Celeste Molina
| Docente de Nivel Primario, Estudiante del Postítulo de ESI JVG
Laura Corvera (Enfoque Rojo)
La pandemia dejó al descubierto la grave situación que viven los sectores populares del país, cientos de familias sin acceso a trabajo estable, ni a condiciones de higiene digna y sin hogar. No poder llevar un plato a la mesa se transformó en la nueva cepa.
Entre calles de barro y casas bajas del barrio Federal de Monte Grande en la zona sur del conurbano bonaerense hay, entre tantos otros, dos de esos hogares que a partir de las 5 de la tarde abren sus puertas para funcionar como comedores populares ante la realidad que viven cientos de familias vecinas y se agudizó con la crisis aparejada por la pandemia y la gestión de la misma. 19 millones de personas en el país son pobres. 7 de cada diez niños viven por debajo de la línea de pobreza.
Mientras las puertas se abren las chicas nos saludan con una sonrisa que por un momento esconde la preocupación y la bronca que genera la situación en la que se encuentran la mayoría de los comedores. La información fría de una estadística en los medios de comunicación se hace carne. "Se duplicó la cantidad de chicos. Cambio para peor. Empezamos solo con chicos, ahora asistimos a familias enteras", nos contaban mientras se distribuían las tareas. Las manos se preparan para ponerse en acción a la espera de 200 vecinos que reciben entre ambos espacios. Decidiendo apostar a dar un poco de eso que los municipios, los gobiernos provinciales y nacionales niegan a millones en todo el país.
El clima entre los que trabajan es muy bueno, las risas abundan. ¿Será porque no hay jefes?. Todos colaboran y la charla sigue: "No alcanza, del municipio recibimos solo alimentos secos fideos, arroz, harina y polenta, después nosotras conseguimos donaciones del barrio, vamos al mercado central a buscar frutas y verduras, que no están en los mejores estados, pero hacemos lo que podemos para que queden lo mejor posible".
"Hay organizaciones que nos piden que enviemos imágenes de la gente que viene a recibir la comida a cambio de eso nos bajan la mercadería, que a mí un político me diga eso es lo más berreta que hay".
Los cuchillos se ponen en acción a picar las verduras y lo que haya ese día para garantizar el menú. Las ollas suenan mientras son acomodadas en las hornallas, en otro merendero las chispas empiezan a sonar mientras crece el fuego que va a cocinar la comida de ese día. La bronca también crece y no es para menos. Desde el gobierno nacional les exigen una tabla nutricional con carnes, lácteos, cereales que ni el gobierno nacional, provincial ni municipal les garantiza.
"Mejoraría mucho poder contar con estos alimentos. Muchas veces tuvimos que sacar de nuestro bolsillo para garantizar alimentos. A veces tenemos chicos con celiaquía, diabetes y se nos hace muy difícil poder alimentarlos."
Es en estos barrios donde mueren los relatos. Las parrillas no se llenaron de asado y mucho menos sus heladeras.
Los entredichos mediáticos entre el Intendente Gray y el Ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, por la falta de entrega de alimentos de parte de Nación y la falta de rendición de cuentas por parte del intendente lamentablemente no las sorprende . Coinciden en que los funcionarios hacen oídos sordos y una de ellas agrega: "Sería muy bueno que el gobierno recorra y vea las necesidades de cada persona, qué es lo que está pasando, lo que necesitan, porque la gente hoy en día tiene que estar pasando hambre".
La gente necesita trabajo. Una fuente de ingreso.
"Si las cosas estuvieran bien o más o menos bien, la gente tendría que estar trabajando no tendría que venir a comer acá. Esto es una solución momentánea, ni siquiera es una solución, es un paliativo que hacemos las personas que creemos realmente en esto para ayudar a otras personas, no es un parche, ni una curita, no es nada. Para solucionar el problema de raíz. La gente tendría que estar trabajando y cobrando dignamente".
El olorcito a comida se empieza a sentir y los vecinos que reciben la vianda comienzan a llegar haciendo fila en la vereda. Uno a uno se reparten las porciones, que con mucho esfuerzo, solidaridad comunitaria y poca ayuda estatal pudieron lograr preparar para muchas de las familias que se quedaron sin trabajo.
Los vecinos salen del comedor camino a su hogar, eso que hoy en día resulta ser un lujo para muchos, cada uno intenta subsistir y encontrar ese espacio para vivir y las opiniones surgen:
"Es un tema la cuestión de las tomas, hay gente que toma por necesidad real del pueblo. Por tener un lugar, que difícil es pensar en tener tu espacio propio cuando solamente tenes para comer, no hay posibilidad, hay una demanda tremenda de las personas, si sos laburante nunca vas a poder tener una casa, la tierra es para que la trabajen y si vos tenes cantidad de espacio en tu municipio, en tu provincia y que uno o dos tipos que encima no pagan los impuestos. La realidad nos lleva a una discusión profunda sobre el tema".
Empieza a oscurecer, las lámparas de las veredas se encienden, el frío se empieza a sentir. Nos saludamos y nos llevamos la cabeza llena de imágenes, olores y palabras que muestran una realidad de esas que no se ven todos los días en la televisión. Y pensamos en lo importante que sería que sus realidades se hagan visibles, se transformen en demandas para vivir mejor, para defender sus derechos como lo vienen haciendo los trabajadores de EMA, del ferrocarril, cómo lo hicieron las familias de la asamblea permanente de Guernica.
Se prende la compu y las palabras empiezan a brotar.