En este comunicado, firmado por 296 militantes de 34 comités del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), hacemos un balance de nuestra expulsión de la organización. Esta abre a los militantes de Révolution Permanente una nueva etapa en la batalla por la construcción de un Partido revolucionario de las y los trabajadores en Francia.
A unos días de la conferencia nacional destinada a definir la orientación y el candidato del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) para las próximas elecciones presidenciales, nos vemos obligados a asumir nuestra expulsión de facto de esta organización que hemos construido, algunos de nosotros, a lo largo de más de 12 años. Como a menudo en la historia de las exclusiones políticas, quienes las llevan a cabo no las reconocen y usan eufemismos del estilo “separación” (en vez de expulsión) o incluso afirman “ellos solos se han colocado fuera del partido”. La realidad sin embargo es que se ha producido un largo proceso de exclusión orquestado paso a paso por el núcleo central de la mayoría de la dirección desde hace más de un año, sobre el que existen decenas de pruebas escritas (mociones de expulsión, declaraciones internas firmadas por miembros de dicha dirección, decisiones de la comisión de garantías incumplidas…) que podemos suministrar voluntariamente si se nos solicitan.
Lejos del falso relato y las calumnias lanzadas por la mayoría de la dirección del NPA, nuestra expulsión responde a dos problemas políticos concretos : 1) la dirección histórica del NPA, heredera de lo que queda de la dirección de la antigua Liga Comunista Revolucionaria (LCR) era cada vez más minoritaria en el seno de la organización y corría el riesgo, en el próximo congreso, de perder totalmente el control; 2) esta misma dirección se ha comprometido en un giro a la derecha, hacia una política de compromiso con la izquierda institucional, en las que las listas para las regionales en Nouvelle-Aquitaine y en Occitanie son una muestra. Giro para el que la existencia de un ala izquierda fuerte, opuesta a que el NPA se convierta en una especie de satélite de la Francia Insumisa, era un obstáculo. Son las dos razones que han llevado a la dirección, en primer lugar, a retrasar indefinidamente el congreso, después a usar la conferencia nacional sobre las presidenciales como instrumento de escisión, a través de la privación de derechos políticos a casi el 25% de los militantes de la organización.
Si es ridículo afirmar que no somos miembros del NPA mientras tenemos una representación en todas las instancias de la dirección nacional y que intervenimos en nombre del NPA en reuniones e incluso en el clásico debate NPA-Lutte Ouvrière en la última Feria de Lutte Ouvrière; está claro que teníamos importantes desacuerdos sobre el balance del proyecto inicial del NPA y sobre la manera de superar la crisis en la que la organización se encuentra inmersa desde hace una década. No era inevitable que el NPA perdiese militancia, con cada congreso, al punto de no representar apenas el 10% del número de adherentes a su fundación, y tres veces menos que la fuerza de la LCR en el momento de su disolución. O que la organización, sociológicamente, reagrupe básicamente a profesores y funcionarios, más que a obreros y personas provenientes de barrios obreros e inmigrantes.
Sobre todo, en un contexto donde, desde 2016, hemos asistido a una importante oleada de la lucha de clases y al surgimiento de una nueva generación militante, que desbordada radicalidad y buscaba una alternativa política que abanderase dicha radicalidad, de la que el movimiento de los Chalecos Amarillos y sus cantos sobre la revolución o incluso la huelga contra la reforma de las pensiones de invierno de 2019-2020 fueron perfectos ejemplos. Durante estos años hemos defendido en el NPA, y hemos tratado a una escala de demostrar, que alrededor de un perfil revolucionario asumido y con una intervención audaz en los principales fenómenos de la lucha de clases, es posible atraer hacia la extrema izquierda a una parte de estos nuevos militantes y que eso era la clave para solucionar la crisis de la organización, más que las políticas “unitarias” en hacia una supuesta “izquierda de la izquierda” cada vez más alejada de los intereses de las trabajadoras y las clases populares.
Muchos hemos asumido durante este periodo las ideas revolucionarias defendidas por los camaradas de Révolution Permanente y , una vez hemos entrado al NPA, desgraciadamente no encontramos la acogida que esperábamos: han tratado de impedirnos votar en el congreso, y después en la conferencia nacional; nos han dicho que no éramos verdaderos militantes del NPA; han denigrado internamente la coordinación RATP-SNCF; después huelgas como la de Grandpuits; han lanzado una campaña tratando la propuesta de candidatura para las presidenciales de un camarada obrero, proveniente de la inmigración, reconocido por su rol en la lucha de clases como es Anasse, como un “ataque al NPA”.
Llegados a este punto, no vemos posible que el NPA pueda recomponerse en tanto que herramienta útil al servicio de los intereses de nuestra clase. Hemos tratado hasta el final de transformarlo, lo que no se podía sino sobre la base de un balance serio sobre el fracaso del proyecto inicial, de la inmensa dificultad que ha tenido esta organización a ser otra cosa que un comentarista de los grandes procesos de la lucha de clases, para desembocar en una refundación revolucionaria. Esta posibilidad no es actualmente vedada por nuestra expulsión, no renunciamos en ningún caso al objetivo de reconstruir una izquierda revolucionaria a la altura de las experiencias de la lucha de clases de los últimos años y sobre todo de los desafíos futuros en esta nueva fase de la crisis capitalista internacional.
Es por lo que, estando expulsados hoy en día del NPA, nos lanzamos inmediatamente al proceso de constitución de una nueva organización, en la perspectiva de la construcción de un partido revolucionario de las y los trabajadores, así como a la búsqueda de los 500 avales necesarios para que Anasse pueda ser candidato a las elecciones presidenciales de 2022.
Llamamos a todas y todos los camaradas que compartan estas conclusiones a que se nos unan en la batalla que comienza.
Primeros firmantes:
Adrien Cornet (petrolero de Grandputis), Anasse Kazib (ferroviario de Paris Nord, miembro del Consejo Político Nacional), Alberta Nur (estudiante de Toulouse Mirail), Christian Porta (obrero agroalimentario de Neuhauser), Clément Alonso ( ferroviario technicentre Châtillon), Daniela Cobet ( profesora de Val-de-Marne, miembro del Comité ejecutivo), Enmanuel Barot ( ex profesor titular en la Universidad de Toulouse Mirail), Elsa Marcel (estudiante de derecho, miembro del Consejo Político Nacional), Éric Bezou (ferroviario despedido de Maintes-la-Jolie) Faouzi Abou Rayan (obrero de mantenimiento de RATP), Flora Carpentier (periodista), Gaëtan Gracia (obrero de la aeronáutica en Toulouse), Jean-Philippe Divès ( Abogado, miembro del Consejo Ejecutivo), Juan Chingo (periodista), Laura Varlet (ferroviaria Paris Nord, miembro del Consejo Político Nacional), Léo Valadim (estudiante de Paris 8, miembro del Bureau del Secretariado Juvenil), Lucas Dorin (trabajador social de Montpellier), Marie-Laure Carchar (trabajadora CHU Bordeaux), Marina Garrisi (editoria), Marion Dujardin (profesora en Seine Saint-Denis, miembro del Consejo Político Nacional), Maude Vadot (profesora titular en la Universidad Savoie Mont Blanc), Nima Santoja (música), Petra Bernus (estudiante de Bordeaux, miembro del Bureau del Secretariado Juvenil), Philipe Alcoy (periodista), Rozenn Kevel (estudiante y trabajadoras despedida de Chronodrive Toulouse), Simon Hallet ( obrero de fábrica de papel Blois), Thomas Posado (investigador y escritor), Valentin Leblanc (profesor en Dukerque), Vincent Duse (obrero de PSA en Mulhouse, miembro del Consejo Político Nacional), Yassine Jiwa (maquinista en RATP).