Cómo analizaron algunos autores, el nombre de “guerra del fútbol” es una simplificación de la contienda e incluso una forma despectiva de analizarla, que muestra a dos pequeños países que habrían llegado a un conflicto bélico por un simple partido de fútbol, cuando detrás de este se esconden conflictos económicos, políticos y migratorios.
El principal problema al que Honduras y El Salvador se enfrentaron en el siglo pasado, era el problema de la tierra. En ambos países existían grandes latifundios en pocas manos, donde los campesinos podían arrendar una pequeña porción para vivir, pero sin ser sus propietarios. En Honduras, las empresas bananeras transnacionales eran dueñas de grandes extensiones de terreno, sin embargo, los salvadoreños se enfrentan a grandes problemas, ya que, a pesar de tener un territorio significativamente menor, su población era mucho mayor a la Hondureña (3.600.000 de salvadoreños frente a 2.600.000 hondureños), teniendo una densidad demográfica alarmante.
Esto generaba un constante problema en la frontera, ya que cientos de miles de salvadoreños migraban a Honduras buscando la oportunidad de conseguir una porción de tierra, lo que en su país resultaba imposible. Desde Honduras, la prensa fomentaba la crítica a los inmigrantes mientras se los culpaba de los problemas económicos que vivía la población local.
A su vez, se sumó a esto el problema económico a raíz del “Mercado Común Centroamericano” (MCCA). El mismo buscaba mejorar la integración económica entre Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, y que si bien fue un éxito en un principio luego fue claro que quien más se benefició fue El Salvador, llegando a dominar el 30% del comercio de la región, además de los Estados Unidos, cuyos inversionistas acaparaban las industrias más importantes.
Como resultado, Honduras empezó a sufrir un gran déficit en la balanza de pagos con respecto a El Salvador y eso intensificó la hostilidad hacia ese país, que se veía reforzada por la constante presencia de salvadoreños que vivían en Honduras.
En este contexto se dieron los tres partidos entre ambos países para definir las eliminatorias del mundial de fútbol que se realizaría en México al año siguiente, en 1970. Durante los dos primeros partidos -el primero fue ganado por Honduras de local, el segundo por El Salvador también de local-, lo que realmente resalto más allá del deporte, fueron los choques violentos entre las hinchadas de ambos países. Por tal motivo, se decidió que la revancha se jugara en México, en territorio neutral y con una fuerte presencia policial.
Además de los enfrentamientos propios de los partidos, en Honduras se acrecentaba la violencia contra los inmigrantes salvadoreños, promovida por los medios de difusión. Durante el segundo partido jugado en El Salvador, en vez de la bandera Hondureña se izó un trapo sucio, lo que generó aún más violencia entre los habitantes de ambos países.
En el tercer partido mientras la selección salvadoreña ganaba, se rompían las relaciones diplomáticas entre ambos países, y las casas y negocios de sus ciudadanos que habitaban en Honduras, eran destruidos.
El Salvador recurrió entonces a la Organización de Estados Americanos (OEA), al tiempo que decidía invadir Honduras, empezando la llamada “guerra de las 100 horas” ya que duró apenas unos 5 días. En este tiempo ambos países pelearon en tierra y el aire, aunque lo hicieron con recursos casi obsoletos, ya que la mayoría de armas y aviones habían sido utilizadas en la segunda guerra mundial, décadas atrás.
La guerra oficialmente duró desde el 14 al 18 de julio, aunque los combates terminaron por completo el día 20. En esos escasos días, 4000 personas murieron, entre civiles y militares de ambos lados, y 80.000 salvadoreños fueron desplazados de Honduras. Además, se cerró permanentemente la frontera entre ambos países y Honduras impidió la circulación de productos salvadoreños, dejando al proyecto del Mercado Común Centroamericano sin funcionamiento. Recién en 1980 se normalizaron las relaciones entre ambos países con un tratado de paz, y más cercanamente, en 1992 el Tribunal Internacional de la Haya finalizó el litigio fronterizo cerrando definitivamente el enfrentamiento.
¿Qué tipo de guerra fue la “guerra del fútbol”?
Los marxistas distinguimos varios tipos de guerra. Por empezar,el siglo XX demostró al decir de León Trotsky lo siguiente: “la catastrófica crisis comercial, industrial, agraria y financiera, la ruptura de los lazos económicos internacionales, la decadencia de las fuerzas productivas de la humanidad, la insostenible agudización de las contradicciones entre las clases y entre las naciones señalan el ocaso del capitalismo y confirman la caracterización leninista de que la nuestra es una era de guerras y revoluciones”.
En ese sentido, las dos guerras mundiales fueron guerras interimperialistas, por la disputa hegemónica, es decir para dejar un claro gendarme del mundo. Otro tipo de guerras es la de una agresión imperialista a un país semi colonial o colonial. Así podemos pensar la Guerra de Malvinas en 1982 entre Inglaterra y Argentina, donde más allá de la dirección cobarde de la dictadura militar, los marxistas siempre nos ubicamos del bando del país oprimido, ya que una derrota del imperialismo mejora las posibilidades revolucionarias de los explotados y oprimidos del mundo, como también lo demostró la guerra de Vietnam. En tercer lugar, otro tipo de guerras es no solo la “guerra del fútbol”, sino también la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay a mediados de los años 30 del siglo XX. Ambas guerras fueron “fratricidas” porque se dio entre dos países pobres que solo pueden beneficiar el dominio del imperialismo sobre su patio trasero. Y por último, existe la guerra revolucionaria, como es la guerra civil entre la burguesía y el movimiento obrero que pelea por establecer un nuevo orden, sin explotación ni opresión. En ese caso podemos ubicar a la guerra civil rusa luego de la toma del poder de los trabajadores, soldados y campesinos en octubre de 1917.
En este sentido, la “guerra del fútbol” nada bueno trajo para los trabajadores del campo y la ciudad de Centroamérica. Lejos del nacionalismo, esta guerra refuerza la necesidad de luchar por la unidad internacional de los trabajadores y campesinos de toda América Latina y el Caribe, donde encontrarán un hermano de clase fundamental en los trabajadores norteamericanos, para pelear contra un solo enemigo en común: el imperialismo yanqui en el camino de poner en pie una Federación de repúblicas socialistas en todo el continente. |