Distintos colectivos feministas participaron de la presentación del libro de María Galindo para hablar sobre feminismo. Gran parte del movimiento feminista, desde la indignación por la violencia machista y patriarcal y la falta de justicia ante estos, pusieron mensajes en algunas paredes de las calles chapacas para llamar a la reflexión. Sin embrago, esto motivó la reacción ultra conservadora, como era de esperarse, por parte de las iglesias y sectores conservadores que se escandalizaron por lo que consideran como mensajes “obscenos”. El grafiti, entendido como una expresión más de arte urbano, ha servido y tiene la potencialidad de ser una de las más potentes formas de protesta social. Son las paredes, muchas veces, testigos y soporte de las distintas voces que toman las calles para manifestar sus luchas.
Desde Pan y Rosas, nos negamos a aceptar que nos digan cómo y dónde expresarnos, porque aceptar que hay lugares prohibidos y maneras correctas de expresión es retroceder siglos en la lucha feminista.
La calle es nuestra porque el espacio público es un derecho que hemos ganado, no un privilegio que nos ha cedido con amabilidad con la que algunos nos ceden el asiento. Si los hombres pueden orinar las paredes, las mujeres podemos pintarlas y es mejor si lo hacemos con mensajes que violenten el statu quo del poder patriarcal. En este caso, si madres y padres y “gente bien” se escandalizan porque los mensajes grafitados ensucian las paredes de una escuela, cabe preguntarse, ¿no es tiempo que les expliquen a sus hijos, hijas e hijes las razones por las cuales se pintan las paredes y qué significa eso? ¿no es tiempo de que reconozcan que es más cómodo escandalizarse por los mensajes que se pintaron en las paredes de la escuela, que escandalizasen por el acoso del cura Coco en la pastoral de la UCB, por Balvina Flores enterrada en su barrio o por el policía feminicida Leonel García?
La separación del espacio público del privado es nuestro enemigo porque nos obliga a pensar que “lo público” se debe cuidar y conservar, porque es bonito y nos refleja como ciudadanos. Las calles y las paredes de Tarija son limpias porque “su gente” es cuidadosa y preocupada. Sin embargo, “lo privado”, donde habitamos las mujeres, es violento, está oculto y no le pertenece a todos, le pertenece a un alguien; y por lo tanto no debemos cuidarlo todos, debe cuidarlo el alguien, su dueño. Por eso, en lo privado se viola, golpea, mata y se trabaja gratis. En lo privado la violencia toma el nombre de doméstica y ya no es importante, porque se da en las cuatro paredes de una casa privada y se ejerce sobre “la mujer o la hija de alguien”, es decir sobre la propiedad privada de alguien.
Si se toma las calles se arremete contra la división pública/privada y se muestra la otra cara de las ciudades, la cara privada de Tarija. La Tarija que es uno de los municipios con mayor tasa de violencia familiar, como se deduce de los reportes de la Policía Nacional. La Tarija que es el departamento con mayor tasa de embarazo adolescente, como muestran las estadísticas nacionales sanitarias. La Tarija donde cada día al menos un menor de edad es abusado sexualmente como cada semana informa la Defensoría de la Niñez. La Tarija con uno de los mayores índices de agresiones sexuales a mujeres, como reporta mensualmente la Fiscalía.
Desde Pan y Rosas nos unimos a la lucha por la más plena y amplia libertad de expresión. ¡Que ardan las calles en las manos de las mujeres!
Repudiamos abiertamente la persecución a través de redes sociales y los intentos de judicialización a las grafiteras. Y repudiamos también que involucren a mujeres trabajadoras que solo brindaban sus servicios de transporte aprovechándose de los prejuicios y de la moral burguesa que prima en nuestras sociedades para que escrachen a estas mujeres incluso buscando estigmatizarlas.
En este sistema capitalista y patriarcal, es evidente que dan más tiempo y dinero para identificar, perseguir y escrachar a “las vándalas” mientras mantienen en plena impunidad y encubren a los acosadores y violadores. Sobretodo desde aquellos sectores conservadores que aparte de importarles más las paredes que las denuncias de violencia sexual, obligan que las niñas y las mujeres a parir y se oponen constantemente a los derechos más básicos de las mujeres.
¡Basta de persecución eclesial, policial y conservadora!, ¡por la libertad de expresión!
¡Si tocan a una, nos organizamos y respondemos miles! |