La reunión de la Vocería de los Pueblos no ha dejado indiferente a las y los defensores del régimen Neoliberal y Pinochetista. Algunos más moderados que otros, pero en general la posición de la derecha, e incluso el Frente Amplio, es de total “respeto” al Acuerdo por la Paz, que entre otras cosas determina las limitadas funciones de la CC.
A propósito de esto el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, escribió hace unos días en su columna a “El Mercurio” un artículo denominado “El Tercer Estado”, que hace referencia a la “auto-convocatoria” del denominado Tercer Estado en la Francia de Luis XVI (Revolución de 1789) con el objetivo de que esta Asamblea Nacional fijara la Constitución.
Esta analogía es un tanto escueta, y requiere un estudio mayor y profundo sobre el proceso histórico francés, además las experiencias sobre los grandes cambios estructurales que tuvieron en su proceso la búsqueda de asambleas populares o constituyentes. Sin embargo, ahondaremos en la pregunta de fondo sobre la soberanía y decisión de la Convención, en un marco en el que las instituciones del Estado siguen operando con todas sus facultades.
El problema de la soberanía radica en que empuja a necesariamente cuestionar el actual modelo de Estado, problematizar abiertamente cómo conquistar un sistema mil veces más democrático que el actual. Claro, la Convención misma se ha desarrollado como parte del desvío del Acuerdo por la Paz, pero abre la posibilidad de ampliar este debate y que las y los convencionales tomen posición al respecto, en cuanto se deciden a avanzar a un plan de lucha y movilización desconociendo el pacto antidemocrático del 25 de Noviembre, o en definitiva, subordinarse al pacto, el control del oficialismo y los propios limitantes de la CC.
Esto último mantiene en impunidad a los responsables de la represión y hechos de tortura, a la vez que siguen presos cientos de jóvenes, muchos sin pruebas o por ser parte incidentes de acción colectiva (como barricadas y enfrentamientos).
A diferencia de quienes sostienen la división entre “vándalos y pacifistas”, es necesario destacar que las acciones como las ocurridas durante la rebelión deben analizarse partiendo del contexto en el que se encuentran, ya que no tienen que ver con un interés individual de -en un contexto de “normalidad”- expresar la rabia y el descontento acumulado, sino que forma parte de una expresión de hastío colectivo y de necesario cambio social, propio de otros períodos en la historia en los cuales la clase dominante ve sus privilegios temblar.
Marcela Cubillos, representante de la UDI en la Convención y figura de la derecha más conservadora, declaró que la división de aguas entre convencionales está:
“Entre quienes creen que tienen la mayoría y que la puede ejercer a su antojo pasando a llevar libertades de todo el resto, y quienes creemos en una democracia representativa, liberal, en que entendemos que quien tiene la mayoría no ejerce el poder a su antojo sino que necesita límites en resguardo de las libertades ciudadanas”.
Aunque pareciera referirse a su propio sector, la verdad es que se refiere al llamado de la Vocería de los Pueblos y los convencionales que se reunieron recientemente. Lo curioso es que esta posición no dista mucho de los dichos del Frente Amplio a través de Boric. Claro está que a la derecha y los empresarios jamás les convendrá la autoorganización y la articulación de la clase trabajadora y sectores populares. Por esta misma razón es que el propio llamado de la Vocería se debiese traducir en la organización en comités de acción que logren organizar sectores de trabajadores, jóvenes y poblaciones, partiendo por llevar a los hechos las palabras y que no sesione a menos que sea para declarar la libertad de las y los presos políticos.
Vamos por una gran movilización el primer día de la Convención por la libertad de las/los presos políticos y las demandas de Octubre
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