El 17 de junio de 1991 el Parlamento tricameral de Sudáfrica abolía la ley que clasificaba a los sudafricanos en función de si eran blancos, mestizos, indios o negros, conocida como el régimen del Apartheid (separación en afrikáans). Desde entonces se estableció que “los recién nacidos no serán clasificados por raza”.
Con esa resolución parlamentaria comenzaba a caer el régimen racista instaurado en 1948 luego de la victoria electoral del partido supremacista blanco, el Partido Nacional, que había quitado hasta los mínimos derechos civiles a la mayoría del país en beneficio de la minoría blanca que representaba menos de un cuarto de la población.
Desde su instauración enfrentó la resistencia de la población negra, mestiza e india, pero fueron las décadas 70 y 80, del siglo pasado, cuando la rebelión contra el régimen racista se extendió en el país, junto a una creciente solidaridad internacional, hizo que fuese cada vez más difícil sostenerlo.
Qué fue el Apartheid
El sistema de segregación racista, instaurado en 1948 y que se profundizó en los siguientes años, fue la regulación legal de una práctica que en Sudáfrica llevaron adelante durante siglos los colonos blancos de origen neerlandés (los afrikáner) contra la población negra.
El fin del dominio y la declinante influencia británica sobre el territorio abrieron en la década de 1940 el camino para que las elites afrikáner impusieran abiertamente un colonialismo salvaje. Los líderes supremacistas blancos presionaron para la emisión de normas internas para frustrar el desarrollo político y económico de la población negra, gestando las condiciones previas para el Apartheid.
Con la llegada al poder del Partido Nacional, abiertamente supremacista blanco y declarado anticomunista, se comienza a legislar contra las personas que no fueran blancas. Se transforma en ley la restricción de derechos civiles elementales, como el voto, una aplicación de derechos jurídicos diferentes, la restricción del acceso a la educación o la salud, la prohibición de matrimonios mixtos, junto a una segregación de la vida cotidiana.
En la década de 1960 el gobierno sudafricano avanza aún más y le quita la ciudadanía a la población negra. Creando diez estados autónomos, los bantustán, para otorgar la ciudadanía de esos “estados” artificiales y quitar la sudafricana a los negros que constituían el 70% de la población. Desde ese momento a la población negra se le consideraba como "transeúntes” o "población temporal” en el territorio de Sudáfrica imponiendo un sistema de registro y autorizaciones bajo control de las fuerzas represivas.
Se calcula que más de 3 millones de personas se vieron obligados a desplazarse hacia estas zonas para vivir allí, o en caso que ello no fuera posible se les otorgó la nacionalidad de un “Estado” donde jamás habían vivido. La realidad era que hasta dos tercios de los “ciudadanos” de los bantustanes en realidad no vivían en ellos sino que residían en la “Sudáfrica blanca” como “trabajadores extranjeros" sin derechos políticos.
Uno de los ejemplos más conocidos de está política fue el de Johannesburgo, donde en 1954 unos 60.000 habitantes negros fueron reubicados en una zona llamada Soweto, transformada en una gigantesca ciudad donde millones no tenían acceso ni al agua potable, ni la luz u otros servicios básicos.
A quién benefició el Apartheid
Junto al quite de esos derechos se comienza a aplicar una política para beneficiar económicamente a las elites blancas. Confiscaciones de tierras, traslados forzados, mayor precarización de los derechos laborales de la mayoría de los negros, mestizos e indios. Las mejores tierras son acaparadas por los terratenientes colonialistas, las ciudades entregadas al negocio inmobiliario, mientras la industria tiene a su servicio a millones que utiliza como mano de obra barata sin derechos.
A la par que se enriqueció la elite colonialista se fortaleció la relación del país con las principales empresas multinacionales.
La histórica industria minera que durante siglos había explotado las minas de oro, ahora se expandía a la extracción de nuevos minerales beneficiada por la utilización de mano de obra barata. Pero en la postguerra el desembarco de las principales compañías imperialistas transformó el país.
Las principales empresas de la industria automotriz instalan sus fábricas. Empresas como IBM, 3M, General Electric y otras se benefician de las condiciones laborales marcadas por la falta de derechos para la mayoría de los trabajadores y el pago de bajos salarios.
La asociación entre el régimen racista, las elites blancas locales y las grandes firmas multinacionales marcó el desarrollo de la industria en el país. Mientras la propiedad de la tierra era entregada para la explotación de los grandes terratenientes y las empresas de la industria alimenticia, millones de campesinos negros debían migrar a las ciudades para poder conseguir un trabajo, destinados a vivir en las máximas condiciones de precariedad.
Esta transformación social y económica fue generando al mismo tiempo una fuerza social que haría temblar hasta en sus cimientos al régimen racista: un poderoso y joven movimiento obrero, agrupado en los principales resortes que mueven al país se va formando al calor de la lucha contra la opresión racista.
La rebelión obrera y popular que enfrentó al Apartheid
La lucha por sus derechos civiles y nacionales marcó al movimiento político negro en Sudáfrica. Durante décadas los sectores de las clases medias de la población negra y no blanca habían buscado el reconocimiento de sus plenos derechos y el fin del colonialismo.
Este movimiento del que surgieron figuras de relevancia histórica como Nelson Mandela, cuestionaron el colonialismo y luego el Apartheid dentro de los márgenes del capitalismo.
Pero mientras el régimen racista se imponía con la represión, encarcelamiento y verdaderas masacres contra la población de color, surgía una nueva generación de referentes de un movimiento contra el Apartheid.
Influenciados por las luchas contra el colonialismo en África, como la que se vivía en Angola, la revolución cubana y los movimientos sociales de los años 60, nuevas organizaciones surgían a la lucha contra el racismo en Sudáfrica, protagonizando las rebeliones de las décadas del 70 y 80.
Junto con esa juventud que comenzaba a relacionar la lucha contra el régimen racista, el colonialismo y la explotación, se comenzó a organizar el movimiento obrero. Sindicatos clandestinos surgían en las principales industrias y lugares de trabajo.
Este creciente proceso de movilizaciones y protestas contra el Apartheid es respondido con represión y masacre. Una de las más conocidas es la brutal represión contra los estudiantes en Soweto en 1976. Los años siguientes estuvieron marcados por protestas, huelgas, incluida la huelga general de 1984, y represión.
La resistencia de la mayoría negra contra la opresión racista fue minando las bases que sostenían al régimen dentro de Sudáfrica, lo que sumado a la creciente presión internacional hacían cada vez más difícil de sostener el Apartheid.
La caída del régimen racista
Jaqueado por las movilizaciones a nivel local e internacional, y sin el apoyo que había tenido durante años de Estados Unidos, comienza la búsqueda para evitar una caída que ponga en cuestión al sistema de conjunto.
El gobierno sudafricano se benefició del apoyo estadounidense al actuar como gendarme regional contra los movimientos contra el colonialismo. Además la predica abiertamente anticomunista del racista Partido Nacional encajaba a la perfección con la política de Estados Unidos durante la “Guerra Fría”.
Pero a finales de los años 80 estos alineamientos internacionales cambiaron, dejando aislado al gobierno sudafricano y con Estados Unidos bregando por una salida negociada con sectores de las direcciones de las organizaciones negras. El interlocutor para esa transición es un sector del Congreso Nacional Africano (CNA), que tiene a Nelson Mandela como principal referente.
En 1991 comenzó la transición cuyo objetivo fue evitar una caída del Apartheid que abriera un cuestionamiento a las bases económicas que había generado ese régimen racista. Para evitar que las movilizaciones obreras y populares cuestionaran al sistema de conjunto trabajaron la dirección del CNA, el Partido Comunista sudafricano y las direcciones sindicales.
Mandela y un sector de su partido lucharon por la caída del Apartheid para lograr la igualdad de oportunidades de negros y blancos, para lograr la “libertad” dentro del marco del capitalismo. Para Mandela y para los dirigentes del Congreso Nacional Africano (CNA) la construcción de la “democracia” en Sudáfrica daría la oportunidad de terminar con la pobreza y la explotación que sufría la mayoría de la población. En sus discursos decían que la caída del Apartheid incluiría la nacionalización de las minas en manos de empresas imperialistas, la garantía de los servicios básicos para la mayoría de la población pobre y la respuesta a las demandas democráticas de la mayoría trabajadora y popular.
Lejos de esto, tras la caída del Apartheid, primero con Mandela se garantizó la estabilidad capitalista y, sobre todo desde la segunda presidencia del CNA (de Thabo Mbeki), la aplicación de los planes neoliberales, las privatizaciones y la entrega de las riquezas nacionales al imperialismo a cambió de transformarse en socios menores de las multinacionales.