Miles de franceses volvieron a salir a las calles este sábado, en la cuarta jornada consecutiva de manifestaciones contra el certificado covid que impone el gobierno de Emmanuel Macron.
Según informó el Ministerio del Interior, hubo 237.000 manifestantes en toda Francia y 17.000 solo en París, el número más alto de las últimas semanas de protestas.
El certificado comenzará a regir en todo el país a partir del lunes, luego de que el Consejo Constitucional lo validara el jueves. Esa validación significa que se deberá presentar un certificado de vacunación completo, o un PCR negativo de menos de 72 horas, o un certificado de recuperación de la enfermedad de más de 15 días y menos de seis meses para poder asistir a bares, restaurantes, ferias, exposiciones, transporte de larga distancia y establecimientos médicos (salvo emergencias).
Este documento siempre debe ir acompañado de un documento de identidad, lo que presenta un riesgo para muchas personas, en particular las personas trans que se ven obligadas a revelar su transidentidad, pero también para los residentes de barrios de menores ingresos que son víctimas de acoso policial.
En relación al personal sanitario, el Consejo Constitucional autoriza que a partir del 15 de septiembre se pueda aplicar la suspensión de los sueldos para todos los trabajadores de hospitales, clínicas, residencias de ancianos que no se hayan vacunado. Una medida escandalosa que intenta olvidar que la responsabilidad del gobierno y su catastrófica gestión de la crisis recae en el personal de enfermería.
El Consejo Constitucional sin embargo, producto de las manifestaciones, no aprobó las medidas que restringian más duramente las libertades y derechos sociales, como la posibilidad de terminar un contrato laboral permanente o un contrato interino antes de su término para trabajadores no vacunados, o como el aislamiento obligatorio de pacientes Covid. Sin embargo sigue habiendo sectores a los se les puede suspender el salario si no tienen el pase de salud. Una medida totalmente coercitiva y perversa, que de hecho empujaría a estos empleados a renunciar para buscar otro salario, pero privándolos así de sus derechos al seguro de desempleo .
Las protestas se dieron en unas 150 ciudades francesas. En París hubo cuatro puntos de manifestación, reflejo de la heterogeneidad de un movimiento donde se expresan sectores antivacunas, también los que se muestran contrarios a la exigencia del pase sanitario o de la vacuna obligatoria y otros que se oponen a la gestión de la crisis sanitaria.
El Gobierno está decidido a no dar marcha atrás. Durante toda la semana, Macron utilizó las redes sociales instando a la población a vacunarse. “Vacunaos, vacunaos, vacunaos. Es una cuestión de civismo y de un pacto como nación”, reiteró el viernes el presidente, que volvió a rebatir la noción de libertad esgrimida por los manifestantes: “Nuestra libertad solo vale si se preserva la libertad de los demás. No vale nada si ejerciéndola contaminamos a otros; entonces, ese ser libre se vuelve irresponsable. Vacunaos si queréis a vuestros amigos, a vuestros padres y hermanos”. El presidente busca con ese discurso tapar la pésima gestión de la crisis por la pandemia y la imposición de recortes de derechos sociales en lugar de un plan sanitario de conjunto.
La ultraderecha busca sacar rédito de las manifestaciones, en las que la mayoría de los que se manifiestan no tienen nada que ver con estos sectores de extrema derecha que quedan marginales en la movilización.
Sin embargo esos sectores ultraderechistas prosperan en un estado de ánimo general marcado por la confusión, multiplicado por meses de encierro y manejo contradictorio de la crisis sobre la que los conspiradores han construido su influencia, así como de la ingenuidad de muchos manifestantes primerizos, incluso activistas experimentados, para quienes la "unidad" es un fin en sí mismo.
Esta influencia de los sectores más reaccionarios se ve favorecida por la ausencia casi total de la dirección sindical y del movimiento obrero como fuerza de oposición al gobierno desde el inicio de la crisis sanitaria, pero también desde los anuncios sobre el pase sanitario.
Un programa que articule las demandas de una campaña de vacunación masiva -nacional e internacional por el levantamiento de las patentes de los laboratorios- con las de insumos para los hospitales públicos, así como para romper las cadenas de contaminación.
Esto como parte de una estrategia en manos de los trabajadores y la población, contraria a la gestión autoritaria del gobierno de Macron. Un programa cuya defensa debe ir de la mano de una activa campaña en los comercios y barrios obreros para convencer a la gente de los méritos de la vacunación para proteger a la población y acabar con la epidemia. |