Susana Aranda tiene 63 años. Vino desde muy chica a la Argentina desde su Paraguay natal. Se instaló en Virrey del Pino, La Matanza dónde se dedicaba a su trabajo de modista y a disfrutar de sus hijos y sus nietos. Hasta que en marzo del 2009 hubo una explosión en las tolvas de Klaukol. Ahí se dieron cuenta que la cantidad de enfermos de cáncer que había en el barrio eran responsabilidad de esta empresa multinacional que los obliga a respirar el material particulado cancerígeno que desde sus chimeneas llueve sobre el barrio Las Mercedes.
De la multinacional y de todos los gobiernos que le permitieron ir matando lentamente a barrio entero. En La Matanza, eternamente gobernada por el peronismo. Y en la provincia de Buenos Aires donde cambiaron los gobiernos pero klaukol y sus ganancias siguieron gozando de la buena salud que le falta a los vecinos.
Y así fue que Susana se convirtió en activista en defensa de sus vecinos, de un ambiente digno dónde vivir.
Eso es lo primero que cuenta en la entrevista que le hizo en su casa Ayelén Kapsaskis, quien se organiza junto a miles de jóvenes en la Red de trabajadorxs precarizadxs. La experiencia de Susana y la juventud de Ayi comparten más que una entrevista. Comparten la pelea por tener una vida digna en un ambiente sano, la pelea por el derecho a tener un futuro. Y comparten también un lugar en la lista 1A del Frente de Izquierda Unidad: Susana va como precandidata independiente a concejal de La Matanza, y Ayelén como precandidata del PTS a consejera escolar.
“Acá hay más de 100 personas muertas y mientras hablo con vos se siguen muriendo. Ahora ellos a las 10 prender las tolvas y nos siguen tirando sílice en el aire”, dice Susana. Y continúa: “en la Constitución dice que tenemos derecho a un ambiente sano, a la educación, a la salud… ¿y dónde están esos derechos?” se pregunta con bronca.
Para ilustrar lo que viven los vecinos cuenta el caso de Nadia Caravajal, una joven de 28 años qué tiene que trasplantarse riñones y pulmones para sobrevivir: “los papás de Nadia tardaron 40 años para pagarse su propia casa y ahora no pueden vivir ahí”, por culpa de Klaukol, de Espinoza, y de todos los gobiernos y jueces que ejercen el poder en favor de las multinacionales contra el pueblo que los votó.
Varias veces se culpa de no haber abierto los ojos antes: “yo creía que estaba todo bien y me di cuenta que estaba todo mal. Esta democracia es una mentira. Es mentira que somos libres. Porque la sociedad está dividida en dos: los que tienen dinero y los que no”. Unos tiene el poder, los otros “se tienen que poner contentos si hoy comieron ¿y mañana?”, nos han robado el derecho a tener un futuro.
Luego relata que ella junto con los vecinos hicieron un relevamiento casa por casa preguntando qué remedios usaban y si había algún muerto de cáncer en la familia. Los resultados la asustaron: todos usan los mismos broncodilatadores para poder respirar, y en todas las casas alguien murió de cáncer.
Pero la única respuesta que obtuvo fue la persecución. De hecho a la propia Susana la pararon en la calle unos matones, le pusieron un revólver en el estómago y la obligaron a tragarse unas baterías. Esa fue la más grave de las cientos de amenazas y amedrentamientos que sufrieron los vecinos y que, al igual que Klaukol, quedaron impunes. Pero eso no le hizo bajar los brazos. Sigue peleando como lo hace quién sabe que está peleando por el futuro de los suyos.
Los análisis realizados por el doctor Iván Insúa de Acumar indican que el 100% de los chicos tiene niveles tóxicos del plomo en la sangre y que ello afectó también su desarrollo cognitivo la grandísima mayoría de ellos no pasaron la Prueba Nacional de Pesquisa (PRUNAPE) un test sencillo, de bajo costo, destinado a la detección de problemas inaparentes del desarrollo en niños menores de seis años. Pero la causa sigue archivada.
Porque la justicia también es de clase, y Susana lo sabe. “Porque si yo voy y le pongo una bomba a las tolvas de Klaukol para que no maté a mi familia - porque mi nuera está muriendo de cáncer - yo sé que el juez me va a condenar. Pero si yo voy y le digo al juez ‘me están matando’ me dice ‘yo no puedo hacer nada”.
La esperanza por el futuro es de izquierda
La propia experiencia de Susana, de la impunidad de Klaukol gobierno tras gobierno, la llevó a sacar sus conclusiones: “no creo en la política del PJ, ni de Cambiemos, ni del radicalismo, porque ya todos fueron gobiernos”. Y continúa: “cuando ganó Macri no podía creer que el pueblo argentino haya votado al patrón”. Y que luego llegó el Frente de Todos diciendo que ellos “iban a ayudar a los pobres, pero no es así”, dice Susana. “Ellos están para que los pobres sean perpetuos, para que no tengan futuro y tengan que vivir al día a día”. Y remata diciendo “y encima le tenés que agradecer cuando te dan una bolsa de comida”.
“Por eso yo la fuerza la encuentro en lo que dice la izquierda”. Frena un rato y se corrige: “¡decimos! porque yo ahora también me siento de izquierda”. Explica muy sencillamente como la mayoría quiere lo que quiere la izquierda: “que no haya más clases sociales, que no haya escuelas y hospitales para ricos y escuelas y hospitales para pobres. Integrarse, no ser esclavo de nadie y que nadie maneje el destino de nadie”
Y se emociona esperanzada, sobre todo cuando ve que hay jóvenes que salen a pelear: “en estas elecciones hay que votar a la izquierda, tenemos que demostrar que somos muchos y ahí vamos a creer que hay un futuro posible”.
Le dice a los jóvenes que si se sigue destruyendo todo no van a tener futuro, no van a tener ni agua: “porque cuando ellos hacen la megaminería, o la industria porcina con los chinos, o ésta minería a cielo abierto que tengo acá al lado (señala hacia Klaukol) sacan futuro, sacan los sueños de los chicos. Y eso está mal”
Y completa diciendo que “ese va a ser mi mejor regalo: saber qué se puede cambiar. Yo no quiero ganar nada”, dice. “Ganaría mucho si yo veo que después de estas elecciones la izquierda sale triunfante. Porque ahí voy a tener la esperanza que mis nietos y que mis hijos van a tener futuro”.
Es que Susana habla con la emotividad de los que dicen la verdad, de los que se niegan a resignarse a vivir o a morir en este sistema entre la miseria y la contaminación. Así de emocionada, Ayelén la mira, y le dice “y creer en vos en la fuerza que tenés, que nos inspira, que nos trajo hasta acá para seguir peleando”. Susana, con lágrimas en los ojos, le responde: “Gracias. Porque ustedes también me dan fuerza. Me arrepiento de no haberme dado cuenta antes, pero ahora digo: la alternativa es por izquierda, y hay que apoyar eso ¿listo?”. Ambas sonríen.
Y tiene toda la razón Susana. El capitalismo ya demostró que nos arruina la vida. Y no sólo en el trabajo, sino también en nuestros barrios, tirándonos su mugre para que comamos y respiremos. El peronismo, cambiemos y obviamente los liberales - que hasta niegan el cambio climático - ya demostraron que sólo les importa defender a las multinacionales que nos arruinan, como la Barrick Gold, Klaukol. Y qué quieren seguir avanzando por ese camino. Como en Chubut queriendo imponer la megaminería a fuerza de represión y amenazas. O trayendo las granjas porcinas que fueron prohibidas en otros lados para transformar a la Argentina en el chiquero del mundo. O como intentaron hacer en Mendoza juntos peronistas y gorilas, que tuvieron que retroceder ante las movilizaciones populares de las que el Frente de Izquierda fue parte.
Por eso para frenarlos hay que fortalecer a la fuerza que se propone hacerlo. Y así como lo mostramos en las calles peleando, la salida es por izquierda y es contra el capitalismo. Vayamos juntos con Susana. Vamos con el Frente de Izquierda Unidad.
|