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12 de diciembre de 2021 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
El trotskismo y la Segunda Guerra Mundial. ¿Quién fue Martin Monath?
Nathaniel Flakin

Ediciones IPS acaba de publicar Martin Monath, un trotskista judío entre soldados nazis de Nathaniel Flakin. La semana pasada publicamos el prólogo del libro en IdZ. Hoy, su autor hace un repaso en este artículo de la vida del protagonista de esta historia y por qué hace falta conocerla.

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Martin Monath fue un ejemplo inspirador de internacionalismo revolucionario. Como judío berlinés, viviendo en la Francia ocupada, intentó ganar soldados alemanes para luchar contra el nazismo.

Arbeiter und Soldat es una publicación sorprendente. En 1943 y 1944, los trotskistas en Francia distribuyeron secretamente el periódico a los soldados alemanes. Llamaban a los "trabajadores en uniforme" a formar pequeñas células y a vincularse con los trabajadores franceses para preparar la revolución que se avecinaba. "¡La decisión está en vuestras manos!", podía decir un típico titular de un artículo de ese periódico.

¿Quién estaba detrás de Arbeiter und Soldat? Hasta hace poco, las reseñas biográficas solo coincidían en que su dirigente era un judío berlinés que se hacía llamar "Viktor". Sin embargo, su verdadero nombre aparecía como Marcel Widelin, Martin Wittlin, Paul Wenteley, Wintley, Martin Monat y algunos otros.

Una necrológica de 1946 lo describía así: "El camarada Widelin entró en el movimiento obrero a los 15 años. Durante cinco años se dedicó a la organización entre los jóvenes de Berlín. Después de la llegada al poder de Hitler, bajo la cobertura de una organización deportiva, continuó propagando infatigablemente el socialismo” [1]

Del sionismo...

Esto es parcialmente cierto. "Viktor" había sido comunista o socialista en su adolescencia. Martin Monath, -he allí su verdadero nombre, el cual se pudo establecer después de muchas investigaciones- luego fue dirigente de la organización juvenil sionista-socialista, Hashomer Hatzair (Joven Guardia), en Berlín y Alemania a finales de los años veinte y principios de los treinta.

En cuanto los nazis llegaron al poder, aplastaron todas las organizaciones comunistas, socialdemócratas y sindicales. Pero no estaban seguros de cómo tratar a los sionistas. Como recordaba Rudolf Segall, compañero de Monath en Hashomer Hatzair en Berlín:

Los grupos sionistas gozaron de un "apoyo muy benévolo" por parte de los nacionalsocialistas [hasta 1937], porque fueron ellos quienes sacaban a los judíos de Alemania. Al principio, los nazis lo consideraron como algo bastante positivo. Había un movimiento organizado que fomentaba la emigración a Palestina.

Por esta razón, a los sionistas socialistas se les permitió continuar realizando algo de actividad política legal en Alemania… ¡pero estos ateos militantes tenían que fingir que estaban estudiando textos religiosos judíos y no marxismo! Su periódico, que se imprimía en Varsovia en hebreo, publicaba incluso ensayos de León Trotsky. La falta de conocimientos lingüísticos de los nazis hizo que los escritos de Trotsky pudieran distribuirse legalmente en Alemania en lengua hebrea.

Monath y sus camaradas se trasladaron a una granja en Dinamarca para la hakhshara, es decir, la "preparación" para convertirse en colonos en Palestina. Monath finalmente nunca pisó la tierra santa, pero Segall y otros llegaron a las costas de Palestina en 1936. Soñaban con una nueva sociedad socialista para los judíos, pero enseguida se enfrentaron a las contradicciones del sionismo socialista. Por un lado, amaban la vida colectiva del kibbutz. Pero, por otro lado, se suponía que estaban construyendo el socialismo al mismo tiempo que expulsaban a la población nativa. Como recordaba Segall,

Solo podíamos salir a trabajar [en el campo] con guardias armados, o llevando armas nosotros mismos. Rodeamos el campo con fortificaciones (...) y después del trabajo cada uno de nosotros tenía que hacer guardia durante unas dos o tres horas. Entonces cada uno tenía una granada en la mano, un rifle cerca, y esperábamos posibles ataques.

... al trotskismo

Segall abandonó su kibutz junto con un grupo de internacionalistas. Entre ellos estaba Jakob Moneta, quien había llegado al mismo kibutz desde Frankfurt. Se trasladaron a la ciudad más cercana, Haifa, y se sumaron a un círculo trotskista, dirigido por el judío palestino Ygael Glückstein. Muchos activistas de este círculo regresaron a Europa después de la guerra, seguros de que la revolución comenzaría allí. Segall y Moneta se convirtieron en dirigentes del Grupo de Marxistas Internacionalistas (GIM) en Alemania Occidental [2]. Glückstein se trasladó al Reino Unido y se convirtió en el líder del Partido Socialista de los Trabajadores (SWP), bajo el seudónimo de Tony Cliff.

Monath, incapaz de encontrar una alternativa política en la capital nazi, parece que abandonó la política durante algunos años. Solo cuando huyó a Bélgica en 1939 volvió a ser activista. Un exdirigente de Hashomer Hatzair en Bruselas, que se llamaba Abraham Léon, había escrito un libro que consistía en una exhaustiva crítica marxista al sionismo, Concepción materialista de la cuestión judía. Armado de nuevas ideas, Léon pronto se convirtió en el principal dirigente del partido trotskista clandestino en Bélgica, y tiene que haber ganado a Monath para la causa, aunque naturalmente no hay registros de ello.

En todo el mundo había una competencia entre los sionistas de izquierda y los trotskistas para ganarse a los jóvenes judíos que querían luchar contra el antisemitismo. No sabemos exactamente cómo fue que Monath pasó de una a otra corriente en Bélgica, pero veamos lo que ocurrió en Nueva York, donde esos debates aparecían en la prensa legal.

Nazis en Nueva York

El 20 de febrero de 1939, la Federación Germano Americana, una organización pro-nazi de Estados Unidos, celebró un acto en el Madison Square Garden de Nueva York. Los judíos representaban casi el 30% de la población de la ciudad, pero ninguna organización de esa comunidad convocó a protestas contra los nazis. Dos periódicos que se publicaban allí en yiddish, la lengua que hablaban los judíos de Europa Oriental –que eran el componente mayoritario de los judíos que vivían en EE. UU.– aconsejaron a sus lectores que se mantuvieran alejados de la zona del acto. El Comité Judío Americano incluso apoyó el derecho a la libertad de expresión de los nazis.

Solo los trotskistas del Partido Socialista de los Trabajadores (SWP) de Estados Unidos tuvieron la iniciativa de organizar una marcha contra el acto convocado por los nazis. En el período previo a la contramanifestación, una delegación de la organización juvenil del SWP visitó las oficinas locales de Hashomer Hatzair en el Lower East Side. Allí les dijeron: "Lo siento, pero no podemos sumarnos a ustedes. Como sionistas, no participamos en política por fuera de Palestina". El SWP respondió con un llamado a "Terminar con las ilusiones sionistas". Consideró que el sionismo era “una forma criminal de echar a perder la energía, las capacidades y los corazones de millones de hombres, mujeres, niños y niñas judíos, por no hablar del enorme gasto de cientos de millones de dólares que ha insumido como proyecto".
Los trotskistas declaraban que:

Es una tarea inmediata de nuestro partido conseguir que esos muchachos y muchachas se sumen pronto a nuestras iniciativas, para que el pueblo judío tome conciencia de que la lucha contra el antisemitismo, que es la lucha contra el fascismo, es aquí y ahora, ¡y todos los verdaderos luchadores contra el fascismo tienen que estar en las filas del Partido Socialista de los Trabajadores!

El 20 de febrero, cerca de 22.000 personas participaron del acto nazi. Bajo la bandera de las barras y las estrellas y la de la esvástica, el Bundesführer (el líder nacional de la Federación Germano Americana) Fritz Kuhn despotricó contra "Frank D. Rosenfeld" (buscando judaizar el apellido de Franklin D. Roosevelt) y su "Jew Deal" (un juego de palabras, como hablando de un New Deal judío), todo lo cual formaría parte de una conspiración judeo-bolchevique. En el escenario, guardias con uniformes al estilo de las SA se mantuvieron firmes frente a un enorme retrato de George Washington. Sin embargo, afuera del estadio se habían reunido entre 50.000 y 80.000 antifascistas. La mayoría eran judíos, pero también había partidarios del nacionalista negro Marcus Garvey y militantes de base del Partido Comunista. Durante cinco horas hubo batallas callejeras en los alrededores del Madison Square Garden. Solo la policía montada pudo proteger el acto nazi. Esta protesta había sido organizada por los trotskistas de Nueva York.

Esta escena ilustra el contraste político entre sionismo y trotskismo. En 1939, el exterminio de los judíos europeos ya había comenzado. El sionismo, incluso en su variante más izquierdista, solo tenía una respuesta: la aliyá, es decir, la emigración a Palestina. Sin embargo, debido a las restricciones impuestas por las autoridades coloniales británicas que gobernaban Palestina, la emigración solo se produjo a cuentagotas. Para los millones de judíos perseguidos y directamente amenazados por el fascismo alemán, Palestina no era una opción. ¿Qué hacer? Los jóvenes judíos de todo el mundo ansiaban luchar contra Hitler. La Cuarta Internacional les ofrecía una estructura mundial y, sobre todo, un programa político. Esta oferta fue aceptada en Bruselas, Haifa y Nueva York.

Contra el estalinismo

Moshé Machover ha dicho que Hashomer Hatzair es una organización juvenil sionista que durante varias generaciones ha servido, sin saberlo, de "correa de transmisión del antisionismo". El propio camarada Machover fue expulsado de Hashomer Hatzair en 1952, luego se afilió al Partido Comunista Israelí, antes de pasar a fundar la organización de la nueva izquierda israelí, Matzpen, en 1962. La lista de ex militantes de Hashomer Hatzair en las filas del trotskismo es muy larga.

¿Por qué esos, y tantos otros, jóvenes revolucionarios judíos de finales de los años ‘30 no se sumaron al movimiento comunista "oficial"? Más de uno lo hizo, por supuesto. Pero muchos otros estaban horrorizados por el crecimiento del antisemitismo en el primer Estado obrero del mundo. En los Juicios de Moscú se utilizaron argumentos antijudíos para justificar la ejecución de numerosos bolcheviques destacados que provenían de la época de la Revolución de Octubre.

Monath, por ejemplo, leyó el libro Moscú, 1937 del autor alemán Lion Feuchtwanger. Como tantos otros "amigos de la Unión Soviética", este novelista nunca había mostrado ningún interés por la Revolución Rusa ni por el movimiento comunista que surgió de ella. Sin embargo, una vez que el régimen de Stalin estuvo firmemente implantado, Feuchtwanger se convirtió en un defensor acérrimo. A Monath le pareció “espantosa” la apología que este autor hizo de la farsa de los Juicios de Moscú, y consiguió un ejemplar de la recién publicada La revolución traicionada, de Trotsky. Abraham Léon parece haber tenido una experiencia similar.

Y, a medida que Europa se sumergía en la guerra, las diferencias entre el estalinismo y el trotskismo se volvieron cada vez más pronunciadas. Stalin estaba aliado con Hitler cuando los nazis invadieron Polonia. Como resultado, los partidos comunistas de Occidente –incluso los que se habían visto obligados a pasar a la clandestinidad debido a la invasión nazi– concentraron su fuego contra el imperialismo británico y francés como los principales enemigos de la paz.

Solo la sorpresiva invasión a la URSS por parte de los nazis, casi dos años después [3], provocó un cambio de rumbo, ¡abrupto incluso para los estándares estalinistas! Ahora, la Unión Soviética estaba inmersa en una "gran guerra patriótica". Los estalinistas en Francia se volvieron "patriotas": se aliaron con el gobierno burgués en el exilio de Charles de Gaulle y proclamaron: "¡Todos unidos contra los boches [4]!".

Patriotismo estalinista

En la propia Unión Soviética, donde los estalinistas trabajaban sobre un número grande y creciente de prisioneros de guerra alemanes, dieron por hecho que el soldado alemán era tan firmemente obediente que solo rompería con el régimen de Hitler si sus oficiales lo hacían primero. Por esta razón, fundaron un "Comité Nacional para una Alemania Libre" (NKFD) y una "Liga de Oficiales Alemanes" (BDO) con un programa completamente burgués adaptado a los generales de la Wehrmacht. Los estalinistas renunciaron a cualquier objetivo socialista: la Alemania "libre" a la que apuntaban debería estar dirigida por oficiales monárquicos. El NKFD incluso rechazaba los colores de la bandera republicana alemana: negro, rojo y dorado; en su lugar, empleaba los colores de la antigua bandera imperial (que también eran los colores de la bandera nazi): negro, blanco y rojo.

Respecto a los soldados, los trotskistas tenían la hipótesis opuesta: a pesar de su educación, la mayoría de los soldados alemanes eran jóvenes provenientes de la clase obrera. A pesar de la represión, las tradiciones comunistas, socialdemócratas y sindicales seguían existiendo en la clandestinidad. Uno podía dirigirse directamente a los soldados e incitarlos contra sus oficiales aristocráticos y fascistas, más aún cuando era cada vez más evidente que una victoria del Eje era imposible. Por eso los trotskistas se oponían a toda forma de chovinismo antialemán y proclamaban: "¡Todos unidos, alemanes y franceses, contra los nazis! Todos unidos contra los chovinistas de todos los colores, los peores enemigos de la clase obrera!".

Así, mientras los estalinistas en Francia tenían un travail allemande (trabajo alemán), el objetivo de este era asesinar a soldados individualmente o convencerlos de que arrojaran las armas y se rindieran. El periódico Arbeiter und Soldat, en cambio, quería que los soldados conservaran sus armas y se prepararan para utilizarlas en las próximas luchas revolucionarias. En una necrológica de Monath, George Breitman escribió lo siguiente:

Era mucho más fácil clavar un cuchillo entre las costillas de un soldado alemán en una noche oscura que encontrarse con ese mismo alemán de día, ganarse su confianza y alistarlo en las filas de los luchadores revolucionarios contra el fascismo. Pero, por difícil que fuera este trabajo, Widelin [es decir, Monath] lo llevó a cabo con un éxito creciente [5].

Comienza el trabajo

El trabajo de confraternización de los trotskistas comenzó con Robert Cruau, un cartero de 23 años de la ciudad francesa de Brest. Sabía hablar un poco de alemán y conoció a un joven soldado, cuyo padre había sido un dirigente comunista. Pronto empezaron a escribir un boletín dirigido a los soldados alemanes: el Zeitung für Soldat und Arbeiter im Westen (Periódico para el soldado y trabajador en Occidente). Se han conservado algunos fragmentos, traducidos por primera vez al castellano en el apéndice de mi libro, Martin Monath, un trotskista judío entre soldados nazis, entre las páginas 179 y 181. A pesar del enorme entusiasmo de sus autores, no se trataba de una buena publicación. No es de extrañar que los trotskistas franceses entonces llamaran a un camarada hablante nativo de alemán para que se hiciera cargo. Monath se trasladó de Bruselas a París, y así nació Arbeiter und Soldat.

Este periódico no logró llegar a cumplir un papel decisivo en el curso de la guerra. Arbeiter und Soldat se distribuyó por decenas de miles de ejemplares en guarniciones alemanas de toda Europa. Varias decenas de soldados se sumaron a los "comités de soldados"; la Gestapo ejecutó a cerca de 17 de ellos en octubre de 1943. Pero este pequeño ejemplo muestra lo que se podría haber hecho si los "comunistas oficiales" hubieran intentado llevar adelante el tipo de trabajo de confraternización revolucionaria que había jugado un rol tan importante para terminar con la Primera Guerra Mundial y luego defender el Estado obrero en Rusia. A medida que el gobierno de EE.UU intenta hoy utilizar al ejército contra los manifestantes, las experiencias de trabajo socialista revolucionario dentro de los ejércitos burgueses van a ser cada vez más importantes.

En una época en la que los defensores del orden mundial imperialista intentan desprestigiar a todos quienes se les oponen como "antisemitas", no podemos olvidar las tradiciones revolucionarias de generaciones de obreros judíos. Mientras la sociedad israelí se dirige cada vez más en la senda del apartheid liso y llano y del fanatismo, sin duda seguirán apareciendo jóvenes que rompan con el sionismo y se conviertan en marxistas revolucionarios. En el futuro seguramente veremos muchas más figuras como Martin Monath.

Traducción: Guillermo Iturbide

 
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