El Gobierno de Maduro, que siempre mostró ser un buen pagador de deuda, incluso a costa de conducir al pueblo venezolano a una de las mayores calamidades económicas y sociales, ya mostró que el esquema de República Dominicana sería uno de sus caminos como futuros acuerdos para continuar pagando la fraudulenta deuda externa con el remate de activos de la nación.
Con esta operación, como destacan muchos analistas, la administración de Maduro "tiene la intención de mostrarse favorables al mercado y decir que ’sí, quiero pagar la deuda: estoy bien para ello’", tal como recoge el portal petroguía.com sobre declaraciones de un estratega senior de renta fija de EMFI, una firma de servicios financieros con sede en Londres. Es el mensaje que se está enviando, “estamos dispuestos al remate y lo estamos demostrando”.
Si Chávez siempre se caracterizó por ser además de un pagador puntual de la vieja deuda externa, un buen generador de deuda hipotecando el país a futuro (que es toda la deuda que se ha estado pagando y aún hay que pagar), Maduro ha sido un excelente seguidor en este aspecto. La diferencia es que el primero lo hizo en época de vacas gordas disfrazando esa parte del sangramiento nacional, el segundo lo hace en plena sequía económica, terminando de llevar al país al peor de las catástrofes, tras su decisión de saldar la deuda con buitres internacionales y no la deuda con el pueblo.
En Venezuela no solo fue el desbarranque de los precios del petróleo, que empezó a mediados del 2013, que condujo a la brutal crisis económica, fue la decisión de un Gobierno que, a sabiendas que los ingresos por renta se venían a pique, decidió igual pagar hasta el último centavo de la deuda con todas las consecuencias que trajo acarreada que, como un espiral, llevó a la falta de inversiones necesarias y a las calamidades sociales y económicas que todo el pueblo ha vivido, a las que se fueron sumando sus otras medidas de ajuste económico.
Si en todos los años que transcurrieron hasta el 2017 los pagos realizados por Maduro fueron a costa de sangrar las arcas de la nación por más de 74 mil millones de dólares, esta vez lo empieza a realizar en base a remate de activos a través del canje de bonos de la República y de PDVSA. Por eso, y para ir demostrando sus buenas intenciones y hasta donde está dispuesto a llegar, no tuvo ningún empacho en rematar activos del país en la refinería Refidomsa, sobre lo que el país no vio un centavo y apenas implicó un pago mínimo de la cuantiosa deuda externa venezolana.
Básicamente la transacción estaba centrada en que PDVSA utilizara sus acciones en Refidomsa para recomprar una porción mínima de sus bonos que estaban en posesión de Patsa, un vehículo de inversión del Grupo Rizek, consorcio dominicano con mayor participación y poder en distintos sectores económicos. “El pasado 26 de marzo PDVSA nos informó que tenía una transacción ya acordada con el Grupo Rizek, pero los estatutos de la refinería establecen que el Estado dominicano, por el hecho de tener 51% de la refinería, tiene el derecho de preferencia en los mismos términos de la transacción propuesta”, declaró Jochi Vicente, ministro de Finanzas dominicano.
Como ya explicamos en La Izquierda Diario, hace 10 años, PDVSA pagó por el 49% de la refinería Redifonsa la cantidad de 135,7 millones de dólares y ahora utiliza ese activo para recomprar una parte de su deuda emitida en bonos porque el monto de la transacción acordada con el Grupo Risek, fue de 88,1 millones de dólares. Por tanto, la estatal venezolana no recibió ni un solo dólar por la operación, redujo una mínima parte de sus obligaciones y nominalmente se revela una rebaja de 35% menos de lo que se pagó en el año 2010, porcentaje que se corresponde al más bajo descuento al que se negocian sus títulos.
Por ello es que el ministro de finanzas dominicano ya citado declaraba que: “Analizando los beneficios económicos de la transacción, tanto desde el punto de vista del precio acordado como por la resolución de la solución corporativa impuesta por todo el tema de las sanciones que impuso Estados Unidos al gobierno venezolano, y desde el punto de vista del Estado dominicano se buscó que el precio de la transacción fuera razonable y ventajoso. Y aquí el precio al cual se adquirió Refidomsa es más ventajosa al que se vendió”.
Más importante que el precio de ese trato es el mensaje que envía al “mercado”, según analistas. Y como siempre la vieja esperanza que, si Venezuela es buen pagador o tiene la voluntad de intercambiar activos estatales por alivio de la deuda, esto pueda atraer inversionistas a la nación, donde PDVSA controla enormes reservas de crudo. Pero ya se vio que, cuando Venezuela pagaba grandes cantidades entre el 2013 y el 2017, en todo ese período no entraron “inversiones extranjeras”, era todo saqueo y saqueo, y desmonte de la industria petrolera para luego poder ser rematada.
Venezuela es dueña o todavía tiene participaciones en empresas extranjeras que incluyen una refinería de petróleo sueca, una planta de aluminio costarricense, un banco uruguayo, entre otras. Su activo en el extranjero, joya de la corona, es la refinería estadounidense Citgo Petroleum Corp, que está actualmente confiscada por el gobierno de Estados Unidos producto de las sanciones, aunque tenga la fachada de una administración supuestamente nombrada por Guaidó, por lo que no puede ser incautada por acreedores o puesta en venta sin la autorización de Washington.
Aunque el valor del total de activos extraterritoriales venezolanos no da cuenta de la magnitud de la deuda por bonos emitidos que se calculan en alrededor de $ 58.8 mil millones en bonos en incumplimiento y otros $ 20.8 mil millones en vencidos, además debe miles de millones más a otros tipos de acreedores, saldar semejante “compromiso” implica también seguir el mismo camino pero con activos en el territorio nacional así como otras vías de pagos.
Es lo que ya está en curso. En el camino entreguista de Maduro, se están haciendo canjes de bonos de deuda a cambio de acciones de participación en las empresas bajo el control de PDVSA, lo que es todo un negocio para los “compradores” y pérdidas inimaginables para el país por las cuantiosas inversiones para montar toda esa industria. Bajo este mecanismo, pagando una fraudulenta deuda externa con el remate de empresas claves y los canjes de bonos con activos nacionales, también se lleva a cabo la desnacionalización y la entrega. En un país donde se está dispuesto a entregar también las enormes reservas de crudo y donde tienen los ojos puestos las grandes transnacionales. Así se redoblan las cadenas sobre el país.
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