Lanzada el 19 de diciembre de 1971, se convirtió por entonces en la película más polémica de la historia del cine. Es considerada la obra más arriesgada y reivindicativa de su director, Stanley Kubrick.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, el mundo no volvió a ser el mismo. Expresión de eso fue la misma sociedad, que progresivamente fue cambiando su mentalidad y con ello, las expresiones y las manifestaciones culturales de lo que hasta ese momento se entendía como el futuro. La literatura no fue una excepción: novelas como 1984 de George Orwell y Un mundo feliz, de Aldous Huxley, mostraron un universo distópico, cargado de incertidumbre y hasta de terror. Continuidad de eso fue el libro que el británico Anthony Burgess escribió en 1962 cuyo disparador fue un suceso traumático: 18 años antes su esposa fue violada por cuatro soldados estadounidenses y perdió un embarazo. La violencia y sus consecuencias fueron el germen para que el escritor luego haya construido una ficción futurista con la violencia y el sexo como protagonistas excluyentes. Fue así que nació La naranja mecánica.
La trama cuenta la historia de Alex DeLarge, un adolescente cuyas pasiones son la música clásica, en particular Beethoven y su Novena Sinfonía, el sexo, las drogas sintéticas y, por supuesto, el liderazgo de la ultraviolencia que lleva a cabo junto a sus amigos. La vida de Álex transcurre plácidamente de esta forma hasta que es traicionado por uno de sus amigos, cae preso y una vez allí se presta a una suerte de rehabilitación experimental conocida como el “método Ludovico”.
El nadsat fue el idioma inventado por Burgess, una mezcla de palabras basadas en el idioma ruso, ciertas voces de la jerga cockney, que es el lunfardo de la clase obrera británica, y otras elaboradas sobre la marcha. El escritor llegó a declarar que, leído de forma sistemática, las palabras eran como “un curso de ruso cuidadosamente programado”. El motivo por el cual surgió este vocablo fue para que la historia no fuese atemporal y que las generaciones adolescentes posteriores pudieran entender el real significado de las palabras. Para evitar errores, el libro incluye al final un glosario en donde se pueden leer las traducciones de “bolche”, “débochca” y “golová”, entre otras.
El director Stanley Kubrick rápidamente comenzó a imaginar la historia en la pantalla grande. Escribió el guión, basado en la versión estadounidense del libro que no tenía el último capítulo, y quiso que Malcolm McDowell fuese el protagonista. El actor aceptó, pero la filmación estuvo lejos de ser la mejor: en una de las escenas se fracturó una costilla y durante la famosa parte en que es obligado a ver películas de violencia y sexo con los ojos sostenidos por ganchos, sufrió una lesión en la córnea. De hecho, el médico que aparece en la película es un profesional real que le aplica gotas salinas para prevenir la sequedad de sus ojos.
La película, además de los temas centrales, aborda de una manera muy central la cuestión musical y la aparición de una de sus clásicas canciones fue producto de la improvisación. Estamos hablando de “Singing in the rain”, una inspiración de McDowell a pedido de Kubrick para la escena. Al director le gustó tanto esta inclusión que compró los derechos del tema por diez mil dólares para poder usarla en la película. Por su parte, la locura de Alex por su amado Ludwig Van provocó el disparo de las ventas de la Novena Sinfonía del compositor alemán.
Fue estrenada el 19 de diciembre de 1971, hace 50 años, y supuso una revolución para la época. Hasta entonces, ninguna película había gozado de tal grado de polémica debido al nivel excesivo de violencia que incluía torturas y violaciones. Estos elementos, junto con la crítica social de fondo, la convirtieron en uno de los sucesos más destacados. Fue nominada a cuatro premios Oscar y censurada en varios países. La película nunca llegó a emitirse en los cines argentinos en ese momento por la dictadura militar, pero fue estrenada poco después de la apertura democrática en la década del ‘80.