El 27 de abril se cumplió un nuevo aniversario (el número 79) de la muerte de Antonio Gramsci (1891-1937). Referente de la experiencia de los consejos de fábrica durante el “bienio rojo” italiano (1919-1920) y dirigente del Partido Comunista de Italia durante los años de entreguerras, fue encarcelado en 1926 para que “dejara de pensar por diez años”, según plantearan los propios funcionarios judiciales fascistas.
La póstuma difusión de sus Cuadernos de la cárcel lo transformó en uno de los principales intelectuales marxistas del siglo XX, cuyas elaboraciones han impactado en casi todas las ciencias sociales, incluyendo su apropiación parcial por corrientes que no se reivindican marxistas.
Desde fines de los años ‘30 y especialmente durante la segunda posguerra, si figura y pensamiento fueron sometidos, como ya dijera Juan Carlos Portantiero, a múltiples “usos”. Hubo un Gramsci jefe del partido y la clase obrera, un Gramsci gran intelectual nacional patrimonio de todos los italianos, un Gramsci consejista y obrerista, otro nacional-popular, un Gramsci “liberal”, teórico de la sociedad civil, un Gramsci teórico del Estado y del poder, otro de las clases subalternas; un Gramsci referente de las “nuevas izquierdas” y un Gramsci del “pluralismo” en los años del “compromiso histórico” del PCI, entre otras interpretaciones.
La publicación en 1975 de la edición crítica los Cuadernos de la cárcel, preparada por el Instituto Gramsci a cura de Valentino Gerratana implicó un antes y un después en el desarrollo de los estudios sobre su pensamiento.
Como señala Guido Liguori [1]: “el espectro del conocimiento y más aún, de los usos de Gramsci en el mundo de hoy es tan amplio que no puede afrontarse de un modo exhaustivo en una sola ponencia, se necesitaría al menos un coloquio”. Según Liguori, el conjunto de trabajos dedicados a Gramsci podría clasificarse en tres tipos de lecturas: culturalistas (asociadas en líneas generales al mundo anglófono), políticas (asociadas con América Latina) y filológicas (estudios gramscianos que se realizan esencialmente en el ámbito de las universidades italianas). Lógicamente, esta clasificación no puede tomarse de manera estática, ya que muchas veces los tres registros se superponen, así como las áreas geográficas y lingüísticas en las que cada uno predominaría según esta clasificación.
En América Latina, el pensamiento de Gramsci registra un amplio itinerario. En los años ‘50 del siglo pasado, el Partido Comunista Argentino lo había presentado como un luchador “antifascista”, a partir de la publicación de una selección de las Cartas de la cárcel, pero sin mostrar mayor interés por sus ideas teóricas y políticas.
No obstante el rol de algunos intelectuales comunistas en la publicación en castellano de las ediciones temáticas de los Cuadernos de la cárcel, en el Partido Comunista Argentino, el filón gramsciano siempre fue “marginal” por razones casi obvias. Era uno de los partidos más obedientes a los dictados de la burocracia moscovita y Gramsci aparecía ante sus ojos como sospechoso de “revisionismo”.
Obras como Echeverría o Nación y cultura, de Héctor P. Agosti, de clara inspiración gramsciana, coexistían, sin cuestionar la línea política del PCA, con la predominancia de una ideología moldeada de pies a cabeza por el stalinismo.
Fue a partir de la expulsión del grupo Pasado y Presente en 1963 que se puede hablar de una corriente propiamente gramsciana en la Argentina, que asimismo adquirió peso en América Latina. Las distintas lecturas de Gramsci ensayadas por este grupo (en las que siempre se mantuvo un “núcleo duro PC” de reivindicación de la estrategia del Frente Popular del VII Congreso de la Comintern) estuvieron ligadas a su propio derrotero en busca de una “anclaje político” en un contexto de ascenso de las luchas obreras y populares primero y por la derrota y el exilio después.
Así fue que durante los ‘60 y ‘70, tuvimos un Gramsci de las Nuevas Izquierdas (guevarismo, obrerismo, maoísmo, movimientos juveniles del ‘68, izquierdas guerrilleras latinoamericanas); desde fines de los ‘70 un Gramsci de la “reflexión sobre la derrota” y desde principios de los ‘80, un Gramsci de la “transformación democrática de la sociedad”, con un punto de referencia en el “mítico” Seminario de Morelia de 1980. La apuesta de los “gramscianos argentinos” por el gobierno de Alfonsín era la “traducción” al terreno político del aggionarmiento en clave “democrática” de la interpretación del pensamiento de Gramsci.
En Brasil se dio un proceso similar, pero con características específicas. Carlos Nelson Coutinho, introductor de Lukács en Brasil y un destacado intelectual gramsciano, realizó un itinerario parecido al de los gramscianos argentinos en cuanto a sus distintas etapas políticas, en especial aquella que planteaba el socialismo como radicalización de la democracia.
Sin embargo, a diferencia del referente de Pasado y Presente José Aricó, que desde mitad de los ‘80 se ubicaba “pensando con Marx pero fuera del marxismo”, Coutinho siempre se mantuvo desde el punto de vista teórico dentro de una reivindicación de la perspectiva marxista aunque intentando fundamentar con ella una estrategia de tipo “gradualista”. Coutinho fue también, uego de su militancia en el PCB, parte del PT. La experiencia de esta formación política, hoy sumida en una crisis profunda por su impotencia ante el golpe institucional en curso en Brasil; estuvo también cruzada por los intentos de teorizar su práctica, utilizando ciertas herramientas gramscianas desde una óptica “socialdemócrata”, lo cual se puede constatar en algunos de sus documentos fundacionales [2].
En otros países como México, Chile, Bolivia o Cuba, se han dado distintas apropiaciones y desarrollos teórico-políticos sobre Gramsci, sus ideas y su legado, centrados en problemas como la relación Estado/Sociedad Civil, el análisis de las experiencias de las “clases subalternas” y los movimientos sociales, la cuestión de lo “nacional-popular”, las estrategias de la izquierda (reformista y revolucionaria), entre otros aspectos [3].
Asimismo, durante los años ‘90, Gramsci sería la referencia en innumerables estudios que buscaron explicar las condiciones de imposición de la hegemonía neoliberal en nuestro subcontinente, así como durante la primera década y media del siglo XXI, las experiencias de los gobiernos “progresistas” o posneoliberales.
Desde el punto de vista político, Gramsci estuvo y sigue estando presente (con distintas interpretaciones) como referencia ideológica y práctica para innumerables experiencias de movimientos políticos y sociales que desde la segunda mitad de los años ‘90 intentaron desarrollar alternativas de lucha contra el neoliberalismo y en menor medida contra el capitalismo.
En Ideas de Izquierda hemos visitado muchas veces estos debates en artículos anteriores referidos al pensamiento de Gramsci, sus relaciones con la teoría de Trotsky o el análisis crítico de las ideas de José Aricó, el principal referente de los gramscianos argentinos, el balance de los “populismos” latinoamericanos, las relaciones entre la hegemonía y la revolución permanente, entre otros debates estratégicos y teóricos, a partir de los cuales resaltamos y exploramos las relaciones de Gramsci con la tradición marxista revolucionaria clásica.
En este caso, ofrecemos a nuestros lectores un dossier, para el cual hemos abierto las páginas de Ideas de Izquierda a la valiosa colaboración de destacados intelectuales como Massimo Modonesi y Fabio Frosini, para que aporten otros puntos de vista sobre el tema.
Massimo Modonesi es docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, reconocido investigador de los movimientos sociales y autor de Subalternidad, Antagonismo, Autonomía. Marxismo y subjetivación política y otros trabajos.
Fabio Frosini es investigador del Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Urbino “Carlo Bo”, Italia, coordinador del Seminario Le Parole di Gramsci, autor de La religione dell’uomo moderno. Politica e verità nei “Quaderni del carcere” di Antonio Gramsci y numerosos trabajos, uno de los más reconocidos investigadores del pensamiento de Gramsci a nivel internacional.
Por último, completa el dossier una contribución de Juan Dal Maso, miembro del comité de redacción de Ideas de Izquierda y autor de diversos trabajos sobre el pensamiento de Gramsci.
El artículo de Massimo Modonesi está centrado en la categoría gramsciana de revolución pasiva –que ha utilizado para el análisis y crítica de las experiencias de los gobiernos “posneoliberales” latinoamericanos– y sus implicancias desde el punto de vista estratégico para la conquista de la autonomía por parte de los sectores subalternos, con un enfoque particular sobre la cuestión que hace hincapié en la desorganización de las clases subalternas (“resubalternización”) por parte de las clases dominantes.
El trabajo de Fabio Frosini analiza la interpretación gramsciana de las Tesis sobre Feuerbach en relación con el texto original del manuscrito de Marx, el texto editado por Engels para su publicación junto con el trabajo Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana y el valor de la interpretación de Gramsci para establecer una relación dialéctico-revolucionaria entre teoría y práctica, filosofía y política en la actualidad. Trabajo polémico, plantea varios debates que seguramente tendrán continuidad en esta revista.
Por último, el trabajo de Juan Dal Maso destaca algunas de las variaciones posibles acerca del concepto gramsciano de hegemonía en los Cuadernos de la cárcel, su relación con las elaboraciones precarcelarias sobre el mismo tema y ciertos criterios metodológicos para su lectura, desde una óptica que une los aspectos sociales, políticos y estratégicos de la cuestión.
Tres aportes distintos (y en ciertos aspectos enfrentados) para debatir sobre el legado de Gramsci, discusión muy necesaria en la actualidad por el surgimiento de distintas experiencias de tipo “populista” o “neo-reformista” que parecerían retrotraer los términos del debate a tópicos que la propia realidad ha puesto en crisis como la capacidad expansiva de la democracia capitalista. |