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3 de febrero de 2022 Twitter Faceboock

Cine
Estreno: Jesús López, duelo y transformación
Diego De Angelis | @DieDeAngelis

Una reseña de la última película de Maximiliano Schonfeld con guión en común junto a la escritora Selva Almada

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Estrenada en el Festival de Cine de San Sebastián y ganadora del Premio a la Mejor Película en la Competencia Latinoamericana de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Jesús López (2021), la cuarta película de Maximiliano Schonfeld (Germania, 2012; La helada negra, 2016; La siesta del tigre, 2016), coescrita junto con la escritora Selva Almada, hace ostensible una convicción que pareciera atravesar y definir el conjunto de sus ficciones: cualquier idea narrativa exige, antes que ninguna otra cosa, una búsqueda de orden formal. La narración de una historia supone necesariamente una indagación pormenorizada acerca de la forma más adecuada de llevarla adelante. Es allí, pareciera demostrar Schonfeld en cada nuevo film, donde se juega ni más ni menos que el sentido último del relato.

La historia de su nueva película comienza con la muerte de un joven en un accidente en la ruta. El accidente, sin embargo, no se muestra, permanece elidido. Hay, eso sí, una sugerencia preliminar, circunscrita al plano sonoro, que posiblemente refiera a lo que sucedió antes de la tragedia. Durante los créditos iniciales, se escucha una discusión, una voz expresa fastidio, ganas de irse por el cansancio de estar siempre en el mismo lugar. Otras voces intentan impedir lo que pareciera ser ya una decisión indeclinable: tomárselas. 

El runrún de una moto abre paso a la primera imagen del film de Schonfeld, enigmática y, tal vez por eso mismo, poderosa. Es un plano sostenido que muestra a un joven manejando una moto a gran velocidad. Los focos de los autos a sus espaldas producen un contrapunto lumínico respecto de la oscuridad que tiene ante sí y que de algún modo enfrenta con los ojos bien abiertos. El contrapunto hace que el rostro del joven no se perciba del todo, que permanezca casi oculto, entre sombras. La música que acompaña la imagen es inquietante (realizada por Jackson Souvenirs, el dúo de Javier Diz y Norman MacLoughlin) y por un momento invade el plano, como si procurase aislar la figura de su entorno y proyectar un movimiento -un pasaje- hacia otra parte. La concepción súbita e imaginaria de un punto de fuga. Un exilio. El rostro del joven termina por disolverse, mediante un fundido encadenado, en el de otro que participa, en el plano siguiente, de una plegaria consagrada a la salvación celestial del muerto. La sobreimpresión de ambos semblantes anticipa formalmente el centro dramático de la historia por-venir.

El que ha muerto es Jesús López (Lucas Schell), un piloto de carreras de un pueblo rural de Entre Ríos, y es su primo quien, arrastrado por la necesidad de sobrellevar el dolor de familiares y amigos, pero acaso también empujado por un deseo íntimo de saltar el cerco de su propia realidad, comienza paulatinamente a ocupar su lugar. Porque Abel (Joaquín Spahn, impecable) pareciera estar molesto con la vida que lleva en la granja junto a su familia, aunque no alcance a demostrarlo demasiado, un poco por su carácter tímido y ensimismado y otro poco como si supiera de antemano la imposibilidad de torcer un destino que percibe inquebrantable. “Es lo que nos tocó”, le explica a su tío Cacho (Alfredo Zenobi), mientras viajan en auto, cuando este le aconseja abandonar las vacas y mudarse al pueblo, donde -así le dice- el progreso todavía es posible. En el campo ya no queda nadie, no hay trabajo, el cultivo familiar como modelo de subsistencia desaparece por la expansión indiscriminada de la producción de soja. 

La película de Schonfeld se detiene fundamentalmente en el proceso de transformación del protagonista a partir de su progresivo acercamiento al entorno de su primo. Invitado por sus tíos, empieza a dormir en su habitación y a usar su ropa. El desplazamiento acontece con naturalidad. La presencia de Abel en la casa apacigua la depresión profunda que atraviesa su tía Irene (Paula Ransenberg); el tío reconoce en él una oportunidad de reanimar, después de la muerte de su hijo, su pasión por el automovilismo. Con la silenciosa pero persistente influencia de un mandato, Cacho comienza a incitarlo para que participe de una carrera organizada en homenaje a quien fuera el mejor piloto de la provincia.

Una escena expresa a la perfección el principio de una metamorfosis singular. Abel se sienta en el auto de su primo -toma, literalmente, su lugar- y lo enciende por primera vez. El ruido del motor y la música invaden nuevamente el plano. El contrapunto se produce aquí por una asociación respecto a otro sonido previo pero recurrente en el film: el mugido de una vaca. El rugir mecánico exterioriza, en oposición al rezongo animal, una fuerza en movimiento, el despliegue de un poder recuperado y fortalecido. El trabajo con el sonido a cargo de Sofía Straface es notable y, por supuesto, narrativamente decisivo. Abel se acercará también a la novia de su primo (Sofía Palomino) y a su grupo de pertenencia, una pequeña comunidad de jóvenes motoqueros que pasan el tiempo juntos, arriba de sus motos, escuchando música, divirtiéndose a los empujones y esperando la oportunidad de vengar la muerte de su amigo.

El modo en el que Schonfeld resuelve visualmente la transformación definitiva del protagonista es genial y confirma la audacia del cineasta. En un terreno baldío que tan solo conserva autos abandonados, el personaje conquista por completo el espacio vacío de una ausencia. La escena es bellísima en tanto promueve la manifestación repentina de una reconversión fantástica, en donde el fantasma del difunto se re-incorpora súbitamente y quien toma su lugar logra por fin ser otro y, al menos por un instante, consigue escapar.

La película se estrena en el cine Malba, Gaumont y Cinear.tv

FICHA TÉCNICA

Elenco: Lucas Schell, Joaquín Spahn, Sofía Palomino, Ia Arteta, Alfredo Zenobi, Paula Ransenberg, Romina Pinto, Benigno Lell.

Dirección: Maximiliano Schonfeld
Guión: Maximiliano Schonfeld, Selva Almada
Casa Productora: Murillo Cine (Argentina) & Luz Verde (Francia)
Productores: Georgina Baisch, Cecilia Salim, Maximiliano Schonfeld
Coproductora: Lucero Garzón
Productoras Ejecutivas: Georgina Baisch, Cecilia Salim 
Director de Fotografía: Federico Lastra
Montaje: Ana Remón
Director de Sonido: Sofía Straface
Música: Jackson Souvenirs
Director de Arte: Tatu Ravotti
Vestuario: Analía Bernabé

 
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