Desde que asumió el gobierno de la coalición multicolor encabezada por Luís Lacalle Pou, los trabajadores y sectores populares venimos sufriendo la profundización de un plan de ajuste antiobrero y antipopular y en beneficio de los empresarios.
La Ley de Urgente Consideración (LUC), rebajas salariales, despidos, cierres de programas sociales, avances privatizadores son algunas de las medidas que la derecha quiere imponer.
En una nota anterior polemizábamos con las posiciones del Frente Amplio y su forma de enfrentar al gobierno y hoy queremos retomar estas reflexiones acerca de cual es la izquierda que necesitan los trabajadores para vencer.
Una Izquierda socialista y anticapitalista
La experiencia con tres periodos de gobiernos frenteamplistas ha sido la confirmación de lo que intuíamos de la coalición de izquierda desde hace décadas, cuando actuaba desde la oposición
Su objetivo no es la transformación radical y profunda de la sociedad, sino que se ha limitado a gestionar y administrar el capitalismo, buscando en todo caso limar sus aristas más inhumanas; aunque cuando las condiciones económicas aprietan también recurren a los ajustes contra los sectores populares.
Han demostrado ser incapaces de tocar seriamente las ganancias capitalistas, aún sabiendo que como sucedió durante sus 3 periodos de gobierno las condiciones internacionales hicieron que los ricos se hicieran mucho más ricos.
Desde su fundación en el 71 a la actualidad, el Frente Amplio ha profundizado su integración al régimen político y hoy es uno de sus principales sostenedores en conjunto con los partidos tradicionales.
Su estrategia con respecto al gobierno actual apunta al desgaste, a debilitar y debatir con el gobierno pero en clave reformista, es decir sin cuestionarlo de raíz, y apuntando a quedar mejor posicionado para las próximas elecciones.
A la luz de la experiencia pasada, podemos ver como en realidad el FA tampoco revierte las reformas que implementa la derecha cuando está en el gobierno; así sucedió al asumir en 2005, cuando quedaron vigentes todas las reformas regresivas de la década del 90 que impulsaron los partidos tradicionales. Se mantuvo la precarización laboral, no se revirtieron las privatizaciones, se profundizó el modelo extractivista y destructor de la naturaleza, continuó la injerencia y subordinación de los organismos multinacionales como el FMI, se mantuvo un sistema tributario totalmente regresivo, entre otros ejemplos.
Por el contrario, una verdadera izquierda no puede menos que buscar la transformación real de esta sociedad, y esto implica en primer lugar luchar por terminar con el capitalismo; este sistema económico que hunde en la miseria a grandes sectores de la humanidad, con sus crisis y guerras destructivas, junto a la catástrofe ecológica que está afectando el planeta.
La lucha por terminar con el capitalismo solo puede hacerse en clave socialista, es decir la toma del poder por los trabajadores para expropiar a los capitalistas y poner la riqueza social al servicio de las grandes mayorías y siempre desde una perspectiva internacionalista que trascienda las fronteras de los estados nacionales.
Al contrario del régimen burgués, donde se vota cada 4 o 5 años, los revolucionarios promovemos un gobierno de los trabajadores basado en la democracia directa. Esta actual “democracia para ricos” encubre un verdadero régimen de explotación de las grandes mayorías por un pequeño grupo de personas, dueños de bancos y empresas.
Los dirigentes del Frente son parte de una casta política que organiza el país en función de los intereses de los capitalistas, mientras que una auténtica izquierda debe luchar por una democracia directa con políticos revocables en sus mandatos y con sueldos similares a los de un trabajador promedio, cuyo objetivo político sea romper con el imperialismo y expropie a los grandes grupos económicos.
La concepción de política del FA pasivizó a su militancia, que termina resignadamente luchando por el mal menor y con un marcado posibilismo, mientras sus dirigentes se preocupaban más por obtener cargos en la estructura estatal que por buscar la transformación social.
Algunos sectores del FA como por ejemplo el PCU se presentan como la “izquierda” de la coalición y en lo formal plantean que su objetivo es el socialismo, aunque en una visión etapista que comienza con la lucha por lo que ellos llaman una “democracia avanzada”. Sin embargo en este camino terminan haciendo alianzas y acuerdos con sectores empresariales y burgueses; además de estar totalmente adaptados a este régimen político, imbuidos de una lógica parlamentarista y de respeto total a las instituciones de este sistema de explotación.
Al contrario de está visión posibilista y resignada desde la militancia que proponemos no negamos la lucha por conquistas y cambios, pero no son el objetivo último, sino que cada pelea concreta nos permite ir por más y son puntos de apoyo para impulsar la lucha por cambios más profundos. A la lógica del desgaste que impulsa el reformismo le oponemos la lógica de ruptura y transformación.
La izquierda junto a los que luchan y apoyando todos los conflictos
Si a nivel político nos hemos acostumbrado a esta versión de la izquierda electoralista y parlamentarista, a nivel sindical la situación no es mucho mejor.
La dirigencia del PIT-CNT también termina funcionando como una de las patas que da estabilidad al régimen. Se deja de lado la independencia de clase para hacer seguidismo a la política del Frente Amplio y se subordina a esta estrategia.
Una consecuencia directa de esta posición es la política que contiene al movimiento obrero y pretende encausar todo su accionar dentro de la “normalidad” del régimen. Se aíslan los conflictos, se evitan las coordinaciones, no hay planes de lucha sino medidas puntuales sin continuidad.
Se rebaja así el rol del movimiento obrero, que termina siendo un actor que a lo sumo asume la función de presionar, y a su vez se controla todo elemento de radicalidad y cuestionamiento profundo.
En este último tiempo, trabajadores de Soofrica o de la pesca han tenido duros conflictos. La dirigencia de la central sindical los ha dejado casi abandonados a su suerte, cuidándose de no poner toda su poderío al servicio de las luchas y para que estos conflictos triunfen. Nos quieren acostumbrar a negociar por migajas, porque siempre nos dicen que no se puede triunfar si pedimos mucho.
Así pasan las rebajas salariales, los despidos, o las pérdidas de fuente laborales. Cuando el Frente Amplio estaba en el gobierno estos mismos dirigentes del PIT-CNT se ofrecían como “mediadores” entre los sectores en lucha y el gobierno en lugar de estar claramente del lado de los trabajadores.
Nos hemos acostumbrado a que los dirigentes de la Central definan medidas sindicales de manera inconsulta y en función de cálculos e intereses propios.
No hay una verdadera democracia obrera donde las bases deliberen y definan las medidas a tomar sino que se vacían los espacios de democracia de los trabajadores mientras los dirigentes definen encerrados entre 4 paredes.
Estos dirigentes definen la estrategia en función de intereses ajenos a los trabajadores, más pensando en colaborar con el Frente Amplio que en lo que opinan las bases obreras.
Un programa anticapitalista y de clase para enfrentar la crisis
15 años de gobiernos del Frente Amplio ya mostraron que no es desde el reformismo que lograremos terminar con este régimen de miseria. Mientras en esos periodos se esmeraron por atraer inversiones y generar condiciones para que los empresarios maximicen sus ganancias, desde la izquierda anticapitalista luchamos por otro programa.
Hay que tomar medidas de fondo, entre ellas el no pago de la deuda externa, la nacionalización de la banca y el comercio exterior y terminar con los subsidios y facilidades para las patronales. Por el contrario hay que imponer impuestos a las grandes fortunas y grandes ganancias empresariales.
Hay que revertir el proceso de privatizaciones de empresas públicas que llevó adelante la derecha y que el FA respetó y profundizó, para que las empresas funcionen bajo control de los trabajadores y usuarios en función de las necesidades populares, además de poner en marcha un plan de obras públicas que resuelva el problema de vivienda e infraestructura que afecta a cientos de miles de personas.
Ante la pérdida de puestos de trabajo y el desempleo que se ha agudizado con la crisis del coronavirus se hace necesario el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles sin recorte de salarios, poniendo bajo control de los trabajadores toda empresa que cierre o despida. Basta de contratos precarios y chatarra que explotan en especial a la juventud.
Para luchar por esta perspectiva se hace necesario actuar en los movimientos sociales, en el movimiento estudiantil y en la clase trabajadora para formar fracciones revolucionarias que peleen por una perspectiva de lucha e independencia política del régimen, de unidad con la clase trabajadora y anticapitalista.
Hay que construir desde ahora esta izquierda que necesitamos.
Activistas, luchadores, dirigentes sindicales honestxs y clasistas, lxs que luchan por los derechos humanos, ambientalistas, lxs jóvenes, las mujeres y lxs que miiltan en los movimientos de la diversidad sexual tenemos esta tarea por delante. Solo una izquierda fuerte, consecuente obrera y socialista es la que puede dar una salida progresiva a la catástrofe social en que nos hunde este sistema capitalista en que vivimos. |