El 18 de julio de 1936 comienza la guerra civil en España. El Gral. Franco se subleva y da un golpe militar contra el gobierno de la República española que había asumido hacia unos pocos meses.
En Madrid y Barcelona las dos grandes capitales, son los trabajadores los que asumen la lucha contra los golpistas. Con armamento improvisado asaltan los cuarteles o se lanzan sobre las tropas golpistas y les asestan una dura derrota a los franquistas.
Comienza una larga guerra civil de tres años.
En Barcelona la burguesía republicana huye y son los obreros armados, en especial de la anarquista CNT, que es la central obrera mayoritaria y más combativa de Cataluña, los que derrotan la intentona golpista y se hacen del poder en las calles. La Revolución pega un salto.
Companys, el presidente de la Generalidad, que era el gobierno de Cataluña, recibe el 21 de julio a los dirigentes anarquistas, que venían prácticamente de una batalla de 30 horas en las que no habían dormido ni se habían limpiado aún, les dice:
“Sois los dueños de la ciudad y de Cataluña, porque sólo vosotros habéis vencido a los militares fascistas, … todo está en vuestro poder; si no me necesitáis o no me queréis como Presidente de Cataluña, decídmelo ahora, que yo pasaré a ser un soldado más en la lucha contra el fascismo.”
Y esto fue aceptado.
Dos meses después Compañys les pide a los anarquistas que se integren a su gobierno. Y el 27 de setiembre, tres dirigentes anarquistas entran como ministros al gobierno capitalista republicano, e incluso el Partido Obrero de Unificación Marxista, el POUM designa a Andreu Nin como ministro de justicia. Nin había sido compañero de ruta de León Trotsky, se habían distanciado por la política del catalán de apoyar al Frente Popular. Sin embargo seguía siendo opositor al PSUC, el nombre del PC estalinista en Cataluña.
La entrada de los anarquistas al gobierno no significó un apoyo a la revolución en curso sino lo contrario. La Generalidad fue tomando cada vez más peso y recuperando el poder pleno, en el terreno militar, económico y político y tomaban medidas directas contra el poder que brotaba de la iniciativa de las masas. Por ejemplo en Aragón en algunos pueblos se desplazaba a los intendentes y se imponían Comunas revolucionarias que realizaban expropiaciones de tierras y su inmediata colectivización entre campesinos pobres, en Barcelona las fábricas eran ocupadas por los obreros y puestas a funcionar. Las milicias que combatían en el frente las empiezan a controlar para disciplinarlas y luego las disuelven para que se incorporen al ejército regular republicano. Cataluña no fue la excepción.
Pero si los anarquistas habían entrado al gobierno catalán ¿por qué no entrarían al gobierno republicano central? Incluso de los cuatro anarquistas que entraron en noviembre, dos eran del ala dura: Federica Montseny y Juan García Oliver.
Veamos como reflejaba el mismo diario de la CNT la incorporación de los anarquistas al gobierno republicano: “uno de los hechos más trascendentales que registra la historia política de nuestro país. El Gobierno [...] ha dejado de ser una fuerza de opresión contra la clase trabajadora, así como el Estado no representa ya el organismo que separa a la sociedad en clases. Y ambos dejarán aún más de oprimir al pueblo con la intervención en ellos de elementos de la CNT” (Solidaridad Obrera 4/11/1936).
Pero estas definiciones son opuestas a los planteos tradicionales del anarquismo. De rechazar toda forma de Estado incluso de uno que esté en poder de los trabajadores, pasaron a integrarse a un gobierno burgués con la excusa de combatir al fascismo.
Para diciembre los partidos burgueses de Cataluña con apoyo de los stalinistas expulsan al POUM de la Generalidad y forman un nuevo gobierno. Los ministros anarquistas se cruzaron de brazos ante la expulsión, lo aceptaron a cambio de un aumento de su representación en el gobierno.
A comienzos del 37 la lucha dentro del campo republicano, entre la revolución y la contrarrevolución se acentúa. En mayo las tropas de la Generalidad asaltan la Telefónica para desplazar a los anarquistas que desde el inicio de la guerra la ocupaban. Estos resisten y estalla espontáneamente una insurrección en Cataluña contra el gobierno y la represión del PSUC estalinista. Otra vez Barcelona se llena de barricadas. De un lado obreros anarquistas y del POUM, del otro las tropas del gobierno de frentepopular catalán.
La insurrección fue derrotada no por la superioridad de las fuerzas gubernamentales sino porque los dirigentes anarquistas en el gobierno central, Federica Montseny y Juan García Oliver se desplazaron a Barcelona a pedirle a los obreros que entreguen las armas y levantan las barricadas. Los dirigentes del POUM también aceptaron. Los trotskistas se opusieron pero eran minoritarios.
Poco después es ilegalizado el POUM, meten a cientos de sus militantes en las cárceles republicanas y la policía secreta del PSUC secuestra y asesina a Andreu Nin.
Los anarquistas reniegan del Estado. Los trabajadores no debían pensar en dirigir un Estado propio, solo hay que abolirlo ya que el Estado es opresor. Suena lindo, pero los marxistas decimos que es necesario para derrotar al capitalismo, que en una primera etapa los trabajadores tomemos el poder político y económico, imponiendo un gobierno de los trabajadores o un Estado obrero y así podamos abolir la explotación y avanzar a una sociedad socialista. Pero esta etapa transitoria es necesaria porque hay que terminar con la resistencia de los capitalistas que harán de todo, boicot, huelgas, sabotaje y hasta se armaran para derrotar el poder obrero que los haya expropiado y barrido del gobierno. Y si no les alcanza con su fuerza interna recurrirán a la ayuda de gobiernos capitalistas extranjeros para invadir. Así ha sido siempre, así será en el futuro.
Por eso la utopía de que de un día para el otro desaparece el estado es una ilusión.
Esa idea se estrelló contra la realidad cuando en la guerra civil en España el anarquismo tiró sus banderas y se integró al estado capitalista traicionando la revolución. |