para el PCV, pareciera ser una extensión más de una plataforma para aglutinar al conjunto de fuerzas que actúe como una especie de colateral, tanto electoral como política, siendo que es la fuerza con más peso político y tradición, además de contar con legalidad electoral. Esto es lo que lo ha venido demostrando en los últimos meses apareciendo como la fuerza hegemónica, aunque no sin contradicciones.
Para otros integrantes se trataría de la creación de una organización lo suficientemente amplia que abarque a todos los sectores que se deslindan de Maduro, variando en el tipo de programa a levantar. Para unos, lo central sería un programa democrático radical o antineoliberal frente a la situación de la clase obrera y la imposición de un gobierno sumamente represivo y autoritario, que ha liquidado las conquistas más mínimas de los trabajadores y el pueblo, atentado con las más elementales libertades democráticas. Esta sería la opinión de algunos de los compañeros que se aglutinan en la recién conformada plataforma enComún.
Otros, como los compañeros de Lucha de Clases, que se ubican como fervientes defensores del legado de Chávez, son partidarios de un programa que, por lo menos en la letra, vaya más allá del democrático radical, con determinadas demandas transicionales contra el capitalismo, pero que sigue atado, como veremos más adelante, a la misma política ya practicada en toda la etapa anterior, es decir, supeditado al esquema de Chávez, que a fin de cuentas era el de “sembrar el petróleo” mediante la alianza del Estado burgués con empresarios “nacionalistas”, “patriotas” y “productivos”, un esquema donde, como es lógico, la llamada “economía social” no pasa de ocupar un lugar totalmente marginal, aunque en el discurso ocupe un lugar enorme.
Así, no plantean nada distinto de lo que han levantado durante toda la etapa de Chávez, donde estas demandas que parecieran ser más “ortodoxas” desde el marxismo, perdían toda fuerza al haber estado supeditadas al proyecto nacionalista burgués, que incluyó la subordinación al Estado de las organizaciones obreras, populares y campesinas, la hostilidad y combate por parte del gobierno a las organizaciones obreras que no se subordinaban a sus políticas, e incluso la derrota y represión gubernamental de aquellas luchas obreras que enfrentaban más seriamente al capitalismo. De esta manera, esas demandas correctas (control obrero, nacionalización de la banca, escala móvil de salarios, etc.), pierden toda fuerza anticapitalista, pues estaban planteadas bajo la hegemonía del proyecto de Chávez, donde la clase trabajadora no jugaba más que un papel subordinado tras un proyecto de clase ajeno, donde “control obrero” fue más bien control sobre los obreros, donde empresas nacionalizadas terminaron siendo sinónimo de corrupción y políticas antiobreras.
El Llamamiento de la APR: ¿repitiendo el pasado de la conciliación política de clase?
En el Llamamiento común de las organizaciones, partidos y movimientos sociales que conforman la Alternativa Popular Revolucionara (APR) declaran que: “seguimos en pie de lucha para defender los derechos, conquistas y reivindicaciones de las y los trabajadores, campesinos y campesinas, comuneros y comuneras, artistas y cultores, jóvenes, mujeres, intelectuales y pueblo en general, frente a los intentos de un grupo de privilegiados de convertir las riquezas de Venezuela y la propiedad estatal en un patrimonio exclusivo de las élites oligárquicas, políticas y económicas, locales y multinacionales” (cursivas nuestras).
Hasta aquí nadie podría dejar de estar de acuerdo en articular políticas en común para enfrentar toda la ofensiva del Gobierno de Maduro, la defensa de conquistas históricas de la clase trabajadora y el pueblo oprimido, así como por sus reivindicaciones. Aunque constatemos desde el inicio que esos “grupos de privilegiados” a los que se hace alusión, no solo están compuesto por las “élites oligárquicas” como dice el texto, sino toda también por toda una alta burocracia estatal con intereses materiales propios que se fue conformando, precisamente, bajo todo el período de Chávez y no recientemente. Esta casta, que se ha potenciado bajo el Gobierno de Maduro, en la que están incluidos también los estamentos superiores de las Fuerzas Armadas, hoy ubicados en la primera línea de las privatizaciones para hacerse de las importantes empresas estatales, no surgió de la noche a la mañana, sino que desde Chávez viene eso de los militares en puestos de gobierno y de administración de la renta pública. No es pues una casta “madurista”.
A este respecto, sin embargo, los compañeros de la APR no dicen nada. ¿De dónde surgió tal burocracia con tales intereses propios y tal posicionamiento de poder? De las entrañas del régimen político que diseñó Chávez para gobernar, ¿cierto? La burocracia cívico-militar, y sobre todo los militares, no se posicionaron en la administración del gobierno y de la renta contra la voluntad de Chávez, no imponiéndosele en una batalla que este haya dado y perdido, sino al contrario, como parte de su propia política, que hizo de las FF.AA. y los militares en el gobierno un pilar fundamental de su régimen político. ¿Por qué algo tan evidente y fundamental no lo advierte la APR? ¿Quizás porque es necesario para sostener la imagen idílica de un pasado con Chávez al que habría que volver?
Además de esa casta gubernamental, están los fuertes grupos económicos que se conformaron bajo el chavismo en sus 20 años, es larga la lista al respecto como para hacer solamente alusión algunos, y por supuesto, los ya tradicionales grupos de poder económicos del país que históricamente han existido, que nunca dejaron de enriquecerse, ni en épocas anteriores ni en todo el período del boom petrolero bajo Chávez y hoy son beneficiados en grado extremo por el Gobierno de Maduro.
Pero subrayemos de entrada que, para enfrentar esta ofensiva de Maduro y la defensa de las conquistas del pueblo trabajador, no es que la APR se propone la articulación de todas las fuerzas de la clase trabajadora, de las fuerzas campesinas empobrecidas y que les quieren sacar sus tierras, de los trabajadores del campo, y de los sectores populares y la juventud. El proyecto de la APR busca revivir el “proyecto histórico de soberanía y desarrollo nacional independiente (…) que tuvo un reimpulso con el liderazgo de Chávez”, como lo va a expresar el Llamamiento. En otras palabras, una repetición de lo que ya vivimos en los primeros 12 años del chavismo. No es pues un llamado para quienes luchen consecuentemente contra el imperialismo y por la revolución social contra el capitalismo, sino apenas para quienes siguen reivindicando el proyecto de Chávez y sus gobiernos.
Así lo manifiestan en su Llamamiento: “Para enfrentar esa práctica contraria al proyecto histórico de soberanía y desarrollo nacional independiente, que iniciamos con la gesta independentista, y que tuvo un reimpulso con el liderazgo de Chávez, hemos decidido construir una Alternativa Popular Revolucionaria, que nos reagrupe y se convierta en herramienta social y política para enfrentar tanto el bloqueo criminal impuesto por el imperialismo estadounidenses y sus aliados europeos, como el proceso de entrega al gran capital y restauración neoliberal que ejecuta el gobierno del presidente Nicolás Maduro (…)” (cursivas nuestras). Acto seguido, luego del enfático marco histórico bajo el impulso de Chávez y bajo su hegemonía, se expondrá con detalles los llamados a cómo enfrentar esa “restauración neoliberal” además del bloqueo del imperialismo, y con quienes conformar la nueva organización política, donde una vez más veremos aparecer los llamados sectores “progresistas” que han proliferado anteriormente, y sin faltar claro está las fuerzas “civiles y militares patriotas”.
Por eso plantean que: “Es por ello que en este momento histórico, que nos reclama unidad, organización y lucha, hacemos un llamamiento a todas las fuerzas revolucionarias y socialistas, antiimperialistas, antineoliberales y progresistas, al movimiento popular y de Izquierda, a creyentes y no creyentes, civiles y militares patriotas, a las bases populares chavistas y a todo el pueblo, a encontrarnos para seguir luchando, acumular fuerzas y abrirle nuevas perspectivas y esperanzas de redención social y regeneración ético-moral al pueblo venezolano. Les invitamos a participar en el Congreso Fundacional de la Alternativa Popular Revolucionaria (APR), y a conformar a nivel local, gremial y sectorial núcleos de la APR para luchar mejor y triunfar" (cursivas nuestras).
No hay que hacer demasiado esfuerzo para sobre entender que todo este “bloque de las fuerzas” al que se le hace el llamado para este “momento histórico”, no deja de ser una copia y calco de los mismos llamados de Chávez antes de 1999. Esas fuerzas incluyen desde los “empresarios patriotas”, como los que engrosaron las cámaras y asociaciones empresariales consentidas por Chávez (Empresarios por Venezuela, Fedeindustrias, Confagan, Cámara Bolivariana de la Construcción, Frente de Empresarios “Socialistas”, Frente de Empresarios del Comando Nacional de Campaña Simón Bolívar, etc.), hasta la burocracia gubernamental que tuvo responsabilidad en las políticas de todos esos años, incluyendo a los “militares patriotas”.
Es decir, los propios militares que desde el inicio del chavismo fueron columna vertebral de ese movimiento y que se transformaron en una verdadera casta parasitaria y depredadora, manejando sectores claves de la economía para provecho y usufructo propio, además de profundamente autoritaria y represiva contra las luchas obreras y populares. ¿Es posible que a estas alturas, militantes que se definen revolucionarios, estén llamando a esos militares a “sumar fuerzas”?
En otras palabras, estamos ante la repetición de la vieja letanía de los “bloques históricos” para “enfrentar” a las “élites oligárquicas” para la “defensa de la patria”, como observamos en el recorrer de todo el siglo XX y que terminaron en fracasos a lo no tocar los intereses fundamentales de las burguesías, y ni siquiera romper consecuentemente con las ataduras imperialistas. De allí que en el Llamamiento concluyen: “Compatriotas, camaradas, pueblo venezolano, es momento de defender las conquistas del pueblo y la soberanía nacional frente al imperialismo y al entreguismo. Es la hora de la defensa de la patria, que no es la patria de los privilegiados, de burgueses y nuevos ricos, de los bodegones o del dólar, es nuestra Patria Buena y Nueva la que debemos construir y defender: la de las y los trabajadores, con su derecho al empleo, a la seguridad social y a salarios que cubran sus necesidades; la de los campesinos y campesinas, con sus tierras y capacidades productivas; la de la propiedad social del pueblo con sus empresas y servicio públicos eficientes bajo control obrero, campesino, comunero y popular; la de las comunas de verdad, autónomas e independientes, territorios en donde se avance en la construcción de poder popular con base en nuevas relaciones socialistas de producción y organización social, sin subordinación al Estado y gobierno burgués (…)”. Para resumir en fin que “nuestra patria, son todos los derechos conquistados y plasmados en la Constitución Bolivariana de 1999, y que hoy están siendo vilmente violados; esa es nuestra Patria, por la cual lanzamos éste grito de unidad y lucha popular” (cursivas nuestras).
En otras palabras, luego de las altisonantes frases sobre “las nuevas relaciones socialistas de producción social sin subordinación al Estado burgués” (¿?), no termina expresando más que se trata de “la patria” de Chávez y “la Constitución Bolivariana de 1999”. ¿Pero es que acaso no es la Constitución del ’99 la que delinea y garantiza una sociedad basada en la explotación de los trabajadores y otorga el poder político al Estado burgués?
Esta Constitución se trató de una reorganización del Estado y sus estructuras, luego de la fuerte crisis del régimen del puntofijismo, empezando por limpiarle la cara a las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional, que venían ampliamente desprestigiadas ante los ojos de las masas, y siendo presentadas como “amigas del pueblo”. Una Constitución donde, además, hizo revalidar el sacrosanto derecho a la propiedad privada capitalista y el libre mercado (artículos 112 y 115, p. e j.), cuestión fundamental para determinar en manos de quién están los verdaderos resortes de la economía y los medios de producción. Y esta es la base de todas las demás leyes que se fueron articulando.
Lo cual es coherente con la idea de Chávez de la “siembra del petróleo”, es decir, la transferencia de renta petrolera pública a unos empresarios para que supuestamente la hagan productiva en la industria y la agricultura. Esto es el centro de la idea de desarrollo nacional del proyecto de Chávez, es decir, un desarrollo con el capital privado, nunca planteó Chávez que su idea de desarrollo sería una sociedad sin capitalistas, banqueros ni terratenientes (porque hasta los terratenientes, si sus tierras eran “productivas”, no se las consideraba latifundio). Se trataba de un desarrollo burgués. Y fue tras esa idea que bajo Chávez el Estado le soltó cantidades descomunales de plata a toda clase de banqueros, empresarios y nuevos ricos… buena parte de la cual fugaron al exterior.
Entonces, ¿por qué unos militantes de la causa de la clase obrera habrían de reivindicar como propios esa Constitución y ese proyecto de convivencia con los capitalistas?
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El proyecto de Chávez lleva implícita la pervivencia del capitalismo y el control de los explotados por parte del Estado
Y el pilar de la gestión y defensa de esa sociedad basada en la explotación, quedaba en manos, como en cualquier otro país capitalista, del Estado burgués y sus Fuerzas Armadas, con un especial peso de poderes en una figura siempre propensa al autoritarismo, como lo es la figura presidencial, reforzado la discrecionalidad unipersonal y el presidencialismo burgués. Lo que era apenas compensado con algunos espacios de participación y derechos a consulta a la población, derechos totalmente subordinados a la estructura de poder capitalista, pues de acuerdo con la Constitución del ’99 el poder político nunca deja de estar en manos de los de arriba, tanto en los capitalistas (que ejercen poder real, de facto, sin ninguna necesidad de pertenecer a ningún consejo comunal ni ninguna otra figura de supuesto “poder popular”) como en el Estado burgués y sus militares. ¿A eso debemos aspirar los revolucionarios?
Así, lamentablemente, ese planteo del llamado de la APR no se aparta de la demagogia “socialista” con que se embaucó al pueblo y sus esperanzas durante tantos años: la idea de que se podía tener alguna “emancipación”, “poder popular” y “relaciones socialistas” al mismo tiempo que seguían existiendo el Estado burgués y la propiedad privada. Un Estado capitalista que, de paso, no era que perdía terreno sino que cada vez ganaba más poder de cooptación y de control social, y una burguesía que lejos de disminuir se alimentaba cada vez más –y se “diversificaba”¬– con la renta petrolera.
¿Es posible que organizaciones que se reivindican revolucionarias, que sus dirigentes o militantes, no capten el engaño y el embauque que había en este discurso? ¿No está acaso ahí golpeando en la cara, con fuerza, la realidad de lo que ocurrió, como para seguir repitiendo semejante discurso? Hablar de algún “poder” o relaciones “sin subordinación al Estado burgués”, implica, de suyo, que se considera la pervivencia de ese Estado y la convivencia con él, de ese aparato de dominación de clase, es decir, no se plantea su destrucción, sino unos hipotéticos espacios “autónomos” donde este, supuestamente, no ejercería su dominación. Toda la experiencia histórica lo demuestra, y cualquier marxista sabe, que eso es una mentira, que allí donde persisten el Estado burgués, la gran propiedad capitalista y el mercado, no hay ninguna posibilidad ni de “relaciones socialistas” ni de algún “poder autónomo” de los trabajadores que pueda desarrollarse, a menos que avance precisamente en el objetivo de derrocar ese Estado.
Pero una perspectiva así, de un poder obrero que derrocara el Estado burgués, un gobierno propio de los trabajadores que aboliera la propiedad capitalista, nunca fue parte de los propósitos de Chávez, sino vender la ilusión de que podría haber “autonomía”, “poder popular” y “socialismo” preservando la existencia de esos pilares de la sociedad burguesa. ¿Por qué la APR, si se supone un agrupamiento de fuerzas revolucionarias anticapitalistas, insiste en ese discurso engañoso, que tanta confusión y vana ilusión ha causado?
Una estructura de poder y de gobierno que estatizó buena parte de las organizaciones sindicales, barriales y comunales, tanto las que existían previamente antes de la llegada de Chávez, como creando otras nuevas, transformadas en brazos políticos del Estado y del Gobierno para la ejecución de sus planes, y que se desarrolló con el más burdo clientelismo en base al boom petrolero. Lo mismo con las organizaciones campesinas, donde los verdaderos productores del campo no podían tomar las tierras por cuenta propia so pena de impedirles para siempre a un pedazo de hectárea o sino la cárcel, pues todo debía hacerse como el Comandante lo decía, incluso con las aberrantes formas del tan triste método “Chaz”.
¿Qué programa para este proyecto de la APR?
Como detallamos al principio de este artículo, desde que fue lanzada como plataforma para las elecciones a diputados nacionales en la recién pasada elección legislativa, la APR no ha hecho público ningún programa político. Tampoco lo han hecho las distintas organizaciones que la componen con la excepción de la Corriente Lucha de Clases (LdC) en un texto titulado “¿Qué programa debería defender la Alternativa Popular Revolucionaria? Propuesta de la Corriente Marxista Lucha de Clases”, con fecha del 20 de septiembre del año pasado. A falta de otros textos del conjunto de las organizaciones de la APR, discutiremos con la propuesta de los compañeros de LdC, pues es bastante ilustrativo de lo que también están bastante impregnados la mayoría de los grupos que la componen, esto incluso aún, siendo que los de LdC se asumen a sí mismos como los más fieles al marxismo en ese espacio.
Antes de su planteamiento de lo que sería el programa que debería levantar la APR, no falta el llamado del sonar de los clarines: “Ha llegado el momento” escriben, para los que “históricamente oprimidos levantemos nuestras voces para retomar y alcanzar mayores derechos y conquistas. ¡Ya no podemos permitir más retrocesos! ¡Solo alcanzaremos un mejor mañana si hoy luchamos por la defensa de nuestros intereses! La Alternativa Popular Revolucionaria debe erigirse como el instrumento político necesario para organizarnos, cohesionarnos y coordinarnos…”. Como tampoco dejan de estar ausentes las frases generales, del estilo: “el triunfo definitivo solo podrá alcanzarse cuando logremos la demolición revolucionaria del sistema capitalista y su corrupto Estado burgués, aguardando la consumación de la revolución mundial en todo momento”, ¿”Consumación de la revolución mundial”? ¿De cuándo a acá estuvo eso planteando en algún lado en los propósitos de Chávez o de la “revolución bolivariana”? ”Demolición revolucionaria del capitalismo”: ¿acaso en más de una década Chávez hizo algo para tal “demolición”, o más bien recreó nuevos sectores de la burguesía nacional y, además de mantener los capitales imperialistas de toda la vida en el país, abrió las puertas a los capitales expoliadores de otras latitudes, como China y Rusia? Son frases al aire que pierden todo contenido al estar planteadas en el marco del “legado de Chávez”.
En la parte inicial de sus formulaciones, se hace un enumerado de una serie de reivindicaciones generales que en sí mismas no son incorrectas y que incluso, con varias de ellas se pueden hacer acciones en común, como la libertad de los trabajadores presos, contra la persecución a los luchadores, por los contratos colectivos, entre otros planteamientos políticos y programáticos, incluyendo algunas reivindicaciones transitorias, pero que, de conjunto se trata de un programa atado a los propios límites que le pone el proceso “bolivariano”, que es donde está el nudo central y lo limitado, por decir, poco de su propuesta.
La “defensa de la revolución venezolana” está en su propuesta, y se la hacen a los pueblos del mundo: “a los pueblos y a los trabajadores del mundo para que defiendan la Revolución venezolana”. Ya la existencia de una tal “revolución” era cuestionable en la época de Chávez, una “revolución” en la que, más allá de algunas estatizaciones pero con importantes indemnizaciones, que no fueron en última instancia sino compras de empresas, incluso algunas al nivel de que se cotizaban en la bolsa de Nueva York como fue el caso del sector eléctrico y la constitución de empresas mixtas, que aunque con mayoría estatal, en ellas las grandes transnacionales pasaron a controlar importantes activos de las mismas, en lo fundamental no se tocaron los resortes fundamentales de los capitalistas, una “revolución” que se sostuvo en realidad bajo un boom petrolero, no sobre algún cambio revolucionario en la economía. Si era así antes, hablar hoy de “revolución venezolana”, no deja de ser más un dislate político o una total desubicación, sobre todo en la situación actual bajo el Gobierno de Maduro, con todo su curso privatizador, aperturista y represivo, no es sino una gran deriva.
Bajo una miopía política se sigue encuadrando todo un programa bajo la determinación de la “revolución bolivariana” y de su precursor, Hugo Chávez. En otras palabras, incluso actualmente, estamos en una “revolución” con un Gobierno que “abandona el legado”. De allí que toda una consigna que cierra todo el programa lo constituye “¡Abajo la burocracia!”, lo que daría paso a “¡Todo el poder a la clase trabajadora y el pueblo organizado!”. En otras palabras, desalojar a esa “burocracia” corrupta que se enquistó en el poder apropiándose de la “revolución”, luego del fallecimiento de Chávez. No es que no haya que luchar contra la burocracia, pero tal cuestión está supeditada a retomar el legado de Chávez y su “revolución bolivariana” que esta burocracia habría traicionado para encauzarla nuevamente en el camino trazado por el Comandante, lo que abriría el camino al “poder de la clase trabajadora”. Todo esto como si no hubiese existido toda la experiencia de los 12 años en el poder de Chávez y toda su política de conjunto que tuvo, años en que se constituyó y se desarrolló esa misma burocracia. “La burocracia” es parte del legado, fue un producto directo del régimen político de Chávez.
Para ello, en esta lucha contra la burocracia se trata de llamar a “auditar” al propio Gobierno y al Estado, planteando: “Auditoría obrera y popular a los recursos y todas las gestiones públicas municipales, estadales y nacionales. ¡Cárcel a los corruptos!”. En otras palabras, detectar a los corruptos, y con la “movilización popular” encauzar la “revolución” por la senda dejada por el Comandante, luego de “auditar” a todo un gobierno. Estamos ante la misma política de cuando eran integrantes del PSUV, buscar empujar al gobierno (de Chávez) a que tomara medidas radicales, incrementando la ilusión de las masas en el mismo. La propia experiencia mostró lo ilusorio de tal política, incluso cuando Chávez contaba con todas las condiciones a favor, un gran apoyo de masas y con las condiciones económicas excepcionales.
Todo ello por tanto se articula en la necesidad de recuperar y retomar los órganos del “poder popular” creados antes de Maduro por el Gobierno de Chávez. Para tal fin se plantea el llamado a la “Elección y legitimación de los Consejos Comunales y Comunas”, a la “Asignación de competencias del poder público municipal y estatal a las Comunas” (cualquier parecido a la Ley de las comunas que se debate en la Asamblea Nacional probablemente no es mera coincidencia), hasta la “Organización de unidades de la milicia bolivariana en cada fábrica, lugar de trabajo, barrio y comunidad”, eso sí todo ello “bajo control de trabajadores”.
Digamos para empezar que tales “órganos” fueron creados desde el propio Estado como un mecanismo de encuadrar al movimiento de masas y que jamás gozaron de la mínima autonomía, siendo hegemonizados por el partido de gobierno, el PSUV. Incluso, aquellas organizaciones barriales que existían antes de Chávez fueron centralizadas, en todo un proceso de estatización para la ejecución de las políticas gubernamentales, donde los dirigentes prácticamente ejercían como funcionarios públicos y estatales, en otras palabras, la extensión del brazo del Gobierno. No menos podemos decir de la “milicia bolivariana”, con estructura de poder y mando centralizado militar desde el alto escalón, siendo parte del conjunto de los componentes de las Fuerzas Armadas, que fueron creadas para actuar justamente como un sector militar dentro de las empresas (basta mencionar Sidor, pero se podría mencionar cualquier otra) para evitar cualquier proceso de lucha de los trabajadores pues todo lo pasaban a encuadrar como “sabotaje” a la política de gobierno. Es decir, se refieren en realidad a órganos que son lo contrario a algún poder obrero y popular que enfrente al Estado capitalista.
Y en sus demandas “Por el socialismo”, en esta “revolución” hay que crear “una central estatal única de importaciones” porque “¡Basta de entregar las divisas a la burguesía!”, como si no es todo lo que se ha hecho durante los 20 años que lleva el chavismo, un mecanismo por el que incluso, se fugaron miles de millones de dólares, ya sea con el otorgamiento de bonos o directamente por los más grandes mecanismos de corrupción, bajo las propias políticas de Chávez. O sea, la corriente Lucha de Clases está en contra de que se le entreguen dólares a la burguesía, pero es incapaz de hacer siquiera una dura denuncia a Chávez por haber sido precisamente eso lo que se hizo por montones bajos sus gobiernos. Al contrario, llaman a retomar el rumbo de Chávez. Un mínimo de coherencia no vendría mal.
No es casual entonces el llamado a realizar una “Auditoría obrera y popular sobre todas las divisas entregadas”, proponiendo “¡Cárcel y confiscación de bienes a los empresarios y burócratas que las hayan usado de manera impropia!”. En otras palabras, para aquellos sectores empresariales o burócratas que las usaron supuestamente de manera “apropiada” todo estaría bien. Extraño camino hacia el “triunfo definitivo”.
¿Y este es uno de los programas que se proponen para la APR? Pero como todo programa también está ligado a qué tipo de partido. Veamos entonces los modelos que se proponen para seguir en la nueva alianza.
¿Qué tipo de partido?
Para el tipo de partido también son los compañeros de LdC los que más lo han ejemplificado. En un artículo titulado “Hacia el lanzamiento de la agenda del Congreso nacional de la APR”, lo expresa con meridiana claridad. Luego de declarar que ante la fundación de la APR “estamos marcando un hito”, ponen de ejemplo, como modelo a seguir para la naciente organización a nada más y nada menos que a Izquierda Unida del Estado Español o el Frente Amplio de Uruguay. Esto es algo en común que puede tener con el PCV, es que en ambos ejemplos han sido los Partidos Comunistas de ambos países sus principales impulsores en muchas décadas atrás de los ejemplos dados.
Para no hablar del historial de Izquierda Unida, cuya hegemonía siempre la ha tenido el PCE, muy recientemente, a través del frente Unidas-Podemos, vienen de estar en el gobierno del imperialista Estado Español, donde no dejaron de jugar un triste papel que facilitó el retorno de las fuerzas de la derecha. No menos se diga del Frente Amplio uruguayo que con Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020) no hizo más que administrar los negocios del capitalismo uruguayo, política seguida por el Pepe Mujica (2010-2015).
Así lo dicen: “Por primera vez en la historia contemporánea de la izquierda venezolana, se está construyendo una instancia unitaria política, más allá de la coyuntura electoral, con la idea de su máxima permanencia en el tiempo (…) Por fin la izquierda venezolana da pasos decisivos, para construir una instancia federal, democrática, plural y participativa, que ya desde hace tiempo existen en otras latitudes, como es el ejemplo de Izquierda Unida en España y el Frente Amplio del Uruguay” (cursivas nuestras).
Empezaron con los peores ejemplos. Como vemos, se trata de organizaciones que no solo están lejos de ser partidos para la lucha de clases, sino que son organizaciones enemigas de la lucha de clases, de los más increíbles de los conciliacionismos, y que incluso han hasta administrado el Estado burgués. Aunque no es extraña esta propuesta, tomando en cuenta que fueron parte del PSUV de Chávez, es decir, el partido que gestionaba el capitalismo venezolano, o para decirlo más claramente, que administraba la explotación de la clase trabajadora.
Si ponemos de ejemplo las afirmaciones de los compañeros de LdC, que pareciera ser bastante similar la de sus otros componentes, nos traen como fórmulas los viejos reformismos ya desgastados, de 50 o 40 años de existencia, como lo fue y es el Frente Amplio de Uruguay e Izquierda Unida del Estado español, que encorsetan a los trabajadores a proyectos de la propia burguesía.
El histórico conciliacionismo de clases del PCV lejos está de ser un ejemplo al cual atarse. Los ejemplos que se presentan, muchos de ellos fueron inspirados por Partidos Comunistas, y es lo que inspira el actual PCV criollo. Atrás incluso de experiencias recientes como las de Syriza en Grecia y Podemos en el Estado Español, que se alzaron con discursos de una izquierda neo-reformista, pero que igual tuvieron el mismo final, administrar los negocios de las clases dominantes.
Para una mejor lectura sobre la política del PCV, uno de los componentes más importantes de la APR y de mayor peso, te recomendamos el artículo: La estrategia del PCV frente al chavismo: de la “distención” y el seguidismo a la “defensa del legado”
A modo de cierre y nuestra propuesta
Estamos ante la expresión de seguir pregonando la conciliación de clases, y no sacar las lecciones de las últimas décadas en el país como tampoco de las experiencias a nivel internacional. Vemos que son planteamientos de organizaciones cuya estrategia política tiende a cero, con repetición de políticas que constantemente no solo se muestran un fracaso, si es que estamos hablando de la lucha por liberación de los trabajadores de la explotación capitalista, sino sobre todo de estar al frente del Estado burgués. Extraña manera, por tanto, de hablar de liquidación de tal Estado, lo que no deja de demostrar que no pasan de frases al aire.
Por mucho que se diga en el papel, en la política concreta de estos planteos queda fuera de toda discusión la importancia de la clase trabajadora, la lucha de clases, la propiedad sobre los medios de producción y la lucha por el poder político de las y los trabajadores. Cualquier alternativa política que se asuma como parte de la lucha por la emancipación de los trabajadores debe partir desde el inicio de la delimitación de las organizaciones que hacen de la conciliación de clases su estrategia política. De allí la importancia de la discusión que desarrollamos en este artículo.
Aquellos compañeros y compañeras que realmente estén por construir un espacio que reúna a la izquierda revolucionaria en el país, tendrían que pelear por un espacio que supere los proyectos de colaboración de clases, que por tanto no se limite a simplemente reivindicar el pasado bajo Chávez sin sacar ninguna lección histórica sobre el fracaso.
Consideramos, como señalamos en nuestra propuesta para poner en pie una izquierda anticapitalista y revolucionaria “Por una reorganización de fuerzas para construir una izquierda anticapitalista en Venezuela”, que “la magnitud de las tareas planteadas por la profunda crisis histórica que atraviesa el país –en un contexto internacional de mayores crisis, lucha de clases y enfrentamientos interestatales–, nos plantea a las y los revolucionarios en Venezuela, hacer los mayores esfuerzos posibles por reagrupar fuerzas, en una tarea prácticamente de reconstrucción de una izquierda revolucionaria en el país.” Por eso es que con este debate “Nos dirigimos también a esas decenas de trabajadoras, trabajadores, jóvenes, activistas, que sin estar afiliados en ninguna organización política, sostienen convicciones políticas revolucionarias, concuerdan con la necesidad de pelear en Venezuela por una verdadera revolución social que ponga el poder y la economía en manos de las mayorías trabajadoras. Muchos y muchas de estos son compañeros que adhirieron (o aún hoy) al chavismo, pero están en un proceso de revisar críticamente ese proyecto, sus resultados, para superarlo por izquierda, en función de un proyecto verdaderamente anticapitalista y emancipador, y no abandonarlo por derecha, como muchos ex dirigentes chavistas que han ido a echarse a los brazos de la oposición proimperialista.”
Invitamos a seguir el debate |