Luego de un recorrido a pie de más de 1 000 kilómetros desde Tapachula, Chiapas hacia la Ciudad de México, una sección de la caravana migrante con 300 personas aproximadamente, llegó, por fin, a la capital por la carretera México-Puebla donde más de 550 elementos policíacos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), a cargo de Claudia Sheinbaum, los reprimieron brutalmente impidiéndoles el paso, dejando como saldo a decenas de lesionados.
Los gritos de “ayúdenos” y “déjenos pasar” de mujeres y niños migrantes no se hicieron esperar suplicando el apoyo de las personas que por ahí transitaban luego de los golpes y las detenciones. Los elementos de la SSC les informaron que debían ir a un albergue en Santa Martha Acatitla.
Pero la caravana migrante ya no confía en los cuerpos represivos del Estado, después de las acciones de funcionarios del Instituto Nacional de Migrantes (INM) y elementos de la Guardia Nacional que los han golpeado, detenido y deportado desde su entrada al país. Por lo que no aceptaron esa propuesta y, después de aguantar por horas estas medidas claramente antimigratorias, se quedaron a pernoctar en la Casa del Peregrino, cerca de la Basílica de Guadalupe.
El objetivo de la caravana para llegar a la CDMX, según las declaraciones del defensor de derechos humanos, Irineo Mújica, es entablar el diálogo o mesas de trabajo con las autoridades, para que regularicen su estatus en México y se les otorguen visas humanitarias; esto mientras deciden si se quedan a trabajar en el país o si se van al norte para cruzar la frontera hacia EE. UU.
La respuesta de Sheinbaum y Batres es insuficiente
Al respecto, Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México quien también está a cargo de la SSC, informó que hay alrededor de 300 migrantes, una tercera parte son niños, niñas y adolescentes, y señala que “ésta es una Ciudad hospitalaria y que vamos a respetar, como siempre lo hacemos, los derechos humanos”.
Esto resulta irónico, si se tiene en cuenta que fueron los elementos policiacos a su cargo quienes ayer estaban reprimiendo y deteniendo a las y los migrantes en su entrada a la capital. Lo hicieron negándoles su libre tránsito por el país con derechos políticos y sociales, que les permita la subsistencia misma en lugar de exponerlos al coyotaje y crimen organizado, negándoles el trabajo digno, derechos médicos y de seguridad, por ejemplo.
Cabe señalar que, durante sus trayectos, estas caravanas migrantes provenientes de Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, se han enfrentado a la política xenófoba y racista de los planes neoliberales impuestos por la Casa Blanca a países dependientes económicamente como México.
Fue el imperialismo yanqui el que impuso deudas públicas impagables y ordenó la militarización en las fronteras de México para “impedir” su paso hacia el norte (cínicamente dicen que quieren “ayudar a cuidar migrantes”) deteniéndolos y deportándolos, negándoles derechos políticos y sociales elementales por las administraciones de estos países.
Estas mismas políticas antimigratorias son las que terminan entregándolos al crimen organizado, pues no cuentan con las condiciones suficientes para migrar de manera libre y segura. Por eso, no tienen otra opción que acudir a cruzar de manera clandestina, lo cual está controlado por el narcotráfico y el coyotaje, obligando a las mujeres y niños migrantes a la prostitución sin importar su edad.
Tan sólo recordemos que, hace un par de días, un tráiler se volcó en la carretera de Chiapas dejando un saldo de 55 migrantes muertos y más de 100 heridos; lo que destapó el negocio millonario que deja el tráfico de migrantes, quienes pagan de 5 mil hasta 13 mil dólares a los “coyotes” para transitar por territorio mexicano desde Chiapas, pasando por Veracruz y Puebla, hasta llegar a Tamaulipas.
¡Unidad con nuestras hermanas y hermanos migrantes!
Para que se resuelva la crisis migratoria, es necesario que exijamos el libre tránsito de migrantes, que en su mayoría son trabajadores y sectores populares. Que tengan derechos sociales como vivienda y salud, pero también derechos políticos. Para garantizar las mejores condiciones para ello, es fundamental el cese del pago de las fraudulentas deudas externas, con impuestos progresivos a las transnacionales y grandes fortunas de la región para que puedan ser aplicadas a estos sectores.
Para pelear por estas medidas e imponérselas a los gobiernos actuales es necesaria la unidad de la multiétnica clase obrera estadounidense y de la clase trabajadora mexicana y centroamericana en solidaridad con nuestras hermanas y hermanos migrantes de la región. Para impulsar esa perspectiva, es necesario forjar una alternativa política en estos países, que asuma una política antiimperialista, internacionalista, que luche por una integración verdaderamente socialista para la región, en el interés de las mayorías obreras y populares.
¡La clase obrera es una y sin fronteras! |