El miércoles 20 de octubre se lanzó en París, con más de 450 asistentes, la campaña para lograr que Anasse Kazib, trabajador ferroviario e hijo de inmigrantes, sea candidato a presidente en las elecciones de Francia. Su candidatura viene recibiendo importantes apoyos de parte de activistas por los derechos humanos, periodistas, artistas, trabajadores y delegados sindicales. Y del otro lado de la barricada, ha despertado la furia de la extrema derecha francesa que lanzó amenazas de muerte en twitter y el hashtag racista #AnasseKazibRemigration. Para lograr su candidatura es necesario recolectar 500 firmas de alcaldes y otros funcionarios electos que lo “apadrinen” –un requerimiento antidemocrático de la ley electoral francesa [1]–. El acto de lanzamiento fue organizado por Révolution Permanente, organización integrante de la Red de Diarios Internacional de La Izquierda Diario. Del evento participaron importantes referentes de la lucha contra el racismo institucional y trabajadores de las principales luchas. Luego del anuncio de la campaña por su candidatura, Kazib participó el viernes del programa televisivo TPMP donde debatió sobre las presidenciales y la ofensiva de extrema derecha contra su candidatura, y tuvo duros cruces con varios panelistas que hicieron cuestionamientos derechistas a su campaña, que incomoda a los periodistas del establishment. A continuación, reproducimos el discurso completo de Anasse Kazib en el acto de lanzamiento de su candidatura.
Queridos amigos, queridos camaradas, antes de empezar esta intervención quiero dar las gracias a todos los participantes en esta reunión, a los que han intervenido antes que yo, pero también a los camaradas del comité de apoyo y a todos ustedes que están presentes en esta sala. También quiero aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a todos los activistas que han hecho posible este acto y que están trabajando duro recorriendo todo el país para conseguir los padrinazgos, y el resto del tiempo para mantener viva esta campaña.
Porque participar en una elección tan antidemocrática como la presidencial es un gran reto para una organización nueva como la nuestra. Con humildad, pero también con gran determinación, asumiremos este enorme reto. Estamos decididos a llevar la voz de nuestras luchas, la voz de los que no tienen voz, la voz de este lado, la de los jóvenes y trabajadores, la voz de los explotados y oprimidos de esta sociedad.
En unas elecciones presidenciales especialmente marcadas por los discursos racistas y xenófobos, el hecho de que me presente como candidato presidencial, un joven proletario racializado como yo, puede parecer demasiado subversivo. Pero es coherente con nuestras convicciones más profundas de que los trabajadores tenemos intereses comunes más allá de nuestros orígenes, nuestro color de piel, nuestras creencias. Nuestra Francia no es la Francia de los reyes y de los grandes hombres idealizados por Zemmour [periodista de extrema derecha, candidato presidencial; N. del T.], sino la Francia de los sans-culottes, de los comuneros, de los esclavos insurgentes de Santo Domingo [2], de las grandes huelgas de 1936 o de la huelga general de 1968, de los procesos de lucha que Sarkozy o Zemmour quisieran borrar de la historia.
Sesenta años después de la masacre de argelinos ahogados en el Sena por la policía [3], nuestra Francia es también internacionalista, antiimperialista y solidaria con las luchas de todos los pueblos contra la opresión de las grandes potencias. Nos quieren hacer creer que el internacionalismo está pasado de moda, incluso esta izquierda institucional que tantas veces ha traicionado nos explica que hay que luchar por la patria, por el proteccionismo económico y contra la inmigración. Montebourg [candidato presidencial del Partido Socialista] explicó, por ejemplo, que los franceses tienen derecho a un país, Jadot [candidato presidencial del Polo Ecologista] y Roussel [candidato presidencial del Partido Comunista] se manifestaron con Zemmour y los sindicatos de la policía, o Mélenchon que cuestionó la presencia de la comunidad chechena en suelo francés tras el terrible asesinato de Samuel Paty y evoca en ocasiones la grandeza de una Francia cuyos territorios se extienden por los cinco océanos.
Pero la realidad es que toda la secuencia que estamos viviendo pone de manifiesto exactamente lo contrario: que la solución a los principales problemas a los que nos enfrentamos no puede encontrarse en el terreno nacional. ¿De qué sirven las fronteras y el proteccionismo ante la crisis sanitaria del Covid? ¿De qué sirvió el G20 cuando se necesitaron respiradores artificiales o máscaras en todo el mundo? Su sistema es el del más fuerte contra el más débil. Mientras la gente se moría con la boca abierta, reforzaron todo el arsenal autoritario, cerrando fronteras, comprando todas las existencias disponibles de mascarillas u oxígeno, a costa de los más pobres. No hay más que ver cómo han hecho lo mismo con la vacuna, lo que ha permitido que surjan nuevas variantes en los países del Sur, y esto puede seguir ocurriendo.
La violencia con la que el Covid golpeó de repente y paralizó a toda la humanidad nos obliga a reflexionar sobre el sistema en el que vivimos. Un sistema en el que siempre son los mismos los que sufren las catástrofes y las crisis, mientras que los de arriba siempre se salen con la suya, como el dueño de Amazon cuya riqueza aumentó en 80.000 millones de dólares durante la crisis, permitiéndole viajar al espacio, o en Francia con las 500 familias más ricas del país cuya riqueza aumentó un 30 % durante la crisis, haciendo que su riqueza sea el equivalente a la mitad del PBI de Francia.
Mientras veíamos cómo nuestros familiares y amigos terminaban en las salas de terapia intensiva y a veces morían, mientras nosotros y nuestros compañeros de trabajo seguíamos trabajando para que la humanidad siguiera adelante, a menudo con una sensación de naufragio en el estómago, por miedo a contagiarnos nosotros mismos o a contagiar a nuestros seres queridos, ellos se escondían y amasaban riquezas sin mover un dedo. Recuerdo cómo en los primeros días de marzo mis compañeros y yo nos subíamos las camisas del uniforme por miedo a contagiarnos en el trabajo. En aquel momento, ustedes recordarán, no se hacían tests y Olivier Véran [ministro de salud] nos explicaba que las máscaras eran inútiles.
Pero la crisis sanitaria no es la única que nos toca vivir; también está la crisis climática. Este verano hemos asistido a graves episodios climáticos: sequía en Madagascar, incendios en Argelia y Canadá, terremotos en Haití, olas de calor en Siberia, lluvias e inundaciones en Turquía y Bélgica, cada año los fenómenos climáticos se multiplican con niveles cada vez más alarmantes. ¿De qué sirven sus fronteras cuando la tormenta Alex golpea el Var [departamento del sudeste de Francia] o cuando las reservas de agua disminuyen por la sequía? ¿De qué sirven sus fronteras cuando cae granizo del tamaño de una pelota de golf que destruye cosechas enteras de nuestros agricultores, obligando a algunos a acabar con sus vidas atrapados entre la crisis climática y la presión de los bancos? ¿De qué sirve el nacionalismo frente a la crisis climática, cuando, como explicó Adrien, la misma empresa petrolera Total que está haciéndose un lavado de cara ecológico en Francia está destruyendo las aldeas y la biodiversidad de África?
Por desgracia, eso no es todo. Hablé de la crisis sanitaria, de la crisis climática, y no cabe dudas que hoy ha vuelto, aunque dudo que alguna vez se haya ido, la crisis económica. La crisis sanitaria no ha hecho más que acelerar esta crisis económica que ya estaba al acecho. Hemos visto la acumulación de despidos, la desestructuración y los planes sociales de las empresas. Pienso en particular en nuestros compañeros de Bridgestone, Tui, la refinería de Grandpuits, Alinea y Orchestra. Les voy a contar la historia de Pierre Mestre, propietario de Orchestra, una tienda de ropa infantil. Le voy a decir “Pierre, el humanista”. Él declaró en el micrófono de France Bleu: “Me gusta viajar, me gusta el arte, sí, compramos algunos cuadros, pero nada significativo, tengo dos o tres coches bonitos, pero nada extraordinario. Me gusta construir, quiero divertirme en el camino”. En el camino hacia el placer, Pierre Mestre se encontró con una ley durante la crisis del covid en mayo de 2020, una ley que los economistas han llamado “efecto de ganancia inesperada” para las empresas. Esta ley del gobierno de Macron permitió a las empresas liquidar su sociedades endeudadas y ser el único comprador, para así poder cancelar todas las deudas. Así que Pierre, el humanista, al que le gusta construir con sus dos o tres coches bonitos, hizo liquidar Orchestra con 650 millones de euros de deudas y acudió a los tribunales como único comprador de Orchestra, habiendo aligerado su carga con unas monedas de 650 millones de euros y casi 300 empleados menos. La historia de Pierre Mestre es también la de Alexis Mulliez, de la familia Mulliez (grupo Auchan), que hizo liquidar judicialmente a Alinéa, deshaciéndose de 300 millones de euros de deuda y despidiendo a 960 personas, para terminar siendo el único comprador de Alinéa, lo mismo que hizo Pierre Mestre. Ahí tienen a su sistema, a los planes y los paquetes de estímulo con los que los patrones se viven beneficiando, pero al final siempre son los de abajo los que pagan la crisis. Estuvimos en primera línea para muchos de ellos, como Wynessa y los compañeros de Transdev [compañía de transporte] a quienes les prometieron aumentos de sueldo y primas y a los que ahora atacan intentando sacarles las pocas conquistas sociales que tenían. Mientras a los maquinistas de Transdev no se les permite beber agua por no tener una pausa para orinar, los capitalistas ocultan los miles de millones que han ganado a nuestras espaldas, como demuestra el escándalo de los Pandora Papers. Este sistema solo produce desigualdades sociales y raciales, así como crisis recurrentes, hasta el punto de poner en peligro el planeta y la humanidad entera.
A menudo se nos dice que los revolucionarios son utópicos, que sueñan con la gran noche y que su proyecto no es realista. No necesitamos soñar con la gran noche, estamos convencidos de que sucederá y la preparamos con nuestras luchas diarias. Porque lo que no es realista es pensar que todavía es posible vivir durante años en un sistema en el que 26 multimillonarios poseen la mitad de la riqueza de la humanidad. Ante la crisis económica, la crisis sanitaria, la crisis climática, ¡la revolución y el derrocamiento del capitalismo es el único proyecto realista!
Afortunadamente, la gravedad de la situación no ha dejado indiferente a nuestra clase. Las crisis traen consigo su cuota de revueltas y movilizaciones. Como decía Marx, “la historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”.
Desde hace varios años hemos visto regresar este viento de lucha de clases a escala internacional con una fuerza increíble, y ya después de la crisis de 2008 observamos la aparición de un nuevo ciclo de lucha de clases, cuya punta de lanza fue sin duda la Primavera Árabe, y el levantamiento de los pueblos oprimidos del Magreb y de Oriente Medio contra los dictadores. Hemos visto en el último período importantes movilizaciones a escala internacional, en Myanmar contra la junta militar, en Hong Kong contra el gobierno chino, en Argelia contra Bouteflika, en Estados Unidos tras la muerte de George Floyd, y pienso también en las importantes movilizaciones en países latinoamericanos como Chile, Ecuador y Colombia, en Palestina para defender a Sheikh Jarah, en Sudán y Líbano por las consecuencias de la crisis sanitaria y la corrupción. A estas revueltas se han sumado las movilizaciones juveniles por la emergencia climática, la nueva ola de luchas feministas y el despertar antirracista en torno al movimiento Black Lives Matter. Y ya que hablamos de Estados Unidos, ¿cómo no mencionar la oleada de huelgas que recorre ahora la mayor potencia capitalista del mundo, un país donde supuestamente se había decretado la muerte de los sindicatos y de la lucha de clases? Pues bien, hoy son millones de trabajadores los que se van y se niegan a volver a sus puestos de trabajo basura tras la pandemia. Este proceso espontáneo ha fomentado huelgas en grandes empresas como Kellog’s y Nabisco, en lo que algunos ya describen como la mayor oleada de huelgas desde los años ‘70. Contra todos los que habían decretado que la clase obrera estaba muerta o se había derechizado definitivamente, ¡aquí está levantando la cabeza de nuevo en el corazón mismo de la máquina capitalista!
También en Francia hemos vivido un intenso periodo de lucha, que comenzó en 2016 con toda una nueva generación que lucha contra la Ley de Trabajo, de la que yo mismo formo parte. Fue mi experiencia en esta lucha lo que me hizo querer militar en política. Comprendí en 2016 el nefasto papel de la socialdemocracia para nuestra clase. Pero también experimenté la pasividad y la complicidad de la burocracia sindical al no proponer ninguna otra estrategia que no fueran jornadas de huelga aisladas y sin perspectivas.
A pesar de ello, nuestra clase ha salido a enfrentarse a la clase dominante durante estos cinco años. En 2016 con la juventud en las calles junto a importantes sectores de los trabajadores privados como los de las refinerías y los portuarios, que habían transformado una ciudad como Le Havre en la “capital de la lucha”. En la primavera de 2018 salieron a pelear los ferroviarios contra el desguace del ferrocarril público, a pesar de que la medida de lucha fue el trabajo a reglamento, que fue la peor estrategia posible. Entonces, el 17 de noviembre de 2018, la clase obrera pauperizada y la clase media desclasada de esta Francia periurbana vinieron a patear el tablero del presidente de los ricos y a dar a luz un movimiento sin precedentes en la historia de la V° República. A los insultos del Gobierno, que los trató de “fumadores de cigarrillos que contaminan con gasoil”, en palabras de Benjamin Griveaux [por ese entonces vocero oficial del gobierno; N. del T.], los chalecos amarillos respondieron lo contrario, que estaban ahí, aunque a Macron no le gustara, por el honor de los trabajadores y por un mundo mejor. ¡Y han sembrado con su movimiento espontáneo tal pánico en el poder que durante el acto 4 [el cuarto día consecutivo de movilización de los Chalecos Amarillos, el 8/12/2018; N. del T.], nos enteramos de que los servicios de inteligencia temían una invasión del Palacio del Elíseo entrando por las cloacas, que Brigitte Macron había hecho limpiar y preparar el Puesto de Comando Júpiter, que es el búnker del Elíseo, y por si fuera poco un helicóptero estaba listo para despegar desde el patio para organizar una eventual huida del presidente!
Y cuando vemos la situación de hoy, la suba de los combustibles, de la electricidad, del gas y de los productos de primera necesidad, todos nos decimos que necesitamos que vuelvan los Chalecos Amarillos, y que esta vez estén acompañados por todos los sectores que han luchado en distintos momentos, para ir hacia una verdadera huelga general y acabar con este poder. Esto ya lo habíamos hecho con los ferroviarios y el comité Adama con el Pôle Saint-Lazare en apoyo a los Chalecos Amarillos, pero también durante el movimiento contra la reforma de las pensiones donde luchábamos para que los trabajadores del transporte fueran dueños de su propio movimiento, así como para ampliarlo a otros sectores, como el increíble encuentro que organizamos en la víspera del primer confinamiento por la pandemia.
Como habrán comprendido, nuestro proyecto político no pasa en primer lugar por las urnas, estamos profundamente convencidos de que es a través de la lucha de clases, la huelga general y el levantamiento de las clases populares como conseguiremos cambiar el sistema. No estoy aquí para mentir a la gente y decir “vótenme, soy el hombre providencial”. Nos han contado este cuento ya demasiadas veces y a nadie se le habrá escapado que este sistema que llama a votar al menos peor y dejarse traicionar es algo que convence cada vez a menos gente. Nos quieren hacer creer que nuestro futuro debe ser aceptar un duelo Macron/Le Pen o Macron/Zemmour, o que la izquierda institucional debe unirse detrás del candidato mejor situado. Un bonito proyecto para los explotados y los oprimidos, los que luchan a diario, que la unidad entre Jadot el macronista, Hidalgo del PS [actual alcaldesa de París; N. del T.], un Montebourg cada vez más a la derecha, Roussel que se manifiesta junto con la policía, Zemmour y Philippot [jefe del partido de extrema derecha Los Patriotas; N. del T.], y finalmente Mélenchon, que siendo el más izquierdista sigue siendo un seguidor de Mitterand que explica que frente al capitalismo la balanza del poder es él y la república también.
No, este no es nuestro futuro, merecemos tener una campaña presidencial que le dé vuelta la tortilla, capaz de plantar cara a Macron, Le Pen y Zemmour. Una campaña que lleve nuestras luchas y se atreva a enfrentarse a los discursos reaccionarios, racistas y xenófobos. Con mis compañeros no esperamos a las elecciones presidenciales para luchar por la unidad de nuestra clase sin distinción y por la organización de nuestras luchas. Tenemos que renovar un discurso ofensivo y decidido, no una campaña para pedir perdón por estar ahí. No les debemos nada, si la burguesía existe y se alimenta de ganancias es porque nos explota cada día. Como dije el otro día en un piquete de Trandev frente a trabajadores, hombres y mujeres de todas las edades, orígenes y colores de piel, todos juntos frente a un enemigo común que quiere hacerles trabajar más pagándoles menos: los empresarios no son nada sin los trabajadores y cuando un trabajador está en huelga, los empresarios no pueden dirigir una empresa. Ellos nos necesitan, no al revés.
Es para dividir la fuerza que representamos que reaccionarios como Macron, Le Pen y Zemmour están aquí, porque saben que la juventud y la clase obrera de hoy están formadas por trabajadores blancos pero también por trabajadores con raíces en la inmigración, como yo. Y les duele pensar que una mujer nacida en Argelia llamada Wynessa esté luchando por las condiciones laborales y salariales de todos sus compañeros, les duele ver que Assa Traoré esté llamando a luchar con los Chalecos Amarillos y los ferroviarios y que esté movilizando a la juventud para que se levante contra el sistema, para que no haya más Adama Traoré. Les duele que un obrero ferroviario llamado Anasse, criado en la Cité Rose de Sarcelles, nieto de un fusilero marroquí, hijo de un chibani [4] de la SNCF [empresa nacional de ferrocarriles; N. del T.], defienda a los jóvenes y proletarios de toda Francia explotados por Emmanuel, Edouard, Marlène o Jean Baptiste.
Esta determinación que yo y mis compañeros ponemos en todas las luchas contra el gobierno y la patronal, la pondré también en esta campaña presidencial, para poner nuestras ideas en primer plano. También quiero convencer a una parte de los abstencionistas, que en su mayoría se encuentran entre los más explotados y oprimidos. Nos han arrebatado nuestras vidas, nuestras luchas, nuestras voces y nuestro futuro. Queremos que esta campaña dé esperanzas a la gente que ha perdido la esperanza, que ha perdido la esperanza en la posibilidad de militar y luchar por la emancipación de todos, sin tener que depositar falsas esperanzas en las urnas. Esto es lo que hemos venido a llevar como proyecto en esta elección presidencial, el proyecto de nuestra clase, para la emancipación de todos los explotados y oprimidos.
Hemos sufrido demasiado debido a este sistema y a los que nos gobiernan, los profesionales de la política, de la derecha y de la izquierda. Los que siguen vendiendo a las clases trabajadoras la posibilidad de la unidad de la nación, que quieren unir a Patrick Pouyané, el jefe de Total, con los trabajadores de Grandpuits, a Pierre Mestre con los 300 empleados despedidos en Orchestra. En esta campaña vamos a defender un programa irreconciliable con los intereses de la patronal y del imperialismo francés, ¡y estamos orgullosos de ello!
Es inaceptable que se prive a los trabajadores de sus puestos de trabajo o se les condene a la precariedad, mientras que otros están agotados por las largas jornadas y las pesadas cargas de trabajo. Hay que prohibir los despidos de inmediato, incluso para los trabajadores temporarios y de duración determinada, que deben tener acceso a un contrato permanente. Para dar trabajo a los que ya están desempleados hay que reducir la jornada laboral de los que tienen empleo, sin que se reduzca el salario.
Otra forma sencilla de crear empleo es dejar que nuestros mayores se jubilen. La esperanza de vida en buen estado de salud, es decir, sin secuelas ni enfermedades profesionales, es de 59 años para un obrero, diez años menos que para los directivos. La explotación capitalista marca los cuerpos y las mentes de los trabajadores. Pero ninguno de los candidatos burgueses habla de ello. Defendemos el restablecimiento de la jubilación plena a los 60 años con 37,5 años de aportes, y el derecho a jubilación anticipada a los 55 años, a tasa plena, para todos los trabajos insalubres, con una pensión de jubilación calculada sobre la base más alta, es decir, los 6 mejores meses de salario.
Todos los políticos, tanto macronistas como de la oposición, hacen demagogia electoral en torno al tema del poder adquisitivo. Es uno de los temas que más preocupa a la población, como demostró la crisis de los Chalecos Amarillos en 2018. Pero también este año se prevé que los salarios aumenten solo un 0,6 % promedio, muy por debajo de la inflación. La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto que las funciones más útiles para la sociedad suelen ser también las peor pagas. También hemos visto que, muy a menudo, estas funciones son desempeñadas por mujeres, con salarios un 17 % inferiores en promedio a los de los hombres. Es urgente poner fin a esta situación mediante un aumento salarial general de 300 euros netos para todos, que permita unificar las reivindicaciones de todo el mundo del trabajo. Necesitamos un aumento inmediato del salario mínimo hasta los 1.800 euros netos y la igualdad salarial entre hombres y mujeres, tanto en el sector público como en el privado. A los que pregunten cómo financiar estas medidas, les respondemos sin ambigüedad: ¡sacando de las ganancias que no dejan de aumentar y que incluso han batido récords durante la crisis sanitaria, de las grandes fortunas, así como de las asombrosas sumas que los ricos esconden en los paraísos fiscales!
En los barrios, donde la inmensa mayoría de la población está formada por personas de clase trabajadora, y en particular de origen inmigrante, el Estado utiliza todas las justificaciones posibles –el tráfico de drogas, la inseguridad y, más recientemente, los sucesivos confinamientos– para reforzar su arsenal represivo. Cuando le conviene, durante una campaña electoral o para hacer demagogia securitaria barata, el Estado se centra en la delincuencia callejera, en aquellos que, en situación de vulnerabilidad social, son el último eslabón de las verdaderas redes delictivas.
Porque en Francia la legislación sobre el cannabis, en particular, es una de las más retrógradas de Europa y un pretexto para todo tipo de violencia policial, y para desmantelar las mafias, tanto grandes como pequeñas, hay que legalizar todas las sustancias estupefacientes y adictivas, empezando por el cannabis, bajo control estatal y con seguimiento médico, cuando sea necesario, como ya ocurre con el tabaco, el alcohol y ciertos medicamentos. Por supuesto, esto no puede hacerse sin reforzar la prevención y la educación en el día a día, lo que significaría también poner fin a la destrucción del sector educativo y de la sanidad.
Desde Macron hasta Zemmour, pasando por Le Pen y buena parte de la izquierda, todos los políticos están de acuerdo en dar más poder a la policía para patrullar, controlar y apalear, todo en nombre de la lucha contra la inseguridad. Para la izquierda revolucionaria, la policía, la justicia, el sistema penitenciario y quienes trabajan en ellos no forman parte de los servicios públicos. Pertenecen a la misma estructura punitiva encargada de imponer la violencia de las clases dominantes y mantener un orden social capitalista, es decir, intrínsecamente autoritario, anti igualitario, racista y patriarcal.
Esta función implica, además, la represión sistemática de las luchas obreras y populares (como hemos visto durante el movimiento de los Chalecos Amarillos o la reforma de las pensiones), la criminalización de la pobreza y una presión constante contra los barrios obreros. Es por todo ello que exigimos la disolución inmediata de sus cuerpos especiales (BAC, BRAV, CRS, gendarmería, etc.) así como la prohibición de todas las armas llamadas “no letales” utilizadas contra los manifestantes. En el mismo sentido, exigimos la retirada total de las leyes de “seguridad global” y de “responsabilidad penal”, que dan cabida a las reivindicaciones históricas de los “sindicatos” policiales, como el reconocimiento facial, los drones, la portación de cámaras por los agentes, la creación de delitos específicos en relación a la policía. Todas ellas son herramientas que refuerzan la impunidad policial y la represión contra los movimientos populares y los barrios. Estamos convencidos de que la seguridad debe y puede ser proporcionada en última instancia por la propia población y no por una corporación de hombres armados, separados del resto de la sociedad, al servicio del Estado capitalista y racista y del orden patronal.
Debido a que se abandona el país de origen cuando uno se ve obligado a hacerlo, por la ausencia total de futuro, por la miseria y la guerra que asolan a los países más pobres, defendemos la apertura de fronteras, la libertad de circulación y el derecho a establecerse aquí para todos los que lo deseen. Exigimos la regularización inmediata de todos los inmigrantes indocumentados y el cierre de los centros de detención, la introducción del derecho a voto en todas las elecciones para todos los inmigrantes, la defensa del derecho al reagrupamiento familiar y el cese inmediato de las expulsiones.
No puedo desarrollar aquí todo nuestro programa, pero puedo decirles que también plantearemos fuertes reivindicaciones como la retirada de las tropas de ocupación francesas, el cierre de todas las bases militares y el fin de todas las intervenciones militares francesas en el extranjero, el derecho a la autodeterminación de los pueblos dominados y colonizados por la burguesía francesa y su Estado.
Lucharemos por un plan real contra toda violencia contra las mujeres. ¡Por un feminismo anticapitalista, antirracista e internacionalista! Por la autodeterminación y la libertad sexual del colectivo LGBTI.
Frente a este sistema de justicia para ricos, exigimos, en cambio, la elección directa de los jueces, la generalización de los juicios con jurados populares capaces de emitir veredictos y que los magistrados o funcionarios dependientes del Ministerio de Justicia reciban un salario equivalente al salario medio. También exigimos en voz alta y bien clara, hoy más que nunca, la liberación inmediata de Georges Ibrahim Abdallah, quien desde 1999 está en condiciones de ser liberado y, sin embargo, sigue en prisión, mientras los grandes delincuentes que blanquean, defraudan y ganan miles de millones no tienen nada que temer.
Exigimos la derogación de todas las leyes y medidas de seguridad y liberticidas, empezando por la Ley de Seguridad Global, el estado de emergencia sanitaria que hoy permite a Macron gobernar desde su Consejo de Defensa, la derogación inmediata del pase sanitario que el gobierno ha anunciado que va a ampliar.
Por último, en el futuro inmediato, defendemos, junto a todos los que ya no soportan el verticalismo de la V° República, una transformación democrática radical de las instituciones, que implicaría la liquidación de las instituciones actuales y que se inspiraría en las experiencias democráticas más radicales de la Convención de 1793 o de la Comuna de París.
Esto significaría, por ejemplo, que todos los diputados deberían ser elegidos por un máximo de dos años, con la posibilidad de ser destituidos en cualquier momento y sin percibir más que el salario medio.
La política dejaría así de ser una profesión, o incluso una fuente de enriquecimiento personal. En cambio, servirá al interés colectivo. El voto sería algo más que un cheque en blanco dado a un candidato burgués que encarna el “mal menor”. Solo los obreros son capaces de representar realmente los intereses de sus compañeros porque, como decían los comuneros en 1871, “viven su propia vida y sufren los mismos males”.
De manera más general, queremos transmitir la idea de que solo el derrocamiento de este sistema y su sustitución por un gobierno de los propios trabajadores, basado en nuevas instituciones nacidas de nuestras luchas, puede reorganizar el conjunto de la sociedad al servicio del bienestar de la mayoría, sin distinción de género, etnia, origen u orientación sexual, y salvaguardar el planeta y el medio ambiente.
Concluyo esta reunión diciéndoles que nuestro objetivo es que esta campaña no sea solo la de Anasse y la de Révolution Permanente, sino que sea también la de ustedes. Estamos decididos a dejar nuestra huella en estas elecciones presidenciales y contribuir a dar a la juventud y a los trabajadores una brújula política distinta de la del reformismo y de los políticos de derecha y extrema derecha.
Pero para que todo esto ocurra, necesitamos de la fuerza y del apoyo de ustedes. Como saben, la recolección de las 500 firmas es un gran obstáculo, y aunque avancemos mucho no podremos hacerlo solos. Asumimos el hecho de que no somos profesionales de la política, no vivimos de ninguna ayuda del Estado, de la ayuda de ningún multimillonario como Zemmour y Macron. Mientras nosotros nos pasamos días enteros buscando padrinazgos, los grandes partidos solo tienen que enviar correos electrónicos para conseguir las firmas de sus alcaldes. Por el momento, todo esto se basa en la voluntad y la determinación de los militantes de Révolution Permanente y de algunos simpatizantes que, cuando no están en la universidad o en el trabajo, recorren Francia en sus momentos de descanso y en sus vacaciones. Todo esto depende principalmente de pequeñas donaciones de nuestros familiares y activistas para pagar el combustible (que sigue subiendo) y a veces alquilar vehículos o pagar el alojamiento. Estoy seguro de que lo conseguiremos, pero no lo haremos sin ustedes. Los invitamos encarecidamente a hacer realidad esta campaña, a crear un comité de campaña allí donde estén, a organizar reuniones públicas, a participar en la búsqueda de padrinazgos, haciendo una donación, o cualquier otra ayuda que ustedes crean que nos pueden dar. Nadie espera que tengamos éxito, ¡sorprendámoslos!
Gracias de nuevo a todos, y como decían nuestros mayores en 1968, “esto es solo el principio, ¡sigamos luchando!”.