Mientras este lunes comenzaban las negociaciones entre el gobierno de Zelenski y la delegación rusa en Bielorrusia, la ofensiva del ejército ruso continuaba su avance con decenas de miles de soldados y carros blindados. Se trata de una invasión reaccionaria en toda la línea que responde a la disputa geopolítica de Rusia con la OTAN por su área de influencia. Pero no solo a ello. También a las ambiciones nacionalistas “gran rusas” sobre lo que Putin considera un apéndice histórico y “natural” de Rusia.
De forma totalmente chovinista, el presidente ruso sostuvo antes de la invasión que Ucrania no existe como entidad independiente, ya que la considera “históricamente tierra rusa”. Aunque el objetivo explícito de Putin no es liquidar el estado ucraniano. Lo que busca es imponer un “cambio de régimen” en Ucrania que evite su entrada a la UE y la OTAN, replanteando la alianza con Rusia a través de la OTSC y la Unión Euroasiática. En términos geopolíticos, que Rusia, Ucrania y Bielorrusia, actúen en forma unificada bajo la dirección del Kremlin.
No está claro el desarrollo que tendrá la invasión y si buscará algún tipo de ocupación más perdurable, lo que sería muy difícil de sostener. Pero con el avance de las tropas rusas en Ucrania, las consecuencias reaccionarias de la invasión ya se sienten por doquier. Cientos o miles de muertos según informaciones de uno u otro bando. Al menos 700.000 refugiados y desplazados ucranianos, largas filas para comprar comida en las ciudades, desabastecimiento, destrucción de infraestructuras. Las consecuencias de la invasión las pagará, antes que nada, la gran mayoría de la población en Ucrania.
Pero el conflicto también está generando graves consecuencias para el pueblo ruso. Las sanciones económicas aprobadas por la UE, Estados Unidos y gobiernos imperialistas como el de PSOE- Unidas Podemos hacia Rusia ya han provocado una caída histórica del rublo y un aumento de la inflación sin precedentes, una crisis que afecta de forma directa a la población trabajadora. El objetivo de las sanciones es ahogar la economía rusa y provocar un sufrimiento a largo plazo de su población, para horadar el régimen de Putin. A su vez, éste viene incrementando la represión interna contra aquellos que protestan contra la guerra: ya se cuentan más de 6.000 detenidos en las manifestaciones antibelicistas. Y también ha tomado medidas económicas en relación con las sanciones que recaen sobre la población rusa, como el “corralito” bancario que prohíbe desde este domingo las remesas de migrantes o las cuentas en monedas extranjeras.
Las consecuencias reaccionarias de este conflicto, sin embargo, van mucho más allá de Ucrania y Rusia; son también profundas en Europa occidental. Con la excusa de la invasión rusa, y bajo el cínico argumento de “ayudar al pueblo ucraniano” y “defender la paz”, los Estados imperialistas europeos están llevando adelante un rearme de carácter histórico, en algunos casos sin precedentes desde la Segunda Guerra mundial. Un incremento del militarismo imperialista y las tendencias guerreristas a nivel mundial, que solo puede traer nuevos sufrimientos y agravios para la clase obrera y los pueblos oprimidos en todo el mundo.
En el caso de Alemania, la decisión del canciller Olaf Scholz de aumentar el gasto militar y “modernizar” las Fuerzas Armadas es un punto de inflexión en la política de defensa alemana desde la posguerra. Scholz ha dispuesto, con el beneplácito de todo el arco político parlamentario, un fondo especial de 100.000 millones de euros extra para modernizar la maquinaria de guerra del Estado alemán. Al mismo tiempo, se aumentará el porcentaje del PIB destinado a defensa en el presupuesto federal para 2022 para sobrepasar el 2%, que es lo que EEUU y el resto de los “aliados” de la OTAN reclaman a Alemania hace años. Esto significa un giro histórico en la política de rearme alemán, con consecuencias a largo plazo en Europa y a escala mundial que todavía no hemos visto. La última vez que Alemania emprendió el camino del militarismo, el resultado fue el fortalecimiento la carnicería de la segunda guerra mundial que dejó entre 50 o 60 millones de muertos, en los cálculos más optimistas.
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También Francia se pliega al nuevo militarismo imperialista y la expansión armamentista que se extiende en Europa. Una editorial de Le Monde sostiene exultante que “al decidir sobre la ayuda financiera para enviar armas letales a las fuerzas ucranianas para resistir la agresión rusa, la UE ha roto “un tabú” y finalmente se está dando los medios para comportarse como una potencia geopolítica”.
En efecto, la Unión Europea como entidad comunitaria, ha tomado la decisión de financiar de forma directa el envío de armas a Ucrania, algo que nunca se había producido y menos aún para armar a un Estado que no es miembro. Esta decisión también ha sido señalada por las autoridades de la UE como la “caída de un tabú” que cambia de forma cualitativa la política militar en la Unión. Polonia sería el lugar elegido para un centro de distribución logística del armamento destinado a Ucrania, mientras la OTAN ha aumentado su presencia militar en todos los Estados fronterizos y en el Mar Negro, aumentando el cerco sobre Rusia.
En el caso del Estado español, el presupuesto militar también viene aumentando, la última vez en plena pandemia. Y si bien aún se encuentra lejos de la inversión del 2% del PIB, el gasto militar real de los Presupuestos para 2022 aprobados por el Gobierno “progresista” del PSOE y Unidas Podemos asciende a 22.796 millones de euros. Un 124% más de lo que se asigna al Ministerio de Defensa (10.155 millones) y un nuevo récord histórico de gasto. Además, desde el comienzo el gobierno “progresista” español se alineó con la escalada guerrerista, enviando uno de los destacamentos más importantes de las intervenciones españolas en el extranjero.
Al mismo tiempo, la UE ha avanzado en adoptar medidas bonapartistas internas también extraordinarias, como la censura de los medios de comunicación RT y Sputnik en territorio europeo, lo que sienta un precedente totalmente antidemocrático acerca de la libertad de prensa y la información a la que se permite acceder a la población. Quieren que la población conozca lo que está pasando en Ucrania solo a través del filtro y las campañas mediáticas que digitan los medios “occidentales”.
La guerra en Ucrania y la necesidad urgente de una política independiente
La guerra de Ucrania es el primer gran conflicto armado en territorio europeo en el siglo XXI. Se trata de un país de 44 millones de habitantes, que comparte fronteras con Rusia, Bielorrusia, Moldavia, Rumanía, Hungría, Eslovaquia y Polonia y que ocupa una zona estratégica sobre el Mar Negro. La cuestión ucraniana se transforma así en el gran conflicto geopolítico mundial del momento. Un conflicto donde el pueblo ucraniano está siendo utilizado como moneda de cambio y llevado al enfrentamiento militar interno desde hace años por el enfrentamiento entre los intereses reaccionarios del imperialismo europeo y norteamericano -a los que se han plegado los distintos Gobiernos de 2014 hasta el actual Gobierno de Zelenski-, por un lado, y las aspiraciones “gran rusas” de Putin y la oligarquía capitalista rusas, por el otro.
La larga historia de opresión nacional rusa sobre Ucrania, antes bajo el zarismo y luego con el estalinismo, revive con la actual invasión rusa sobre su territorio. Así se incrementa el nacionalismo antirruso entre gran parte de la población, sobre el que se apoya el gobierno de Zelenski para profundizar su subordinación a las políticas reaccionarias de las potencias imperialistas y seguir imponiendo mediante la violencia ultraderechista sus designios a las poblaciones ruso parlantes del Donbass, como viene sucediendo hace años.
Pero el discurso cínico de los imperialistas, que dicen defender la “autodeterminación” de Ucrania o su “libertad”, es solo una cobertura para aumentar la opresión imperialista sobre el país e incrementar su propio rearme militarista a largo plazo. El cinismo absoluto de estos discursos queda al desnudo si vemos la política opuesta que mantienen en otros casos. Por ejemplo, respecto a su gran aliado, el reaccionario Estado de Israel, y la brutal ocupación histórica de los territorios palestinos. O las alianzas estratégicas que Alemania, Francia, Estado español y Estados Unidos mantienen con las monarquías de Medio Oriente. Esto sin considerar el desastre que dejaron las intervenciones imperialistas en Irak, Afganistán y en todo el mundo.
Hoy más que nunca podemos afirmar que una salida progresiva a este largo conflicto y una verdadera autodeterminación nacional de Ucrania solo podrá conseguirse si la clase obrera y el pueblo, tanto en la región occidental como en la zona del Donbass, se dotan de una política independiente. La OTAN, el imperialismo norteamericano y europeo, a los que se subordina el derechista gobierno de Zelenski, no son aliados de la clase trabajadora y el pueblo ucranianos, son sus enemigos. El nacionalismo reaccionario de Putin y la oligarquía capitalista rusa, que dice querer “desnazificar” Ucrania invadiéndola con tanques blindados, tampoco representa ninguna salida progresiva.
Para expulsar las tropas rusas de Ucrania y lograr una salida progresiva a este conflicto, la resistencia ucraniana tiene que dotarse de una política independiente de la OTAN y del gobierno de Zelenski, apostando por la autoorganización obrera y popular. Esto significa, ante todo, organizar la defensa de las ciudades sin subordinarse a la dirección militar y el asesoramiento del imperialismo y sus agentes, así como tomar las medidas que sean necesarias para la defensa como expropiar las cadenas de alimentos y las propiedades de los grandes capitalistas, etc. A su vez, una perspectiva política independiente implica también rechazar el ingreso de Ucrania a la OTAN y la entrega de sus recursos a las multinacionales imperialistas y el FMI. El pueblo ucraniano que busca terminar con la invasión rusa tiene que llamar a los soldados rusos a detener su avance y rebelarse contra la política reaccionaria de Putin, al mismo tiempo que apela a que los trabajadores y el pueblo ruso se movilicen en su país para detener la maquinaria de guerra.
En los países imperialistas de Europa y Estados Unidos es clave desarrollar un gran movimiento contra la guerra, para exigir el fin de la invasión rusa y contra el intervencionismo imperialista de la OTAN así como enfrentar el rearme militarista de los principales Estados europeos que solo puede conducir a repetir las catástrofes belicistas del siglo XX.
Solo la confraternización revolucionaria entre los pueblos de Ucrania, Rusia y el resto del mundo puede poner freno a la escalada militarista en curso. En este sentido, una Ucrania libre e independiente solo será posible en forma íntegra y efectiva como parte de la lucha por una Ucrania obrera y socialista. |