El mundo del rap y de la música urbana está hace varios años en plena expansión. A muchos jóvenes nos atraviesa directamente como parte de nuestra identidad generacional. Existen muchas razones para poder explicar su influencia creciente en la sociedad: desde una mayor accesibilidad, adaptación a nuevas tecnologías, hasta el surgimiento de grandes referentes a escala mundial que marcaron el camino de una nueva etapa en la cultura popular argentina.
Entre defensores y detractores, su contenido ha dado mucho que hablar. Sus aspectos de rebeldía juvenil contra el orden establecido, es la voz de una generación que no ve un futuro prometedor dentro de esta sociedad. Al mismo tiempo, algunas cosas que suelen oírse remiten a ideas no tan revulsivas: la meritocracia, el “hacerse desde abajo y triunfar”, la competencia y las perspectivas de ascenso social. Este carácter contradictorio que presenta el rap nos lleva a preguntarnos ¿Cuál es el rol de la industria cultural sobre el rap y cómo se posiciona frente a esta tensión entre lo “crítico” y lo “mainstream”?
El carácter popular y crítico del Rap
El Hip Hop, y por lo tanto el Rap surgieron como un fenómeno contracultural de los sectores más empobrecidos de la clase trabajadora estadounidense. Un género urbano que les permitió a muchos sectores marginados poder hacer música, sectores que no tenían acceso a hacerse de costosos instrumentos ni entrar a prestigiosos institutos. Con las ganas de improvisar con un par de rimas sobre una base de beat-box, bastaba para que tengas la posibilidad de crear contenido. Como ejemplifica el madrileño C.Tangana con su experiencia personal en una entrevista con Filo News: “Yo soy el tipo de artista que no tiene nada, no tengo ninguna técnica. Yo vengo del Hip Hop porque es un sitio donde la gente creativa se podía meter sin “saber nada”. Tu quieres pintar, pues pinta. Quieres cantar, pues canta”. Es asi que miles de pibes, en su mayoría trabajadores negros y latinos, comenzaban a tener la posibilidad de expresarse artísticamente, dandole pie a un nuevo género que encausó, entre otras cosas, un fuerte contenido de crítica social.
Hasta el día de hoy, esta característica ha sido una de las que permitió la enorme expansión de popularidad que tuvo este género en el mundo y en particular, en Argentina en los últimos años. No es casual que hoy sea uno de los principales canales de expresión de la juventud. Hay innumerables artistas que han logrado reconocimiento a escala internacional. En nuestro país, el género da un salto desde el 2013 en adelante con el boom del evento de Freestyle del parque rivadavia, el “Quinto Escalón”, y toda una camada de pibes que luego se comerían la escena urbana hispanohablante como Duki, Paulo Londra, Bizarrap, Cazzu, Nicky Nicole, Trueno, Wos o L-Gante. Todos ellos, tuvieron su pasado en el mundo de las batallas o de la creación de contenido con micrófono y una computadora. Si ya desde un comienzo, el género le abría las puertas a muches, con la centralidad de internet y las redes sociales, la amplitud fue aún mayor.
Las voces de la lucha de la juventud en más de una ocasión se hicieron escuchar a través de batallas de freestyle, como lo es el caso de Wos reivindicando la lucha de los jóvenes chilenos, la rabia contra la policía en numerosas ocasiones como Wolf en la FMS denunciando a policía porel caso de Úrsula,pibas como Kris Alaniz que cuestionan la opresión machista, y muchos otros pibes que llevaron al barrio a la primera plana. Es natural que muchos pibes prefieran identificarse con este movimiento, y no con lo que habitualmente constituyó la industria mainstream a la cual los tienen acostumbrados. Sin embargo esa misma industria ha sabido sacar provecho del negocio de la rebeldía.
La meritocracia y la competencia en el Rap
Es cierto que la contraparte del contenido disruptivo del hip hop y el rap, al igual que en muchos otros aspectos de la vida cultural, es la presencia de un discurso de ascenso social individual, de competencia y en ocasiones machista y homofóbico. No va a faltar la canción de los raperos mas “pegados” que hablen de quien salió más de abajo y hoy es más talentoso, tiene más recaudación, mejor vestimenta o mejores autos. Ya desde sus orígenes, los afroamericanos precursores del rap vieron en las vestimentas excéntricas, autos lujosos y “bling bling”: un grito hacia la sociedad diciéndoles que los lujos ya no serían una exclusividad de los blancos, pero al mismo tiempo buscando alcanzar ese “estatus” mediante el consumo de determinados bienes. Por su parte, desde los sectores del capital, se ha utilizado esto como una vía de fomentar el consumismo como vía de realización personal.
Los medios de comunicación hegemónicos, los grandes empresarios y sus voceros, intentan fomentar la idea meritócrata y de ascenso social de “el que quiere, puede”, así como otras operaciones ideológicas favorables a sus propios intereses. Un ejemplo de esto, que tomó mucha repercusión, es el caso de L-Gante, que se vale de este mito del joven pobre que con un micrófono y una netbook puede convertirse en una superestrella.
Parte de la explicación de éste fenómeno contradictorio tiene que ver con el origen propio del Hip-Hop y de los géneros musicales contemporáneos, los cuales son hijos de los últimos 40 años signados por la ofensiva neoliberal donde priman ideas como la meritocracia y el rechazo de cualquier proyecto colectivo de emancipación. A esto podemos sumarle que desde su nacimiento, ha sido atravesado por la dinámica de la competencia, como lo fue en las pandillas de Nueva York en los años 70.
Hoy el Hip-Hop como movimiento contracultural, es también un enorme negocio que mueve millones de dólares a lo largo del mundo. Para poner un ejemplo, la industria musical argentina en 2020 tuvo una ganancia de U$S 20.000 millonessolo gracias a los servicios de streaming (Spotify, Youtube, etc). Donde les pibes ven una posibilidad para crear, estos empresarios ven un negocio rentable. Hoy hay una integración entre la cultura mainstream y este fenómeno “alternativo”. Como menciona Fisher [1] lo “alternativo” o lo “independiente” y otros conceptos similares no implican que sean ajenos a lo mainstream, sino que se trata de estilos hegemónicos hacia el interior de lo mainstream o asimilados por él. Es la industria cultural que lleva a la mercantilización de lo popular. Es así como el capitalismo ha buscado convertir estos fenómenos contestatarios, en nichos de mercado para perseguir su ganancia, limitando o adaptando así el proceso creativo en función de sus intereses.
Es muy auspicioso cada paso que dan las mayorías populares en la participación de la producción cultural, en un mundo donde los poderosos intentan que vayas de tu casa al trabajo y del trabajo a la casa (en el mejor de los casos). Ahora bien, es innegable la influencia que tienen los grandes medios hegemónicos. Que haya géneros que para desarrollarse libremente tengan que ser “alternativos”, expresa no una virtud sino un problema a resolver que no alcanza con una crítica a la cultura mainstream, sino por una pelea por la independencia del arte y de los grandes medios de producción artística para las mayorías.
¿Capitalismo o arte independiente?
En el capitalismo, la producción artística está inmersa en la lógica que orienta a los bienes artísticos a la comercialización masiva. Una industria jamás podría permitir (o lo intentará en la medida que sea posible) que el contenido de sus producciones desencaje con el mayor de los públicos posibles, por lo que el espacio para la libertad creativa, los posicionamientos ideológicos y políticos por parte de los artistas, tiende a reducirse. Lo que se persigue es una cultura que pueda ser vendida a nivel de masas, reproduciendo un discurso aggiornado a esa necesidad de ganancia.
La producción artística está vetada para las grandes mayorías. Lo que debería ser parte del ocio creativo de cualquier trabajador, es hoy la excepción de un muy pequeño puñado de artistas profesionales y de monstruos industriales que acrecientan cada vez más sus ganancias. En lugar de ser la norma, muchos pibes apuntan a ser artistas para poder darle cauce a su potencial creativo y al mismo tiempo “salvarse” de una vida predestinada a la precarización laboral.
En momentos donde el desempleo afecta a 3 de cada 10 jóvenes, y más de la mitad de los que laburan están precarizados, con una pobreza infantil que supera el 60%, la participación de les pibes en el mundo de la cultura es aún menor. A medida que la crisis social, que los capitalistas quieren hacerle pagar a les trabajadores se profundice, cada vez serán menos los pibes que podrán dedicarse libremente al arte sin percibir un ingreso fijo, más pequeño será el espacio que ofreceran estas cadenas productoras, y más aún querrán imponer el mito meritócrata sobre los artistas individuales que lograron “salir” del barrio.
Donde los ricos y portavoces defensores de este sistema ven un “talento innato”, nosotres pensamos en cada artista en cada barrio y cada fábrica que este sistema no deja crecer. Hay que cambiar las cosas para que los “genios” no sean la excepción, sino la regla.
¿Cuántos pibes habrán tenido que dejar de rapear, pintar o bailar para meterse a laburar para bancarse una carrera?, por si en una de esas, se puede salir de la pobreza. ¿Cuántos otros como L-Gante tuvieron que dejar el colegio para laburar en una fábrica, pero que a diferencia de él, no llegaron a “pegarla”. ¿Cuántos referentes de la cultura popular nos perdemos cada vez que los fríos dígitos de los índices de pobreza y desempleo suben un poquito más?
Tenemos que repensar una sociedad donde todes tengan la posibilidad para desarrollarse artísticamente y dejar atrás la posibilidad de un discurso del “sálvese quien pueda”. La única perspectiva posible es la lucha de la juventud para conquistar su presente y su futuro, para eliminar la disyuntiva entre matarte laburando y pegarla en la música o el deporte. Donde todos trabajemos menos, trabajemos todos, y nos alcance para vivir dignamente.
Al mismo tiempo, es necesario pelear por un arte hoy que sea cuestionador del orden establecido, y aliado a lo más avanzado de la lucha de clases, como los artistas que han sido parte de revueltas y procesos de lucha de clases a nivel mundial. Así sucedió en 2011 y 2019 con la juventud en Chile donde han surgido numerosos artistas han sido parte de las revueltas, el año pasado con el movimiento de Black Lives Matter en EEUU por el cual se han expresado artistas de todos los géneros en todo el mundo, en Argentina con el movimiento de mujeres hizo que pibas dentro del HipHop peleen por hacerse un lugar en una industria muy masculinizada, la pelea contra los privilegios de la monarquía en el Estado Español como fue el caso de Pablo Hassel, las revueltas en Puerto Rico donde los artistas de Reggaeton como Residente han jugado un rol importante, y muchos mas en otras partes del mundo, mostrando cual es el horizonte de la lucha por una sociedad distinta. Aunque éstas no fueron las únicas apariciones políticas de la música urbana, siendo que el mundo del rap también entro en escena con fenómenos como la política restauracionista en Cuba y otros fenómenos reaccionarios.
La clase trabajadora ha demostrado que cuando se pone al frente de tomar las demandas del conjunto de la sociedad, dentro de ellas el derecho a un arte libre. Tal fue el caso de Zanon y MadyGraff, fábricas bajo gestión obrera que han hecho numerosos eventos con artistas muy reconocidos como La Renga, Manu Chao, Damas Gratis, Mala Fama, Trueno, Portavoz, sin policías y grandes corporaciones.
Los socialistas, luchamos por superar una sociedad de explotación, para que se libere el potencial creativo y científico de la humanidad que el “corsé” de la ganancia capitalista hoy no permite.Hoy, por la independencia del arte, para la revolución; y por la revolución, para la independencia definitiva del arte. |