En diálogo con La Izquierda Diario, la hermana del fotógrafo asesinado hace 25 años habla de su lucha contra la impunidad. Una lucha que llega hasta hoy, con todos los condenados en libertad y con el expolicía bonaerense Gustavo Prellezo, quien mató a Cabezas de dos tiros, trabajando de abogado. “El crimen marcó un antes y un después en el país, pero la impunidad sigue en el caso de mi hermano y en muchos otros casos más”, sentencia.
La madrugada del 25 de enero de 1997 el cuerpo del fotógrafo de la revista NoticiasJosé Luis Cabezas apareció calcinado dentro de su auto en una cava de General Madariaga, localidad cercana a Pinamar. El crimen fue ejecutado por un grupo de policías bonaerenses con colaboración de una banda de patoteros de La Plata. El instigador del asesinato, a través del jefe de sus custodios, fue el empresario postal menemista Alfredo Yabrán, que se suicidó un año después para evitar ser detenido.
Desde hace un cuarto de siglo Gladys Cabezas es una cita obligada en cada nota, reportaje, acto u homenaje dedicado a recordar el crimen de su hermano y reclamar justicia. Junto a Norma Marotti y José Cabezas (madre y padre de ambos, fallecido él en 2010 y ella en 2017) y Cristina Robledo, compañera del reportero gráfico, Gladys se convirtió en emblema de lucha contra la impunidad. Desde aquel día su nombre, como el de Norma, José y Cristina, fue inevitablemente asociado a un grito: “¡no se olviden de Cabezas!”.
Como tantos otros crímenes políticos perpetrados en Argentina durante estas décadas de democracia para ricos, la lucha contra la impunidad no acaba nunca. Pese a que en algunos casos (como en el de José Luis) haya habido juicios y condenas, siempre el poder empresario, político, policial y judicial se las arregla para demostrar que está allí, incólume, decidido a perseguir y reprimir a quienes osen enfrentarlo y desenmascararlo.
Hace siete años, en un texto difundido por este diario, Gladys decía: “la Justicia fue muy cruel con nosotros: de hecho los asesinos hoy están todos libres sin haber cumplido sentencia”. Y agregaba: “quiero un país donde no muera la gente por decir la verdad”.
Por estas horas muchos periodistas y medios han publicado destacables notas sobre el crimen, el juicio a los policías bonaerenses y la banda de “los horneros” y demás cuestiones relacionadas al caso. Una recomendable crónica, que incluye el proceso previo al asesinato y el contexto político en el que se produjo, es el informe “Cabezas a 25 años de su crimen” que el periodista Gabriel Micchi (compañero de trabajo del fotógrafo) produjo para C5N. También se recomienda el recorrido que Ricardo Ragendorfer hace en una nota para la agencia Télam sobre “la misteriosa ruta del dinero de Yabrán”. Y en otro artículo de este diario, se comparte una reflexión que sigue a una pregunta: “¿quiénes se olvidaron de Cabezas?”.
A 25 años del crimen, La Izquierda Diario conversó con Gladys, la hermana del fotógrafo que en la madrugada del 25 de enero de 1997 fue secuestrado, esposado, baleado y quemado en un pozo de General Madariaga, víctima de un entramado empresario-policial-político que no le perdonó jamás haber gatillado su cámara en dirección al rostro de Alfredo Yabrán.
Pasaron ya 25 años, ¿qué imágenes, qué recuerdos te quedaron marcados de aquellas horas y días posteriores al crimen?
Fue muy fuerte cuando nos enteramos por la radio que habían matado a José Luis. Con mi familia estábamos veraneando afuera de Buenos Aires, fue muy duro regresar a casa y enterarnos de cómo había sido todo. También me quedó marcado el largo camino recorrido en tribunales, viendo a jueces y fiscales, así como la relación con los medios que cubrían el caso. Un montón de cosas nuevas para nosotros.
Si bien ustedes sabían que José Luis trabajaba de reportero gráfico, ¿tenían conocimiento del mundo de la prensa, de su relación con la política y de los riesgos que tenía?
No, la verdad que no. Sabíamos que José Luis trabajaba en la Editorial Perfil, pero yo al menos no conocía cuáles eran sus fotos ni nada de eso. Así que para nosotros fue todo nuevo, empezar a conocer a mucha gente que no conocíamos e ir enterándonos de todo lo que había detrás del crimen de mi hermano.
¿En ese momento, al menos al principio del caso, les resultaba creíble que a José Luis lo hayan matado por haberle sacado una foto a Yabrán?
En realidad, todos los días averiguábamos algo nuevo. Primero teníamos que saber qué era lo que estaba haciendo José Luis. Y a partir de eso, gracias al importante trabajo de nuestro abogado (Alejandro Vecchi), todo lo que se iba descubriendo era totalmente creíble.
Hubo varios personajes que se sumaron sin dudar a la red de encubridores. Por nombrar dos casos que nadie recuerda: el comisario de la Bonaerense Víctor Fogelman, quien realizaba las diligencias en la causa que encabezaba el juez José Luis Macchi y que terminó juzgado por delitos de lesa humanidad; y el perito Darío Amado, que intervino en la autopsia manipulando información para beneficiar a los criminales. ¿Cómo enfrentaron ese entramado?
Nosotros no éramos ni investigadores ni podíamos contratar a investigadores privados. Pero con lo que nos iban diciendo desde el Juzgado logramos ver esa red de complicidades y estamos seguros que incluso hubo más gente. No nos olvidemos que tuvo que renunciar nada menos que el ministro de Justicia de Menem, Elías Hassan, porque con el sistema Excalibur se comprobó que había tenido llamadas telefónicas con Yabrán esa misma noche. Hubo muchos que se dedicaron a embarrar la causa. En el caso de Amado, diciendo que había sido un solo tiro el que recibió José Luis y no dos. Y en el de Fogelman directamente no acordándose de nada de lo que hizo.
¿Qué reflexión hacés de que en la actualidad todos los condenados por el crimen, sacando a dos que fallecieron, estén en libertad?
Que ésa es la Justicia que tenemos. En el crimen de José Luis estaba metido un gran empresario como Yabrán, que era testaferro de todos, un tipo que en ese momento era más importante que el propio Presidente. Y también estaba metido parte del poder político, como Menem y su ministro de Justicia. Con esta Justicia es fácil matar. El crimen de José Luis fue un mensaje al periodismo, diciéndoles “miren que les puede pasar esto”, y aunque después del crimen se descubrió a una mafia, la impunidad continuó actuando.
Ustedes ahora están luchando para que al expolicía Gustavo Prellezo, quien disparó los tiros contra José Luis, no le permitan ejercer como abogado, que no lo rematricule el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. ¿En qué estado está esa pelea?
Prellezo está cumpliendo libertad condicional, tiene una condena hasta fines de 2022. Se recibió de abogado y quiere ejercer después de haber mentido a toda la sociedad y de estar comprobado que es un psicópata. La verdad, no me molesta que él nos haya denunciado a mi abogado y a mí por “no dejarlo trabajar”. No, no puede trabajar como abogado, porque es un asesino y un mentiroso. Mintió hasta en el Colegio de Abogados diciéndole a un tribunal que él no tenía ninguna condena. Encima le sacaron la matrícula y sigue presentándose y trabajando como abogado. Él cometió un crimen y le mintió a toda la sociedad, no puede trabajar de abogado ni de nada.
Imposible evitar recordar en este sentido aquella frase dicha por Yabrán cuando le preguntaron qué es el poder. “El poder es impunidad”, dijo. ¿Sentís que con Prellezo y el resto de los asesinos se cumplió esa premisa, más allá de que fueron condenados a perpetua?
Totalmente. La impunidad es lo que les da poder a estos tipos. Saben que pueden hacer lo que se les antoje. Pero saben también que en algún momento se les va a terminar. Nosotros vamos a seguir luchando hasta el final. Es tremendo ver que en este país no se sepa quién es Prellezo, que haya cursado en la universidad pública la carrera de abogacía y sus compañeros no supieran a quién tenían al lado. Yo pregunto, ¿cómo no va a saber la gente del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires quién es Prellezo, si venía de fracasar en el intento de matricularse en el Colegio de Abogados de La Plata y de haberlo conseguido en el de Quilmes hasta que lo denunciamos y le sacaron la matrícula?
¿Qué simboliza para vos a nivel público, popular, tu hermano y el crimen del que fue víctima?
Un antes y un después, sin dudas. Fue un crimen de semejante magnitud en un momento en el que pensábamos que la época de esos crímenes ya había pasado, que no podía suceder. Y sin embargo sucedió. Con ese crimen quisieron decir “miren que nosotros seguimos acá, matando y quemando gente, ¿eh?”.
¿Creés que el caso ayudó a que no se repitieran hechos así o, por el contrario, más allá de las condenas conseguidas el poder siguió ejerciendo esos crímenes y teniendo esa impunidad?
Yo creo que el antes y el después del crimen quedó bien marcado socialmente. Pero eso no quiere decir que todos lo hayan entendido ni que todos lo quieran ver. Por eso la Justicia sigue llegando tarde a todos los casos, lo cual quiere decir que no es justa. No hay jueces empáticos con las víctimas y sus familiares. No es el caso Cabezas, todos los casos son iguales. Causas eternas que no terminan nunca, donde ni siquiera se respeta a las víctimas, habiendo una Ley de Víctima. Es un problema enorme.
¿Creés que hay gente que se olvidó de Cabezas?
La gente no se olvida de Cabezas. Los que se quieren olvidar de Cabezas es porque les conviene hacerlo. Pero lo seguro es que, aunque quieran, de José Luis no se van a olvidar nunca.
¿Qué mensaje les das a miles de jóvenes que tienen menos de 25 años, que no conocieron el caso y que hoy apenas saben que José Luis Cabezas fue un periodista asesinado en los 90?
Que se hagan respetar, en todo. Que lean, que lean mucho. Y que sepan que podemos hacer un país mejor donde no haya más impunidad. Ellos son nuestro futuro y confío mucho en ellos.