No solo encaramos -con nuestros propios recursos y los de las familias- el regreso a clases en medio de una pandemia que ha dejado miles de muertos en nuestro país, sino que además, enfrentamos condiciones laborales cada vez peores.
Cuando comenzó el ciclo escolar, las y los docentes estuvimos en desacuerdo con el calendario de clases que la SEP aprobó, pues se aumentaron los días laborales para nosotros y se redujeron vacaciones para las y los alumnos.
Los dos periodos vacacionales que docentes y alumnos tenemos cada ciclo escolar, así como el periodo de descanso entre un ciclo y otro, tienen como objetivo que tanto alumnos como maestros recuperemos energía, descansemos y ocupemos ese tiempo en el necesario esparcimiento y recreación.
En el caso de las y los docentes, al no tener destinadas dentro de nuestra jornada laboral horas para planificar, evaluar, elaborar material didáctico y otras actividades propias de nuestra labor, muchas veces dedicamos también las vacaciones para realizar parte de este trabajo.
Quienes han estado frente a un grupo de niños, niñas y/o adolescentes, saben que sus necesidades son muchas, que debemos trabajar, no solo de manera grupal, sino también personalizada, pues los ritmos de cada uno son distintos; a esto se suma el enorme rezago educativo producto de no haberlos dotado de lo necesario para mantener comunicación con sus docentes durante la pandemia.
Pero, en este ciclo escolar, el desgaste ha sido mucho mayor, pues, además de generar planes individualizados para combatir el rezago educativo, adecuaciones curriculares y un largo etcétera, debimos permanecer con cubrebocas jornadas de hasta 9 horas de clase.
Asimismo, muchas escuelas definieron mantener un modelo híbrido que ha obligado a los docentes a trabajar con dos modalidades distintas, lo que implicó planificar doble, evaluar con distintos mecanismos y elaborar doble material didáctico, así como realizar juntas de trabajo virtuales fuera de la jornada laboral.
Todo esto ha generado un enorme estrés en las y los maestros, pues la carga laboral se ha incrementado. A esto se suma que, producto del nuevo calendario escolar, tenemos menos días de descanso.
¿Revalorización del magisterio?
Los criterios de eficacia y eficiencia -hacer más y mejor con menos recursos- que sostiene el capitalismo, como una de las formas de incrementar las ganancias de los empresarios, se impusieron también en el ámbito educativo con el neoliberalismo y se mantienen en nuestros días.
Realizar más labores administrativas, trabajo fuera del horario laboral -como los cursos de capacitación para acceder a un incremento salarial por parte del Sistema de Carrera para las Maestras y los Maestros - y tener menos vacaciones se ha convertido en nuestro pan de cada día, de la mano de la precarización a los docentes que se expresa de múltiples formas, como planteamos aquí.
Aunque AMLO prometió cancelar la reforma educativa y revalorizar al magisterio, la realidad que vivimos las maestras y maestros es muy distinta a eso. Trabajamos más, pero descansamos y ganamos menos.
Luchemos por nuestro derecho al descanso
Frente a este panorama, las y los docentes no debemos adaptarnos al discurso que nos quieren hacer creer de que somos "privilegiados".
Cada día nos recortan más derechos. Nos quitan días de descanso, nos exigen más por menos y nos dicen que debemos estar agradecidos de tener trabajo ¡Como si no fuéramos nosotres, las y los trabajadores, quienes movemos todo en el país y ni siquiera disfrutaremos de una jubilación digna!
No podemos permitirlo. Debemos exigir a los delegados sindicales que hagan asambleas en las escuelas y escuchen la voz de los docentes. El SNTE, al servicio de los gobiernos en turno, ha dejado pasar todos los golpes hacia las y los maestros, por eso urge democratizarlo y ponerlo al servicio de la defensa y conquista de nuestros derechos.
Las organizaciones sindicales que se reivindican democráticas, como la CNTE, tampoco deben hacer oídos sordos frente a nuestras demandas. Necesitamos un plan de lucha unificado para pelear por mejorar nuestras condiciones laborales y también la educación pública. Lo necesitamos las maestras y maestros, pero también nuestras niñas y niños. |