A 40 años de la guerra de Malvinas, reseñamos la película de Tristán Bauer basada en el libro del periodista y excombatiente Edgardo Esteban. Esta realización invita a reflexionar y debatir qué pasó en las islas y en el continente.
¿Qué es un hecho traumático en la historia? Es un hecho que deja profundas huellas en la sociedad, huellas imborrables a pesar del paso del tiempo, marca un antes y un después, donde ya nada será igual que antes. En ese marco la última dictadura militar (1976-1983) es un hecho traumático y la guerra en las islas del sur del continente fueron el episodio final, sobresaliente, de ese período.
Cada 2 de abril a lo largo de estos 40 años del inicio de la guerra significaron cosas diferentes para los distintos actores políticos, sociales y culturales. La memoria tiende a resignificarse en cada efeméride, entendiendo a la memoria como un campo en disputa, una batalla política abierta en el espacio público -sea en la Plaza de Mayo, en cualquier plaza, en una escuela pública, universidad o una simple charla entre pares. Ese campo de batalla que es la memoria tiene como finalidad revalidar el pedido de el fin de la impunidad de los responsables y la represión estatal que tiene el monopolio de las armas.
La película Iluminados por el fuego coescrita y dirigida por Tristan Bauer -actual Ministro de Cultura-, (estrenada en 2005) ofrece una mirada que pone en cuestión la memoria sobre la cual el "partido militar" construyó su propio relato en torno a lo que pasó en la guerra . A propósito de ese relato, vale decir que las FFAA presentaron el golpe del 24 de marzo de 1976 como una guerra contra la “subversión comunista”, contra la guerrilla y por la defensa de los "valores occidentales", entre ellos la defensa de la familia patriarcal y la moral cristiana.
Si bien la película, como todo film, tiene escenas ficcionadas, responde a cuestiones por demás denunciadas por los excombatientes en estas cuatro décadas desde el inicio de la guerra. Entre las escenas más impactantes vemos a uno de los protagonistas, el soldado Vargas estaqueado, en medio del frío, y los diabólicos vientos helados de las islas. La oficialidad, trataba peor a los propios soldados que a los ingleses.
Mal armados y casi sin preparación, vemos una fila de soldados que van camino hacia la muerte. Mientras pasan caminando vemos los borcegos uno detrás de otro y, entremedio, desentona un pibe que pasa con todo el uniforme completo pero en zapatillas. Zapatillas de lona que se hunden entre el barro y la escarcha helada.
La película, tiene un ida y vuelta, entre el pasado y un presente ciertamente caótico pos 2001. Esteban Leguizamon, interpretado por Gaston Pauls, es un ex-combatiente devenido en periodista, camina cubriendo las movilizaciones que reclaman contra el hambre y el ajuste. En ese ida y vuelta, un ex compañero de armas llamado Alberto Vargas, interpretado por Pablo Ribba, intenta suicidarse. Allí aparecen las estadísticas que señalan la espeluznante cifra de cientos de casos de suicidios post traumáticos a raíz de lo vivido en la guerra. Mientras escribo estas líneas pienso en Enrique, mi vecino de la infancia, el papá de mi amigo del barrio. Quique fue prisionero de guerra de los ingleses. Una vez que cayó preso, fue trasladado en barco junto a sus compañeros a Uruguay y ahí se hizo la triangulación con destino a Buenos Aires. Pero antes de desembarcar, los milicos les dijeron que tenían prohibido contar lo que vieron y vivieron en la guerra.
El silencio, es el principal condimento del pacto de impunidad. Pacto que se llevó adelante entre el partido militar y el colaboracionismo de los grandes partidos patronales: la UCR y el PJ, aunque el orden de los factores no altera el producto.
Esa impunidad no es criticada por la película posiblemente porque se realizó en los años de la “batalla cultural” que libraba el kirchnerismo, donde se recuperaba una idea romántica setentista, afín a sectores del peronismo previos al golpe omitiendo “el detalle” de que el ensayo general del terrorismo de Estado había empezado bajo el gobierno del último Perón y la firma del famoso “Documento reservado” que daba más poder de fuego a las FFAA para liquidar a la izquierda en todas sus expresiones, sobre todo a la vanguardia del movimiento obrero. Antes, durante y después del golpe el enemigo interno fue el movimiento obrero y el objetivo fue liquidar sus conquistas. No por casualidad, la ocupación de Malvinas, empezó dos días después del primer paro masivo, con movilización general, del 30 de marzo de 1982 que, abiertamente, cuestionaba a la dictadura militar.
La película refleja casi calcado lo que le pasó a Quique, una vida que se fue deteriorando en medio del olvido y la impunidad.
“La guerra es la continuación de la política por otros medios” dijo Karl von Clausewitz. Es cierto. Todo lo que concentró la actitud política de la Junta militar que gobernaba el país no fue más que puro sometimiento al imperialismo, no solo pagando la deuda externa en medio de la guerra, sino reprimiendo a su propio pueblo, estaqueando a los propios soldados argentinos con temperaturas oscilantes entre los 10 y 15º bajo cero y preparando el terreno para aplicar la ofensiva neoliberal de las décadas siguientes. Esta película es una invitación a reflexionar sobre estas cuestiones en momentos en que la Argentina, además de tener una base militar de la OTAN en las Malvinas, tiene un pacto de coloniaje con el FMI, lo cual hace que el antiimperialismo tenga más vigencia que nunca.